El gran dictador

Chaplin: «Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad.»

Película El Gran Dictador

Al término de la Primera Guerra Mundial, un soldado de Tomennia (Charles Chaplin) salva la vida al comandante Schultz, y más tarde ambos sufren un accidente aéreo, perdiendo el primero la consciencia durante muchos años. Internado en un hospital, se escapa y regresa a su ciudad para hacerse cargo de un antiguo local de barbería de su propiedad ubicado en el ghetto. El país se encuentra sometido a la dictadura de Adenoid Hynkel, papel que también interpreta Chaplin.  A partir de aquí se suceden todo tipo de acontecimientos en dos historias que finalmente se entrecruzan, protagonizadas por el barbero judío y por el dictador Hynkel. Acontecimientos diversos provocarán finalmente que el primero asuma el papel del segundo. En esta tesitura Chaplin se ve obligado a pronunciar un discurso que constituye uno de los momentos más intensos y conmovedores de la historia del cine, equiparable a secuencias memorables en Esta es mi tierra (1942), de Jean Renoir, en la que un profesor tímido (Charles Laughton) lee a sus alumnos la Declaración de los Derechos del Hombre, antes de ser apresado, y en aquella otra en la que pronuncia en vista judicial un destacado y valiente alegato en defensa de la libertad.

El Gran Dictador es una película del género de comedia, pero con un indudable trasfondo político que satiriza al nazismo y al fascismo. Un film inteligente, pacifista y humanista que no envejece  con el transcurso del tiempo. Sin duda, una obra de arte.

Chaplin es el director, guionista, actor  y partícipe con Meredith Willson  de su banda sonora. Paullette Goddard interpreta a la joven Hannah y Jack Oakie, el de Benzino Napaloni, dictador de Bacteria.

El rodaje comienza el 9 de septiembre de 1939 y durará seis meses.  Pocos días antes del inicio de la filmación comienza la segunda guerra mundial. Estrenada el 7 de marzo de 1941 y prohibida en España durante la dictadura franquista.

Obtuvo cinco nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, actor (Chaplin) y guión.

Adolf Hitler y Benito Musslini
Adolf Hitler y Benito Musslini

Conocidos personajes de la historia del pasado siglo son representados por diversos protagonistas de la cinta: Adenoi Hynkel es Adolf Hitler; Garbitsch representa a Joseph Goebbels; Herring a Hermann Göring y, finalmente, Benzino Napolini refiere a Benito Mussolini.

La historia tiene un carácter visionario ya que se rueda durante un tiempo en el que no se conocía el desenlace de la confrontación bélica ni la magnitud real de las atrocidades del régimen nazi, y sin embargo deja entrever el posible devenir de la guerra. Su producción constituyó una actuación artística valiente que ridiculiza a los nazis cuando estos invadían victoriosos gran parte de Europa. Y es también una película de fuerte contenido pacifista: desacredita, con burla, los supuestos avances de la industria militar con el gran cañón Berta (3m. 30s.), el traje antibalas (36m. 10s.), el paracaídas de reducido tamaño (38m. 30s.) o el gas venenoso capaz de matar a todos los seres humanos del planeta (48m. 10s.).

Destacan escenas como la de Hynkel bailando con el globo del mundo en su despacho, expresiva de su obsesión por dominar todos los territorios, mientras escuchamos la Obertura de Lohengrin de Wagner (50m. 50s.); la sesión de afeitado en la barbería (53 m. 15s.) bajo el compás y al ritmo de la Danza Húngara nº 5 de Brahms; las tropas de asalto nazis persiguiendo al barbero ¡queremos al barbero, queremos al barbero! mientras la cámara registra un plano fijo de una jaula y un canario dentro de ella (1h. 5m.); la de la barbería con Hynkel y Benzino Napolini rivalizando en altura (1h. 33m.).

Pero, sin duda, la más brillante de todas es la escena del discurso (1h. 50m.) cuyo memorable texto merece su integra transcripción escrita:

“Lo siento.

Pero… yo no quiero ser emperador. Ese no es mi oficio, sino ayudar a todos si fuera posible. Blancos o negros. Judíos o gentiles. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros; los seres humanos somos así. Queremos hacer felices a los demás, no hacernos desgraciados. No queremos odiar ni despreciar a nadie. En este mundo hay sitio para todos y la buena tierra es rica y puede alimentar a todos los seres. El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero lo hemos perdido. La codicia ha envenenado las armas, ha levantado barreras de odio, nos ha empujado hacia las miserias y las matanzas. Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado, sentimos muy poco.

Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura.

Sin estas cualidades la vida será violenta, se perderá todo. Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana, exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.

Ahora mismo, mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, millones de hombres desesperados, mujeres y niños, víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes. A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano.

El odio pasará y caerán los dictadores, y el poder que se le quitó al pueblo se le reintegrará al pueblo, y, así, mientras el Hombre exista, la libertad no perecerá.

Soldados: No os entreguéis a esos que en realidad os desprecian, os esclavizan, reglamentan vuestras vidas y os dicen qué tenéis que hacer, qué decir y qué sentir.

Os barren el cerebro, os ceban, os tratan como a ganado y como carne de cañón. No os entreguéis a estos individuos inhumanos, hombres máquina, con cerebros y corazones de máquina.

Vosotros no sois ganado, no sois máquinas, sois Hombres. Lleváis el amor de la Humanidad en vuestros corazones, no el odio. Sólo los que no aman odian, los que nos aman y los inhumanos.

Soldados: No luchéis por la esclavitud, sino por la libertad. En el capítulo 17 de San Lucas se lee: El Reino de Dios no está en un hombre, ni en un grupo de hombres, sino en todos los hombres… Vosotros los hombres tenéis el poder. El poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad, el poder de hacer esta vida libre y hermosa y convertirla en una maravillosa aventura.

En nombre de la democracia, utilicemos ese poder actuando todos unidos. Luchemos por un mundo nuevo, digno y noble que garantice a los hombres un trabajo, a la juventud un futuro y a la vejez seguridad. Pero bajo la promesa de esas cosas, las fieras subieron al poder. Pero mintieron; nunca han cumplido sus promesas ni nunca las cumplirán. Los dictadores son libres sólo ellos, pero esclavizan al pueblo. Luchemos ahora para hacer realidad lo prometido. Todos a luchar para liberar al mundo. Para derribar barreras nacionales, para eliminar la ambición, el odio y la intolerancia.

Luchemos por el mundo de la razón.

Un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.

Soldados: En nombre de la democracia, debemos unirnos todos.”

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