Tiempos modernos

Autor de ilustración Fernando Francisco Serrano

Charles Chaplin y Paulette Goddard conforman una pareja de enamorados, seres marginales inadaptados y sumidos en la pobreza, que no encuentran lugar en la sociedad en la que malviven.

Se presenta esta película de Charles Chaplin como «una historia sobre la industria, sobre la iniciativa individual… la cruzada de la humanidad en busca de la felicidad.» Cine mudo que recurre al sonido en algunas secuencias protagonizadas por el director de la empresa metalúrgica, la voz grabada de un disco que promociona una curiosa máquina que pretende simultanear el almuerzo o la cena de los obreros con el trabajo en la cadena de producción en marcha (m. 6.20), o cuando da voz al locutor de la radio de la prisión. Como excepción, el obrero metalúrgico que encarna Chaplin, canta con su propia voz una antigua pieza musical de 1917: “Je cherche après Titine“.

Un rebaño de ovejas, un corte, y la salida de numerosos trabajadores de la boca del metro (m. 1) que se dirigen a sus puestos de trabajo al inicio del film, apuntan a un guión crítico de la realidad social de la década de los 30 del pasado siglo, en tiempos de la gran depresión, etapa en la que se desarrolla el sistema taylorista basado en la intensa división del trabajo, en la producción en cadena a ritmo infernal y en la máxima explotación y opresión de los asalariados que aún conservan un puesto de trabajo a los que se les considera, además, mercancía, máquinas y/o animales. Es el trato que recibe Chaplin (m. 9), utilizado como conejillo de indias, para probar la eficiencia de una nueva máquina que pretende suprimir el tiempo del bocadillo.

El trabajo repetitivo de Chaplin ajustando tornillos en la empresa Steel Corp. Electro (m. 4), nos recuerda las tareas monótonas y aburridas de los oficinistas en “El apartamento” (Billy Wilder, 1960) en un inacabable recinto con centenares de empleados ocupados en la misma labor de tramitar a toda velocidad pólizas de seguro.

Ilustración de John Vassos, 1931
Ilustración de John Vassos, 1931

Tiempos Modernos, un largometraje de 1936, aborda el carácter deshumanizador del capitalismo mediante secuencias de humor físico. Jornadas extenuantes de trabajo, tareas reiterativas en cadenas de producción a velocidad vertiginosa, vigilancia policial en los recintos fabriles que alcanzan a los lavabos (m. 4.56), mediante un sistema de pantallas que nos evoca a “Metrópolis” (Fritz Lang, 1927), en un centro fabril que nos muestra un utillaje industrial de carácter futurista, enfermedades psíquicas, consumo de drogas, delincuencia, salarios míseros y mucha injustica y desigualdad social. El director de la empresa impone máxima productividad incrementando la cadencia en la cadena de producción, mientras controla desde su despacho a toda la plantilla mediante videovigilancia para  mejorar así la cuenta de resultados de la compañía.

Nuestro protagonista pierde la razón (m. 14) y el puesto de trabajo (17.32). Como en la actualidad les ocurre a los cualificados trabajadores, por ejemplo, de Goldman Sachs, que denuncian jornadas de trabajo de ¡95 horas semanales! Duermen una media de cinco horas al día, y se acuestan en torno a las tres de la madrugada. Reivindican que se respete el descanso de los sábados y ¡no superar las 80 horas semanales! Son jornadas laborales tan extenuantes que la prensa, en 2013, reportaba la muerte de Moritz Erhardt, un becario de 21 años empleado de Bank of América, encontrado sin vida tras sufrir un ataque epiléptico después de trabajar ¡72 horas seguidas! Tiempos Modernos que llegan a nuestros días. 

Recuperado de una depresión nerviosa, sin proponérselo, el obrero metalúrgico encabeza una manifestación obrera portando una bandera roja de señalización, caída momentos antes de un camión de carga. La recoge del suelo y la agita advirtiendo al camionero de esta circunstancia, pero justo delante de unos huelguistas (m. 19). La policía interviene, ¿así que tú eres el líder? La primera de varias detenciones.

Chaplin aborda también en la cinta la problemática de aquellos otros trabajadores que se encuentra en paro, en situación de miseria y desamparo. Una joven, protagonista de la historia, hace pareja con el obrero siderúrgico. Huérfana de madre, y más tarde de padre, víctima de una bala ciega en una revuelta de obreros en paro (m. 28). Mediante el hurto famélico (m. 20) alimenta a los suyos y aún tiene para repartir entre los pequeños mendigos. Las colas del hambre y las que se forman para pedir trabajo a las puerta de las fábricas (m. 57) son registradas por la cámara con un intenso realismo que nos conducen hacia aquellas otras de “Las uvas de la ira“, una novela de Jhon Steinbeck  llevada al cine por el director John Ford (1940).

Charles Chaplin y Paulette Goddard conforman una pareja de enamorados, seres marginales inadaptados y sumidos en la pobreza, que no encuentran lugar en la sociedad en la que malviven. Deben optar entre ser ellos mismos situándose al margen del sistema, lo que les conducirá a la pobreza y a la exclusión social, o bien mantenerse dentro de este para sumergirse en la deshumanización y tal vez perder la razón.

En un momento del relato (m. 40), cuando la pareja ve salir a un matrimonio feliz de una casa adecentada, muy diferente a la choza en ruina que ocupaban (m. 53),  Chaplin le dice a ella: «¿nos imagina en una casita como esa?… lo conseguiré aunque tenga que trabajar para conseguirla.» Es un aunque que Chaplin formula para referir  el trabajo alienante que le ofrece la sociedad capitalista.

El final de la película nos muestra la alternativa elegida finalmente por la pareja, que aquí no vamos a relatar por respeto a todos aquellos lectores que no han visto esta extraordinaria obra cinematográfica de tiempos actuales.

Miguel Medina Fernández-Aceytuno

Miguel Sagaseta

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