Los olvidados
No es un relato de héroes contra malvados, no es una lucha entre el bien y el mal, ni tampoco entre el culpable y el inocente, sino entre los seres humanos y el orden social en el que se desarrolla la historia.
Sin duda, esta película del maestro de Calanda es una de las más grandes de la historia del cine. Premiado Buñuel como el mejor director en el Festival de Cannes de 1951, la cinta pudo ser reestrenada con éxito en México tras su inicial fracaso, debido a la fuerte oposición de amplios sectores conservadores de la sociedad mexicana de entonces, muy ofendidos por la imagen negativa que esta proyectaba. Tiempo más tarde, el negativo original de la película sería seleccionado por la Unesco como Memoria del Mundo, formando parte del patrimonio documental de valor universal, distinción que comparte con Metrópolis de Fritz Lang.
Rodada en tan solo 21 días, entre el 16 de febrero y el 9 de marzo de 1950, tuvo no obstante una previa y larga elaboración. Al igual que Friedrich Engels se documentara sobre el terreno, durante muchos meses, observando y analizando las penosas condiciones de vida de los asalariados en la sociedad industrial inglesa del siglo XIX, lo que dio lugar al texto “La situación de la clase obrera en Inglaterra“, Luis Buñuel, junto con Alcoriza y el fotógrafo Edward Fitzgerald, mantuvieron antes del rodaje una actividad investigadora durante un largo periodo de tiempo en los barrios míseros de la capital de México, recopilando información sobre la vida deplorable de los niños y los adolescentes, mientras estudiaban detenidamente la documentación que les ofrecían los tribunales de menores y las instituciones correccionales. En conversación con el escritor y profesor José Rubia Barcia, Buñuel le dice: «El tema es delincuencia infantil y me he documentado con unos doscientos procesos del Tribunal de Menores y cien expedientes de la Clínica de la Conducta, institución psiquiátrica de México». La creación artística es inspiración más trabajo.
La pobreza, la miseria descarnada y la marginación, son temas presentes en el metraje. Sus personajes centrales son seres abandonados y olvidados, los nadies de Eduardo Galeano, en el contexto de unas relaciones sociales y económicas que provocan desigualdad social sin parar. Pedro, cuya madre le niega afecto y comida; Ojitos, abandonado por su padre en la gran ciudad para eludir responsabilidades parentales; la madre de Pedro, abandonada primero por el marido y más tarde viuda; Jaibo, huérfano de padre y madre, sin protección de los servicios sociales; Carmelo, el ciego paupérrimo, sin apoyos y aislado que vive de la mendicidad. Forman todos ellos un mosaico de individuos condenados a no tener futuro en aquel México de los años cuarenta del pasado siglo.
La historia se sitúa en el tiempo de la presidencia de Miguel Alemán Valdés en la década indicada. Finalizada la segunda guerra mundial, México se adentraba en una modernidad que acentuaba la brecha social en medio de una corrupción gubernamental generalizada. Mientras los ricos se asentaban en barrios de lujosas mansiones, los cada vez más olvidados arrastraban sus vidas en barrios de extrema pobreza. Entre tanto, el gobierno de Alemán Valdés, ejecutaba una política represiva y antiobrera. Las movilizaciones obreras y campesinas eran reprimidas por la fuerza pública con brutalidad, mientras el gobierno hacia causa común con la política anticomunista de Estados Unidos.
“Los olvidados” constituye un relato extraordinario pero veraz,que nos muestra el paisaje desolador de la delincuencia juvenil en un contexto social concreto en donde reina la ley del más fuerte, el darwinismo social. Pero en lugar de construir Buñuel un film melodramático moralizante, nos presenta la realidad tal y como es, sin ofrecer la más mínima compasión por sus personajes, de tal manera que acaba provocando la duda en los espectadores acerca de la validez del orden social en el que se desarrollan los acontecimientos. Carmelo, el ciego, es visto, por ejemplo, como un lisiado avaro, violento y abusador, y la madre de Pedro, como una mujer resentida, violenta y promiscua.
Buñuel no juzga a los protagonistas, sino que expone situaciones reales para que cada cual extraiga las conclusiones que procedan. A diferencia de “Rebeldes sin causa“, de Nicholas Ray, en donde la delincuencia juvenil se analiza a través de una mirada introspectiva de los personajes, en “Los Olvidados“, por el contrario, los desafortunados adolescentes se muestran de una forma que induce a los espectadores a reflexionar sobre las causas estructurales de su violencia.
Personajes centrales de la película son Jaibo y Pedro. El primero, un delincuente sin escrúpulos incapaz de vivir en sociedad. Pedro, sin embargo, es un muchacho que quiere dejar de ser delincuente, pero Jaibo le cierra el camino de forma trágica. A su madre, Pedro le dice una frase realmente antológica (52m.): «yo quisiera portarme bien, pero no sé cómo», después de una dura jornada de trabajo (47m.) dándole vueltas a un carrusel de caballitos o tiovivo manual en el que se encaraman los niños pudientes.
Buñuel no solo denuncia las políticas represivas, sino fundamentalmente la inutilidad de las medidas reformistas para abordar con éxito la difícil problemática de la delincuencia juvenil. Así, los esfuerzos encomiables del director del correccional chocan frontalmente con la realidad. Este se dirige a su ayudante, tras la trifulca de Pedro con sus compañeros del reformatorio, (59m. 45s.) y le dice: «por lo pronto dejarlo solo unas horas para que piense y procure que le den de comer bien, que con el estomago lleno todos somos mejores, después ya veremos, ¿por qué se sonríe?, le dice el ayudante: por nada, pensaba que si en lugar de guardar a estos pudiéramos encerrar para siempre la miseria…» Más tarde, (1h. 1m.) el director le abre las puertas del correccional a Pedro, le entrega 50 pesos con el encargo de comprar tabaco, otorgándole la confianza que hasta entonces nadie le había concedido. El chico, entusiasmado con la propuesta, responde muy positivamente, pero al salir del centro se encuentra con Jaibo, y sus buenos propósitos por atender el encargo, que los defiende hasta sus últimas consecuencias, quedan sin embargo destrozados para siempre.
¿Es posible desatar, mediante reformas, el nudo que encadena las desgracias individuales con las sociales? Buñuel responde a esta cuestión del modo siguiente: «Siempre me ha atraído la miseria como tema de mis cintas. Y no para recrearse con crueldad sino para acercarme a ella con calor humano, con comprensión. Claro que yo no puedo remediarla desde una pantalla. Pero tampoco puedo atenuarla en sus rasgos porque mentiría. Yo no niego al hombre ni a sus valores humanos. Pero sí a la sociedad tal y como está organizada actualmente.»
“Los olvidados” no es un relato de héroes contra malvados, no es una lucha entre el bien y el mal, ni tampoco entre el culpable y el inocente, sino entre los seres humanos y el orden social en el que se desarrolla la historia.
El guión de la película corre a cargo de Luis Buñuel y de Luis Alcoriza, la excelente música, inquietante, de Rodolfo Halffter sobre temas de Gustavo Pitaluga, y la magnífica fotografía es de Gabriel Figueroa. La mayoría de los actores son jóvenes no profesionales, circunstancia que aporta autenticidad al relato. El productor Oscar Dancigers le propuso a Buñuel un final alternativo en previsión de resultados comerciales catastróficos. Por fortuna, se mantuvo el final original, pues este otro hubiera desnaturalizado por completo el discurso genial de la cinta.
El film contiene escenas de dureza extrema: el ciego apaleado por los jóvenes (10m. 20s.) que nos recuerda a “La naranja mecánica” de Stanley Kubrick; el robo por la banda juvenil a un amputado de piernas al que le tiran cuesta abajo el rudimentario carrito de ruedas; la rebeldía furiosa de Pedro (58 m.) cuando lanza un huevo a la cámara, es decir, a todos los espectadores; el sueño de Pedro rodado a cámara lenta (28 m.) con un fondo musical turbador; la cruel paliza de la madre de Pedro a este (52m. 20s.)…
Una obra maestra, descarnada, de lucha por la supervivencia, merecedora de ser junto a “Metrópolis” de Fritz Lang, Patrimonio de la Humanidad.
No lo olviden, este viernes tienen una cita con el gran Buñuel.