Recuerda
Ingrid Bergman, en el papel de la doctora Constance Petersen, es una mujer muy avanzada a la época del relato: rebelde, inteligente, ingeniosa y feminista, que vive con pasión la profesión médica, aún más cuando se enamora de un enfermo psíquico.
En una clínica psiquiátrica, el director va a ser sustituido por el doctor Anthony Edwardes. En el centro trabaja la doctora Constance Petersen junto a un grupo de psiquiatras.
Nada mas llegar el nuevo director, ella se enamora de él y pronto se da cuenta que no es realmente el doctor Edwards, y constata, poco tiempo después, que es un enfermo mental que cree haber asesinado al verdadero médico. Ella está convencida que la autoinculpación es falsa. Pero todo se complica porque el paciente no recuerda nada, víctima de una grave amnesia que lo deja indefenso ante cualquier acusación. Constance despliega una frenética actividad psiquiátrica intentando recuperar sus recuerdos desde la infancia. En ese cometido se juega su compromiso amoroso y su carrera profesional.
“Recuerda” es una de las primeras películas que aborda el tema del psicoanálisis. Un método de investigación y tratamiento de las patologías emocionales mediante el conocimiento onírico y la interpretación de los sueños, el estudio de la infancia, el de los actos fallidos y la técnica psicoanalítica dirigida a poner orden a todas las informaciones que aporta el enfermo durante la sesiones de tratamiento, por muy intrincadas e incoherentes que sean. Pero es también una película feminista que reivindica el reconocimiento de unas capacidades y unos derechos que tradicionalmente han estado reservados para los hombres.
Una historia de suspense (thriller) que resalta el esfuerzo de la ciencia médica por devolver la salud a las personas con patologías mentales, pero sin olvidar que dentro de esta encomiable actividad profesional, también se encuentran galenos que cursan graves procesos morbosos de celopatía profesional.
Afred Hitchcock dirige este magnífico film, octavo en su etapa americana, que pone en escena un guión escrito por Ben Hecht, basado en la novela “The House Of Dr. Edwardes” de John Palmer e Hilary St. George Sanders, con el seudónimo de Francis Beeding. Obtiene el Oscar a la mejor música y cuenta además con otras cinco nominaciones.
Protagonista principal es Ingrid Bergman, en el papel de la doctora Constance Petersen. Una mujer muy avanzada a la época del relato. Rebelde, inteligente, ingeniosa, feminista, que vive con fuerte pasión la profesión médica, aún más cuando se enamora de un enfermo psíquico que protagoniza Gregory Peck, en el papel del falso doctor Anthony Edwardes.
Hitchcock denuncia en la cinta diversos episodios de machismo. Un colega de la doctora Constance le dice a esta (5m. 43s.) “su falta de experiencia humana es perjudicial para usted como médico y fatal para usted como mujer“. Ella le responde: “ese argumento me lo han dicho un montón de psiquiatras amorosos“. El atrevido facultativo la besa de manera forzada… y ante el rechazo de la doctora indica: “me parece que la estoy aburriendo… dan ganas de tirarle un libro a la cabeza“. El mismo colega (17m. 50s.), en una reunión de la junta directiva del centro psiquiátrico, cuando Constance se incorpora a la misma fuera de horario después de una excursión con el nuevo director del centro, le expresa con sorna: “tiene aspecto de haber pasado un rato muy instructivo… observen sus medias, la señorita ha estado trepando a los arboles…”. Constance se revuelve: “siento mucho abandonar esta galería infantil…” y deserta del encuentro. En la escena del hotel (37 m.) Constance sufre el acoso de un cliente que sin mediar conversación le dice: “¿Qué tal si usted y yo nos tomamos una copa juntos ahora que ya nos conocemos?… Le importaría retirarse y sentarse en su sitio”, responde ella. Su antiguo maestro, en el encuentro que tiene en su despacho profesional (59m. 35s.), le señala a Constance y al nuevo director del hospital: “las mujeres son las mejores psicoanalistas hasta que se enamoran, después de eso son las mejores enfermas“. En la misma escena, el viejo profesor (1h. 12m.) expone: “los dos sabemos que el cerebro de una mujer enamorada opera en el más bajo nivel intelectual“. Y ella le contesta: “algunas veces el corazón ve más claro…”
El personaje del nuevo director del centro psiquiátrico corre a cargo de Gregory Peck. Un paciente que sufre un grave complejo de culpabilidad en el contexto de una grave amnesia, y que reconoce ser el autor del asesinato del verdadero Anthony Edwardes, cuya identidad usurpa para acceder a la dirección del hospital.
Ingrid Bergman y Peck se enamoran en tiempo record y la doctora, hasta entonces una mujer fría y entregada por completo a la profesión médica, desarrolla un profundo cambio en su personalidad. Afred Hitchcock lo interpreta en la escena del dormitorio interrumpiendo el beso apasionado de los amantes con un plano que registra un largo pasillo del cual, de manera sucesiva, se van abriendo las puertas. Nuevas oportunidades para una vida que se renueva.
Constance trata a su amado con el psicoanálisis, convencida de que es inocente del asesinato que se autoimputa. Para combatir un supuesto de falsa culpabilidad que cursa con amnesia, la doctora fija toda su atención en su comportamiento, que se estremece de forma reiterada ante el color blanco y las líneas paralelas. Ocurre en la escena del comedor (11m. 19s.) con el mantel claro y el tenedor. Con el vestido de Constance (24m. 15s.) a rayas o cuando observa la nieve y las huellas que deja unos esquís (1h. 22m.). El tremendo esfuerzo médico de Constance, una mujer repleta de humanidad, por recuperar al enfermo y atajar de esta forma las horrendas consecuencias de la amnesia y la falsa culpabilidad, obtiene finalmente un resultado positivo. Pero cuando el cadáver del verdadero doctor Anthony Edwardes es localizado y todo parece indicar que se trata de un caso de accidente fortuito, la autopsia descubre una bala que ha penetrado en el cuerpo por la espalda. La atmosfera de suspense inunda entonces, aún con más fuerza, un relato que Afred Hitchcock resuelve finalmente de manera insospechada.
Impactante es la escena de los sueños (1h. 19m.) con un escenario diseñado por Salvador Dalí, en el que aparecen unas tijeras cortando un ojo, un guiño a Buñuel en “Un perro andaluz” de 1929. El metraje de la escena alcanzaba los veinte minutos pero fueron reducidos a solo dos. Otra escena inquietante es la de la navaja de afeitar asida a su mano derecha (1h. 7m.), con la que el falso doctor Anthony Edwardes baja las escaleras al encuentro con el maestro de Constance. Hitchcock nos sitúa de nuevo en la incertidumbre ¿es un asesino?, a la que sigue la del vaso de leche (1h. 18m.). La cámara nos ofrece una increíble perspectiva del mesonero a través del cristal del recipiente mientras Peck consume su contenido. O la genial escena del revólver (1h. 45m. 21s.) que la mano que lo sostiene lo hace girar 180 grados hasta apuntar al espectador y disparar.
La película aborda temas habituales del director en otras cintas como, precisamente, los padecimientos psíquicos en “Vértigo”, “Psicosis” o “Marnie la ladrona” o los falsos culpables en “Crimen perfecto” y “Atrapa a un ladrón”.
La música acompaña de manera brillante los distintos pasajes del relato. Destaca el tema “Constance Meets Edwardes” cuando la protagonista se dirige a las dependencias en las que descansa Peck (18m. 47s.).
Una película feminista para ver y recordar.