Ciudadano Kane

La película es una biografía del magnate americano William Randolph Hearst y plantea una crítica al proceso de acumulación privada de capital que el capitalismo regula y estimula, y la consecuencia deshumanizadora que impacta en los individuos involucrados por aquel.

Ciudadano Kane es una de las grandes películas de la historia del cine. Fue dirigida por Orson Welles en 1941, con tan solo 25 años. Encabeza el conocido listado de la American Film Institute (AFI) en 1998 y obtiene el Oscar al mejor guion junto a nueve nominaciones. Orson fue también el protagonista principal y el coautor del guion con Herman J. Mankiewicz. Director, además, de otras grandes obras cinematográficas, entre las que destacan Sed de Mal, El proceso, El tercer hombre, El cuarto mandamiento, Campanas a medianoche, El extranjero, Otelo, Macbeth y La dama de Shanghai. En 2002, Orson fue elegido por el Instituto de Cine Británico (BFI) como el mejor director de la historia del cine.

Catapultado a la fama por la emisión del programa radiofónico La guerra de los mundos en 1938, logra un fuerte impacto emocional en los Estados Unidos haciendo creer a no pocos oyentes la verosimilitud del relato de una invasión alienígena de la que huyen, incluso mediante el suicidio. De manera rápida, el estudio de la RKO (Radio-Keith-Orpheum), le abre las puertas al cine a Welles y le contrata para la producción de Ciudadano Kane, con amplia libertad de creación artística y para la elección del reparto y del equipo de rodaje -contrató a su equipo de actores del Mercury Theatre-, algo infrecuente para un director de tan escasa edad. Rodada en tres meses a razón de 16 horas diarias de trabajo. Antes, Orson Welles había visionado y estudiado varias decenas de veces La Diligencia de John Ford, su maestro, al mismo tiempo que toma recursos técnicos y artísticos del expresionismo alemán y del cine soviético.

Pocos años más tarde, Orson se verá obligado a trasladarse a Europa en 1946 bajo la sospecha de ser comunista y enemigo de los Estados Unidos. Sobre el periodo del macartismo el famoso director diría: «Lo malo de la izquierda estadounidense es que traicionó para salvar sus piscinas. Y no hubo unas derechas estadounidenses en mi generación. No existían intelectualmente. Solo había izquierdas y estas se traicionaron. Porque las izquierdas no fueron destruidas por McCarthy; fueron ellas mismas las que se demolieron dando paso a una nueva generación de nihilistas.»

Como premio a su trayectoria profesional recibió el Oscar Honorífico en 1971.

La cinta es una versión bastante ajustada de la biografía del magnate americano William Randolph Hearst, a través de la cual plantea una crítica al proceso de acumulación privada de capital que el capitalismo regula y estimula por medio de un régimen de opresión y explotación de la fuerza de trabajo, y la consecuencia deshumanizadora que impacta en los individuos involucrados por aquel. Constituye, al mismo tiempo, una feroz diatriba contra el modo de vida americano: somos lo que compramos. Kane reconoce: “si no hubiese sido tan rico, hubiese sido un gran hombre” (28m. 07s.)

Hearst logró conformar un enorme imperio económico que alcanzaba a 28 periódicos de tirada nacional, numerosos empresas editoriales y emisoras de radio y revistas, al margen de otras muchísimas propiedades. Sentó las bases de la prensa amarilla, una mezcla hábil de reseñas trastocadas en formato sensacionalista con otras de interés humanitario. Nosotros no damos a conocer las noticias, las hacemos, decía este magnate.

La película, con fidelidad, reproduce en el personaje de Kane el concepto que sobre la prensa tenía Hearst: “si el titular es grande, la noticia se convierte en sensacional”  (34m. 46s.), “yo no sé dirigir un periódico, hago lo que se me ocurre (23m.)”

La similitud entre el relato de Ciudadano Kane y la biografía de Hearst provocó una fuerte reacción de este en contra de la película, hasta lograr interferir en su distribución y causar dificultades económicas a la productora. Entre otras medidas, Hearst prohibió que en sus periódicos se hablase de este film.

"Orson Welles en el papel de Charles Foster Kane".  Fuente: La Vanguardia, 06.05.15.
“Orson Welles en el papel de Charles Foster Kane”. Fuente: La Vanguardia, 06.05.15.

En la película, el multimillonario Charles Foster Kane es, al igual que Hearst, propietario de numerosos periódicos, revistas, emisoras de radio, dos sindicatos, fábricas de papel, cadenas de comestibles, líneas de navegación y una inagotable colección de obras de arte, muchas de las cuales quedaron embaladas hasta su muerte en la opulenta fortaleza de Xanadú, a la espera de una subasta judicial. Un individuo, como Hearst, capaz de provocar una guerra  para lograr aumentar la tirada de sus periódicos.

La cinta comienza con la muerte de un Kane inmensamente rico, pero en completa soledad, tras mostrarnos la cámara una vista general del palacete de Xanadú. Al momento de expirar el moribundo, su mano derecha deja caer una bola de nieve que rompe, pronunciando la enigmática expresión de rosebud. Inmediatamente después entra la enfermera, de tal modo que este vocablo solo lo conocen el filmador y el espectador. Una incongruencia intencionada convierte al público, desde el inicio, en cómplice, y le provoca la curiosidad por desentrañar el significado de la palabra.

Un periodista llamado Jerry Thompson recibe el encargo de investigar la vida del fallecido con el objeto de averiguar el alcance de aquella palabra última que pronuncia Kane. La cámara no nos muestra el rostro del periodista, solo lo vemos de espalda, con la finalidad de colocar al espectador en el lugar preeminente de las pesquisas.

El film contiene una estructura narrativa novedosa. Lo compone un puzle de seis piezas que arranca con un noticiario que nos cuenta de manera resumida la vida del personaje, para cuya realización Welles lo encarga a profesionales específicos dedicados a estas labores. Los restantes cinco relatos retrospectivos (flashbacks) muestran diferentes episodios de la vida del personaje central a cargo de diversas personas que han estado estrechamente vinculadas a la vida de Kane. Las distintas piezas conforman, finalmente, un cuadro narrativo desordenado que rompe la continuidad de la historia, con sucesivos saltos en el tiempo y en el espacio que acaban por revelar el carácter peculiar de un personaje sobrado de patrimonio y de poder, pero carente de otras muchísimas cosas. A su vez, esta discontinua trama nos enseña una evolución tórpida del magnate conforme crece su peculio, cada vez más reaccionario, grosero y violento, y también cada vez más solo, haciendo verdad aquello de que las condiciones materiales de cada momento determinan las ideológicas.

Después de realizadas todas las indagaciones posibles, Thompson no logra descifrar el enigmático vocablo de rosebud. En realidad, Welles traslada a los espectadores la ardua tarea de ahondar en su contenido. Pero eso sí, deja hitos suficientes para que cada cual complete el final semiabierto de esta estupenda narración. Incluso, desde una reflexión sobre la vejez y la muerte, nos invita a que cada cual concrete su rosebud particular. Un guión cuya calidad indiscutible no reside tanto en lo que cuenta, sino en cómo se describe el relato.

El rodaje contiene, además, técnicas desconocidas hasta entonces, en parte por la mejora de los instrumentales de filmación, pero sobre todo por la genialidad de un gran director.

El uso de los planos picados para resaltar indefensión, sumisión o inferioridad en algún personaje, o los planos de contrapicado que evidencian lo contrario, es un recurso técnico muy presente en la cinta; la profundidad de los planos que permiten ver con nitidez los espacios cercanos y los alejados; el expresionismo alemán que se deja notar con una estupenda fotografía de claroscuro o las escenas que contienen una pluralidad de acciones y los magníficos planos oscuros, etc. son algunas de la aportaciones de Orson Welles a la cinematografía.

Una de las señales que deja el relato para la comprensión del misterioso vocablo lo constituye la escena (18m. 10s.) en la que una severa madre impone al pequeño Kane su traslado al este de EEUU para recibir una educación que lo convierta en el hombre más rico de América. El padre y el menor se oponen rotundamente y este hace valer su negativa derribando al banquero con un trineo de juego que la cámara describe con detenimiento. Una entidad financiera se encargaría hasta alcanzar Kane la edad de 25 años, tanto de su educación como de la administración de una importante mina de oro que adquiere la madre por el pago de un crédito. Más tarde comprobaremos que el juguete lleva estampado el término rosebud. Otra es la del destrozo de la alcoba por Kane, impotente y frustrado ante la firme decisión de su segunda esposa de abandonarle (1h. 44m.). En un momento determinado (1h. 45m. 25s.) el despechado acaudalado toma aquella bola de nieve que protagoniza su agonía, la guarda y dice: rosebud.

Muy interesante es la escena de la ópera en la que Kane muestra su soberbia infinita, manteniendo un desafiante aplauso, que el público no acompaña, a su segunda esposa, una soprano de muy bajo nivel (1h. 28m.), empeñado en encumbrarla a una inmerecida fama hasta llegar a construir incluso un teatro de ópera para sus actuaciones (1h. 14m.). Memorable es también la conversación que mantiene Kane con esta tras su intento de suicidio (1h. 34m.) y la del maltrato, incluida una fuerte bofetada, cuando Susan Alexander ya ha decidido finiquitar el matrimonio. O la escena de los espejos (1h. 46 m. 30s.) técnica que repetirá el genial director en La dama de Shanghai.

Ciudadano Kane es una película transgresora en lo técnico y muy crítica con el sistema capitalista. Una cinta que nos invita al análisis y a la reflexión. Como esa que formula el amigo de la infancia de Kane, Jedediah Leland (Joseph Cotten), cuando indica: la vejez es la única enfermedad de la que uno no tiene prisa por curarse. Una película, en definitiva, que debemos ver con minuciosidad, tantas veces como Orson Welles visionó “La Diligencia” de John Ford para dirigir esta extraordinaria obra de arte. No se la pierdan.

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