El erial de las delicias
Presentación en la ciudad de Motril (Granada) de la novela “El erial de las delicias” de la joven autora Nerea Bautista.
El próximo martes 17 de diciembre, a las 20 horas, se rendirá homenaje a la cultura local en el Centro Cultural Caja Granada ubicado en la ciudad costera de Motril [1]En calle José Felipe Soto, 1. La escritora motrileña Nerea Bautista tendrá el placer de celebrar el alumbramiento de su primera novela. La ópera prima de esta joven literata se enmarca en el género de novela realista y rural. El texto, de corte costumbrista, promete ofrecer al lector una historia castiza llena de pureza y verdad. Se trata de un relato dramático inspirado en hechos reales que, con gran destreza retórica, logra traspasar los confines de la comedia. Recogiendo en sus diálogos un idiolecto netamente sureño, Nerea consigue trasladarnos a escenarios donde la nostalgia, la crudeza, el humor y la tragedia se entremezclan en perfecta simbiosis.
Notas
⇧1 | En calle José Felipe Soto, 1 |
---|
El erial de las delicias: Un drama intrahistórico rural con sus luces y sus sombras
Unamuno sostenía que la verdadera historia de los pueblos no es la que figura o recogen los libros de Historia ––con mayúscula––; ni tampoco la que manifiestan, exultantes, los próceres desde sus elevados foros; ni la que proclaman los vencedores ufanos desde sus escaños de poder; sino la que escriben a diario y en silencio las personas anónimas con su esfuerzo callado, con sus sufrimientos y penas, con su trabajo abnegado, con sus sueños, con sus ideales, con sus costumbres. Para referirse a todos esos valores, a todos esos anónimos y ocultos elementos, el maestro bilbaíno acuñó el termino intrahistoria. Así pues, según esta aseveración, la verdadera historia de un pueblo, de una comunidad o de una nación es su intrahistoria.
Esa intrahistoria unamuniana queda perfectamente retratada en la novela El erial de las delicias, la opera prima de la joven motrileña Nerea Bautista. Una sorprendente novela coral excelentemente escrita y de muy difícil clasificación, donde se aderezan con sabia habilidad y sumo oficio, y con una magistral y generosa proporción, los localismos vernáculos de la Costa Tropical, las ironías de su paisanaje, la paremiología, los remoquetes y los apodos de nuestra zona. Y todo ello rematado con una coda final, con un trepidante desenlace trágico que podría ser encajado perfectamente entre los cánones de lo que conocemos como novela negra.
Solo conozco una novela motrileña escrita también con un lenguaje netamente autóctono y con expresiones locales típicas y antiguas de nuestra comarca litoral. Una novela que, curiosamente además, concluye su trama de una forma igualmente trágica. Me refiero a Zafarí (novela de costumbres granadinas), de Pedro Barragán. Su autor ––hoy prácticamente olvidado de las letras locales––, como Nerea, también utilizó en su día el recurso literario de ocultar el nombre de Motril con el apócrifo topónimo de Zafarí. Figura retórica que, de igual manera, Nerea enmarca y ubica su novela en El Tobrol, Almiñal o Muradil. La citada novela de Barragán, editada por Espasa Calpe en 1942 y prologada por Melchor Fernández Almagro, narra el luctuoso suceso de la quema intencionada de la fábrica Larios acaecida en 1901, en el texto citada como Agramán. Han tenido que pasar nada menos que 82 años para que un autor local ––en este caso una autora–– se aventure a narrar una historia genuinamente nativa, también trufada con expresiones y dichos populares de nuestra comarca, y también habitada ––como en Zafarí–– por sórdidos personajes, con sus intrigas, sus recelos y sus miserables vidas. Unas vidas marcadas por el irreductible destino de los instintos animales más rudimentarios y primitivos.
Jesús Cabezas Jiménez