El 23F, Adolfo Suárez y el General Della Rovere

Adolfo Suárez se situó en la cresta de la ola de la transición, había ganado las elecciones de 1977 y 1979, y como el General dellaRovere, sufrió el espejismo de creerse su nuevo papel, como Presidente electo, de orientar la política del país.

En 1959 se estrena una de las películas cumbre del neorrealismo italiano, El General Della Rovere. Dirigida por Roberto Rosellini y protagonizada por Vittorio de Sica, nos cuenta la historia de Bertone, un pícaro de Génova, de ínfima ralea y buen aspecto, dotes de actor, seductora sonrisa, que en 1943 bajo el dominio nazi, de los que es amigo y confidente, se dedica a estafar a familiares de encarcelados italianos, prometiendo interesarse por su situación, recomendarlos a los alemanes, enterarse de donde se encontraban, ofreciendo favores que no podía cumplir en la mayoría de los casos, a cambio de dinero.

Abusa tanto de estas estafas que una mujer acaba denunciándolo a los alemanes, al haberle prometido hacer gestiones a favor de su esposo, que sin embargo ya había sido ejecutado.

Lo meten en la cárcel, pero le ofrecen un pacto: basándose en sus dotes de actor, debe hacerse pasar por el general de la resistencia, Della Rovere, obtener información de los partisanos, y pasarla al mando alemán.

Así ingresa en prisión, donde impresionado por la entereza de los presos, por su lealtad y apoyo, es incapaz de consumar la traición, se erige realmente en la figura de aquel general valeroso, se cree su papel, y acaba fusilado por no querer traicionar a sus compatriotas revolucionarios.

Adolfo Suárez era otro pícaro. No pertenecía a las grandes familias del franquismo, sino a una humilde de Ávila, el padre había sido republicano  y se había marchado a Madrid abandonando a su familia. Él se inicia desde joven en la administración  franquista, donde a base de sumisión, simpatía, obsequiosidad, va ascendiendo, poco a poco: Una de sus especialidades es hacerse amigo de las esposas de los gerifaltes, que empujan a sus maridos a apoyar a aquel joven tan simpático y guapetón, llega a Director General de Televisión, se hace amigo del  príncipe Juan Carlos, pues procura sacarlo continuamente en la tele, ensalzando y glorificando sus nimiedades.

Finalmente, al cabo de una serie de vicisitudes bien conocidas, es nombrado por Juan Carlos, ya Jefe de Estado, como Presidente del Gobierno, y pilota la transición, creando la UCD y convocando aquellas elecciones que le acabaron convirtiendo, con varios millones de votos, en Presidente más o menos democrático, dadas las conocidas limitaciones que aquellos comicios tuvieron, así como el régimen resultante, consecuencia de la reforma política efectuada desde el franquismo, obviando la ruptura democrática, con una fuerte vigilancia militar sobre la nueva situación, el mantenimiento del aparato de estado franquista íntegro, y el descontrol de la figura del rey, cuyas graves consecuencias hemos seguido padeciendo.

Pero él era popular, se situó en la cresta de la ola de la transición, había ganado las elecciones de 1977 y 1979, y como el General della Rovere, sufrió el espejismo de creerse su nuevo papel, y en efecto, dado que era el Presidente electo con componentes democráticos, era quien debía orientar la política del país.

Así, entre otras medidas convencionales que no suscitaron mayor oposición por parte de los poderes fácticos, toma la decisión de visitar Cuba, y es el primer presidente de un país europeo que lo hace en 9 de septiembre de 1978, ante el desagrado del Rey, el del gobierno americano y el de la OTAN; fue muy comentada la imagen de Fidel Castro aplaudiendo al presidente español mientras bajaba de su avión en la Habana.

Cada vez más convencido  de la autonomía de su poder político, y en la creencia de que aquello era justo, participa en la cumbre de países no alineados de 1979, donde volvió a escuchar elogios de Fidel Castro, por no haberse sometido a los designios de OTAN ni del gobierno imperialista americano.

Arafat con Adolfo Suárez. Fuente: El País 21.09.2003
Arafat con Adolfo Suárez. Fuente: El País 21.09.2003

El 14 de agosto recibe en Madrid al presidente de la Organización para la Liberación de Palestina, Yasser Arafat, al que abraza, ante la consternación de los sectores atlantistas de dentro y fuera de nuestro país. Arafat declara que agradece al gobierno español no haber establecido relaciones diplomáticas con el estado de Israel.

Y no acaba aquí la osadía de Adolfo Suárez. Se opone firmemente a que España ingrese en la OTAN, pese a que el 14 de enero de 1980 realiza un viaje relámpago a Washington, donde se reúne con Jimmy Carter, Presidente de EEUU, que le pide que España entre en aquella organización, y Suarez rechaza la petición.

El 15 de junio de 1980, el ministro de asuntos exteriores, el muy conservador Marcelino Oreja proclama que ha llegado el momento de que España ingrese en la OTAN. El 8 de septiembre de ese mismo año, es cesado por Suárez en dicho ministerio.

En noviembre de 1980 se produce un cambio de gran trascendencia y efectos en la situación internacional: en EEUU cesa el dialogante Carter, y es nombrado presidente Ronald Reagan.

Las relaciones entre Suárez y el Rey, de amistosas, se habían vuelto difíciles, y cada día aumentaba la tensión. Juan Carlos pretendía borbonear a Suárez, y este, imbuido en su papel de presidente democrático, no se dejaba.

La tirantez era cada vez mayor, el enfrentamiento, brutal. Animado por Armada, el Rey presionaba al Presidente del Gobierno para que dimitiera de su cargo.

Según cuenta Pilar Urbano, en su entrevista en el diario el Mundo, para comentar el libro que había escrito sobre el 23 F, ambos se habían reunido los días 4,10, 22, 23 y 27 de enero de 1981, y posteriormente al golpe, el 24 de febrero. Las reuniones eran de una tensión que iba in crescendo, cada vez más violentas, en la del 22 de enero Suárez exige respeto, al ser el Presidente democrático, el rey le contesta que es presidente por varios millones de votos, pero que él es rey tras 17 generaciones de su misma familia de reyes de España, y que quiere que se vaya del Gobierno.[i]

El papel del General Armada en aquella situación era muy relevante. Continuamente destacaba ante Juan Carlos la oposición del ejército a Suárez, la pintaba con vivos colores de desaprobación, lo animaba a cesarlo, pues su política era muy negativa para España, lo exacerbaba hasta el extremo; no olvidemos que el militar había estado vinculado toda su vida al Rey, primero como preceptor, desde 1965 como Jefe de su Secretaría y ayudante personal, y desde noviembre del 75 como secretario general de la Casa del Rey, hasta que tras las elecciones de junio de 1977, Adolfo Suárez consiguió que fuera cesado, y ante las continuas actividades conspirativas de aquél, se le nombró gobernador militar de Lérida, para tenerlo lo más alejado posible de Madrid.

Pero el Rey presionaba continuamente para traerlo de vuelta, en el cargo de mayor relevancia posible, pese a la continua oposición del Presidente, que temía que Armada acabara iniciando cualquier operación golpista, como más tarde ocurrió.

Finalmente, el Rey ordena a Rodríguez Sahagún, ya dimitido Suárez, (pese a que acababa de ganar el congreso de UCD celebrado en Palma de Mallorca entre los días 6 y 9 de febrero de1981) que lo nombre segundo jefe del Estado Mayor del ejército, desde donde tenía el camino libre para conspirar. Aquella decisión motivó el mayor enfrentamiento entre Suárez y su hasta entonces fiel colaborador, Ministro de Defensa a la sazón.

Tras su dimisión, nuestro Della Rovere pronunció el 29 de enero de 1981 estas palabras, fácilmente comprensibles tras conocer lo que después ocurrió: «Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España.»

Armada fue nombrado segundo jefe del Estado Mayor el día 3 de febrero de 1981.

A partir de ese momento, los preparativos para el golpe se agilizaron, los contactos con el otro gran amigo del Rey, Miláns del Bosch, capitán general de Valencia fueron cerrando el círculo y se completó el encargo del trabajo sucio al más descerebrado de todos ellos, el teniente coronel Tejero: asaltar el Congreso de los Diputados.

En todo esto resultaba clave el papel del Rey en la operación golpe de timón que se puso en marcha con la denominada solución Armada «El rey conoce la solución Armada y no se opone», sostiene Muñoz Bolaños[ii]. En este sentido, resultan especialmente significativos los  comunicados del Secretario de Estado de EEUU  y de la Conferencia Episcopal Española  una vez consumado el asalto, de que aquello no era de su incumbencia.

 Adolfo Suarez y Gutierrez Mellado se encaran a los golpistas. Fuente: Las Repúblicas 04.04.2019
Adolfo Suarez y Gutierrez Mellado se encaran a los golpistas. Fuente: Las Repúblicas 04.04.2019

Finalmente se produce  el fracaso del propio golpe, cuya precipitada ejecución rodeada de circunstancias  tan grotescas como las que protagonizó Tejero, llenas de violencia, con el espectáculo añadido de su agresión al Teniente General Gutiérrez Mellado, los disparos, todo ello visto con horror por televisión por millones de personas. Todo aquello suscitó el rechazo unánime de la población española y europea, más el propio desapego de una oligarquía económica que necesitaba consolidar su posición en Europa, lo que hizo que desde la propia Jefatura del Estado se tuviera que recular, máxime cuando Tejero rechazó autorizar a Armada su acceso al hemiciclo para pedir a los diputados que lo nombraran Presidente.

El 23 de febrero fracasó hasta cierto punto, pero los sectores más reaccionarios obtuvieron muchas ventajas del mismo. Los representantes políticos del PSOE y del PCE se sintieron más supeditados y agradecidos a aquel rey que había “salvado la democracia”; el  miedo a golpes futuros  se mantuvo, fundamentalmente por las pocas consecuencias que tuvo el 23F para muchos de sus participantes directos y la ausencia de investigación de la trama civil, sin olvidar, el vergonzoso pacto del capó, entre Armada y Tejero, gracias al cual no se les exigió ninguna responsabilidad a los números de la guardia civil que habían participado en el asalto.

Una de las consecuencias inmediatas fue el inicio de las negociaciones para el ingreso de España en la OTAN, y los observadores coinciden en resaltar el giro conservador que se imprimió a la política española. En 1982 se impulsó la LOAPA, con severas limitaciones a las autonomías. “España debe fijar día y hora para su entrada en la OTAN”, había dicho el nuevo secretario de Ronald Reagan, Alexander Haig, según recuerda la Voz de Asturias, el 23 de febrero de 2021, según escribe en el mismo Eduardo Madroñal Pedraza.[iii]

Y todavía se pretende presentar a Juan Carlos como el que nos salvó del golpe, como se le ha presentado, de héroe de la democracia, que la ofrendó a  los españoles, luego como el ejemplar y honorable Rey que ha dirigido este gran periodo del país, hasta que finalmente ya no se ha podido seguir tapando que no es sino un vulgar comisionista, que ha ocasionado un incuantificable perjuicio a España. Hasta el momento, las dos regularizaciones que ha realizado a la Hacienda Pública por un importe total cercano a los cinco millones de euros, ponen en evidencia comportamientos que, según fuentes jurídicas en contacto con la cadena SER «no debería librar al rey emérito de consecuencias penales ya que la realiza después de que se haya abierto la investigación. Es un atenuante, sí, pero no eximente.» Un comportamiento defraudatorio, de corruptelas, que ha dado a todas las élites españolas, posiblemente uno de los motivos que expliquen la extraordinaria y sistémica extensión de esta práctica en todos los estamentos dominantes del país. Aun así, a 40 años del 23F, se continúa queriendo prolongar aquella gran mentira de su papel salvador.

El lamentable episodio de la conmemoración en el Congreso de los 40 años del golpe, con la reiteración de la machacona cantinela de que Juan Carlos salvó la democracia, cuando no cabe la menor duda de su constante apoyo a Armada, condenado por sentencia firme como uno de los máximos autores del golpe, revela la persistencia de la táctica goebbeliana, tan utilizada en nuestro país, de repetir machaconamente falsedades, hasta hacerlas pasar por verdades, mecanismo en que grandes sectores de la política y de los medios de comunicación de nuestro país son verdaderos maestros.

Alberto García


[i]Diario el Mundo, 3 de marzo de 2014.

[ii]La Voz de Galicia, 21.02.21

[iii]La voz de Asturias 23 de febrero de 2021.

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