Una candidatura que abra el debate congresual en el PCE
Los comunistas defendemos la unidad, la organización y la disciplina en el Partido. Sin lugar a dudas. Pero la unidad a la que nos referimos no es otra que la unidad de acción inseparablemente unida a la libertad de discusión y de crítica.
En el artículo “Una candidatura para el XXI Congreso del PCE“, que publicamos el pasado 2 de octubre, se planteaba la necesidad urgente de abrir el debate congresual mediante una candidatura que se construyese de abajo hacia arriba, con el objeto de lograr una profunda renovación de la dirección del PCE, capaz de convertirlo en un partido marxista-leninista que lucha inequívocamente por lograr la sociedad socialista, que apuesta por un sindicalismo de clase y combativo, por un protagonismo ciudadano que ponga en pie un proceso constituyente republicano de amplios derechos y libertades democráticas y que fuese, además, consecuente defensor de los intereses obreros y populares desde la movilización en la calle y en los centros de trabajo, y también desde las instituciones representativas, sin ataduras a gobiernos neoliberales.
Al mismo tiempo, se hacía hincapié en evitar el error cometido en el XX Congreso del PCE de pactar con una candidatura reformista, a través de una candidatura única, dadas las funestas consecuencias que desde entonces se han derivado hasta la fecha.
En este sentido, conviene recordar que la candidatura que proponía la vuelta a los principios del marxismo-leninismo utilizó un método que no era el más apropiado: un pacto por las alturas con el grupo reformista de la dirección del PCE mediante una candidatura única.
Un acuerdo entre Carlos Vázquez y Enrique Santiago, hizo posible la reincorporación estatutaria de los principios del marxismo-leninismo, pero a cambio de una lista consensuada para el futuro Comité Central que garantizaba una cómoda mayoría para quienes apostaban por la continuidad de las tesis reformistas cualquiera que fuese el mandato que surgiera de la cita congresual.
No hubo participación de la militancia de base. Se fraguó a espaldas de ella. Un arreglo que en lugar de defender la recuperación de un partido marxista-leninista a través de un amplio debate propició, por el contrario, la ausencia de un sincero examen autocrítico sobre el pasado de la organización comunista que constituyera un punto de partida sólido para la viabilidad futura del giro ideológico acordado. Se le hurtó a la militancia el necesario debate político antes, durante y también después del XX Congreso.
¿Es comprensible que la recuperación de ese partido no hubiese motivado un profundo debate ideológico y político en la militancia y en los delegados congresuales?
Lo que ocurrió más tarde fue algo peor. No solo se impidió el debate en el seno de la organización, sino que, además, el grupo reformista, que en la década de los 70 se le identificaba con el nombre de eurocomunista, desplegó una intensa campaña dirigida a reprimir a la militancia que reivindicaba la puesta en marcha del mandato congresual y el respeto a la legalidad partidaria. Las hostilidades comenzaron el mismo día en que el Comité Central designa al nuevo Secretario General el 8 de abril de 2018. En esta misma fecha, Enrique Santiago, junto con Carlos Vázquez y Fernando Sánchez, intervinieron la organización del Partido en Valencia con el objeto de imponer, al margen de las disposiciones estatutarias, una candidata a elecciones internas de IU diferente a la que había sido designada por unanimidad por el órgano colectivo competente del Partit Comunista del País Valencià. A partir de entonces, las medidas represivas contra los y las camaradas que reivindicaban el respeto al mandato congresual se extendieron rápidamente por numerosos territorios del Estado y no han dejado de ocurrir hasta la fecha.
¿Cuál ha sido el resultado de esta candidatura de falsa unidad? El PCE, que contaba en diciembre de 2017 con unos efectivos de 8.000 militantes aproximadamente, ha sufrido la baja de 1.700 camaradas en estos cuatro últimos años. Más de un 20% de su militancia ha abandonado la organización. Hasta ahora la dirección del PCE no ha dado explicación a esta debacle organizativa, expresiva de un descontento generalizado en la militancia de base.
En fecha reciente, en el XIII Congreso del Partido Comunista de Andalucía también se conformó una candidatura única entre Ernesto Alba, Secretario General del PCA y Miguel Bustamante, que encabezaba una candidatura alternativa. Al final, pactaron una candidatura de falsa unidad con resultados similares a esa otra que antes hemos comentado. Unos días más tarde, Miguel Bustamante fue catapultado por el grupo reformista del PCE al Congreso de los Diputados, liberándolo de sus habituales tareas docentes.
En ambos casos, estas candidaturas de falsa unidad han legitimado las posiciones políticas del grupo que encabeza Enrique Santiago, bloquearon el imprescindible debate ideológico y político en el seno de la organización, fomentaron la indisciplina partidaria, vulneraron de manera sistemática el mandato congresual establecido por una mayoría superior al 80% de la delegación del XX Congreso del PCE, reprimieron a la militancia que reclamaba el respeto a la legalidad partidaria y, finalmente, provocaron que 1.700 camaradas hayan abandonado el Partido. Para lo único que han servido estas dos candidaturas de falsa unidad ha sido para fortalecer las posiciones socialdemócratas en seno de la organización en detrimento del renovado PCE que se configuró en el evento congresual de diciembre de 2017. Y de ahí las calamitosas consecuencias apuntadas.
Los comunistas defendemos la unidad, la organización y la disciplina en el Partido. Sin lugar a dudas. Pero la unidad a la que nos referimos no es otra que la unidad de acción inseparablemente unida a la libertad de discusión y de crítica. Solamente una disciplina partidaria configurada sobre esos dos pilares es digna del partido comunista. Sin organización de las masas, la clase obrera y las capas populares no son nada. Organización eficiente significa unidad de acción, unidad en la actividad práctica dentro del imprescindible debate ideológico y político en el seno del Partido. La organización y la disciplina carentes de ideología no tienen sentido y, en la práctica, convierten a los trabajadores en lamentables lacayos de la burguesía en el poder. Por este motivo, los comunistas no reconocemos la unidad de acción sin libertad de discusión y de crítica.
¿Una candidatura de falsa unidad? No. Necesitamos para el XXI Congreso del PCE una candidatura independiente de la que pueda configurar el grupo reformista. Una candidatura que abra desde ya el debate congresual antes, durante y después del XXI Congreso. Sin unidad de acción no hay Partido. Sin libertad de discusión y de crítica, sin debate ideológico, tampoco.
En un Partido unido, la lucha ideológica no debe dividir las organizaciones ni obstaculizar la unidad de acción de sus militantes. Ahora bien, fuera de los límites de la unidad de acción, la más amplia y libre discusión y censura de los pasos, decisiones y tendencias que consideremos perjudiciales. Sólo mediante esos debates, resoluciones y reclamaciones puede elaborarse la verdadera opinión pública de nuestro Partido. Sólo en esas condiciones será un auténtico partido comunista, un partido que sabe expresar siempre su opinión y que busca las vías correctas para transformar la opinión ya formada en resoluciones de un nuevo congreso.
El abandono de las posiciones reformistas y la consolidación del ideario marxista-leninista en el Partido solo son posibles a través de una intensa lucha ideológica, en la que debe primar el debate respetuoso y sincero, el estudio y la reflexión, el convencimiento y la persuasión. Precisamente, la construcción de una candidatura legítimamente oponente a la que configure el grupo reformista es el camino para abrir el necesario debate en el seno de la organización.
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