El doloroso parto de un mundo multipolar

Frente al bloque organizado en torno a Estados Unidos y sus 800 a 1.000 bases militares de ocupación repartidas por todo el mundo, el resto del planeta comprende el 85% de la población mundial y muestra tendencias crecientes a favor del multilateralismo, la multipolaridad y la no alineación.

La crisis mundial del capitalismo y sus efectos.

El documento presentado por Bruno Drweski en los Encuentros Internacionales con organizaciones políticas extranjeras organizado por la Asociación Nacional de Comunistas de Francia,  el pasado 17 de enero de 2023, nos ofrece un interesante análisis sobre la crisis mundial del capitalismo y sus efectos, las contradicciones interimperialistas, intracapitalistas y las luchas populares, la posición de Francia y la del resto de los países de la Unión Europea y, finalmente, la guerra en Ucrania y la lógica de la guerra generalizada.

Desde 2008, el capitalismo ha entrado en una crisis sistémica y civilizatoria de la que de hecho nunca ha salido y que no ha hecho más que empeorar. Esta crisis ha sido especialmente visible, por ejemplo, en la manifiesta incapacidad de los países occidentales para controlar y gestionar la pandemia del covid19, si la comparamos con la forma en que se ha manejado en otras regiones del mundo, especialmente en países de orientación socialista.

La derrota de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán tras veinte años de ocupación militar y, finalmente, la guerra de Ucrania demostraron «la incapacidad de los países occidentales para tomar medidas económicas efectivas contra su enemigo declarado, Rusiaque ha contribuido a cuestionar la hegemonía secular del mundo occidental y del bloque euroatlántico que se formó al final de la Segunda Guerra Mundial en torno a los Estados Unidos

Una situación que ha tenido varias causas: por un lado, las políticas de globalización capitalista con el resultado de las deslocalizaciones y la desindustrialización de los países occidentales en favor «del desarrollo en su seno de una economía virtual y financiarizada, que supuestamente anunciaría un futuro predominio en beneficio suyo de la llamada inteligencia artificial.» De otro lado, las élites dominantes de los Estados Unidos creían que podrían seguir imponiendo su dominio en el mundo gracias al dólar, con el euro como repuesto, gracias a sus avances tecnológicos. Sin embargo, «la política económica practicada desde la generalización en todo el planeta de los dogmas económicos neoliberales ha tenido como consecuencia orientar el proceso de industrialización hacia los países de la periferia del capitalismo», lo que ha contribuido a aumentar el número de trabajadores manuales en los países del Sur. De esta forma, los países de la periferia han reforzado su peso en los asuntos mundiales. Por contra, cabe destacar que el único sector industrial que prácticamente no se deslocalizó masivamente en el mundo occidental fue «el vinculado al complejo militar-industrial que, en consecuencia, reforzó su peso dentro de los grupos dirigentes de las potencias occidentales. De ahí el aumento de influencia de los promotores de guerras

Todos estos procesos acumulativos han tenido como resultado el reforzamiento de la concentración de la propiedad a escala global en favor de unos pocos grandes grupos supranacionales asentados mayoritariamente en América del Norte y Europa Occidental.

Frente a este bloque organizado en torno a Estados Unidos y sus 800 a 1.000 bases militares de ocupación repartidas por todo el mundo, el resto del planeta comprende el 85% de la población mundial y muestra tendencias crecientes a favor del multilateralismo, la multipolaridad y la no alineación. 

En este contexto de creciente centralización, Francia, que había abandonado la organización militar de la OTAN, así como los antiguos países occidentales neutrales como Suecia, Finlandia, Suiza o Irlanda, se han visto empujados a incorporarse a las estructuras militares dirigidas por Washington.

En virtud de este proceso, la OTAN ha pasado de presentarse como una alianza teóricamente defensiva y limitada al teatro europeo a una alianza ofensiva capaz de “proyectarse” por todo el mundo. Al mismo tiempo este gendarme mundial «se arrogaba el papel de una policía al servicio de sus Estados miembros, responsable de garantizar la sumisión a las reglas económicas y políticas adoptadas en particular a través de la Unión Europea» y otras organizaciones supranacionales como la OCDE y entidades menos formales como el Club Bilderberg, la Trilateral, Young leaders, etc.

Hoy, los países del bloque occidental y sus asociados representan aproximadamente el 70% del gasto militar oficial en todo el mundo -excluyendo Arabia Saudita- que ha ido aumentado constantemente desde 2015, lo que demuestra que el conflicto en Ucrania no es la causa de esta evolución, sino que es, por el contrario, una de sus consecuencias, ya que el “resto del mundo”, en particular Rusia, China, Irán, la RPD de Corea, a menudo acusadas de militarismo y agresividad, suponen menos de un tercio del gasto militar del mundo. 

Contradicciones interimperialistas, contradicciones intracapitalistas y luchas populares.

Destaca en su informe Bruno Drweski que desde el desarrollo del imperialismo como etapa superior del capitalismo -¡pero no necesariamente terminal!-, la lucha de clases entre asalariados, pequeños propietarios en proceso de precarización y desaparición y el gran capital, ha marcado la marcha de la historia. Pero la globalización lograda hoy por el imperialismo ha contribuido gradualmente al surgimiento de especiales contradicciones dentro de la misma clase burguesa poseedora de los medios de producción e intercambio.

Durante más de un siglo hemos visto el desarrollo de una burguesía imperialista capaz de apoyarse en las potencias bajo su control  para conquistar mercados en todo el mundo. Sin embargo, ahora tiene «que enfrentar el surgimiento de estados de orientación socialista que tienden a salir del mercado capitalista», al tiempo que confronta con sectores de las burguesías acaudaladas de los países económicamente menos desarrollados que buscan conservar el control de sus mercados nacionales oponiéndose así a la dinámica imperialista, aunque a menudo de manera inconsecuente y oportunista.

En este contexto asistimos al surgimiento de movimientos de liberación nacional en las colonias y semicolonias que se apoyaron en fuertes movimientos populares, en sus propias burguesías nacionales y en los Estados que, en la onda de la revolución de octubre de 1917, emprendieron «el camino que conducía a la construcción de una sociedad socialista, escapando en lo esencial a las leyes del mercado capitalista

Sin embargo, el desmantelamiento del socialismo de la Europa del Este creó un fenómeno regresivo y reaccionario que fortaleció la posición del bloque occidental a expensas de los países descolonizados y no alineados.

El desarrollo de China, Cuba, Vietnam, Corea del Norte, Laos, el de los no alineados como Sudáfrica, Irán, Libia, Siria, etc. y el surgimiento de nuevos procesos orientados hacia el socialismo en Estados como Venezuela, Bolivia y Nicaragua, «ha ido configurando progresivamente un nuevo desafío para el capitalismo neoliberal globalizado

Así, hoy observamos la aparición de contrapesos en el escenario internacional,  que dan pie a hablar de «la formación de un movimiento más o menos informal de potencias y países contrahegemónicos.» Una expresión de este fenómeno pudo verse, por ejemplo, a finales de 2021 durante la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, cuando 19 países con Argelia a la cabeza conformaron con China y Rusia un grupo de estados socialistas y estados no alineados que proclamaron su compromiso en defensa de la Carta de las Naciones Unidas. Un grupo que «aparece como el núcleo militante de estados grandes o pequeños pero contrahegemónicosque se oponen más o menos a las reglas dominantes promulgadas por Estados Unidos y los países asociados a él, en particular dentro del bloque Atlántico.» 

Algunos de estos países emergentes han tendido a oponerse o distanciarse del bloque occidental, como Rusia, India, Brasil, Indonesia, Irán. Son países capitalistas, en donde puede haber políticas sociales o económicas que no siempre se enmarcan en el dogma neoliberal.

Otros países proclaman con más o menos coherencia objetivos socialistas o siquiera radicalmente sociales como es el caso de Bielorrusia. De manera muy general, sin embargo, «observamos que en todos estos países hay capitalistas que abogan por un acercamiento a los países del bloque occidental y que no se alejan de las tesis liberales», mientras que otros «apoyan políticas de soberanía nacional, desarrollo industrial y autocentrado y, en ocasiones, un intervencionismo estatal en beneficio de las clases trabajadoras.»

Esto puede deberse a las presiones de las clases populares sobre sus gobiernos, pero también al peso de las nuevas burguesías nacionales que suelen jugar contra sus burguesías compradoras, a veces llamadas “oligarcas”, que existen junto a ellas. 

En relación a China y Vietnam, Bruno Drweski señala que «son países donde existe un sistema político y social que a unos les parece socialista y a otros cuasi-capitalista.» Lo que caracteriza a China, añade el autor, es «la existencia de un sector público fuerte, el mantenimiento de la propiedad estatal de la tierra, la existencia de un sistema de planificación económica estatal de incentivos y el compromiso del Estado a favor del desarrollo del sector productivo y la erradicación parcialmente exitosa de pobreza, habiendo sido eliminada la pobreza severa durante el último año.» Además, en su sistema político, «la columna vertebral sigue siendo el Partido Comunista con sus 95 millones de afiliados, que tiene células en las empresas, incluidas las privadas, lo que permite eludir, al menos en parte, las redes burocráticas y contrapesar las decisiones de empresarios privados.» A lo que hay que añadir «los comités de calle y de aldea que juegan un papel significativo en la vida cotidiana y en una democracia de base en contacto directo con el pueblo

Sin embargo, al observar los animados debates, las huelgas y el descontento que periódicamente se manifiestan en China, uno puede pensar que junto a las movilizaciones populares también existe en China una lucha menos visible dentro de los sectores capitalistas entre quienes representan los intereses de una burguesía nacional y aquellos otros que están más cerca de la globalización capitalista.

En todo el mundo, «China es acusada por las potencias occidentales de injerencista y expansionista, pero debemos señalar que muchos países del Sur parecen preferir tratar con China que con sus antiguos amos y que las empresas chinas suelen ser bien recibidas

Sea como fuere, hay que ser conscientes de que no hay Estado en el mundo sin contradicciones de clase. Estas se manifiestan de manera diferente según la estructura de clases existente en cada país, en particular dentro del aparato de poder, y está claro que los países que se declaran de orientación socialista no tienen la misma estructura de clase y de poder que la que se da en los países capitalistas.

¿Cómo explicar la erosión de la posición de Francia y los países de la Unión Europea?

Con respecto a Francia, Bruno Drweski indica que es un país sometido a Estados Unidos, a la vez que a Alemania. Un modelo no muy alejado de la antigua colaboración petainista y, por otra parte, un país que todavía tiene un papel activo en relación con sus antiguas colonias, en particular en África, donde busca mantener sus posiciones, «aunque su antiguo “patio trasero” es hoy el escenario de una nueva rivalidad entre la antigua presencia francesa, las pretensiones alemanas y una presencia estadounidense cada vez más visible

En cuanto a la Unión Europea, algunos piensan que fue fundada adrede con unas estructuras tan complejas que la vuelven ingobernable, lo que permite a la vez promover en su seno el neoliberalismo  de “la competencia libre y sin distorsiones” y «la injerencia de Estados Unidos y sus lobbys hasta el mismo centro de sus instituciones

Si la creación del euro y el intento de promover una política de defensa europea tiende a mostrar que existe un deseo real de crear un polo político europeo, incluso un imperialismo europeo distinto del de su socio EEUU, la sumisión de la Unión Europea en asuntos como el papel dominante de la Pfizer en la epidemia del covid-19, la ausencia de reacción ante la violación de los compromisos adquiridos con el presidente Yanukovych en Ucrania, la falta de presión de Berlín y París para obligar a Kiev -y por lo tanto a Washington- a respetar los acuerdos de Minsk y, finalmente, el sometimiento al dictado USA con el objetivo de romper la economía europea dependiente del gas ruso barato desde febrero de 2022, «parecen demostrar que la UE no es de ninguna manera una estructura capaz de promover un imperialismo autónomo europeo, alemán o francés

Los líderes políticos del G20 durante la anterior cumbre, celebrada en China en septiembre de 2016.

Es sorprendente que cuando en gran parte del Sur y de Oriente vemos desarrollarse tendencias favorables a algún tipo de industrialización y “desglobalización”, «en Francia y en Europa, por el contrario, asistamos a la desindustrialización y al fortalecimiento de los poderes supranacionales, y es aquí donde la lógica de la guerra propia del capitalismo permite comprender esta contradicción.»

Guerra en Ucrania y la lógica de la guerra globalizada.

Finalmente, en relación con la guerra en Ucrania, Drweski expone que esta guerra no comenzó en febrero de 2022 con el ataque ruso, y que la OTAN, con su expansión continua, ha hecho todo lo posible para provocar este conflicto al menos desde el golpe de estado del Maidan de 2014 en Kiev, con sus consecuencias en las regiones tradicionalmente rebeldes frente al nacionalismo ucraniano.

Rusia, por su parte, sufrió un intento de colonización y fragmentación en la década de 1990, lo que permitió la formación en su seno, como en Ucrania, de una oligarquía vinculada a los centros financieros de Occidente y sus “paraísos fiscales” bajo la protección directa o indirecta de la OTAN.

Progresivamente, hemos visto el surgimiento en Rusia de un «sector de la burguesía tentado por una reactivación de la economía nacional y, por ello, tendiendo al acercamiento a las aspiraciones de la masa de la población rusa empobrecida y humillada.» La decisión tomada en el Kremlin de intervenir activamente en Ucrania en febrero de 2022 proviene de este deseo de reafirmación nacional, que sin embargo presenta una gran ambigüedad porque para la burguesía nacional rusa y para los nacionalistas rusos se trata de afirmar el poder de la Federación Rusa aunque dentro del marco estricto de una economía capitalista heredada de la contrarrevolución de los años 80-90, mientras que para una gran parte de las masas populares rusas, en particular de los comunistas, es hora de reafirmar el poder del Estado e incluso de volver al socialismo, modificando las estructuras de propiedad heredadas de los años de degeneración nacional, económica, política, cultural y científica de los años 90. 

Otro aspecto de la guerra en Ucrania que debemos tener en cuenta es que a raíz de las sanciones decididas contra Rusia, ésta no solo ha reorientado con éxito su comercio exterior hacia Asia y los países del Sur, sino que, además, estos últimos han aprovechado la confrontación entre potencias para participar en un movimiento de “desdolarización”. 
Sin duda, este movimiento es todavía parcial. No podemos anunciar el fin del reinado del dólar, que equivaldría al derrumbe del imperio norteamericano, «aunque asistimos ya a un proceso de reorientación de la economía y del comercio internacional en beneficio del rublo y el yuan, pero también de otras monedas nacionales como la rupia o el rial iraní

Por lo tanto, es una guerra mundial de facto la que está teniendo lugar en Ucrania, incluso si Washington se muestra reacio a iniciar un proceso que conduzca a una guerra nuclear. Pero la guerra de Ucrania es solo la punta del iceberg, ya que una cuarentena de conflictos casi siempre silenciados por los medios occidentales se están desarrollando en el mundo actual desde el fin del equilibrio bipolar.
Citemos algunos países afectados por estas tragedias masivas: RD del Congo, Palestina, Yemen, Siria, Colombia, Malí, Burkina Faso, Nigeria, Camerún, Etiopía, Filipinas, Tayikistán, Cáucaso, etc., por no hablar de las provocaciones, sanciones y bloqueos desde una lógica de guerra, que tienen como objetivo a Cuba, Serbia, la RPD de Corea, China, Irán, etc.

Fuente: Asociación Nacional de Comunistas de Francia. Traducción Hojas de Debate.

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