España y las guerras del norte de África. El desastre de Annual (2)

Esta entrada es la parte 2 de 3 en la serie El Desastre de Annual

El Informe Picasso reveló el caos en toda su crudeza y no escatimó detalles sobre las corruptelas del ejército, concluyendo que habían sido las principales causantes de la debacle, junto con los errores estratégicos del mando.

La cuarta guerra, de 1911 a 1927, con el desastre de Annual y el desembarco de Alhucemas.

Hasta 1914 hubo una relativa pacificación en la zona, intervalo de tiempo que continuó aproximadamente hasta 1919 como consecuencia del estallido de la primera guerra mundial.

Por Decreto de 30 de enero de 1920, se procedió por el gobierno a nombrar al general Manuel Fernández Silvestre para el mando de la Comandancia General de Melilla.

Pertenecía a la camarilla del Rey Alfonso XIII, del que era íntimo amigo, y considerado como su general favorito.

Desde antes de su nombramiento ya había efectuado diversas manifestaciones sobre su intención de conquistar el conjunto de los territorios de la bahía de Alhucemas.

Tras la muerte del Presidente del Gobierno, Eduardo Dato, el rey encomienda la formación del nuevo al conservador Manuel Allendesalazar, y el mismo día de su jura, Silvestre ocupa la playa de Sidi Driss, el día 12 de marzo de 1921, pasando a adentrarse desde allí en el territorio de la cabila de Tensaman, de manera gravemente imprudente, ocupando el aduar de Annual, donde estableció el campamento.

Para entonces ya se había producido la insurrección de las tribus de BeniTonzina, y de la principal cabila rifeña, la de los Beni Urriaguel, en el contexto de la insurrección anticolonial encabezada por Muhammad El Karim El Jatabbi, (Abd el Krim), artífice de esta lucha, y personaje de enorme relevancia, que había trabajado previamente para la administración española como intérprete de la Oficina de Asuntos Indígenas, además de como periodista y juez local.

Existe muchísima bibliografía sobre aquel desastre, del que ahora se cumplen cien años, desde el libro de Manuel Leguineche, “Annual, el desastre de España en el Rif”, de 1996 y el actualísimo del recientemente fallecido Jorge Martínez Reverte, “El vuelo de los buitres”, por referirme a dos de los más conocidos, de entre decenas de ellos. Además, el segundo tomo de la novela “La Forja de un Rebelde” de Arturo Barea, la obra “Imán”, de Ramón J. Sender, y el denominado Informe Picasso, efectuado por un grupo oficial de investigación, encabezado por el general Juan Picasso, (tío por cierto del pintor), iniciado en agosto de 1921 y que se presentó ante el Consejo Supremo de Guerra en julio de 1922, calificando como temeraria la actuación del general Silvestre, y de negligente la de los generales Berenguer y Navarro y desgranando crudamente gran parte de las corruptelas que habían provocado la tragedia. No pudieron concluirse los trabajos por el golpe de estado del general Primo de Rivera un año más tarde, que dio carpetazo al asunto.

En el Informe Picasso se traza un detallado análisis de la serie de errores cometidos por Silvestre, su imprudente penetración, alargando las líneas de suministros excesivamente, y ocupando una posición, la del valle, desde la que podían ser atacados desde todas las direcciones, sin conectar los destacamentos dispersos dejados a lo largo del camino, y en fin, todas las equivocadas decisiones estratégicas que ante el empuje rifeño desencadenaron una estampida desordenada, origen de la terrible matanza.

Contra todos los pronósticos pesimistas sobre la realización de su trabajo, el general Picasso lo ejecutó con seriedad e imparcialidad, poniendo de manifiesto, en la medida en que le fue posible, las gravísimas deficiencias de todo tipo que provocaron el desastre, en el que murieron unos trece mil quinientos soldados españoles.

"Recogida de cadáveres tras el desastre de Annual". Fuente: ABC, 17.04.2017
“Recogida de cadáveres tras el desastre de Annual”. Fuente: ABC, 30.03.21

Dicho informe detalló una sucesión de muestras de incompetencia militar, cobardía, desorganización. Reveló el caos en toda su crudeza y no escatimó detalles sobre las corruptelas del ejército, concluyendo que habían sido las principales causantes de la debacle, junto con los errores estratégicos del mando.

Decía, entre otras cosas: «En resumen, hemos sido, como de costumbre, víctimas de nuestra falta de preparación, de nuestro afán de improvisarlo todo y no prever nada,  y nuestro exceso de confianza y todo ello constituye, a juicio del declarante, una grave responsabilidad frente al país que tiene derecho a exigir a todos; porque si es cierto que las autoridades e incluso ex ministros han visitado el territorio y encontrado todo perfectamente, y que el Mando ha felicitado por los resultados alcanzados, que después se desplomaron como un castillo de naipes, no lo es menos, por desgracia, que la oficialidad en su misión de preparar el instrumento que ha de usarse para combatir, ha olvidado que por medios que podrán tener excusas, pero que eran graves, obtuvo ventajas materiales, prometió solemnemente dedicar todos sus esfuerzos, en primer término, a mejorar la situación del soldado, y la capacidad del Ejército, y ha dejado incumplida esta promesa, en perjuicio de la Patria, que necesita un ejército que triunfe, preparándose en los periodos de paz…»

Toda la bibliografía abunda en la enorme corrupción que rodeaba el desenvolvimiento del ejército español en África, cómo se escamoteaba desde la comida hasta los medicamentos, que se revendían a las farmacias en el mercado negro (testimonios recogidos por Leguineche al respecto, en el libro citado), así como de los materiales para la guerra, la utilización de los soldados para trabajos particulares; el generalmente pésimo estado del armamento, y no digamos la total carencia de instrucción de los reclutas, que eran enviados a la guerra careciendo de los más básicos conocimientos militares; la  imprevisión sobre el curso de los acontecimientos, el  menosprecio suicida de la capacidad bélica de los rifeños, que se alternaba en las épocas de reflujo con la atribución de cualidades sobrehumanas a los mismos…

Los impulsos del Rey a las graves imprudencias de Silvestre, fueron uno de los más claros desencadenantes del desastre.

La “pacificación” colonial se consiguió años después tras el éxito del desembarco operado por los ejércitos español y francés en la bahía de Alhucemas el 8 de septiembre de 1925, que finalmente derrotaron a las fuerzas de Abd el Krim, que se entregó al ejército francés huyendo de las más que seguras represalias del español, y fue deportado primero a las Islas Reunión y finalmente a Egipto, donde falleció en 1963.

Fue considerado como un héroe de la guerra anticolonial, entre otros, por el gran líder vietnamita Ho Chi Minh.

En este desembarco se utilizó contra las poblaciones rifeñas el bombardeo con gases tóxicos, prohibidos, siendo la primera vez que se lanzaban desde aviones.

También fue la primera vez en la historia que se condujeron y desembarcaron carros de combate en el curso de operaciones bélicas.

La población rifeña, pese a su resistencia, no pudo ya soportar el embate coordinado de los dos ejércitos europeos.

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