Guerra, botín y jóvenes para carne de cañón: Movilización por la Paz

La mayor parte de la población de Occidente desconoce (desde 1945) el conflicto bélico en carne propia y le cuesta preocuparse ante la posibilidad de una guerra próxima que no les es propia. Al no compartir los valores militares para estas tareas, los jóvenes están cada vez menos dispuestos a perder la vida o quedar inválidos en los conflictos bélicos que el imperialismo promueve, organiza y ejecuta.

Estamos sufriendo una catarata de titulares de prensa que hacen pensar que nos encontramos en una situación prebélica cargada de enjundiosos interrogantes que obligan a pensar de dónde venimos, dónde estamos y a dónde vamos.

Reflexiones necesarias entre las que cabe señalar alguna que se formula con una carga de ironía cuando se escribe “¿Qué se nos ha perdido a Margarita Robles y a la Armada Española en el Mar de la China?” justo cuando se constata que cae el interés por ser soldado y las Fuerzas Armadas no logran cubrir todas las plazas que ofrece.

Algunos opinadores señalan que es imprescindible llevar a cabo un “reclutamiento inteligente” que pasa por mejorar las condiciones de ingreso, promoción y salidas profesionales del personal. Otros amplían la lista de causas sociales de la crisis de alistamiento con la falta de conciencia de defensa (la metáfora que sustituye la cruda realidad de la guerra), la fragmentación social, la demografía y la desconfianza en las instituciones. La prolongación de la edad de emancipación, las enormes dificultades de los jóvenes para acceder a una vivienda y formar una familia y el trabajo precario y explotador son otros tantos factores que la juventud pone por delante como tareas prioritarias antes de embarcarse a una guerra en el exterior que les resulta ajena. Los que han podido con mucho esfuerzo construir una familia no están dispuestos tampoco a que sus hijos pasen a ser huérfanos.

Para los analistas belicosos, la “capacidad de disuasión”  (por no decir el poderío militar) de las “democracias” se verá cuestionada por la situación en Ucrania, Oriente Medio y el Extremo Oriente.

A eso añaden que la mayor parte de la población de Occidente desconoce (desde 1945) el conflicto bélico en carne propia y le cuesta preocuparse ante la posibilidad de una guerra próxima que no les es propia. Al no compartir los valores militares para estas tareas, los jóvenes están cada vez menos dispuestos a perder la vida o quedar inválidos en los conflictos bélicos que el imperialismo promueve, organiza y ejecuta. Para eso no tenemos ni ardor guerrero ni guerreros suficientes. Si tenemos en cuenta la desconfianza de la ciudadanía hacia  unas instituciones que controlan las oligarquías serviles al imperialismo, la conclusión de los estrategas militares es que los gobiernos occidentales deben mentalizar a sus ciudadanos en lo inevitable de un conflicto bélico, convencional   como mínimo y posiblemente nuclear, que resulta difícil de asumir dada la cultura de paz de sus sociedades, que incluye una negativa a aumentar el gasto militar (o, como dicen eufemísticamente sus partidarios, para Defensa) en detrimento de otras necesidades sociales mucho más importantes y perentorias.

Será por eso que el Ministerio (que debería titularse como de la Guerra),  intenta organizar en los centros de enseñanza sesiones “formativas” para contrarrestar el fracaso del reclutamiento de los jóvenes que en alto porcentaje ni son aptos ni voluntarios para irse a la guerra. En esta situación cabe considerarse con preocupación que podemos encontrarnos en el paso previo a la restauración del servicio militar obligatorio y más tarde en un reclutamiento forzoso que nos pone a la altura de una colonia bananera de los U.S.A. a la que se le encarga su vicaria y activa participación en una contienda fratricida de desgaste con Rusia para que el imperialismo pueda dedicarse al enfrentamiento total con China, dejando a los gobiernos europeos lacayos de la hegemonía yanki y contra los intereses de la clase trabajadora y las capas populares la financiación de aquélla, convirtiendo de paso a la juventud europea en carne de cañón.

Sabemos que esta estrategia no nos defiende, sino que nos incorpora a la destrucción de un mundo que necesita de todos los derechos y libertades que sólo la Democracia garantiza .

Por eso nuestra conclusión no puede ser otra que la más amplia y transversal movilización por la Paz con los jóvenes a la cabeza protagonistas principales en la oposición frontal a la guerra.

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