La dirección del PCA ante el peor resultado de la historia en Andalucía

Después del desastre de las Elecciones Andaluzas del pasado 19 de junio, la lógica dicta que se deberían de ver movimientos que terminen con la deriva que nos ha traído hasta este fiasco. Sin embargo, la dirección del PCA, sigue en un empeño absurdo de huida hacia ninguna parte.

La lectura del Informe Político al Comité Central del PCA de 24 de junio, donde se analiza el resultado de las elecciones, constata el disparate en el que estamos embarcados y hacia el abismo que vamos a una enorme velocidad. Si bien, como dice el informe, el contexto socioeconómico y geopolítico no nos favorece lo más mínimo, lo último que espera alguien en un incendio voraz de verano es que los bomberos encargados de su extinción usen gasolina en lugar de agua.

La dirección del PCA se reconoce a sí misma como incompetente y absolutamente incapaz de cambiar la deriva en la que el partido está inmerso. Las causas recogidas en el informe, obviando la cuestión ideológica y fijándonos únicamente en la gestión, se detallan a continuación:

Nula autocrítica

Llama la atención que hablando de autocrítica, el informe únicamente eche balones fuera. Pareciera que el fracaso electoral fuese culpa de una ola de calor, una DANA o cualquier otra alteración excepcional de la meteorología. Un ejercicio sincero de autocrítica implica asunción de responsabilidades. Hasta el momento de la redacción de este artículo, nadie ha puesto su cargo a disposición de los órganos y tampoco se espera que nadie lo haga.

Derechización de la sociedad

Llevamos tiempo escuchando que vivimos un momento histórico, que tenemos el gobierno más audaz y progresista de la historia, que estamos en una crisis de régimen que favorece nuestras propuestas. Resulta curioso que, de repente, todo el contexto sea distinto al que decían hace menos de dos semanas.

Volatilidad del voto

Dos citas muy elocuentes de que la teoría va por un lado y la realidad por otro:

«en la que las personas no se perciben a sí mismas como parte de grupos sociales con intereses comunes, sino como individuos aislados dentro de la misma».

Es cierto que cada vez hay más gente sin conciencia de clase, y el Partido, que supuestamente debe ser la vanguardia de la clase obrera y las capas populares, en la práctica no siempre está defendiendo sus intereses. Basta recordar el acto de las ministras Irene Montero y Yolanda Díaz en Sevilla en el que un representante de los trabajadores de Navantia Cádiz hacía dos preguntas a las ponentes y lejos de que les dejaran hablar fueron abucheados e «invitados» a irse.

«la anterior estabilidad en la evolución del voto (que se anclaba en grupos sociales bien definidos), ha sido sustituida por la actual volatilidad. El sentido del voto de mucha gente responde cada vez más a estados de ánimo construidos mediáticamente, más o menos coyunturales, representados en muchas ocasiones en la propia personalidad de las personas candidatas».

¿Se ha hablado de programa en algún momento o simplemente quién va en un puesto o en otro? ¿Por qué se habla de ilusión para votar y no de propuestas concretas?

Problemas de construcción de un Frente Amplio

No se puede converger con organizaciones que no son serias, independientemente de las coincidencias programáticas que hubiere. Pero menos aún se puede converger con organizaciones inexistentes.

En el informe se reconoce que la convergencia con Podemos ya era problemática desde febrero. Lejos de reconducir la situación, tuvimos un cambio de «marca» electoral de última hora y un espectáculo bochornoso por el cual Podemos se queda fuera de la coalición por llegar tarde al registro.

¿Por qué esta sumisión a otras organizaciones? Podemos no existe más allá de quienes figuran en las listas, no hay militancia de Podemos que pegue carteles o que acuda a las mesas de apoderados/as. Unos pegamos los carteles mientras que otros ponen los diputados.

Más allá de estas elecciones andaluzas convendría recordar los distintos fracasos cosechados en Euskadi, Galicia, Catalunya, Madrid o Castilla y León. Procesos electorales que uno tras otro nos sitúan en el ostracismo. Se ve que no hemos tenido suficientes precedentes para darnos cuenta de que la estrategia es errónea.

Y ahora… ¿qué?

La composición del Grupo Parlamentario es bastante precaria, de los cinco asientos que se han conseguido, ninguno tiene el carnet del PCE (1 IU, 3 de Podemos y 1 de Más País). Sólo faltaría otro escándalo —nada descartable— como el que ya tuvimos con Adelante Andalucía en el que nos manden, esta vez sí, al Grupo Mixto.

La hoja de ruta que tiene el Partido sigue siendo, no la confluencia, sino este tipo de confluencia, irremediable (sic, según algunos de los miembros del Comité). Más allá de los estragos electorales, que ya hemos desgranado, esta estrategia está provocando que la organización se desangre de militancia y la que queda esté cada vez más desmovilizada y resignada (hecho este que se ha constatado en las pasadas elecciones). Es dramático tener una dirección que actúe, no sólo de espaldas a la militancia, sino incluso, en contra de los intereses de clase de su propia militancia.

El sistema capitalista en su fase imperialista neoliberal en el que estamos sumidos, ya ni siquiera permite políticas socialdemócratas. La realidad así lo demuestra, se puede ver fácilmente cómo la inflación se come la mayor subida de SMI de la historia, cómo un tope al gas más la compensación a las empresas no le hace ni cosquillas a la factura de la luz. Los fondos de la UE tienen contrapartidas muy caras en forma servilismo a EE.UU. a través de la OTAN y sanciones a Rusia que lejos de servir de algo, nos estallan en la cara. Nuestra propia dirección, en la misma línea, reconoce implícitamente —en este y otros informes— que es imposible que las políticas socialdemócratas tengan impacto en la transformación de la realidad de las clases obrera y populares.

Por todo ello, el XXI Congreso del PCE puede ser la última oportunidad para cambiar la dirección del Partido. No ya para salvar el Partido y que intervenga y transforme la sociedad, sino para parar la hemorragia y el proceso agónico de disolución en el que actualmente estamos sumidos.

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