Los MENAS. Los Nadie

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Lo más preocupante es que, bajo este paradigma de la posverdad, se dictan leyes, se recortan derechos y se culpabilizan a seres humanos que, antes de tener la categoría de extranjeros, son personas víctimas de la pobreza, la miseria, la esclavitud o de conflictos bélicos auspiciados por los países ricos que se sirven de la guerra para esquilmar recursos, y así continuar con la espiral de acumulación capitalista que gobierna el mundo. 

Hace casi ocho años me embarqué en un viaje sin retorno que cambiaría el rumbo de mi vida, mi primer trabajo en centros de protección de menores con los llamados “menas”. [1]Menores Extranjeros No Acompañados Hasta ese momento, mi conocimiento sobre el grupo con el que iba a trabajar era más teórico que práctico, conocimientos adquiridos en la formación académica sobre el ordenamiento jurídico que ampara a estos menores, características psicosociales y poco más. Sin embargo, como siempre sucede, al final, la vida te pasa por encima y todo lo que creías saber hasta ese momento, se derrumba como baraja de naipes. 

Los «menas» no son más que niños menores de edad que viajan solos con la esperanza de vivir el sueño europeo y con él, poder ayudar a sus familias, familias que a su vez depositan en estos pequeños toda esperanza de un futuro mejor. 

Por aquel entonces, septiembre de 2017, Andalucía se vio desbordada ante la llegada de numerosas pateras con muchos menores de edad, por lo que el gobierno de la Junta de Andalucía, tuvo que habilitar espacios para la acogida y atención de estas personitas. Así pues,  a través de una iniciativa pionera, una experiencia nueva en este campo, se abrió un dispositivo de emergencia de 100 plazas, nada más y nada menos, un centenar de niños que, con miedo y absoluto desconocimiento, comenzaban su andadura en suelo español.  

Los comienzos fueron duros, muy duros. Niños recién llegados de la patera, del camión o de haber saltado la valla. Niños en los que veías la bofetada de la crueldad de la vida en sus rostros, el chirlo de la pobreza y la desesperación.  Niños con quemaduras del motor de las pateras, con cortes impactantes en el abdomen por las cuchillas de la valla, y muchos otros con una mochila muy cargada de terribles vivencias en su viaje migratorio: robos, abusos sexuales, torturas, violencia policial en los distintos países por los que transitan hasta pisar suelo europeo y un largo y tenebroso etcétera.

El conjunto de trabajadores y trabajadoras que conformábamos el equipo, nos dejábamos la piel día tras días para poder encauzar esa situación desbordante. Recuerdo como, en el primer mes, todos perdimos peso y estábamos demacrados, yo miraba la cara de mis compañeros y compañeras al final de la jornada y me estremecía. Aun así, en relativamente poco tiempo, teníamos todo más o menos encarrilado, porque otra cosa no, pero trabajar, trabajábamos como burros. 

Llegó esa primera «paga» que se le da a los menores, siete euros a la semana y dependiendo del comportamiento y un sistema de refuerzos con el que trabajábamos. Por eso, cuando vi el infame letrero allá por 2021, en el que se señalaba con el dedo del odio a los «menas» por obtener una paguita del gobierno de Madrid de 4700 euros pensé ¿qué están diciendo? ¿qué infamia es esa? Mentiras tras mentira, mezquindad e ignominia que cala en la consciencia colectiva de este país. Porque, los grupos políticos que emiten este discurso, llevan a gala esa máxima que nos enseñara uno de los principales ideólogos del nazismo y Ministro de Propaganda del Tercer Reich, Joseph Goebbel “una mentira repetida mil veces, se convierte en una verdad”. Lo más preocupante es que, bajo este paradigma de la posverdad, se dictan leyes, se recortan derechos y se culpabilizan a seres humanos que, antes de tener la categoría de extranjeros, son personas víctimas de la pobreza, la miseria, la esclavitud o de conflictos bélicos auspiciados por los países ricos que se sirven de la guerra para esquilmar recursos, y así continuar con la espiral de acumulación capitalista que gobierna el mundo. 

El panorama es bastante desolador, con una extrema derecha que politiza a estos niños a través de un discurso cínico y de odio donde se criminaliza a la infancia migrante, cebándose con el eslabón más débil de la sociedad, con niños que están solos, solos, SOLOS. Pero que nadie se equivoque, no están solos, tienen un ejército de seres humanos que van a defender los derechos de todos los niños, de todos y cada uno de los niños, independientemente del lugar donde hayan nacido, del idioma que hablen o de cuál sea su color de piel, porque como diría Tejada Gómez «es honra de los hombres proteger lo que crece, cuidar que no haya infancia dispersa por las calles, evitar que naufrague su corazón de barco, su increíble aventura de pan y chocolate«.  

No, no son menas, no son nadie, son niños.

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