Pensionistas. Sobre el estudio del Banco de España
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¿Existe un plan de acoso y derribo contra los pensionistas? (1)
Las pensiones no dejan de ser un tema de actualidad. El estudio del Banco de España sobre las pensiones, ¿es una aproximación real?
Una semana de agosto como otra cualquiera. Media España de vacaciones. Bueno, media, media, no. Se ha ido de vacaciones esa porción de España que puede irse de vacaciones. La otra, es otra España, sin vacaciones, pero pasando el mismo mes de agosto.
Pues con ese panorama, nos levantamos esta semana con un estudio del Banco de España (de aquí en adelante, BdE) sobre las pensiones titulado: «Una estimación del rendimiento financiero del sistema de pensiones». Casi con alevosía, en agosto. ¿Quién trabaja en agosto? Por lo visto, los del Banco de España.
Así que decidí leerme el susodicho texto. Tras leerlo, he pensado escribir una serie de artículos, siendo este el primero de ellos. En esta primera entrega, se hablará de lo que se recoge en el estudio. Como elemento introductorio, pero que debe tenerse en cuenta para entender estos datos.
En los siguientes, ahondaremos en la repercusión que ha tenido, y se presentarán algunas cuestiones con las que debatir si el estudio del BdE tiene una base sólida, rotunda e incuestionable. O si existe algo más detrás.
Hoy en día, son multitud los estudios e informaciones acerca de la inviabilidad del sistema de pensiones español. En la mayoría de ellos, se utilizan parámetros demográficos que argumentan que, debido al envejecimiento de la población y a la escasa natalidad, no se podrá mantener el sistema de pensiones tal y como está hoy en día. A esto se suma que dentro de poco se comenzará a jubilar una generación bastante bien servida denominada la del Baby Boom. Que alcanzará su máximo allá sobre los años 2040-2050.
Al ser un sistema de reparto, consideran que la bancarrota del sistema de pensiones es inevitable. Y lo que proponen es modificar este sistema y orientarlo a sistemas de capitalización. Estos sistemas de capitalización son planes personales donde cada trabajador aportaría a su propio fondo y recuperaría lo que hubiese aportado —ese dinero se invertiría en productos financieros, que rentarían una rentabilidad que se sumaría al montante final—. Así que quien tuviese sueldos más altos y la posibilidad de una vida laboral más larga, obtendría en su vejez un buen retorno; mientras que aquellos que tuviesen sueldos más bajos, y menos tiempo hubiesen podido trabajar, por la temporalidad laboral, los contratos a tiempo parcial, o la escasa base salarial, pasarían una vejez, digamos que justita, por no decir directamente de pobreza.
Si hablamos de justicia social, de acabar con la incertidumbre del mañana, sin duda, debemos seguir pensando en que el sistema de reparto —sí, ese sistema que tenemos hoy en día— debe seguir siendo defendido. Incluso aquellas personas que no hayan contribuido al sistema pueden acceder a prestaciones de nivel no contributivo para cubrir las necesidades más básicas, gracias al principio de universalidad de nuestro sistema.
Desde el BdE, se arguye que los pensionistas cobran demasiado. Ya que, según su estudio, cada pensionista cobra de media 1,74 euros, por cada euro aportado al sistema. Y este dato ha hecho eco en muchos medios de comunicación. Como en ABC, donde se podía leer este titular «Cada pensionista recibe 1,74 euros por cada euro cotizado». Como curiosidad, no indican nada de la media en el titular. No es el único caso.
Lo primero que debemos tener claro y así recoge el estudio es la «cautela relevante en la interpretación de los resultados que se presentan a continuación». (Fuente: Estudio del BdE)
Ya nos va anunciando que hay que tener cuidado con las cifras que se van a aportar. Y es que la heterogeneidad de la muestra, las cuantías de las pensiones, los topes máximos y mínimos, las aportaciones realizadas, la edad de inicio en el mercado laboral, el desempleo, los años trabajados, etc. hacen que las estimaciones sobre unos posibles cálculos sobre lo que se obtiene de pensión con respecto a lo aportado al sistema tengan un margen de error bastante considerable.
A esto, y seguimos, el mismo estudio informa de que las pensiones de jubilación por incapacidad, y las que están por debajo de la prestación mínima, pues que tampoco van a usarlas para el estudio. ¿Por qué? Según ellos, por valores extremos, es decir, aquellas que son paupérrimas me van a desvirtuar los resultados que espero obtener; porque pueden hacer que la media se baje mucho, y no es cuestión de decir que los pensionistas pierden dinero con las pensiones.
Así las cosas, y quitando de aquí esto y de allá lo otro, y esto que no me gusta también lo quito porque no me gusta, —que sobre gustos no hay nada escrito, hasta que ha sacado el estudio el BdE—, la muestra del estudio del BdE, se queda en 7627 observaciones. Es decir, el 64% del total de las altas de jubilación en 2017. El resto, el 36% restante no interesa que aparezcan en el estudio. Y total, el estudio es mío y aparecen los que yo quiero que aparezcan para que salga lo que yo quiero. ¿Quién paga? Pues eso.
Junto a esto, el estudio resalta que se queda sin datos allá por 1980 «numerosos episodios de afiliación a la Seguridad Social en los que no existe información sobre la base de cotización, en concreto la mayoría de los episodios anteriores a 1980. Por este motivo, se ha realizado una imputación de las bases de cotización en los casos en que no existe esta información». Y así y todo, como no tengo datos, no me interesa que salgan estos ni los otros, pues imputo unas bases por aquí, otras bases por allá, y me hago una proyección donde la parte contratante de la primera parte es considerada la parte contratante de la primera parte.
El estudio utiliza una fórmula con distintas variables —muchas— para obtener los datos finales, donde se tienen en cuenta datos como los siguientes: Indexación de períodos, la edad al momento de la jubilación, la edad al momento de empezar a cotizar, la probabilidad de supervivencia, cotizaciones realizadas, tasa de inflación y la tasa de descuento.
Y aquí, otra vez, nos alerta el BdE sobre que la fórmula nos es ninguna panacea, que tiene sus errores: «Cabe subrayar que existe una heterogeneidad muy elevada tanto en edades como en carreras de cotización entre los pensionistas que acceden a las distintas modalidades de pensión, que explicaría, en buena medida, las diferentes rentabilidades asociadas a cada una de ellas». O sea, cuidado, que aquí hay muchas variables cambiantes, y como cambiemos una coma, tenemos que pedir a Houston que aterrice el cohete en Minglanilla, provincia de Cuenca.
¿Y qué pasa con la fiabilidad de estos datos, entonces? Hablemos de dos de los más importantes y más cambiantes e impredecibles: la inflación, y la longevidad de cada persona. Se vuelven a hacer proyecciones de lo que se espera. No se sabe qué pasará con la inflación en el futuro, ni cuánto vivirá cada uno de los y las pensionistas, Al final, se toma una inflación media y se fija en el 2%, como proyección. Pero, ¿cuándo ha estado en el 2%?
Pues en España, poquitas veces. Desde hace apenas 20 años, la inflación ha sido bastante cambiante año tras año, ha estado rondando desde el 5% hasta ser incluso negativa en un par de años o tres con la última crisis. Pero hemos tenido épocas de inflaciones del 15% a últimos del los 70 y principios de los 80. Esto quiere decir que cada año nuestro dinero perdía el 15% de su valor. Con 1000 pesetas, se podía comprar un 15% menos de bienes y servicios. O lo que es lo mismo, esas 1000 pesetas, equivalían a 850 pesetas del año anterior. Y eso, año tras año.
Y como no sabemos qué inflación tendremos el día de mañana, ¿cómo la calculamos? Pues de nuevo, el BdE, nos avisa: «Dada la incertidumbre relativa a la longevidad del partícipe y a la evolución del IPC, como se ha comentado anteriormente, dicho rendimiento debe interpretarse en términos esperados». ¿Esperados por quién? Por mí, por supuesto. Te vuelvo a repetir, ¿aquí, quién paga? Pues eso, si utilizamos para los cálculos una inflación esperada del 2% —un dato muy relajado—, no se van a tener en cuenta las épocas de inflaciones del 5, 10 ó 15%. Si se tuviesen en cuenta, se vería la gran pérdida de poder adquisitivo al que se tienen que enfrentar los pensionistas a lo largo de sus vidas, tanto de cotizantes como a la hora de percibir sus pensiones. Y los datos que se obtienen en la fórmula con una inflación baja son mucho más altos, haciendo parecer que las pensiones son mucho más altas de lo que realmente son, y de que los pensionistas perciben más de lo que realmente perciben.
Imagínense pensiones que no estén indexadas al IPC y vengan épocas de inflación del 5%, 10% o 15%, cada año las pensiones perderían ese tanto por ciento de poder adquisitivo. Como no sabemos lo que vendrá, únicamente con un 2%, como establece el BdE para su estudio, tenemos un 20% acumulado en 10 años. Eso quiere decir que en 10 años las pensiones habrán perdido el 20% de lo que valían cuando se cobraron el primer año. Se sigue cobrando la mista cantidad, pero con esos euros se puede comprar menos cosas. Y hay que pagar recibos, comprar comida, pagar medicamentos. En 20 años, casi la mitad de la pensión se habría ido por el desagüe de la inflación.
Para finalizar este primer artículo, subrayar que el BdE indica que existen pensiones que reciben menos de lo que aportaron en su día: 92 céntimos, por cada euro aportado. Y el 75% de la muestra cobra 2,03 euros o menos (0,92 céntimos) por euro cotizado. Se observa que una gran mayoría de pensiones se encuentra muy por debajo de esa media de 1,74 euros indicada por el BdE. Únicamente el 25% de la muestra de pensionistas —los que van desde los 2,03 euros, hasta los 3,16 euros de media—, que son los que están cobrando pensiones más altas, tensionan al alza esa media, dando una perspectiva errónea de lo que la inmensa mayoría de pensionistas cobra. Ya saben lo de las medias, ¿no? Lo de los dos pollos.
Y ahora, ¿y si nos preguntamos por el perfil de ese 25% que tensiona la media hacia arriba? ¿quién ha cotizado por las bases de cotización más altas?
José López Cobos