El imparable incremento de los precios
Solo la lucha económica, y menos aún la lucha espontánea aislada, son insuficientes para conducir un proceso revolucionario exitoso que derribe al capitalismo y ponga en marcha un proceso hacia el socialismo. Es preciso, además, unir esta lucha económica a la lucha política. Solo de esta forma podemos hablar en propiedad de lucha de clases.
Según el Banco de España la inflación promedio a lo largo de 2022 podría llegar al 7.6% con respecto del año anterior, mientras los salarios crecerán por debajo del 4%. Hasta el próximo verano la inflación rondaría el 10% y, a partir de entonces, se espera un descenso gradual hasta llegar a la media indicada. Los últimos datos publicados indican una inflación del 8.4%, el paro sube al 13.6% y más de 100.000 trabajadores han perdido el puesto de trabajo en el primer trimestre de este año.
El aumento de los precios comenzó con la factura de la luz. Más tarde, con el de los carburantes y a continuación con el de los alimentos. En la actualidad, casi la totalidad de los bienes y servicios que consumimos han sufrido una importante subida de precios.
Los convenios colectivos firmados en el presente año incrementaron las retribuciones en un promedio del 2.5% muy lejos de la disparada inflación, provocando un claro empobrecimiento, muy acusado, de los asalariados, de los trabajadores autónomos y de los pensionistas.
Según La Vanguardia, seis millones de personas son pobres en España, un 50% más que en 2018. El 14% de los hogares afronta el mes en situación de pobreza tras pagar los recibos de energía.
Una diferencia tan acusada entre el crecimiento de la inflación y los limitados aumentos salariales, que puede alcanzar un 4.8% en el presente año, no se conocía desde 1984, año en que este contraste llegó al 3.5%.
Debe tenerse en cuenta que ya en 2021 la brecha entre inflación y salarios se situó en 1.5%, con una disminución del poder adquisitivo que había sido la más alta en el presente siglo.
El auge del precio de la energía es el elemento más determinante de esta galopante inflación que empuja al alza el precio de los alimentos. El 63% del conjunto de bienes y servicios que incrementaron los precios ha sido debido a los costes de la energía y de los alimentos que son, precisamente, los productos que más deben consumir los que disponen de ingresos más reducidos.
El Banco de España, el Fondo Monetario Internacional y el propio Gobierno de coalición, coinciden en oponerse a unas subidas salariales que desactiven la creciente inflación, y defienden que tal tendencia, si se produjera, conllevaría a una espiral de precios y salarios incontrolable.

El desfase entre precios y salarios no es solo cosa del presente. Aumentó sobremanera con las reformas laborales de Zapatero y Rajoy de 2010 y 2012 que el gobierno de coalición, pese al compromiso ante la ciudadanía de diciembre de 2019 de derogar al menos esta última, no ha cumplido, acordando en su lugar cambios cosméticos en la legislación laboral que no solo no lograron paralizar el creciente empobrecimiento de los sectores de población de menores rentas, sino que lo ha incrementado. La situación ha empeorado de manera significativa con las políticas neoliberales y belicistas del ejecutivo Sánchez, ahora agravada en un contexto de guerra en Ucrania de futuro incierto. En España, por ejemplo, el presupuesto militar ha pasado de 17.400 millones en 2021 a 20.694 en 2022. Y en fecha muy reciente, el gobierno de coalición se ha comprometido con la Comisión Europea, mediante el Plan de Estabilidad que le ha remitido, a incrementar el gasto militar hasta el 1.2% del PIB en 2025, con el objetivo final de alcanzar el 2% en 2030 tal y como ha reclamado la OTAN.
Mientras, los beneficios en nuestro país de las grandes empresas durante el primer semestre de 2021 alcanzaron los 30.304 millones de euros. Las del Ibex-35 obtuvieron un total de 28.835 millones de euros en este periodo. Durante todo el año 2021, estas empresas alcanzaron unos beneficios netos de 58.543 millones de euros. Las compañías cotizadas en Bolsa lograron la cifra de 64.021 millones de euros.
Según elEconomista.es «2022 apunta a ser un buen año para el tejido empresarial mundial. Si atendemos a las estimaciones de los analistas que recoge FactSet, el aumento de los beneficios a uno y otro lado del Atlántico doblará al de los precios en 2022, lo que es la mayor garantía de que la rueda de la economía no va a parar de girar.» Los beneficios del capital doblarán, pues, la inflación en 2022.
La acumulación de capital y el correlativo empobrecimiento de los trabajadores y capas populares es una de las notas más crueles que caracteriza al capitalismo. Un sistema económico que obliga a los oprimidos y explotados a entregar el trabajo no pagado a sus opresores. De ahí que los trabajadores no deban limitarse de forma exclusiva a luchar por obtener de los capitalistas concesiones parciales, por alcanzar incrementos salariales, aunque fueran significativos, ya que estas mejoras logradas con tantísimo esfuerzo colectivo acaban, por regla general, por ser arrebatadas a los asalariados por el capital mediante el Boletín Oficial del Estado y por el aparato de estado que en su conjunto controla el enemigo de clase.
No basta, pues, la lucha económica, por muy importantes que sean –y lo son- las mejoras salariales que se alcancen, y que elevan la conciencia de clase y la organización de los trabajadores. Es preciso, además, unir la lucha económica a la lucha política. Solo de esta forma podemos hablar en propiedad de lucha de clases.
Es precisamente en la lucha sindical combativa y de clase donde los asalariados asumen la importancia de su organización y su unidad, toman conciencia y descubren que sus intereses resultan antagónicos e incompatibles con los de la patronal y alcanzan a comprender que los procesos de producción podrían funcionar en un régimen de propiedad colectiva y democracia económica, en ese extraordinario proceso de aprendizaje que encierra la lucha sindical en sí misma.
Solo la lucha económica, y menos aún la que es espontánea y aislada, son insuficientes para atender con eficiencia los intereses inmediatos de los trabajadores y capas populares. Es la lucha económica estrechamente ligada a la lucha política en la defensa de los intereses estratégicos de clase, la que nos puede permitir abrir un proceso revolucionario exitoso que conduzca primero a la república democrática, a las políticas contrarias al neoliberalismo y a la recuperación de nuestra soberanía política y económica que nos libere de la OTAN, de la UE del capital y de las bases militares extranjeras, y más tarde a la apertura de un proceso, mediante el desarrollo y la intensificación de la lucha de clases, que desmantele el capitalismo y nos abra el camino hacia la sociedad socialista.
En realidad, la lucha espontánea o la económica, sin contenido político, fortalecen a la burguesía y asientan su modo de producción. Por eso, apartar a los trabajadores de cualquier idea revolucionaria, cualquier pensamiento de lucha política de clase, es objetivo irrenunciable de la burguesía que cuenta en esta tarea con el apreciable apoyo de los dirigentes políticos y sindicales reformistas que sustituyen la lucha de clases por el pacto social. Puede que en determinados combates de la lucha económica los asalariados alcancen mejoras en sus condiciones de trabajo. Pero estos logros, en sí mismos, no ponen en cuestión el orden social opresor y explotador, el modo de producción capitalista. Al controlar el aparato de Estado, a la clase dominante le será fácil revertir en cualquier momento las mejoras alcanzadas por los obreros porque el capital controla, entre otros, los poderes legislativo, judicial, policial y militar.
Frente al imparable incremento de los precios no cabe otra alternativa que el desarrollo y la intensificación de la lucha de clases: es decir, lucha económica más lucha política.