La guerra de Ucrania desde la óptica del capital
Bien harían los dirigentes capitalistas europeos en defender la soberanía política y económica de sus países, acabar con la dependencia al imperialismo, desligarse de la OTAN, liberarse de las bases militares extranjeras y mantener relaciones de buena vecindad, incluidas las comerciales, con todos los países del mundo.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un organismo nada sospechoso de ser stalinista, en su “Evaluación de los impactos económicos y sociales e implicaciones políticas de la guerra en Ucrania” del pasado 17 de marzo, cuantifica en cifras económicas el conflicto bélico. En una primera estimación establece que la guerra costará como mínimo 1.0 punto porcentual en el PIB mundial (el Producto Interior Bruto -PIB- es un índice que cuantifica la riqueza de un territorio, normalmente país o conjunto de países, fijando el valor monetario de los bienes y servicios finales producidos en el mismo) y un incremento de la ya alta inflación global de 2.5 puntos porcentuales.
En España, la inflación llega al 9,8% en marzo, su nivel más alto desde 1985, un incremento que el gobierno de coalición atribuye a la guerra en Ucrania y su repercusión sobre los precios de la energía y los alimentos.
En el sistema capitalista actual que se impone en todos los países occidentales, en los que el capital lo puede todo, mandando sobre cualquier gobierno nacional e incluso sobre la UE, parece lógico hacerse dos grandes preguntas en el campo económico: con este conflicto bélico ¿quién pierde? y ¿quién gana?
¿Quién pierde?
Es irrebatible, que la región más afectada por la guerra de Ucrania es la UE (la cual tendrá una pérdida de 1.4 puntos porcentuales de su PIB según las citadas estimaciones de la OCDE), principalmente en materia energética, completamente dependiente en sus importaciones de crudo, gas natural y combustible sólido, representando el 27%, 41% y 47% respectivamente. Según la Agencia Internacional de Energía, en 2020, solo Alemania e Italia importaban de Rusia 42.6 y 29.2 miles de millones de metros cúbicos de gas ruso respectivamente.
La escalada de precios en este sector energético desangra la competitividad productiva de Europa, especialmente la industrial. Este incremento significativo debilita sus productos de forma extrema frente a sus competidores. Lo anterior origina que en muchos casos suponga el cierre temporal o la limitación de producción y el consiguiente aumento del paro.
En lo relativo a materias primas básicas, la situación es igual de preocupante en la UE. La falta de suministros y el incremento de los precios de estas materias procedentes de Ucrania y/o Rusia le afectan significativamente. Conviene recordar que desde enero de 2022, por ejemplo, el trigo, los fertilizantes y el maíz han subido sus precios en más de un 80%, 70% y 40% respectivamente.
En España, múltiples sectores están al límite por la escalada de los precios de la energía y de las materias primas. Véase la cerámica (el suministro de arcilla de Ucrania es el 70% del total de la materia prima que consume), las cementeras (por ejemplo, una de las principales empresas del sector, Cementos Portland, parará todos sus hornos en las seis fábricas que tiene en España hasta que no baje el precio de la electricidad, afectando a casi 1.000 trabajadores), los transportistas (actualmente en paro nacional, este sector incluye a 130.000 pymes y da empleo a 1,5 millones de personas), el conservero (esta industria emplea en torno a 55.000 toneladas anuales de aceite de girasol con origen mayoritario en Ucrania)…
A todo lo anterior hay que sumar las importantes pérdidas en materia de importaciones-exportaciones con Rusia, así como la pérdida de proyectos, inversiones y pedidos en España. En torno a 15.000 empresas españolas tienen relación comercial (importación o exportación) con Rusia y/o Ucrania. En 2021, las cifras de estas relaciones alcanzaron los 3.000 millones de euros, solo la provincia de Barcelona exportó bienes por valor de 640 millones de euros.
La derivada de estas gigantescas pérdidas económicas recae sobre los hombros de los más débiles, de la clase trabajadora de toda Europa. Para la gran patronal y las clases favorecidas, simplemente supone un quebranto de los beneficios y dividendos, o a nivel personal, a lo sumo, una mínima merma de su altísimo poder adquisitivo. Pero para los trabajadores de toda la UE supone su entrada en ERTES, la desaparición de sus empleos, la imposibilidad de poder calentar sus casas en invierno. En definitiva, el empobrecimiento, el pasar miserias y los sufrimientos.
¿Quién gana?
Mientras Europa se desgasta económicamente a pasos agigantados, EEUU gana dos veces con esta guerra: por un lado, debilita a la economía europea y rusa, es decir, aplana a sus competidores y con ello impulsa su industria. Por otro lado, fortalece su economía haciendo negocios con la propia Europa. Véase aquí, por ejemplo, el importante acuerdo firmado recientemente por el que EEUU venderá a la UE en torno a 15.000 millones de metros cúbicos adicionales de combustible para finales de año, sustituyendo alrededor del 10% del gas total que Europa compra a Rusia. Todo enmascarado detrás de limitar la dependencia energética de Moscú.
Desde la óptica capitalista es normal que desde Washington se tome partido para que esta guerra se alargue todo lo posible. Así obtienen beneficios económicos. Ni siquiera les afecta la escalada del precio de la energía, pues ellos producen su propio crudo gracias principalmente a la fracturación hidráulica.
¿Alguien piensa que, si fuera al revés, si ellos perdieran, si fueran ellos los que tuvieran la dependencia económica que Europa tiene de Ucrania y Rusia, actuarían igual?
Como conclusión, decir que bien harían los que pierden, los gobernantes capitalistas europeos, en hacer todo lo posible por fomentar el dialogo y los acuerdos de paz entre ambas partes y en alejarse, no seguir al rebufo de los EEUU, de esos discursos incendiarios provenientes de las tierras norteamericanas, interesados en intensificar el conflicto bélico pues son los que ganan.
En definitiva, bien harían los dirigentes capitalistas europeos en defender la soberanía política y económica de sus países, acabar con la dependencia del imperialismo, desligarse de la OTAN, liberarse de las bases militares extranjeras y mantener relaciones de buena vecindad, incluidas las comerciales, con todos los países del mundo.
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