La escuela pública que necesitamos

La escuela concertada no tiene razón de ser, ya que es una escuela privada sostenida con fondos públicos. Todos los fondos públicos tienen que ir a la Pública para que sea una escuela de calidad, para todos y todas.

Tras el confinamiento de la Escuela en el pasado curso, ha habido muchos análisis y debates sobre las respuestas que ha dado la institución escolar durante la pandemia. La escuela reaccionó como pudo y supo ante una emergencia tan grave e inesperada. Las tecnologías han permitido mantener vínculos suficientes para posibilitar ciertas enseñanzas. La equidad, sin embargo, no ha sido la misma para todos y todas.

Para que la Escuela pueda cumplir su función de compensar las desigualdades sociales tiene que ser pública. Deben ser las administraciones públicas quienes la financien, la organicen, la gestionen y velen, para que cumpla sus objetivo de llegar a todos y todas con equidad. Esa escuela pública tiene que ser de calidad.

La Constitución posibilita la creación de centros escolares por parte de la iniciativa privada. Quien pueda y quiera, que se pague ese tipo de enseñanza. Lo que no está recogido en ningún lugar es el gran fiasco de la enseñanza concertada. Con el eufemismo de “centros privados sostenidos con fondos públicos” estamos financiando, todos y todas, unas enseñanzas clasistas para unas clases medias urbanas mayoritariamente confesionales.

Esta situación no ha hecho más que agravarse desde que en 1985 el P.S.O.E. promulgó la L.O.D.E. abriendo la puerta a los conciertos educativos. Lo que iba ser una situación transitoria, mientras el Estado construía las escuelas que se necesitaban, fue consolidándose con el tiempo hasta dejar de ser una red subsidiaria y temporal. Hoy en día la red de centros concertados es más numerosa que la pública en la mayoría de las capitales de provincia. En Granada capital, por ejemplo, la proporción es del sesenta por ciento a su favor.

A veces, docentes de la enseñanza concertada, afiliados en algunos sindicatos que dicen defender por encima de todo a la educación pública, plantean qué sería de sus puestos de trabajo si solo hubiera un red pública. Si hubiera voluntad política para que solo existiera una sola red pública, el Estado ofertaría a todos los centros concertados que se integraran en ella. A todos los trabajadores y trabajadoras de esos centros, se les respetarían sus condiciones de trabajo pasando a ser personal laboral público.

Aquellos centros que no quisieran integrarse, se les retirarían los conciertos y pasarían a ser centros privados y sus trabajadores y trabajadoras serían responsabilidad de esos centros. Recordemos aquí que los centros concertados eligen al profesorado según el artículo 60 de la LODE y, aunque en teoría es una oferta pública, eligen a quienes quieren.

La educación pública tiene que ser laica. Ninguna creencia debe impartirse en los centros públicos. Todas las religiones, al ser parte de las creencias íntimas de las personas son respetables, pero deben impartirse en sus respectivos lugares de culto.

La escuela pública debe ser inclusiva, dando respuesta a la diversidad, La escuela no puede ser de una sola talla, tiene que ofrecer tantas tallas como personas las necesiten.

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Escuela pública de tod@s para tod@s

La escuela pública tiene que ser participativa. Debe tener una gestión democrática, en donde intervengan de manera real y directa todos los miembros de la comunidad educativa. Una institución como la Escuela, que debe tener una clara finalidad social, debe de estar participada por todos sus componentes. Hoy en día, los Consejos Escolares, son meros formalismos, sin influencia real.

La Escuela debe ser innovadora, eligiendo en cada etapa educativa aquellos contenidos que permitan a cada persona reconocer e integrarse en su mundo, dándole la capacidad de análisis y crítica sobre los problemas que le rodean. Apostamos por procesos de aprendizaje que, siempre que se pueda, partan de los intereses del alumnado, que busquen la globalización de los saberes, que posibiliten la construcción autónoma del aprendizaje y que promuevan la creatividad, la investigación, las emociones y los afectos.

Me gusta decir, que la Educación debería ser útil para la vida de las personas, pero también que les ayude a ser felices.

La búsqueda de la felicidad debe ser el otro gran fin de la Educación. Todos y todas necesitamos ser queridas, valoradas y la Escuela debe ser un lugar fundamental donde esto suceda. Para lograr este fin, los docentes tenemos que amar nuestro trabajo, que al mismo tiempo es amar a las personas que educamos. Si no es así, es posible que instruyamos, pero no educaremos. Es por eso que se dice, que Educar es amar.

Francisco Olvera López, ha sido Inspector de Educación.

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