3-Átomo y núcleo atómico

Átomo y núcleo atómico

Diccionario filosófico marxista · 1946:20

Átomo

(Del griego: “átomos”, indivisible; “a”, no; “temno”, cortar,
dividir.) El concepto de átomo fue introducido por primera vez en la
ciencia por Demócrito y Epicuro, que consideraban el átomo como la
partícula más pequeña e indivisible de la materia. En este sentido el
átomo figuró después en la filosofía de Gassendi y de Holbach, así
como en la física de Newton. Con esta misma interpretación metafísica
entró en la química y en la física desde comienzos del siglo XIX. El
desarrollo de estas ciencias en dicho siglo, confirmó
experimentalmente la existencia de los átomos. Quedó establecido que
la molécula de cada elemento químico se compone de un determinado
número de átomos. En los límites entre los siglos XIX y XX, la
ciencia abandonó su anterior concepción sobre el átomo como una
partícula indivisible de la materia. El átomo resultó ser divisible,
mutable, destructible, con una estructura compuesta y con una
naturaleza electromagnética. El átomo se compone de un núcleo y de
electrones. El núcleo, a su vez, tiene una estructura compleja y
puede ser desintegrado. Lenin vio en este hecho la confirmación de la
doctrina del materialismo dialéctico acerca de la unidad de la
materia, de la exigencia de límites absolutos, finitos, en la
Naturaleza, y de fronteras para su conocimiento. Al criticar la
interpretación metafísica del átomo, Lenin decía que el materialismo
dialéctico reconoce la inagotabilidad del átomo y afirma que “el
electrón es tan inagotable como el átomo mismo”.

Diccionario de filosofía y sociología marxista · 1959:10

Átomo

La noción de átomo fue introducida por vez primera en la ciencia por
Demócrito y Epicuro, que concebían el átomo cual una pequeñísima
partícula de materia, imposible de dividirse más. Bajo ese aspecto,
el átomo figuró, después, en la filosofía de Gassendi y Holbach, como
también en la física de Newton.

Diccionario filosófico abreviado · 1959:31-33

Átomo

(Del griego, άτομος: indivisible.) Partícula material infinitesimal
que posee las propiedades del elemento químico correspondiente.
Aunque es una unidad material integral, “una individualidad química”
(Mendeleiev), el átomo es un sistema complejo que puede ser
descompuesto en partículas más simples: núcleo atómico (ver) y
electrones. Los átomos idénticos o no, se combinan para formar
partículas aun más complejas, llamadas moléculas. Así, en la serie de
formas cada vez más complejas de la materia, el átomo marca un escalón
determinado. Las propiedades físicas y químicas del átomo: dimensión,
valencia, emisión de espectro, polarización eléctrica, etc., están en
función de su estructura y de los procesos intraatómicos. Las
condiciones físicas del medio ambiente pueden también modificar, en
cierta medida, esas propiedades que dependen en particular del sistema
más complejo del que el átomo forma parte.

Engels formuló en su aspecto general la concepción según la cual el
átomo es un objeto material microscópico integral, cualitativamente
distinto y que posee al mismo tiempo una organización compleja. Esta
idea ha sido desarrollada por Lenin.

Esta manera de ver dialéctica y materialista se opone por completo a
la concepción metafísica que atribuye al átomo los caracteres de una
partícula absolutamente inmutable e indivisible, teoría sostenida
hasta fines del siglo XIX por la mayoría de los sabios. El
materialismo dialéctico niega la existencia de elementos materiales
simples y últimos que serían los “ladrillos del edificio universal”.
En tanto que los contemporáneos de Engels hacían del átomo el límite
absoluto de la divisibilidad de la materia, éste escribía que “los
átomos no se consideran en absoluto como simples o como las más
pequeñas partículas de materia conocidas” (Dialéctica de la
naturaleza, Ed. rusa). Según Engels, el átomo no es más que un
eslabón en la cadena infinita de formas diversas de la materia. A
fines del siglo XIX, los físicos y químicos avanzados, entre ellos
Mendeleiev (ver), se inclinaron, también, a reconocer la complejidad
de la materia.

Esta tesis encontró plena confirmación luego de la revolución
sobrevenida en la física a fines del siglo XIX y a comienzos del siglo
XX (descubrimiento de los electrones, de los rayos X y, sobre todo, de
la radioactividad). Se llega así a la noción del átomo complejo,
formado de un núcleo de carga positiva y de electrones negativos que
gravitan alrededor del núcleo. Sin embargo, numerosos sabios
consideraban aún las partículas constituyentes del átomo como
partículas materiales elementales y últimas. Lenin elevó su voz
contra esta actitud metafísica refiriéndose a la profundización del
conocimiento que el hombre tiene de los objetos: “…y si esta
profundización no fue ayer más allá del átomo y hoy no pasa del
electrón o del éter, el materialismo dialéctico insiste empero en el
carácter temporal, relativo, aproximado de todos estos jalones del
conocimiento de la naturaleza por la ciencia humana en progreso. El
electrón es tan inagotable como el átomo…” (Materialismo y
empiriocriticismo, p. 292, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo,
1948).

El desarrollo de la teoría atómica en sus diversas etapas (conjetura
genial en la antigüedad, hipótesis científica en el siglo XVIII)
culminó en una teoría científicamente fundada a fines del siglo XIX.
Los atomistas antiguos: Leucipo, Demócrito (ver), Epicuro (ver),
Lucrecio (ver), se imaginaban los átomos como partículas materiales
absolutamente indivisibles, de pequeñez extrema, impenetrables,
desprovistos de toda cualidad y no diferenciándose los unos de los
otros más que por su forma y sus dimensiones; los átomos se mueven en
el vacío que los separa; los cuerpos no son otra cosa que agregados de
átomos; las propiedades de los cuerpos son determinadas por la
naturaleza y la disposición de los átomos que los constituyen. Lo
esencial de esas ideas fue adoptado por la ciencia moderna que agregó
a la lista de atributos específicos del átomo (además de la
impenetrabilidad y la indivisibilidad) la inercia, vale decir, la
propiedad de conservar el movimiento una vez adquirido. La diversidad
de los elementos químicos fue atribuida desde entonces a la diversidad
de los átomos que los constituyen. Sin embargo, estas concepciones
sobre el átomo, no podían servir de base a las ciencias físicas y
químicas, puesto que no contenían ninguna característica concreta, por
ligera que fuere, que pudiera explicar la diversidad de las
propiedades físico-químicas de los cuerpos.

El atomismo recibió un nuevo desarrollo en los trabajos de Lomonósov
(ver). Algunas ideas de Lomonósov fueron desarrolladas y concretadas
de inmediato en la química del siglo XIX. Desde los comienzos de ese
siglo, los átomos fueron considerados como granos de los cuerpos
simples (Dalton) capaces de combinarse con los átomos de otros cuerpos
simples en proporciones definidas (ley de las proporciones definidas y
de las proporciones múltiples). La masa (peso atómico) se convierte
en el carácter distintivo determinante del átomo químico. Los
progresos de la física durante el siglo XIX desembocaron en el
descubrimiento de los espectros característicos (Kirchoff y Bunsen)
que son emitidos por los átomos de cada elemento (gases
incandescentes). Se probó, apoyándose en la teoría cinética de los
gases (Maxwell y Boltzmann), que los átomos tienen ciertas dimensiones
(del orden de cien millonésima de centímetro). El siglo XIX vio
confirmarse igualmente (Cannizzaro) la idea de Lomonósov de que los
átomos, idénticos o no, se combinan para formar partículas complejas,
moléculas. La teoría de la estructura molecular –teoría de la
estructura química debida al sabio ruso Butlerov (ver)– desempeñó un
papel de primer plano en la historia del atomismo. Esta teoría puso
en evidencia que las propiedades de la molécula están en función no
solamente de su composición, sino también de la naturaleza de los
vínculos de los átomos dentro de la molécula, y en particular, de la
disposición espacial de los átomos. Sin embargo, para la mayor parte
de los físicos y de los químicos, los átomos permanecían inmutables y
sus propiedades inexplicables; no habían podido poner en claro todavía
los vínculos que unen los diversos elementos. Consideraban como cosa
fortuita el número de especies atómicas. Sólo la ley periódica de
Mendeleiev permitió probar que las especies atómicas son otras tantas
formas diferentes de la materia única, cuyas propiedades
físico-químicas se modifican de acuerdo a una ley dada pasando de un
elemento a otro. El descubrimiento de la ley periódica señaló un
jalón importantísimo en la historia de las ciencias naturales. La
ciencia fue llamada a explicar las propiedades de la materia basándose
en la teoría concreta de la estructura del átomo. A principios del
siglo XX se estableció que el átomo es un sistema corpuscular
complejo, lo que era incompatible con su estabilidad extraordinaria.
Aunque el átomo entra en colisión centenares de millones de veces por
segundo, sus propiedades no se modifican generalmente, dando pruebas
el sistema atómico de una estabilidad totalmente excepcional. La
física clásica se mostraba incapaz de proporcionar ninguna explicación
de este fenómeno. Sólo la mecánica cuántica (ver), elaborada a partir
de 1920, ha sido capaz de explicar cómo el núcleo atómico y sus
electrones planetarios pueden formar un todo estable y específico, el
átomo.

Esta explicación se funda en la doble naturaleza de los microobjetos
(electrones, núcleos atómicos, átomos, etc.) descubierta en 1924. La
doble naturaleza de los microobjetos consiste en que, en su
movimiento, revelan a la vez ciertas particularidades de corpúsculos y
ciertas particularidades de ondas. Por ejemplo, en las colisiones, su
comportamiento es el de un corpúsculo, de un todo homogéneo, pero al
mismo tiempo, manifiestan un comportamiento ondulatorio: su movimiento
depende de las condiciones físicas en todo el sistema al que
pertenecen. Partiendo de la teoría cuántica, la física moderna ha
logrado explicar no solamente la estabilidad del átomo, sus cambios de
estado que se efectúan por saltos (cuantificación de la energía y de
otras magnitudes que caracterizan los diversos estados del átomo),
sino igualmente la capacidad que tienen los átomos de combinarse para
formar complejos (moléculas, cristales, etc.) cada uno de los cuales
constituye un todo integral. Los descubrimientos realizados por los
físicos de veinte años a esta parte, han confirmado plenamente lo que
Lenin dijo sobre la naturaleza inagotable del electrón. Se ha
demostrado que las partículas llamadas elementales: electrones,
positrones, fotones, etc., pueden transformarse las unas en las otras,
y que sus propiedades cambian cuando cambian sus condiciones de
existencia.

La física actual ofrece testimonios directos e incontestables de la
realidad de los átomos, de las moléculas y demás microobjetos.
Actualmente, no sólo se puede ver y fijar sobre una placa fotográfica
la huella que las micropartículas cargadas dejan sobre su pasaje, sino
también observar directamente gruesas moléculas por medio del
microscopio electrónico. Así, la ciencia ha refutado las concepciones
de los idealistas (ver Idealismo “físico”) que negaban la realidad de
los átomos y declaraban que el atomismo no era más que una “hipótesis
de trabajo”. La física moderna refuta de igual modo las concepciones
de los idealistas “físicos”, para quienes las propiedades de las
micropartículas serían incognoscibles. La teoría atómica moderna
constituye no sólo la base de la física sino también de la técnica.
La física atómica y nuclear ha engendrado nuevas ramas industriales, e
indica el camino a seguir para obtener nuevos materiales con
propiedades determinadas de antemano, abriendo así amplias
perspectivas a la industria. Sin embargo, la teoría atómica está por
perfeccionarse todavía. La atención de la física actual se concentra
en los problemas del núcleo atómico (ver) y de las partículas llamadas
“elementales”.

Diccionario filosófico · 1965:29-30

Átomo y núcleo atómico

El átomo es la partícula más diminuta de un elemento químico, es un
sistema complejo que consta de un núcleo central pesado con carga
positiva y de una envoltura que lo rodea formada por partículas
ligeras de carga negativa: electrones, que giran alrededor del núcleo.
El núcleo atómico posee también una estructura compleja: consta de
neutrones y protones (Partículas “elementales”), denominados
conjuntamente, nucleones. Las dimensiones del átomo se calculan en el
orden de la cienmillonésima parte de un centímetro; el núcleo, en un
orden diez mil veces menor. El número de cargas del núcleo, igual al
número de protones y coincidente con el número de electrones del
átomo, determina el número de orden del elemento dado en el sistema
periódico de Mendeléiev. En el núcleo se halla concentrada casi toda
la masa del átomo. La existencia del átomo como formación íntegra
está subordinada a las leyes cuánticas; gracias a ellas se ha podido
explicar la estabilidad del átomo, la peculiaridad del movimiento de
los electrones condicionada por la doble naturaleza corpuscular y
ondulatoria de los mismos, el cambio a saltos de la energía del átomo
al pasar de un estado de estabilidad a otro, las leyes de la
interacción de los átomos, etc. Los átomos pueden unirse entre sí
mediante la acción recíproca entre las envolturas electrónicas,
interacción que constituye la base de las distintas manifestaciones de
la forma química de movimiento de la materia. Las transformaciones
químicas no afectan al núcleo del átomo. La estabilidad del núcleo
está condicionada por la acción simultánea de fuerzas contrarias: hay,
por una parte, fuerzas eléctricas de repulsión de los protones con
carga del mismo signo; por otra, existen fuerzas de atracción
especiales entre todas las partículas del núcleo, fuerzas nucleares
específicas que actúan sólo a pequeñas distancias. La masa del núcleo
siempre es menor que la masa general de las partículas que lo
componen, lo cual se explica por el hecho de que, al formarse el
núcleo, se desprende determinada cantidad de energía con lo que la
masa disminuye correspondientemente (según la correlación entre masa y
energía descubierta por Einstein). Los núcleos atómicos pueden
fisionarse o unirse entre sí. Las transmutaciones nucleares
(Transmutación de los elementos químicos, Radiactividad) van
acompañadas de la liberación de una enorme cantidad de energía. La
utilización práctica de esta colosal fuente de energía no sólo
constituye una grandiosa tarea científica y técnica –tarea que hoy se
resuelve ya en gran parte con éxito–, sino, además, uno de los
problemas más agudos en la vida de la sociedad actual. La utilización
pacífica de la energía atómica, que ofrece al hombre inmensas
perspectivas para el desarrollo de las fuerzas de producción, se ve
obstaculizada por la carrera de armamentos que los países capitalistas
han desatado. El gobierno soviético lucha perseverante y
consecuentemente por la total prohibición de las armas atómicas. Los
átomos de los diversos elementos se encuentran en profunda conexión
dialéctica. Átomos y núcleos atómicos representan “puntos nodales” en
la serie general de las formas cada vez más complejas de la materia y
aparecen en determinados estadios del desarrollo de la misma. La
teoría atómica, en sus sucesivas manifestaciones, ha influido de
manera enorme en la evolución de la filosofía, de la ciencia natural y
de la técnica (Atomística). Los éxitos de la física moderna:
descubrimiento de la compleja estructura de los átomos, su
transmutabilidad recíproca (radiactividad), etc., han señalado la
presente revolución en la ciencia natural, revolución que ha conducido
a revisar las representaciones precedentes sobre la estructura y
propiedades de la materia y ha hecho que el materialismo adquiera
nueva forma. Se ha descubierto, en particular, la peculiaridad
cualitativa de los fenómenos del micromundo, puesta de manifiesto en
la unidad de las propiedades contradictorias –corpusculares y
ondulatorias– de la materia; se ha descubierto que son inagotables las
propiedades de cualquier partícula de materia por “elemental” que sea,
etc. Todo ello ha constituido una nueva confirmación del materialismo
dialéctico.

No figura en el Diccionario marxista de filosofía · 1971

No figura en el Diccionario de filosofía · 1984

Comparte este artículo