Humanismo
Diccionario filosófico marxista · 1946:141-143
Humanismo
(Del latín: “humanus” – humano). El humanismo fue un movimiento
cultural general (literario, científico, filosófico) que apareció
durante el siglo XIV en Italia y que se extendió posteriormente por
Alemania, Holanda, Francia e Inglaterra. Como movimiento social, en
nombre del derecho y de la dignidad del individuo, el humanismo
aspiraba a emancipar a la humanidad de los grillos de la concepción
religioso-eclesiástica medioeval del mundo. El humanismo fue la
ideología de un círculo relativamente estrecho de iniciados y toma
cuerpo como movimiento cultural sobre la base del estudio, que se
acrecentó en los siglos XIV y XV, de los monumentos literarios,
retóricos, historiográficos y filosóficos de la antigüedad griega y
romana. En Italia, los más grandes humanistas del siglo XIV fueron
los grandes postas sabios Petrarca y Bocaccio; en el siglo XV, Pico de
la Mirándola y otros. El humanismo italiano del período maduro aspira
a emancipar la moral de las normas doctrinarias asceto-cristianas,
restablece el derecho de la sensualidad sana, desenmascara la
hipocresía del clero. El humanismo no representaba una determinada
tendencia filosófica. Muchos humanistas opusieron las doctrinas de
Platón y de los neoplatónicos a las de Aristóteles, que era
considerado como la autoridad del pensamiento
escolástico-eclesiástico. El humanismo no fue tampoco el producto de
una determinada corriente social, ni tuvo una tendencia homogénea,
definida, en ciencia y en filosofía. Algunos humanistas, como Erasmo
de Rotterdam (siglo XVI) se limitaron a ridiculizar ingeniosamente el
oscurantismo, el parasitismo y la ignorancia, particularmente de
monjes y frailes. Otros humanistas, como el inglés Tomás Moro, autor
de Utopía, promovieron proyectos de reconstrucción de la sociedad de
acuerdo con el principio de la igualdad sobre la base del trabajo.
Otros, como el alemán de principies del siglo XVI, Urico von Hutten,
presentaron un programa de reformas imperiales en nombre de la nobleza
y actuaron hasta como combatientes directos contra los príncipes
feudales. En su mayoría, los humanistas no se identificaron con la
Reforma. El humanismo desempeñó un gran papel en el ensanchamiento
del horizonte cultural, en la restauración de la herencia literaria de
la Antigüedad, perdida durante la Edad Media; en la investigación,
comentario y publicación de los originales clásicos y en la
elaboración de los métodos de la crítica filológica. Muchas
humanistas, como Erasmo de Rotterdam, eran al mismo tiempo conocedores
de primer orden de las lenguas y literaturas antiguas, especialistas
en investigaciones filológicas y talentosos escritores satíricos, que
ridiculizaban los hábitos y el nivel intelectual del clero. El
humanismo desempeñó un papel progresista en los siglos XIV-XVI; pero
al no apoyarse sobre una amplia base democrática, quedó encerrado en
un estrecho círculo de sabios latinistas, que trataban con altanería
al pueblo, su lengua y arte. Los posteriores humanistas italianos
censuraron a Dante, que escribía en la lengua italiana del pueblo y
que popularizó las doctrinas cosmológicas; de Petrarca y Bocaccio sólo
apreciaban sus obras en latín; cayendo ellos mismos cada vez más en la
chapucería filológica, en el artificio retórico, en la ostentación de
conocimientos arqueológicos y de erudición. Por eso, la ciencia
moderna del tardío Renacimiento, creada por hombres prácticos, por las
clases de las ciudades –artistas, técnicos e ingenieros–, se
manifestaba no sólo contra la escolástica, sino también contra el
humanismo que sustituía el experimento y la observación por la
comparación de las opiniones de los autores antiguos. El humanismo
burgués alcanzó su florecimiento en el siglo XVIII, en la época de la
“ilustración”. Pero al llegar al Poder, la burguesía desistió de las
ideas humanistas y comenzó a reprimir toda manifestación de
librepensamiento. En las condiciones del régimen capitalista no es
posible la existencia de un humanismo auténtico. Sólo en la U.R.S.S.
existe “…el humanismo auténticamente universal, proletario, de Marx,
Lenin y Stalin; un humanismo cuyo objetivo es la completa emancipación
del pueblo trabajador de todas las razas y naciones de las garras de
hierro del capital” (Gorki). El humanismo socialista cuenta con una
base real en la propiedad social sobre los instrumentos y medios de
producción, en la liquidación de la explotación del hombre por el
hombre, y en la ilimitada posibilidad de desarrollo de las aptitudes
físicas y espirituales del hombre. El principio del humanismo
socialista lo expresa Stalin al decir: “De entre todos los capitales
preciosos que hay en el mundo, el capital más precioso y más decisivo
son los hombres, los cuadros”.
Diccionario de filosofía y sociología marxista · 1959:45
Humanismo
(del latín “humanitus”: humanamente). Surgió en los siglos XIV-XVI,
como concepción del mundo de la naciente burguesía, que luchaba por la
liberación de la personalidad humana y de la ciencia de las cadenas
del feudalismo y de la iglesia, y por la creencia en el hombre y su
razón.
Muy notables representantes del humanismo burgués fueron, en Italia,
Petrarca, Bocaccio y otros; en Alemania, Erasmo de Róterdam y otros.
El humanismo burgués alcanzó su florecimiento en el siglo XVIII, en la
época del humanismo ilustrado. Habiendo llegado al poder, la
burguesía desistió de las ideas humanistas y dióse a reprimir toda
manifestación del pensamiento libre.
Bajo las condiciones del régimen capitalista, es imposible la
existencia de un humanismo auténtico. “…El verdadero humanismo de
todos los hombres, el humanismo proletario de Marx-Lenin-Stalin es un
humanismo cuyo fin es la completa liberación del pueblo trabajador de
todas las razas y naciones, de las garras férreas del capital”
(Gorki). Ese auténtico humanismo socialista sólo existe en la
U.R.S.S.
Diccionario filosófico abreviado · 1959:240-242
Humanismo
Movimiento cultural (literario, científico, filosófico) que nació en
Italia y se extendió a Alemania, Holanda, Francia e Inglaterra. Como
ideología de un medio ilustrado relativamente restringido, respondía a
las necesidades de la lucha contra el feudalismo y la esclavitud
feudal del individuo. Como movimiento cultural, el humanismo tomó
cuerpo gracias a un estudio intenso durante los siglos XIV y XV, de
los documentos legados por la antigüedad griega y romana, en
literatura, arte oratorio, historiografía y filosofía. En Italia, los
humanistas más eminentes fueron, en el siglo XIV, los poetas-sabios
Petrarca y Bocaccio, y en el siglo XV, Pico de la Mirándola y otros.
Los humanistas querían liberar a la humanidad de las cadenas de la
concepción religiosa, defendiendo los derechos y la dignidad del
individuo. El humanismo italiano, en la época de su madurez, tendía a
emancipar la moral de los cánones del cristianismo ascético;
restablecía los derechos de una sana sensualidad y denunciaba la
hipocresía monástica. Ciertos humanistas como Erasmo (1466-1536), se
limitaban a ridiculizar el obscurantismo, el parasitismo y la
ignorancia, particularmente de los monjes y del clero, al mismo tiempo
que trataban al pueblo desde las alturas y eludían los problemas
políticos. Otros, como el inglés Thomas More (ver), autor de la
Utopía, proponían la reorganización de la sociedad de modo que todo el
mundo trabajara y los productos del consumo fueran repartidos en forma
igualitaria. Otros aun, como Ulrich von Hutten, humanista alemán de
principios del siglo XVI, proponían en nombre de la nobleza un
programa de reformas imperiales y llegaban a iniciar una lucha directa
contra los príncipes feudales. En su mayoría, los humanistas no se
adhirieron a la Reforma.
El humanismo contribuyó sensiblemente a ampliar el horizonte cultural
de los hombres y a valorizar la herencia literaria de la antigüedad
(investigaciones, comentarios, publicación de manuscritos clásicos),
relegada al olvido durante la Edad Media. Fue igualmente importante
su papel en la elaboración de métodos de crítica filológica.
Numerosos humanistas, Erasmo por ejemplo, conocían a fondo las lenguas
y la literatura de la antigüedad; eran maestros de la investigación
filológica a la vez que autores de talento que satirizaban las
costumbres y la ignorancia del clero. Después de haber desempeñado un
papel progresivo durante los siglos XIV, XV y XVI, el humanismo,
desprovisto de base democrática sólida, se confinó en un círculo
estrecho de sabios latinistas que trataban con altivez al pueblo,
menospreciando el lenguaje y el arte populares. Los últimos
humanistas italianos censuraban a Dante por servirse del lenguaje del
pueblo italiano y popularizar las doctrinas cosmológicas; de Petrarca
y de Bocaccio sólo apreciaban sus escritos latinos. Prisioneros cada
vez más de una retórica artificial, se dedicaban a sutilezas
filológicas con gran ostentación de erudición y de conocimientos en
arqueología. De ese modo, la nueva ciencia del último período del
Renacimiento creada por prácticos –pintores, técnicos, ingenieros– se
alzó no sólo contra la escolástica, sino también contra el humanismo
que substituía la experimentación y la observación por la
confrontación de las opiniones de autores antiguos. El humanismo
burgués alcanzó su apogeo durante el siglo XVIII, en la época de los
enciclopedistas. Pero una vez en el poder, la burguesía renunció a
las concepciones humanistas y persiguió toda manifestación de
pensamiento libre.
La época de la lucha contra el capitalismo vio nacer un humanismo
nuevo: el humanismo proletario, socialista. Es “el humanismo
proletario auténticamente universal de Marx, Lenin y Stalin; un
humanismo cuyo objetivo es la liberación de los trabajadores de todas
las razas y de todas las naciones, de las garras de acero del capital”
(Gorki). Este humanismo de tipo nuevo ha sido realizado en la
U.R.S.S., país donde el socialismo ha triunfado. Está igualmente en
camino de realización en los países de democracia popular (ver). En
la U.R.S.S. el humanismo socialista reposa sobre una base real: la
propiedad colectiva de los instrumentos y medios de producción, la
supresión de la explotación del hombre por el hombre, las
posibilidades ilimitadas de desarrollo de todas las facultades del
hombre. El principio supremo del humanismo socialista es el interés
del hombre, el interés por las masas trabajadoras, su desarrollo
físico y espiritual. En la sociedad socialista, el hombre es el
capital más precioso.
El objeto de la producción socialista no es el beneficio, sino el
hombre y sus necesidades, es decir, la satisfacción de sus necesidades
materiales y culturales sin cesar crecientes. En ello reside el
humanismo verdadero, humanismo de orden superior, conquistado en la
lucha contra el capitalismo.
Diccionario filosófico · 1965:223-224
Humanismo
(del latín “humanus”: humano). Conjunto de ideas que expresan respeto
hacia la dignidad humana, preocupación por el bien de los hombres, por
su desarrollo multilateral, por crear condiciones de vida social
favorables para el hombre. En un principio, las ideas humanistas
fueron elaboradas espontáneamente por las masas del pueblo en su lucha
contra la explotación y los vicios morales. Como movimiento
ideológico definido, el humanismo se forma durante el Renacimiento
(siglos XIV-XVI). En dicho período, el humanismo ocupa un lugar muy
destacado en la ideología de las clases burguesas que luchaban contra
el feudalismo y las concepciones teológicas del Medioevo, en estrecha
vinculación con las concepciones materialistas progresivas. Los
humanistas proclamaban la libertad de la persona humana, combatían el
ascetimno religioso, se manifestaban en defensa del derecho del hombre
al placer y la satisfacción de sus necesidades terrenas. Los grandes
humanistas del Renacimiento, como Petrarca, Dante, Bocaccio, Leonardo
da Vinci, Erasmo de Rotterdam, Bruno, Rabelais, Montaigne, Copérnico,
Shakespeare, Francis Bacon, etc., contribuyeron en gran medida a que
se formara una concepción no religiosa del mundo, pero se encontraban
lejos del pueblo, de los trabajadores, eran hostiles a los movimientos
revolucionarios de los oprimidos. Únicamente pensadores como Tomás
Moro y Tommaso Campanella se hacían eco de los anhelos de las masas
trabajadoras. El humanismo burgués alcanzó su florecimiento en las
obras de los enciclopedistas del siglo XVIII, quienes proclamaron las
consignas de libertad, igualdad y fraternidad, y defendieron el
derecho de los individuos a desarrollar sin obstáculos su “auténtica
naturaleza”. No obstante, incluso en sus mejores manifestaciones, el
humanismo burgués es limitado, pues no hace referencia a las
condiciones materiales de vida de los trabajadores, pasa por alto el
problema de la libertad real de estos últimos, fundamenta los ideales
humanistas en la propiedad privada y en el individualismo. De ahí que
para la burguesía resulte insoluble la contradicción entre las
consignas humanistas y su aplicación real en la sociedad capitalista.
Los razonamientos de los ideólogos actuales de la burguesía acerca del
humanismo por lo común tienen como fin encubrir los reales defectos
del capitalismo, su esencia antihumana. Por lo que respecta a los
pensadores del socialismo utópico, veían el carácter antihumanista del
capitalismo, criticaban sus vicios, mas como desconocían las leyes
objetivas de la historia, no podían descubrir los caminos y medios
reales para llegar a una sociedad justa. Constituye un humanismo
cualitativamente nuevo el socialista. Su base ideológica está formada
per la filosofía marxista-leninista y por la teoría del comunismo
científico, las cuales demuestran que el desarrollo multilateral y
armónico de todos los seres humanos, la auténtica libertad personal
tienen como premisa necesaria la liberación de los trabajadores de
todo yugo social, la edificación del comunismo. El humanismo
socialista es la ideología del proletariado, pues únicamente esta
clase, con su lucha contra las clases explotadoras, por el comunismo,
crea todas las condiciones necesarias al triunfo de los ideales
humanistas. El socialismo, al acabar con la propiedad privada, con la
explotación del hombre por el hombre, establece entre los individuos
relaciones auténticamente humanas: el hombre es amigo del hombre, es
su camarada y hermano. La encarnación suprema del humanismo es el
comunismo, la sociedad en que se eliminan los restos de toda
desigualdad y se establece la expresión suprema de la justicia,
formulada en el principio que dice: “De cada uno, según sus
capacidades; a cada uno, según sus necesidades”, se crean todas las
condiciones que hacen posible el desarrollo multilateral de cada
persona. El comunismo libera “a todos los hombres de la desigualdad
social, de todas las formas de opresión y de explotación, de los
horrores de la guerra, y afirma en la tierra la Paz, el Trabajo, la
Libertad, la Igualdad, la Fraternidad y la Felicidad de todos los
pueblos” (Programa del P.C.U.S.). El concepto de humanismo se emplea
también para caracterizar la cultura y la ideología de la época del
Renacimiento.
Diccionario de comunismo científico · 1981:191-192
Humanismo
El humanismo es una visión de la sociedad que afirma la dignidad y el
valor del hombre, su derecho al libre desarrollo y que pone el acento
en el sentido humano de las relaciones entre las personas.
El humanismo como corriente ideológica empezó a propagarse en la
Europa Occidental renacentista (siglos XIII-XVI), en el período
inicial del desarrollo del capitalismo, de la lucha contra los
regímenes feudales y la ideología de la Iglesia justificadora de
ellos. Sus exponentes fundamentan desde posiciones democráticas
generales los principios de la igualdad jurídica entre las personas y
de la libertad individual, considerándolos como principios de una
igualdad “natural”. El derecho a la libertad, al goce sensual son
proclamados derechos naturales, inalienables del hombre. Si las
necesidades de las personas vienen dadas por la propia naturaleza,
desde este punto de vista las personas son iguales por nacimiento y
deben ser iguales ante la ley. El reconocimiento de la dignidad
personal del hombre, independientemente de su origen y de su posición
social, apuntaba contra la desigualdad entre los estamentos feudales.
No obstante, como el humanismo premarxista juzgaba la naturaleza del
hombre eterna e invariable, los ideales de libertad e igualdad
expuestos por sus representantes ostentaban un carácter abstracto. A
medida que avanza el capitalismo se revela con mayor claridad que para
la realización de la igualdad humana y de unas verdaderas relaciones
humanas es insuficiente la igualdad ante la ley, que la verdadera
libertad del hombre es imposible si se proclama –y así lo hacían los
humanistas burgueses– como derecho inalienable (natural) del hombre el
derecho a la propiedad y si se parte de los intereses individuales,
egoístas, de las personas. El marxismo ha fundamentado una forma
cualitativamente nueva, superior, del humanismo.
Desde la perspectiva de la concepción materialista de la historia, las
necesidades del hombre, incluidas las sensuales, no se las ha dado en
última instancia la naturaleza, sino que son producto de la historia
universal. Toda la historia anterior de la sociedad (a excepción del
régimen primitivo) es un período de existencia de clases hostiles
entre sí, a consecuencia de lo cual cada individuo por separado
procede no como representante de la sociedad en su integridad, sino
ante todo como miembro de una clase determinada que se halla en
relación antagónica con los representantes de la clase opuesta. Los
unos explotan a los otros utilizándolos como medios para conseguir sus
propios fines. Esta es la razón principal del recíproco
extrañamiento. El trabajo forzado pierde todo atractivo para el que
lo efectúa, al que deforma espiritual y físicamente y para el que se
convierte en algo ajeno. De esta suerte, la existencia de clases
antagónicas, la enajenación del trabajo y de las personas
(deshumanización de la sociedad) están relacionados entre sí. El
marxismo, que combate toda forma de extrañamiento del hombre, de
deformación de la esencia humana, ha demostrado que el intento de
presentar, por ejemplo, la religión (en particular, el cristianismo)
como verdadero humanismo es infundado, ya que la enajenación del
hombre en Dios, al confiar en Dios, es un reflejo fantástico del
enajenamiento real del hombre respecto de sí mismo y de los demás
dentro de la sociedad, y cualquier prédica de la igualdad y la
felicidad en el otro mundo que lo condena a sufrir en la Tierra es, en
realidad, antihumana.
Para que las relaciones entre las personas adquieran un carácter
verdaderamente humano no es suficiente el autoperfeccionamiento moral
ni el tener conciencia de la irracionalidad del régimen social; es
necesaria la transformación práctica de las relaciones sociales,
conseguir un nivel de desarrollo de la producción que permita eliminar
la división del trabajo social deformadora del hombre, que haga
posible el convertir a éste de medio en fin. El primer paso hacia
ello lo da la revolución socialista. El socialismo crea la base para
cumplir las grandes tareas humanistas que ante sí tiene la humanidad:
suprime la explotación del hombre por el hombre, libera a los
trabajadores de la desigualdad política y nacional, cancela la
contraposición entre el trabajo manual y el intelectual, entre la
ciudad y el campo, acaba con la miseria y el desempleo de las masas
populares, les da a conocer los logros de la cultura mundial, sostiene
una lucha constante para excluir las guerras de la vida de la sociedad
y evitar una guerra mundial termonuclear. En el socialismo se echan
los cimientos de la futura civilización de la sociedad comunista, que
es la encarnación suprema del humanismo y en la cual se realiza la
demanda de la formación de “un hombre rico y universal, profundo en
todos sus sentimientos y percepciones” (C. Marx. Manuscritos
económico-filosóficos de 1814; C. Marx y F. Engels. De las primeras
obras. Moscú, 1956, pág. 594) (véase Desarrollo multilateral del
individuo, el Individuo en el socialismo, el Hombre y la sociedad).
Actualmente los problemas del humanismo son objeto de una enconada
lucha ideológica. Se denominan “humanistas” incluso los
anticomunistas declarados que atacan los principios del humanismo
marxista, los frutos del socialismo real. Los comunistas contraponen
a la esencia antihumana del capitalismo como sistema de opresión
social, política y moral, la lucha por la realización de una verdadera
justicia social. Enfocando los ideales humanísticos desde las
posiciones clasistas y considerándolos no en abstracto, sino concreta
e históricamente, los comunistas no se consideran los únicos
exponentes del humanismo y abogan por la unión con los representantes
del humanismo no marxista que luchan por la paz, contra la violación
de las libertades democráticas, contra las diferentes formas de
sojuzgamiento de los trabajadores.
Diccionario de filosofía · 1984:214-215
Humanismo
(lat. humanus). Conjunto de criterios que expresan el respeto a la
dignidad y los derechos del hombre, su valor como personalidad, la
preocupación por el bien de la gente, su desarrollo multifacético y la
creación de condiciones sociales favorables para el hombre. El
humanismo es antípoda de todo género de fanatismo, rigorismo,
intolerancia y falta de respeto a los puntos de vista y conocimientos
de otras personas. Como movimiento ideológico, el humanismo se forma
en la época del Renacimiento (siglos 15-16). En aquel período, el
humanismo era típico de la ideología de la burguesía que luchaba
contra el feudalismo y las concepciones teológicas del medievo y
estaba ligado estrechamente a los criterios materialistas. Los
humanistas proclamaron la libertad del ser humano y se pronunciaron
contra el ascetismo religioso y por el derecho del hombre al deleite y
a la satisfacción de sus necesidades terrenales. Los humanistas más
eminentes de la época del Renacimiento –Petrarca, Dante, Boccaccio,
Leonardo da Vinci, Erasmo de Rotterdam, Bruno, F. Rabelais,
Montaigne, Copérnico, W. Shakespeare, F. Bacon y otros– desempeñaron
un importante papel en la formación de la cosmovisión laica. El
humanismo burgués llegó a su florecimiento en las obras de los
iluministas del siglo 18, que proclamaron las consignas de la
libertad, la igualdad y la fraternidad y defendían el derecho de los
hombres al desarrollo libre de su “naturaleza interna”. Ahora bien,
hasta en sus mejores manifestaciones el humanismo burgués es limitado,
ya que basa los ideales humanitarios en la propiedad privada y el
individualismo. De ahí la contradicción insoluble para la burguesía
entre las consignas del humanismo y su plasmación real en la sociedad
capitalista. Como regla, los razonamientos de los ideólogos modernos
de la burguesía sobre el humanismo persiguen el objetivo de ocultar
los auténticos vicios del capitalismo y su esencia antihumana. Casi
desde el principio, en el seno del humanismo se destacó una corriente
cuyos representantes –Moore, Campanella, Müntzer y, más tarde, otros
representante del socialismo utópico– expresaban los intereses de las
masas trabajadoras. Advertían el carácter antihumano de la sociedad,
criticaban sus vicios y exigían la igualdad de bienes, pero,
desconociendo las leyes objetivas de la historia, no podían poner de
relieve las vías y medios reales necesarios para establecer una
sociedad justa. El humanismo cualitativamente nuevo es el humanismo
socialista. Su base teórica la constituyen la filosofía
marxista-leninista y la teoría del comunismo científico, las cuales
demostraron que una premisa necesaria del desarrollo integral y
armónico de todos los individuos y de su auténtica libertad es la
emancipación de los trabajadores de la opresión social y la
edificación del comunismo. El humanismo socialista es real porque se
basa precisamente en la necesidad de la lucha de la clase obrera y de
todos los trabajadores contra las clases explotadoras, por el
comunismo, lo cual sienta las bases para el triunfo de los ideales
humanitarios en la sociedad. Al suprimir la propiedad privada y la
explotación del hombre por el hombre, el socialismo establece entre
las personas relaciones verdaderamente humanas: el hombre es amigo,
compañero y hermano del hombre. La plasmación suprema del humanismo
es el comunismo, sociedad en la que se liquidan los restos de toda
desigualdad y se afianza el principio: “De cada cual, según su
capacidad, a cada cual, según sus necesidades” y se crean todas las
premisas necesarias para el desarrollo integral del individuo. El
concepto de humanismo se usa también para caracterizar la cultura y la
ideología del Renacimiento.