5-Idealismo

Idealismo

Diccionario filosófico marxista · 1946:147-150

Idealismo

El idealismo es una de las dos tendencias fundamentales en filosofía,
que en la solución del problema sobre la relación entre el ser y el
pensar por oposición al materialismo, considera primario la
conciencia, el espíritu, negando que éstos sean un producto de la
materia. El idealismo considera el mundo como la encarnación de una
“conciencia”, de una “idea absoluta”, de un “espíritu universal”. El
idealismo afirma que “sólo nuestra conciencia tiene una existencia
real y que el mundo material, el ser, la naturaleza, sólo existen en
nuestra conciencia, en nuestras sensaciones, en nuestras percepciones,
en nuestras ideas” (Stalin). La tendencia idealista en filosofía se
divide en dos principales variantes. El idealismo subjetivo toma como
base las sensaciones, las percepciones, la conciencia de la persona
individual, del sujeto. Esta variante del idealismo está relacionada,
ante todo, con el nombre del filósofo inglés Berkeley (ver), quien
consideraba que los objetos sólo existen en las sensaciones, como un
complejo de sensaciones, negando la existencia de los objetos reales,
independientes del hombre, así como que actúen sobre nuestros órganos
de los sentidos y provoquen en nosotros determinadas sensaciones.
Este punto de vista conduce inevitablemente al solipsismo (ver), es
decir, a reconocer que sólo existe el sujeto que percibe. Todo lo
demás es sólo el resultado de la actividad de su conciencia. La
prueba más evidente contra esta filosofía, como en general contra toda
filosofía idealista, es la práctica humana, que a cada paso viene
convenciendo al hombre de que hay que distinguir entre la ilusión y la
realidad, entre el “complejo de sensaciones” que nace en el sueño, y
el “complejo de sensaciones” creado por los objetos que realmente
existen y que obran sobre nuestros órganos de los sentidos. A
diferencia del idealismo subjetivo, el idealismo objetivo toma como
fundamento, no la conciencia personal, no la conciencia subjetiva,
sino la conciencia impersonal, objetiva, la conciencia en general: la
razón universal, la voluntad universal, etc., que existen, a juicio de
los idealistas objetivos, en forma autónoma, independientemente del
hombre. El idealismo está ligado muy íntimamente con la religión y
conduce, en una forma u otra, a la idea de Dios. El idealismo tiene
sus raíces en la división de clases de la sociedad, así como en el
propio proceso del conocimiento. Señalando que el idealismo es un
clericalismo, subrayando, a la vez, que el “idealismo filosófico es
(‘más bien’ y ‘además’) el camino hacia el clericalismo a través de
uno de los matices del infinitamente completo (dialéctico)
conocimiento del hombre”, Lenin pone al descubierto las raíces
gnoseológicas del idealismo. En el propio conocimiento, en el proceso
de la generalización de los fenómenos, existe la posibilidad de que la
conciencia se separe, se aleje de la realidad; la posibilidad de
convertir (y además una conversión imperceptible, inconsciente para el
hombre) los conceptos generales en un ente absoluto, separado de la
materia y divinizado. Los conceptos y las ideas abstractos que
descubren lo general en los fenómenos son convertidos por el idealismo
objetivo en la base de todo lo existente; el mundo real, objetivo que
nos circunda es transformado, desde este punto de vista, en el segundo
ser del concepto, de la idea, su copia pálida e inexacta. Para el
idealista objetivo, los conceptos, las ideas, no son el producto de
las síntesis en el conocimiento de los objetos realmente existentes.
Por el contrario, estos objetos sólo existen por cuanto existen sus
conceptos e ideas. Así, por ejemplo, sintetizando las manzanas,
peras, fresas y almendras realmente existentes en el concepto de
“fruta”, el idealismo objetivo considera este concepto (“fruta”)
abstraído de la realidad objetiva, como el fundamento de la propia
existencia de estas manzanas, peras, fresas y almendras. Como
consecuencia, dice Marx, obtenemos “frutas que brotaron, no del suelo
material, sino del éter de nuestro cerebro”. Esta posibilidad de
deificar los conceptos se debe a determinadas condiciones sociales,
como son: la separación entre el trabajo intelectual y el trabajo
manual, la aparición de las clases y de la explotación. La
interpretación idealista de los fenómenos de la Naturaleza fue
desarrollada como norma por los ideólogos de las clases reaccionarias
o por los de las clases que llegaban a compromisos con ellas. Los
representantes más antiguos del idealismo filosófico fueron, con
algunas excepciones, los pitagóricos. En sus doctrinas, que
representaban la organización política de la aristocracia griega, en
lucha activa contra la democracia, los pitagóricas desarrollaban la
teoría idealista de los números como fundamento y esencia de la
existencia. El representante más destacado del idealismo griego
antiguo fue Platón (ver), quien declaró que el mundo verdadero es el
suprasensorial, de las ideas, y el mundo de las cosas reales es el de
las sombras, el mundo de los pálidos reflejos de las ideas. En la
sociedad feudal predominaba la escolástica idealista que convirtió la
filosofía en sirviente de la teología. Durante el período de la
desintegración del feudalismo y el desarrollo de las relaciones
burguesas, de la burguesía revolucionaria de los países avanzados
(Inglaterra, Holanda) surgen muchos filósofos materialistas (Bacon,
Spinoza, etc.), frente a los cuales, durante la época del
afianzamiento de las relaciones capitalistas en Inglaterra, reaccionan
el idealismo subjetivo de Berkeley y el agnosticismo de Hume. La
burguesía alemana del siglo XVII y de principios del XVIII, interesada
en desarrollar las relaciones burguesas, pero al mismo tiempo
vinculada muy estrechamente al feudalismo, con el cual establecía un
compromiso, inspira al filosofo idealista Leibnitz (ver). En el siglo
XVIII y en la primera mitad del XIX aparece en Alemania la filosofía
idealista clásica (Kant, Fichte, Schelling, Hegel) que refleja el
carácter de compromiso de la burguesía alemana de esa época: por un
lado, sus sueños revolucionarios y, por el otro, su impotencia para
realizar la revolución burguesa a causa del exiguo desarrollo de las
relaciones económicas y la dispersión política de Alemania. Los
representantes del idealismo clásico alemán no sólo absorbieron en su
filosofía mucho de lo más valioso que había en el desarrollo de la
ciencia, sino que, en forma idealista, emitieron toda una serie de
pensamientos geniales que presagiaban los descubrimientos de las
ciencias naturales del siglo XIX (la filosofía de la naturaleza de
Kant y de Schelling). La culminación del idealismo filosófico alemán
fue la filosofía de Hegel, que, sobre la base del idealismo objetivo,
por vez primera, vio el mundo como un proceso, es decir, en
movimiento, mutación y desarrollo continuos e intentaba indagar la
conexión mutua interna de este movimiento y desarrollo. “La
mistificación que ha padecido la dialéctica en manos de Hegel, no ha
impedido, ni mucho menos, que fuera precisamente Hegel el primero que
diera un cuadro cabal y consciente de sus formas generales del
movimiento” (Marx). Hegel fue el último representante de una
filosofía idealista en la que, a pesar del idealismo, hay momentos
valiosos, progresistas. Después de Marx y Engels –creadores del
materialismo dialéctico, la concepción filosófica del mundo y el
método filosófico del proletariado revolucionario–, la filosofía
burguesa degenera, copiando de los sistemas idealistas del pasado las
ideas más reaccionarias, anticientíficas y místicas. Un carácter
particularmente reaccionario adopta la filosofía burguesa durante la
época del imperialismo. La filosofía idealista reaccionaria burguesa
llega a convertirse en bandera del revisionismo y del oportunismo.
Defendiendo la idea de la colaboración de clases, luchando contra la
idea de la revolución proletaria, el revisionismo arroja del marxismo
la dialéctica materialista, tratando de conciliar eclécticamente la
doctrina de Marx con cualquier filosofía idealista. Sólo en la URSS,
donde el único sistema imperante es el de la economía socialista,
donde fue suprimida la explotación del hombre por el hombre, donde son
superados los contrastes entre el trabajo intelectual y el manual, es
posible un incontenible progreso del desarrollo de la producción y de
la ciencia, creándose las condiciones y premisas para la extinción
definitiva de la concepción idealista del mundo. En la interpretación
de los fenómenos sociales, todos los filósofos anteriores a Marx y
Engels tomaban como punto de partida el idealismo, la afirmación de
que la historia se reduce al progreso de las ideas y que el motor
fundamental de la historia son los hombres ilustrados, los “héroes”,
que crean la historia sin el pueblo. Estas mismas posiciones
idealistas las ocupaban también los populistas rusos (Lavrov,
Mijailovski) y en ellas permanece hasta hoy la ciencia burguesa.
Hasta los materialistas anteriores a Marx, caían en el idealismo
cuando trataban de dar una interpretación de los fenómenos sociales.
Marx y Engels expulsaron el idealismo también de este último refugio.
Sólo el marxismo señaló el verdadero fundamento de la sociedad,
descubriendo que la base de las ideas son las condiciones materiales
de la vida. El marxismo creó, por primera vez, una concepción
consecuentemente materialista del mundo, hostil al idealismo hasta el
fin.

Diccionario de filosofía y sociología marxista · 1959:47-50

Idealismo

Una de las dos tendencias filosóficas fundamentales que en la solución
del problema de la relación entre el pensamiento y la existencia,
considera como primario, en oposición al materialismo, la conciencia,
el espíritu, negando que la conciencia sea un producto de la materia.

El idealismo considera el mundo como encarnación de una “idea
universal”, de una “conciencia”. El idealismo sostiene “que realmente
sólo existe nuestra conciencia; que el mundo material, la existencia,
la naturaleza sólo existen en nuestra conciencia, en nuestras
sensaciones, representaciones y conceptos”. (“Curso de historia”).

La tendencia idealista, en filosofía, se descompone en dos variedades
fundamentales. El idealismo subjetivo toma por base la sensación, la
representación, la Conciencia de cada individuo, de cada sujeto. El
idealismo objetivo toma por base la conciencia en general: la razón
universal, la voluntad universal, etc., que existen, a juicio de los
idealistas objetivos, por sí mismas e independientemente del hombre.

El idealismo está vinculado estrechamente con la religión y conduce,
oculta o abiertamente, a la idea de Dios. Indicando que el idealismo
es un clericalismo, Lenin subraya, a la vez, que “el idealismo
filosófico es (‘además’ y ‘más justamente’) el camino hacia el
clericalismo, a través de uno de los aspectos del conocimiento
infinitamente complejo (dialéctico) del hombre” (Lenin).

Lenin pone al descubierto las raíces teórico-cognoscitivas del
idealismo. En el conocimiento mismo, en el proceso de la
generalización de los fenómenos, hay la posibilidad de que la
conciencia se separe, se aleje de la realidad; posibilidad de la
conversión (conversión, por lo demás, imperceptible e inconsciente
para el hombre) de los conceptos generales en lo absoluto, desprendido
de la materia y divinizado. Esta posibilidad se realiza bajo
determinadas condiciones sociales. Tales condiciones sociales son la
separación del trabajo intelectual del material, la aparición de
clases y de la explotación.

La explicación idealista de los fenómenos de la naturaleza era
desarrollada, como principio por los ideólogos de aquellas clases que
llegaron a compromisos con las clases reaccionarias. Los más antiguos
representantes del idealismo filosófico, fueron los pitagóricos. En
las doctrinas de los pitagóricos, que representaban la organización
política de la antigua aristocracia griega, en lucha activa contra la
democracia, se desarrolla una doctrina idealista de los números, como
fundamento del mundo. El más grande representante del antiguo
idealismo griego, fue Platón (427-347, a.n.e.). Platón declaró como
mundo verdadero, un mundo especial y supersensible de ideas;
considerando el mundo de las cosas, la burguesía revolucionaria de
sombras, un mundo de pálidos reflejos de las ideas. En la sociedad
feudal dominaba la escolástica idealista, que convirtió la filosofía
en una sirvienta de la teología. En el período de la descomposición
del feudalismo y del desarrollo de las relaciones burguesas, la
burguesía revolucionaria de los países adelantados (Inglaterra,
Holanda) hace aparecer toda una serie de filósofos materialistas
(Bacon, Espinosa, Hobbes, etc.). Como reacción al materialismo de los
filósofos ingleses aparecieron, en la época del afianzamiento de las
relaciones capitalistas en Inglaterra, el idealismo subjetivo del
obispo Berkeley y el agnosticismo de Hume. La burguesía alemana del
siglo XVII y principios del XVIII, interesada en el desarrollo de las
relaciones capitalistas y, a la vez, estrechamente vinculada con el
feudalismo, con el cual llegaba a compromisos, presenta al sabio y
filósofo idealista Leibnitz (1646-1716). En el siglo XVIII y primera
mitad del XIX, formóse, en Alemania, la filosofía idealista clásica
(Kant, Fichte, 1762-1854); Schelling, 1775-1854; Hegel). Esta
filosofía refleja la tendencia al compromiso de la burguesía alemana
de aquella época: de una parte, sus sueños revolucionarios; por otra,
su impotencia para realizar una revolución burguesa, a causa del
exiguo desarrollo de sus relaciones económicas y la división política
de Alemania. Los representantes del idealismo clásico alemán no sólo
absorbieron, en su filosofía, mucho de lo valioso que existía en el
desarrollo de la ciencia, sino que, bajo forma idealista, emitieron
una serie de pensamientos geniales, que anunciaron los descubrimientos
de las ciencias naturales del siglo XIX (filosofía naturalista de
Kant, filosofía naturalista de Schelling). Culminación de la
filosofía del idealismo alemán fue la filosofía del idealista objetivo
Hegel, quien, sobre la base del idealismo, por primera vez representó
el mundo bajo forma de un proceso, es decir, en continuo movimiento,
cambio y desarrollo, y trató de indagar la mutua relación interna de
ese movimiento y desarrollo. “La mistificación que sufrió la
dialéctica en manos de Hegel, de ningún modo impidió que fuera,
precisamente Hegel, quien diera por primera vez un panorama acabado y
consciente de las formas generales de su movimiento” (Marx). Hegel
fue el último representante de aquella filosofía idealista que, a
pesar de su idealismo, tuvo valiosos momentos progresistas.

Después de Marx y Engels, que crearon el materialismo dialéctico
–concepción filosófica del mundo y método del proletariado
revolucionario–, la filosofía burguesa degenera, tomando prestadas a
los sistemas idealistas del pasado las ideas más reaccionarias,
anticientíficas y místicas. La filosofía burguesa adopta un carácter
particularmente reaccionario en la época del imperialismo. La
filosofía reaccionaria burguesa se convierte en bandera del
revisionismo y oportunismo. Defendiendo la idea de la colaboración de
clases y luchando contra las ideas de la revolución proletaria, el
revisionismo arranca del marxismo la dialéctica materialista y trata
de unir la doctrina de Marx con tal o cual filosofía idealista.

Sólo en la U.R.S.S., donde el sistema social de la economía se hizo
exclusivo y dominante, donde está suprimida la explotación del hombre
por el hombre y donde se va eliminando la oposición entre el trabajo
intelectual y el físico, es posible un progreso ininterrumpido en el
desarrollo de la producción y de la ciencia, existiendo todas las
condiciones y premisas para superar definitivamente la concepción
idealista del mundo.

En la aplicación de los fenómenos sociales, todos los filósofos, hasta
Marx y Engels, partían del idealismo, del reconocimiento de que la
historia se reduce al progreso de las ideas y que los motores
fundamentales de la historia son los hombres instruidos (los héroes),
que crean la historia sin el pueblo. En esas posiciones idealistas
estaban los populistas rusos (Lavrov, Mijáilovsky) y en esas
posiciones permanece hasta hoy la ciencia burguesa.

Solamente el marxismo señaló el verdadero fundamento de la sociedad,
descubriendo que en la base de las ideas se hallan las condiciones
materiales de la existencia. El marxismo creó, por primera vez, una
concepción materialista constante del mundo, hostil hasta el fin al
idealismo.

Diccionario filosófico abreviado · 1959:245-247

Idealismo

Corriente filosófica anticientífica que, contrariamente al
materialismo, resuelve el problema fundamental de la filosofía, el de
la relación entre el pensamiento y el ser, haciendo de la conciencia,
del espíritu, el dato primario. El idealismo considera el mundo como
una encarnación de la “conciencia”, de la “idea absoluta”, del
“espíritu universal”. Sólo nuestra conciencia tendría una existencia
real, y el mundo material, el ser, la naturaleza, no sería más que el
producto de la conciencia, de las sensaciones, de las
representaciones, de los conceptos.

Se distinguen dos variedades principales de la filosofía idealista: el
idealismo subjetivo y el idealismo “objetivo”. El idealismo subjetivo
coloca en la base de todo lo que existe la sensación, la
representación, la conciencia del individuo, del sujeto. Esta
doctrina está vinculada sobre todo al nombre del arzobispo inglés
Berkeley (ver) y niega la existencia, más allá de nuestras
sensaciones, de objetos reales, independientes del hombre, que actúen
sobre nuestros órganos de los sentidos y provoquen sensaciones
determinadas. El idealismo subjetivo desemboca necesariamente en el
solipsismo (ver). La práctica social que nos convence a cada paso de
que las sensaciones, las representaciones del hombre reflejan objetos
reales, demuestra, mejor que nada, el carácter anticientífico del
idealismo subjetivo, una de las formas de la filosofía idealista.

Para el idealismo “objetivo”, la base de todo lo que existe está
constituida no por la conciencia individual, subjetiva, sino por una
ignorada conciencia “objetiva” y mística, la conciencia en general: el
“espíritu universal”, la “voluntad universal”, etc., que según los
idealistas “objetivos” existen independientemente del hombre. En
realidad, no existe ni puede existir ninguna conciencia “objetiva”,
vale decir, independientemente del hombre.

El idealismo se halla estrechamente ligado a la religión y conduce de
uno u otro modo a la idea de Dios. Es el auxiliar y aliado fiel de la
religión. Lenin indica que el idealismo es el obscurantismo, más
precisamente, “el idealismo filosófico es (‘más bien’ y ‘además’) un
camino que conduce al obscurantismo clerical a través de uno de los
matices del conocimiento (dialéctico) infinitamente complejo del
hombre” (Cuadernos filosóficos, Ed. rusa). El idealismo tiene sus
raíces en la vida social, y también, en el proceso mismo del
conocimiento. El proceso del conocimiento, de la generalización de
los fenómenos, hace posible la ruptura entre la conciencia y la
realidad, la transformación de las nociones generales en un absoluto
separado de la materia y divinizado. Así, hablando de la relación
entre las manzanas, peras, fresas, almendras que existen realmente, y
su noción general, el “fruto”, el idealista “objetivo” coloca ese
concepto, que no es más que una abstracción de la realidad, en la base
misma de la existencia de esas manzanas, peras, fresas, almendras. De
modo semejante, el idealismo subjetivo, bajo pretexto de que es
imposible conocer los objetos sin las sensaciones, hace de esta última
la única realidad y niega la existencia del mundo exterior.

La separación del trabajo intelectual y del trabajo manual, la
aparición de las clases y de la explotación, tales son las condiciones
sociales que engendran el idealismo filosófico. La interpretación
idealista de los fenómenos de la naturaleza constituye el hecho
principal de los ideólogos de las clases reaccionarias. Así, por
regla general, el idealismo filosófico desempeñó en la historia de la
sociedad un papel reaccionario: combate a las fuerzas del progreso, de
la democracia y de la ciencia.

El idealismo se originó en tiempos muy remotos en la antigüedad. El
idealismo “objetivo” de la Grecia antigua está representado por Platón
(ver) intérprete de los intereses de la aristocracia esclavista,
adversario apasionado de la democracia antigua. Para Platón, el mundo
real es el mundo suprasensible de las ideas, mientras que el mundo de
las cosas reales es el de las sombras, de los pálidos reflejos de las
ideas. En la sociedad feudal, la escolástica religiosa idealista hace
de la filosofía una servidora de la teología. En la época de la
decadencia del feudalismo y del desarrollo de las relaciones
burguesas, la burguesía revolucionaria de los países económicamente
desarrollados (Inglaterra y Holanda) ofrece todo un conjunto de
filósofos materialistas (F. Bacon, ver, Spinoza, ver, Hobbes, ver, y
otros). El subjetivismo de Berkeley y el escepticismo de Hume (ver),
constituyen las formas de lucha del idealismo contra el materialismo
de los filósofos ingleses, una vez afirmadas las relaciones
capitalistas en Inglaterra.

La filosofía idealista alemana del siglo XVIII y del primer tercio del
siglo XIX (Kant, ver, Fichte, ver, Schelling, ver, Hegel, ver)
representa una reacción provocada por la Revolución Francesa y el
materialismo francés del siglo XVIII que habían desempeñado un papel
importante en la lucha contra la ideología religiosa y el idealismo
filosófico (La Mettrie, ver, Holbach, ver, Diderot, ver, Helvecio,
ver, y otros). Hegel impulsa al idealismo filosófico a su límite
extremo: para él, todo es idea o encarnación de la idea. Hegel es el
último representante de esa filosofía idealista que, a pesar de su
idealismo, encerraba importantes elementos de progreso (médula
racional de la dialéctica de Hegel, su doctrina del desarrollo).

Corresponde un gran mérito en la lucha contra el idealismo filosófico
al gran materialista alemán Feuerbach (ver), a los materialistas rusos
del siglo XVIII y XIX: Lomonósov (ver), Radishchev (ver), Belinski
(ver), Herzen (ver), Chernishevski (ver), Dobroliúbov (ver), Pisarev
(ver), Sechenov (ver), y otros.

Posteriormente, la filosofía idealista degenera al tomar de los
sistemas filosóficos del pasado las teorías más reaccionarias y
místicas. Y en la época del imperialismo, la filosofía idealista se
hace más reaccionaria. El fin del siglo XIX y comienzos del XX se
destacan por la notoriedad del empiriocriticismo (ver) de Mach y
Avenarius que resucitaban la doctrina de Berkeley. En su crítica
virulenta del “machismo”, Lenin decía: “…no es posible dejar de ver
tras la escolástica gnoseológica del empiriocriticismo la lucha de los
partidos en filosofía, lucha que en definitiva expresa las tendencias
y la ideología de las clases enemigas en la sociedad contemporánea”
(Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, p. 402, Ediciones Pueblos
Unidos, Montevideo, 1948). Pero nunca como ahora ha sido tan profundo
el marasmo de la filosofía idealista.

Los renegados y los traidores a la clase obrera han sacado siempre
partido de la filosofía burguesa para justificar el oportunismo y el
revisionismo. Al preconizar la idea de la colaboración de clases, al
luchar contra la idea de la revolución proletaria, el revisionismo
rechaza la dialéctica materialista y trata de combinar de un modo
ecléctico la doctrina de Marx con tal o cual variedad de la filosofía
idealista. Los actuales dirigentes de los socialistas de derecha,
proclaman abiertamente el idealismo filosófico. Pero en vano los
idealistas se esfuerzan en defender su causa reaccionaria. Los
progresos de la ciencia y los éxitos de las fuerzas de la democracia y
el socialismo hacen perder, una tras otra, sus posiciones al idealismo
filosófico. El hundimiento del capitalismo arrastrará tras sí la
destrucción de las bases sociales del idealismo.

Para explicar los fenómenos sociales, todos los filósofos anteriores a
Marx y Engels, inclusive los materialistas, se asentaban en posiciones
idealistas: afirmaban que el progreso histórico es en esencia obra de
los hombres instruidos, de los “héroes” que crean la historia sin el
pueblo; que este último es una fuerza pasiva, inerte, incapaz de
elevarse a la altura de las actividades históricas. Estas
concepciones idealistas eran compartidas por los populistas rusos
(Lavrov, ver, Mijailovski), los socialistas pequeño-burgueses, los
anarquistas, etc. Ciertos filósofos burgueses proclaman en nuestros
días, en interés de los monopolistas, las teorías más reaccionarias:
el racismo (ver), el malthusianismo, etc. Marx y Engels desalojaron
al idealismo de su último refugio, del dominio de las ciencias
sociales. El marxismo ha demostrado que el modo de producción de los
bienes materiales (ver) es la fuerza principal del desarrollo social,
que el pueblo, las masas trabajadoras son los artesanos de la
historia. Los fundadores del marxismo fueron los primeros en crear
una concepción del mundo materialista consecuente e irreductiblemente
hostil al idealismo. La aparición del materialismo marxista señala
una revolución en la historia de la filosofía materialista.

Diccionario filosófico · 1965:228-230

Idealismo

(del griego ἰδέα: forma, imagen, idea). Corriente filosófica opuesta
al materialismo en el modo de resolver la cuestión fundamental de la
filosofía. Según el idealismo, lo espiritual, lo inmaterial posee
carácter primario, y lo material, carácter secundario; ello lo
aproxima a las tesis de la religión sobre la naturaleza finita del
mundo en el tiempo y en el espacio y sobre su creación por Dios. El
idealismo ve la conciencia al margen de la naturaleza, con lo que
mistifica inevitablemente la conciencia humana y el proceso del
conocimiento; por regla general, propugna el escepticismo y el
agnosticismo. El idealismo consecuente contrapone al determinismo
materialista el punto de vista teleológico (Teleología). Los
filósofos burgueses emplean el término de “idealismo” en muchos
sentidos, pero la corriente en sí es considerada como auténticamente
filosófica. El marxismo-leninismo demuestra la inconsistencia del
punto de vista idealista; sin embargo, frente al materialismo
metafísico y vulgar, que considera el idealismo tan sólo como un
absurdo y un despropósito, subraya la existencia de raíces
gnoseológicas en cualquier forma concreta de idealismo (véase Lenin,
t. XXXVIII, pág. 361). El desarrollo del pensar teórico hace que la
posibilidad del idealismo –separación de los conceptos respecto a sus
objetos– se dé ya en la abstracción más elemental. Dicha posibilidad
se convierte en realidad sólo en las condiciones de una sociedad de
clases, donde el idealismo surge como prolongación, revestida de forma
científica, de las fantásticas representaciones mitológicas y
religiosas. Por sus raíces sociales, el idealismo, en oposición al
materialismo, suele aparecer como concepción del mundo de las capas y
clases conservadoras y reaccionarias no interesadas en que se refleje
con fidelidad el ser ni en que se desarrollen las fuerzas productivas
y se reestructuren radicalmente las relaciones sociales. Además, el
idealismo confiere significado absoluto a las dificultades inevitables
que surgen en el avance del conocimiento humano y, con esto, frena el
progreso científico. Por otra parte, algunos filósofos idealistas, al
plantear nuevas cuestiones gnoseológicas y al ver en determinado
sentido la forma del proceso de la cognición, han estimulado el
estudio de varios problemas filosóficos (Hegel, por ejemplo, “adivinó”
en la dialéctica de los conceptos la dialéctica de las cosas). Frente
a los filósofos burgueses, que consideran que existe una multiplicidad
de formas independientes de idealismo, el marxismo-leninismo divide
todas las variedades de idealismo en dos grupos: idealismo objetivo,
que toma como base de la realidad un espíritu personal o impersonal,
cierta conciencia supraindividual, e idealismo subjetivo, que
construye el mundo basándose en las particularidades de la conciencia
individual. Sin embargo, la diferencia entre el idealismo objetivo y
el subjetivo no es absoluta. Muchos sistemas idealistas objetivos
contienen elementos de idealismo subjetivo; por otra parte, no es raro
que los idealistas subjetivos, intentando evitar el solipsismo, hagan
suyos algunos principios del idealismo objetivo. En la historia de la
filosofía, las doctrinas idealistas objetivas surgen inicialmente en
el Oriente (Vedanta, Confucianismo). La forma clásica del idealismo
objetivo se dio en la filosofía de Platón. La particularidad del
idealismo objetivo de Platón, y del idealismo grecorromano en general,
estriba en sus lazos con las representaciones religioso-mitológicas.
Esos lazos se intensifican a principios de nuestra era, en la época de
crisis de la sociedad antigua, cuando florece el neoplatonismo,
estrechamente unido no sólo a la mitología, sino, además, al
misticismo extremo. Esta característica del idealismo objetivo se
acentúa todavía más en la época medieval, cuando la filosofía se
subordina por entero a la teología cristiana y musulmana (San Agustín,
Tomás de Aquino). La reestructuración del idealismo objetivo, obra
ante todo de Tomás de Aquino, se basaba en un aristotelismo falseado.
Después de Tomás de Aquino, el concepto fundamental de la filosofía
idealista objetiva del escolasticismo fue el concepto de forma
inmaterial, tratada como principio teleológico que cumple la voluntad
de un dios extranatural, sabio planificador del mundo finito en el
tiempo y en el espacio. A partir de Descartes, en la filosofía
burguesa de la Época Moderna el idealismo subjetivo va avanzando a
medida que cobran mayor relieve los motivos de tipo individualista.
El idealismo subjetivo halló su manifestación clásica en la parte
gnoseológica del sistema de Berkeley y en la filosofía de Hume. Dos
principios, uno idealista subjetivo y otro idealista objetivo se
combinan en la filosofía de Kant con la afirmación materialista de que
la “cosa en sí” es independiente de la conciencia del sujeto; la
primera de las tesis aludidas es la que se refiere a las formas
apriorísticas de la conciencia del sujeto, tesis que sirve de base al
agnosticismo; la segunda, es la que afirma el carácter supraindividual
de tales formas apriorísticas. Posteriormente, la tendencia idealista
subjetiva prevalece en la de Schelling y, sobre todo, en la de Hegel,
quien creó un sistema universal de idealismo dialéctico. Después de
la desintegración de la escuela hegeliana, la evolución del idealismo
está determinada por el hecho de que la burguesía pierde su posición
social progresiva y por su lucha contra la filosofía del materialismo
dialéctico. Entre los propios filósofos burgueses, el concepto de
“idealismo” empezó a ser identificado sólo con su forma espiritualista
más abierta. Aparecieron numerosas teorías “intermedias” y hasta
muchas que pretendían “elevarse” por encima del idealismo y del
materialismo (positivismo, neorrealismo, etc.). Se intensificaron las
tendencias agnósticas e irracionalistas, la desconfianza en la razón
humana, en el futuro de la humanidad, etc. La crisis general del
capitalismo condujo a la difusión de formas del idealismo tales como
el existencialismo y el neopositivismo. A esa misma causa se debe la
reanimación de varias escuelas de la filosofía católica, ante todo del
neotomismo. Las tres corrientes mencionadas constituyen las
variedades fundamentales del idealismo a mediados del siglo XX, pero a
su lado y dentro de ellas continúa el proceso de desintegración del
idealismo en pequeñas escuelas epigónicas. Las principales causas
sociales de la “multiplicidad” de formas del idealismo contemporáneo
(fenomenología, realismo crítico, personalismo, pragmatismo, filosofía
de la vida, etc.) radican en el proceso, cada vez más profundo, de
descomposición de la conciencia burguesa y en el afán de afirmar la
ilusión de “independencia” de la filosofía idealista respecto a las
fuerzas políticas del imperialismo. Por otra parte, se registra hasta
cierto punto un proceso inverso: el de aproximación e incluso
“hibridación” de diferentes tendencias idealistas sobre la base de la
orientación general anticomunista del idealismo burgués del siglo XX.
Los fundamentos científicos de la crítica de las formas idealistas
actuales fueron expuestos por Lenin en su libro Materialismo y
empiriocriticismo, donde se hace un análisis marxista no sólo de la
variedad machista del positivismo, sino, además, del contenido básico
de toda la filosofía burguesa de la época imperialista.

Diccionario de filosofía · 1984:219-220

Idealismo

Corriente filosófica contraria al materialismo en la solución del
problema fundamental de la filosofía. El idealismo parte de que lo
espiritual, lo inmaterial, es primario, y lo material, secundario.
Esto lo acerca a los dogmas de la religión sobre la finitud del mundo
en el tiempo y el espacio y la creación del mundo por Dios. El
idealismo estudia la conciencia separándola de la naturaleza, en
virtud de lo cual mistifica ineluctablemente a aquélla y al proceso
del conocimiento, y a menudo llega al escepticismo y al agnosticismo.
El idealismo consecuente opone al determinismo materialista el punto
de vista teleológico (Teleología). Los filósofos burgueses usan el
término “idealismo” en muchos sentidos y, a veces, consideran esta
corriente como auténticamente filosófica. El marxismo-leninismo
demuestra la endeblez de este punto de vista, pero, a diferencia del
materialismo metafísico y vulgar, que no enfoca el idealismo sino como
absurdidad y disparate, subraya la existencia de raíces gnoseológicas
en toda forma concreta de idealismo. El desarrollo del pensamiento
teórico conduce a que la posibilidad del idealismo –separación de los
conceptos de sus objetos– se contenga ya en la abstracción más
elemental. El idealismo surge como continuación pseudocientífica de
las representaciones mitológicas fantástico-religiosas. Por sus
raíces sociales, el idealismo, a diferencia del materialismo,
constituye de ordinario la cosmovisión de las capas y clases
conservadoras y reaccionarias, no interesadas en un reflejo correcto
del ser ni en la transformación cardinal de las relaciones sociales.
Cabe decir que el idealismo absolutiza las dificultades inevitables
del desarrollo del conocimiento humano y frena de este modo el
progreso científico. Al mismo tiempo, algunos representantes del
idealismo, al plantear nuevas cuestiones gnoseológicas e investigar
las formas del proceso de conocimiento, estimularon en gran medida el
análisis de una serie de importantes problemas filosóficos.
Contrariamente a los filósofos burgueses, que cuentan con numerosas
formas independientes del idealismo, el marxismo-leninismo divide
todas sus variedades en dos grupos: el idealismo objetivo, que toma
por base de la realidad el espíritu universal personal o impersonal,
cierta conciencia supraindividual, y el idealismo subjetivo, que
reduce los conocimientos sobre el mundo al contenido de la conciencia
individual. Ahora bien, la diferencia entre el idealismo objetivo y
el idealismo subjetivo no es absoluta. Numerosos sistemas idealistas
objetivos contienen elementos de idealismo subjetivo; por otra parte,
los idealistas subjetivos, tratando de eludir el solipsismo, a menudo
pasan a ocupar las posiciones del idealismo objetivo. Las doctrinas
idealistas objetivas surgen por primera vez en Oriente (Vedanta,
Confucianismo). La filosofía de Platón es la forma clásica del
idealismo objetivo. La particularidad del idealismo objetivo de
Platón, propia del idealismo antiguo en general, consiste en su
estrecha ligazón con las representaciones mitológico-religiosas. Esta
ligazón se hace más estrecha al comienzo de nuestra era, en la época
de la crisis de la sociedad antigua, cuando se desarrolla el
neoplatonismo, fundido no sólo con la mitología, sino también con el
misticismo extremo. Esta peculiaridad del idealismo objetivo se
expresa con una fuerza todavía mayor en el Medioevo, cuando la
filosofía se subordina por completo a la teología (San Agustín, Tomás
de Aquino). Después de Tomás de Aquino, el principal concepto de la
filosofía escolástica idealista objetiva pasó a ser el concepto de
forma inmaterial, que se interpretaba como principio concreto, que
cumple la voluntad de un dios extranatural, que sabiamente había
planificado el mundo finito en el tiempo y en el espacio. A partir de
Descartes, a medida que se refuerzan los motivos individualistas en la
filosofía burguesa de la Edad Moderna, se desarrolla cada vez más el
idealismo subjetivo. La manifestación clásica del idealismo subjetivo
es la gnoseología del sistema de Berkeley y de la filosofía de Hume.
En la filosofía de Kant, la afirmación materialista acerca de la
independencia de las “cosas en sí” respecto de la conciencia del
sujeto se conjuga, por una parte, con la tesis idealista subjetiva
sobre las formas apriorísticas de esta conciencia, que fundamentan el
agnosticismo, y por la otra, con el reconocimiento idealista objetivo
del carácter supraindividual de dichas formas. Más tarde, la
tendencia idealista subjetiva predominó en la filosofía de Fichte, y
la idealista objetiva, en la filosofía de Schelling, y sobre todo, en
la de Hegel, que creó el sistema universal del idealismo dialéctico.
Después de la disgregación de la escuela hegeliana, la evolución del
idealismo varió en correspondencia con la pérdida por la burguesía de
su papel social progresista y su lucha contra el materialismo
dialéctico. Los filósofos burgueses mismos empezaron a identificar el
concepto de “idealismo” sólo con su forma más declarada,
espiritualista. Aparecieron numerosas doctrinas supuestamente
“intermedias” y hasta las que pretendían “estar por encima” del
idealismo y el materialismo (positivismo, neorrealismo, etc.). Se
reforzaron las corrientes agnósticas e irracionalistas, la
mitologización de la filosofía y la falta de fe en la razón humana, en
el porvenir de la humanidad, etc. Se desarrolló el pseudoateísmo
reaccionario (nietzscheanismo, concepciones filosóficas fascistas,
algunas modalidades del positivismo, etc.). En el período de la
crisis general del capitalismo se difundieron las formas del idealismo
tales como el existencialismo y el neopositivismo, así como varias
escuelas de la filosofía católica, ante todo, el neotomismo. Las tres
corrientes mencionadas son las principales variedades del idealismo de
mediados del siglo 20, pero además de ellas y dentro de ellas, en la
segunda mitad del mismo continúa el proceso de desintegración del
idealismo en pequeñas escuelitas epígonas. Las principales causas
sociales de la “variedad” de formas del idealismo moderno
(fenomenología, realismo crítico, personalismo, pragmatismo, filosofía
de la vida, antropologismo filosófico, concepción de la Escuela de
Francfort, etc.) son, por una parte, el proceso cada vez más profundo
de disgregación de la conciencia burguesa y el afán de consolidar la
ilusión de que la filosofía idealista “no depende” de las fuerzas
políticas del imperialismo. Por otra parte, transcurre también el
proceso contrario: el acercamiento y hasta la “hibridación” de las
diversas corrientes del idealismo sobre la base de la orientación
anticomunista general de la ideología burguesa del siglo 20. Los
fundamentos científicos de la crítica de las formas modernas del
idealismo los colocó Lenin en su libro Materialismo y
empiriocriticismo, en el que se hace un análisis marxista no sólo de
la variedad machista del positivismo, sino también del contenido
principal de toda la filosofía burguesa de la época del imperialismo.

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