Lucha de contrarios
Diccionario filosófico marxista · 1946:181
Lucha de contrarios
Ver: Unidad y Lucha de Contrarios.
Diccionario filosófico abreviado · 1959:305-309
Lucha de contrarios
Una de las leyes dialécticas más generales del desarrollo de la
naturaleza, de la sociedad y del pensamiento humano. Según Lenin, la
ley de la unidad y de la lucha de contrarios –fuente de todo
desarrollo– es el núcleo, la esencia del método dialéctico marxista
(ver). El desarrollo es imposible sin contradicciones y superación de
esas contradicciones. Desde el momento en que consideramos los
objetos y los fenómenos en su conexión –y es ése el único método
justo, científico, para estudiar la naturaleza y la sociedad– nos
abocamos a contradicciones. Constantemente, en la naturaleza como en
la sociedad, ciertas cosas nacen y florecen, otras mueren y
desaparecen. La lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que perece
y lo que nace, entre lo que muere y lo que se desarrolla, es una ley
objetiva del devenir. “Por oposición a la metafísica, la dialéctica
parte del criterio de que los objetos y los fenómenos de la naturaleza
llevan siempre implícitas contradicciones internas, pues todos ellos
tienen su lado positivo y su lado negativo, su pasado y su futuro, su
lado de caducidad y su lado de desarrollo; del criterio de que la
lucha entre estos lados contrapuestos, la lucha entre lo viejo y lo
nuevo, entre lo que agoniza y lo que nace, entre lo que caduca y lo
que desarrolla, forma el contenido interno del proceso de desarrollo,
el contenido interno de la transformación de los cambios cuantitativos
en cambios cualitativos.
Por eso, el método dialéctico entiende que el proceso de desarrollo de
lo inferior a lo superior no discurre a modo de un proceso de
desenvolvimiento armónico de los fenómenos, sino poniendo siempre de
relieve las contradicciones inherentes a los objetos y a los
fenómenos, en un proceso de ‘lucha’ entre las tendencias contrapuestas
que actúan sobre la base de aquellas contradicciones”. (Stalin,
Cuestiones del leninismo, Moscú, p. 639, Ed. esp., 1941).
Las contradicciones internas significan que todo objeto, todo
fenómeno, incluye aspectos contradictorios, tendencias opuestas que se
hallan constante y recíprocamente ligadas entre sí y al mismo tiempo
se excluyen, se niegan mutuamente, luchan la una contra la otra.
Aunque inseparables, los contrarios se oponen dentro de un todo. En
el fragmento “A propósito de la dialéctica”, Lenin ilustra el carácter
universal de esta ley con ejemplos extraídos de las diversas ciencias
de la naturaleza y la sociedad:
“En matemáticas, el + y el -. Diferencial e integral. En mecánica,
acción y reacción. En física, electricidades positiva y negativa. En
química, unión y disociación de los átomos. En la ciencia social,
lucha de clases”. (Lenin, Cuadernos filosóficos, Ed. rusa).
La ciencia moderna penetra cada vez más a través de la naturaleza
contradictoria de las cosas. Así, la física ha descubierto el mundo
complejo y contradictorio del átomo. La antigua oposición entre las
ondas y los corpúsculos, aplicada a la luz y a la substancia en
general, ha perdido todo fundamento. Se ha establecido que la luz
tiene las propiedades contradictorias del movimiento corpuscular y del
movimiento ondulatorio. La doctrina michurinista (ver) ha revelado
las profundas contradicciones del desarrollo y de las modificaciones
del mundo orgánico, y ha mostrado que esas contradicciones surgen y
son superadas por acción recíproca de los organismos y del medio
ambiente, por transformación del tipo de metabolismo. La doctrina de
Pavlov (ver) sobre la actividad nerviosa superior se funda en el
análisis de contradicciones tales como la excitación y la inhibición,
etc., es decir, de contrarios sin los cuales no hay actividad psíquica
normal posible. Los científicos soviéticos y los extranjeros de
vanguardia estudian la dialéctica marxista y aplican con éxito la ley
de la lucha de los contrarios, así como las demás leyes de la
dialéctica.
De igual modo, en la vida social, para comprender los acontecimientos
históricos, importa tener en cuenta sus contradicciones internas,
contradicciones entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que perece y nace,
entre el movimiento reaccionario y el movimiento progresista. Una
sociedad dividida en clases antagónicas se ve desgarrada por profundas
contradicciones. Las aspiraciones de ciertas clases son contrarias a
las de otras. El marxismo ha sido el primero en mostrar
científicamente que el origen de esas tendencias contradictorias y de
la lucha de clases en el seno de la sociedad antagónica, reside en el
hecho de que la situación y las condiciones de vida de diversas clases
son radicalmente diferentes. El proletariado y la burguesía son
engendrados por el modo de producción capitalista. Dentro de ese
marco, las dos clases se hallan ligadas de tal modo una con otra, que
sin ellas, el modo de producción capitalista es imposible. Pero al
mismo tiempo, esas clases se excluyen recíprocamente y sostienen una
lucha sin cuartel.
La dialéctica marxista enseña que las contradicciones, inherentes a
los fenómenos y a los objetos, hacen necesaria la lucha entre fuerzas
y tendencias opuestas. Lo nuevo no puede conciliarse con lo viejo,
que traba su desarrollo; el elemento progresivo no puede ser
indiferente al elemento reaccionario. La lucha entre esos movimientos
contrarios es, pues, inevitable. La dialéctica materialista asigna
una importancia decisiva a la lucha de los contrarios, fuente y
contenido interno del desarrollo. Lo nuevo, lo progresivo combate a
lo que frena el desarrollo, triunfa sobre las fuerzas retrógradas y
asegura el progreso. De ese modo, la lucha de contrarios es la fuerza
motriz del desarrollo. El marxismo ha mostrado que la lucha de clases
es el motor de la historia en todas las sociedades antagónicas, que
las contradicciones son superadas por la lucha y no por la
conciliación. Lenin indicó que la unidad de los contrarios es
momentánea, pasajera, relativa, en tanto que es absoluta la lucha de
los contrarios, como es absoluto el movimiento, el desarrollo. Debido
a que la lucha de los contrarios es absoluta, a que no se detiene
jamás, es que en el curso de esa lucha, todo lo caduco, lo
reaccionario, todo lo que traba el movimiento progresista es
eliminado.
La lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que perece y lo que nace,
pone al descubierto las contradicciones internas. Ese proceso llega
necesariamente a un punto en que las contradicciones tienen que ser
superadas por la substitución de lo viejo por lo nuevo.
De esta ley derivan conclusiones muy importantes para la política y la
táctica del partido del proletariado. Puesto que la lucha de los
contrarios es el momento crucial del desarrollo, la lucha organizada,
consciente, de los hombres, tendiente a superar esas contradicciones,
adquiere un alcance inmenso. No es necesario, por lo tanto, temer las
contradicciones, sino que es preciso descubrirlas y eliminarlas. Si
el desarrollo se opera en el plano de la lucha de los contrarios y de
la superación de las contradicciones por medio de esa lucha, se
infiere que no hay que disimular las contradicciones del régimen
capitalista, que es preciso ponerlas de relieve, y que en lugar de
atenuar la lucha de clases, hay que impulsarla hasta el fin.
Para no engañarse en política, es preciso practicar una política de
clase proletaria intransigente y no una política reformista de
“armonía” de intereses del proletariado y de la burguesía; es preciso
denunciar la política conciliadora de “integración” gradual del
socialismo en el capitalismo. El marxismo-leninismo sostiene pues,
una lucha implacable contra las diferentes teorías metafísicas para
las cuales, el desarrollo es la nivelación de todas las
contradicciones. La teoría de la conciliación de las contradicciones
de clase, sienta las bases de todo oportunismo, de todo reformismo, de
todo reniego. Siguiendo las huellas de los antiguos reformistas, los
dirigentes de los socialistas de derecha actuales, predicen la teoría
de la “armonía” de las clases, de la unidad de los intereses de la
burguesía y del proletariado. Al proceder así, ayudan a las clases
dominantes a realizar la política reaccionaria, a mantener al pueblo
en la servidumbre.
La dialéctica marxista impone una distinción entre las contradicciones
antagónicas y las contradicciones no-antagónicas, dado que la ley de
la lucha de los contrarios se manifiesta en forma diferente en las
diversas condiciones de la vida social. En la sociedad antagónica
dividida en clases hostiles, las contradicciones tienen tendencia a
crecer, a acentuarse, a profundizarse. Ellas engendran así profundos
conflictos sociales que no pueden ser resueltos más que por medio de
revoluciones. Por ejemplo, el modo de producción capitalista hace
nacer la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones
de producción. Debido al carácter antagónico del modo de producción
capitalista, esta contradicción se acentúa cada vez más, se profundiza
hasta transformarse finalmente en oposición total, vale decir, que
llega a un punto en que las relaciones de producción traban el
desarrollo de las fuerzas productivas. La lucha de clases exacerbada
entre el proletariado y la burguesía es la expresión de ese
antagonismo en el modo de producción capitalista. La burguesía se
lanza de lleno a salvaguardar las relaciones de producción
reaccionarias, y sólo la revolución proletaria pone fin al régimen
burgués. Un régimen social nuevo, el socialismo, viene a ocupar el
lugar del capitalismo.
En la sociedad socialista, donde no existen más clases hostiles, las
contradicciones aparecen y se eliminan de otra manera. Con el
socialismo, las contradicciones no tienen ya carácter antagónico,
puesto que el antagonismo de clase ha desaparecido. Esas
contradicciones difieren fundamentalmente de las contradicciones
antagónicas, propias del capitalismo, tienen muy distinto carácter y
se eliminan de modo diferente. Así, en el curso del desarrollo del
modo de producción socialista, sucede también que las relaciones de
producción no corresponden ya a las fuerzas productivas. Pero esta
contradicción no puede degenerar en oposición completa, pues con el
socialismo se ha eliminado la forma capitalista de apropiación de los
productos del trabajo, forma que está en contradicción flagrante con
el carácter social de las fuerzas productivas. Bajo el socialismo no
hay más clases capaces de oponerse a la necesidad de renovar las
relaciones de producción y de conformarlas al carácter de las fuerzas
productivas. No quedan más que ciertos elementos rutinarios de la
sociedad, lo que es fácil de eliminar. El Partido Comunista y el
Estado Soviético disponen por consiguiente, de todas las condiciones
objetivas que les permiten descubrir a tiempo las contradicciones
entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y
superarlas sin que ellas degeneren en conflicto. Bajo el socialismo,
la ley objetiva del desarrollo de las contradicciones no desemboca,
como bajo el capitalismo, en trastornos sociales. La unidad moral y
política de la sociedad socialista es una poderosa fuerza motriz que
contribuye a vencer cualquier dificultad y contradicción.
Lo que caracteriza el desarrollo bajo el socialismo, es que éste
elimina los antagonismos heredados del capitalismo, por ejemplo, la
oposición entre la ciudad y el campo, entre el trabajo manual y el
intelectual, etc. Con la victoria del socialismo, esos antagonismos
han desaparecido del País de los Soviets. Lo que resta son las
diferencias esenciales entre la ciudad y el campo, entre el trabajo
manual y el trabajo intelectual, que desaparecerán en el curso de la
transición gradual del socialismo al comunismo. Importa distinguir
las nociones de “oposición” y de “diferencia esencial”. Una y otra
son manifestaciones de contradicciones internas inherentes a las
cosas. Pero mientras la oposición expresa para el caso una hostilidad
de intereses, la diferencia esencial significa que entre los dos
aspectos de un todo no hay oposición hostil. Bajo el comunismo
integral, la diferencia esencial entre la ciudad y el campo, entre el
trabajo manual y el trabajo intelectual será superada y se convertirá
en una diferencia no esencial. En lo que concierne a los problemas
fundamentales de la lucha de clases, la oposición no puede ser
superada más que por métodos revolucionarios; por ejemplo, la
oposición entre la ciudad y el campo, entre el trabajo manual y el
trabajo intelectual, no puede desaparecer más que por medio de la
revolución proletaria y la abolición del régimen capitalista. Pero la
diferencia esencial puede y debe ser eliminada gradualmente sin
necesidad de recurrir a la revolución, como por ejemplo, la diferencia
esencial entre la ciudad y el campo, entre el trabajo manual y el
trabajo intelectual en la URSS. Para aplicar las nociones de
“oposición”, de “diferencia esencial”, de “diferencia” a tal o cual
fenómeno, es preciso hacer un análisis concreto de este último, y
evitar cuidadosamente todo calco y todo dogmatismo.
Bajo el socialismo, las contradicciones son superadas igualmente en la
lucha. Allí también, sólo el combate de lo nuevo, de lo progresivo,
contra lo viejo, lo que muere, es la fuerza motriz del desarrollo.
Bajo el socialismo, subsisten todavía las fuerzas inertes de la
rutina, que traban el progreso; subsisten los vestigios del
capitalismo en la conciencia y en la vida de los hombres, las
supervivencias de una actitud no socialista hacia el trabajo y la
propiedad colectiva, las supervivencias del burocratismo, del
nacionalismo, del cosmopolitismo, etc., totalmente extrañas a la
naturaleza misma de la sociedad soviética.
Sin la lucha contra todas las manifestaciones de lo viejo que están en
contradicción con el socialismo, no se puede cumplir con éxito la
tarea de la edificación comunista. La lucha contra todas las
supervivencias del capitalismo en la conciencia de los hombres es
tanto más importante por cuanto las fuerzas imperialistas
reaccionarias se esfuerzan por todos los medios en conservar esas
supervivencias, en utilizar en favor de sus intereses a los hombres en
quienes esas supervivencias son particularmente vivaces.
Por el hecho de existir en la URSS dos clases –la de los obreros y la
de los campesinos koljosianos– que corresponden a las dos formas de la
propiedad socialista, ciertas contradicciones entre ellas son todavía
inevitables. Pero esas contradicciones no son antagónicas y son
superadas a medida que se va realizando el pasaje del socialismo al
comunismo.
La crítica y la autocrítica (ver) constituyen poderosos medios para
percibir y superar las contradicciones de la sociedad soviética. La
crítica y la autocrítica representan una forma de la lucha entre lo
nuevo y lo viejo, una manifestación específica de la ley de la lucha
de los contrarios en la sociedad socialista. (Ver igualmente
Contradicciones antagónicas y no antagónicas).
No figura en el Diccionario filosófico · 1965
No figura en el Diccionario de filosofía · 1984