Moral cristiana
No figura en el Diccionario filosófico marxista · 1946
No figura en el Diccionario filosófico abreviado · 1959
Diccionario filosófico · 1965:325
Moral cristiana
Moral preconizada por la religión cristiana. Los teólogos procuran
presentar las normas de la moral cristiana como válidas para todos los
hombres, y la moral cristiana propiamente dicha, como la más elevada y
humana, remitiéndose ante todo al precepto del amor. En realidad, sin
embargo, la Iglesia ha monopolizado y santificado determinadas normas
seculares, poniéndolas al servicio de las clases explotadoras. En el
cristianismo, surgido históricamente como religión de las clases
oprimidas, hallaron también su reflejo las esperanzas de las masas (en
particular, la idea de hermandad de todos los desheredados por la
fortuna, la de amor al prójimo y otras); la Iglesia dirigió esos
preceptos contra las masas mismas, predicando el amor y el perdón
universales. De ahí la hipocresía y la gazmoñería de la moral
cristiana. La recompensa a los oprimidos por sus padecimientos y el
triunfo de la justicia acaecerán, según la Iglesia, “en el reino de
Dios”, cuyo advenimiento depende de la voluntad divina y no de los
hombres. De este modo, la Iglesia declara inmoral la lucha de las
masas por la reestructuración de la sociedad. Al propugnar la
resignación y la sumisión, la moral cristiana es reaccionaria por su
carácter.
Diccionario de filosofía · 1984:299-300
Moral cristiana
Moral predicada por la religión cristiana. Los teólogos tratan de
hacer pasar las normas de la moral cristiana por las de toda la
humanidad, y la moral cristiana misma, por la más sublime y humana,
apelando al mandamiento del amor al prójimo. Al mismo tiempo, se ven
obligados a reconocer que la moral cristiana es irrealizable en virtud
de los pecados de los hombres. Desde este punto de vista, el ser
absolutamente moral, es sólo Dios que actúa también como único juez
moral legítimo. La máxima virtud moral que puede ser referida al
hombre es la esperanza incondicional en la benevolencia de Dios. Se
reconoce como otra virtud importante el perdonar a todos, que también
se deduce del carácter pecaminoso del hombre. En el cristianismo, que
surgió históricamente como religión de los oprimidos, hallaron su
reflejo también los anhelos de las masas (en particular, la idea de la
fraternidad de todos los desdichados, del amor al prójimo, etc.). La
Iglesia volvió estos mandamientos contra las masas mismas, predicando
el amor universal, la sumisión y la resignación. La Iglesia vincula
la recompensa de los oprimidos por sus sufrimientos y el triunfo de la
justicia con el “reino de Dios”, cuyo advenimiento depende en última
instancia de la voluntad de Dios.