4-Sujeto y objeto

Sujeto y objeto

Diccionario filosófico marxista · 1946:291

Sujeto y objeto

En filosofía se entiende por sujeto un ser dotado de conciencia y de
voluntad, que conoce y actúa en conformidad con sus propios designios.
Al sujeto se contrapone el objeto, como una cosa exterior hacia la
cual se dirige ]a conciencia y la actividad del primero. La filosofía
idealista afirma: “No hay objeto sin sujeto”, es decir, el mundo
exterior no existe fuera de la conciencia e independientemente de
ella. El materialismo dialéctico, por el contrario, afirma que “el
objeto existe independientemente del sujeto”; por consiguiente, sin el
ser material, no hay ni puede haber ninguna conciencia. El
materialismo dialéctico reconoce al mismo tiempo que el sujeto, el
hombre, no contempla pasivamente el mundo objetivo, sino que actúa
conscientemente sobre él, modificándolo y a la vez modificándose él
mismo. El materialismo dialéctico comprueba la conexión y la acción
recíproca existentes entre el sujeto y el objeto, siendo este último
la base de esta acción mutua.

Diccionario filosófico abreviado · 1959:486

Sujeto y objeto

Se entiende por sujeto un ser dotado de conciencia y de voluntad, y
opuesto a un objeto exterior que el primero trata de conocer y sobre
el cual actúa. La filosofía idealista proclama: “No hay objeto sin
sujeto”, negando así la existencia del mundo exterior al margen e
independientemente de la conciencia. El materialismo dialéctico, por
su parte, afirma la independencia del objeto respecto al sujeto, la
imposibilidad de la conciencia al margen de la materia. Sin embargo,
el sujeto no contempla pasivamente el mundo objetivo, sino que actúa
prácticamente sobre él, transformándolo y transformándose él mismo.
El materialismo dialéctico muestra el vínculo y la acción recíprocas
entre el sujeto y el objeto, y que el objeto es la base de esta
interacción.

Diccionario filosófico · 1965:443

Sujeto y objeto

Categorías filosóficas. En un principio (por ejemplo, en
Aristóteles), el sujeto se concebía tomo portador de algunas
propiedades, estados y acciones; en este sentido, era idéntico al
concepto de substancia. Dicho sentido del término “sujeto” se
conserva hasta en nuestros días. Sin embargo, a partir del siglo
XVII, el concepto de “sujeto”, lo mismo que el de “objeto” –que le es
correlativo– empezaron a emplearse, ante todo, en sentido
gnoseológico. Por sujeto hoy se entiende al hombre, que obra y conoce
activamente, está dotado de conciencia y voluntad; por objeto, lo dado
en el conocimiento o aquello hacia lo que está orientada la actividad
cognoscente u otra actividad del sujeto. Materialismo e idealismo han
resuelto de manera distinta el problema de la relación entre el sujeto
y el objeto, problema unido a la cuestión fundamental de la filosofía.
El materialismo ha considerado el objeto como existiendo
independientemente del sujeto, lo ha concebido como mundo objetivo y,
en sentido estricto, como objeto de cognición. Sin embargo, el
materialismo premarxista no podía resolver científicamente el problema
de la relación entre objeto y sujeto, pues veía sus relaciones
reciprocas sólo como acción del primero sobre el segundo. Además, el
sujeto era concebido como algo pasivo, que sólo recibía la acción
exterior. Se tomaba al sujeto como hombre aislado, cuya esencia se
veía únicamente en su origen natural. El sujeto permanecía pasivo no
sólo en el terreno de la cognición, sino, además, en el de la
actividad práctica, ya que el viejo materialismo no podía comprender
el carácter, objetivamente sujeto a ley, de la actividad del hombre,
que persigue sus fines subjetivos. El punto de vista del idealismo
sobre esa cuestión es opuesto. Los idealistas inferían sólo de la
actividad del sujeto la interacción entre sujeto y objeto, así como la
existencia misma del objeto, intentando en este plano explicar el
papel activo del sujeto en el conocer. El idealismo subjetivo,
además, entendía el sujeto como unidad de la actividad psíquica del
individuo, y eliminaba el objeto, concebido sólo como conjunto de
estados del sujeto. Son valiosas las conjeturas del idealismo
objetivo, especialmente de Hegel, relativas al papel de la práctica en
la relación entre sujeto y objeto, a la dependencia en que esta
relación se halla respecto de la historia, a la naturaleza social del
sujeto. Ahora bien, al conferir valor absoluto a la actividad
gnoseológica del sujeto, como es inherente al idealismo, se llegó a la
conclusión de que el objeto es resultado y producto de la actividad
del sujeto, al que se entendía, por añadidura, como ser o substancia
puramente ideal. El materialismo dialéctico parte de que el objeto
existe con independencia del sujeto, pero a la vez los considera
formando una unidad. El sujeto mismo en otra relación es objeto, por
lo cual se subordina a las leyes objetivas. De ahí que no exista un
abismo de principio entre sujeto y objeto. La base de su interacción
se halla constituida por la práctica histórico-social de la humanidad,
y sólo partiendo de semejante práctica es posible llegar a comprender
la actividad gnoseológica del sujeto. Esto significa que el hombre
pasa a ser sujeto sólo en la historia, en la sociedad; por ende, no es
un individuo abstracto, sino un ser social, cuyas facultades y
posibilidades han sido formadas, en su totalidad, por la práctica.
Aun siendo una fuerza activa en la interacción del sujeto con el
objeto, el hombre depende, en su actividad, del objeto, dado que éste
establece determinados límites a la actividad libre del sujeto. Así
surge la necesidad de conocer las leyes del objeto para poder
concordar con él la actividad del conocimiento. La acción del sujeto,
asimismo, se encuentra condicionada objetivamente por sus necesidades
y por el nivel a que haya llegado el desarrollo de la producción. En
dependencia de tal nivel, así como del grado de conocimiento de las
leyes objetivas, el hombre se fija fines conscientes, y en el
transcurso de la consecución de dichos fines, se modifican tanto el
objeto como el sujeto mismo. A medida que la sociedad avanza, aumenta
progresivamente el papel de los factores subjetivos, sobre todo bajo
el socialismo, donde el desarrollo social es controlado por el hombre,
lo cual no significa, naturalmente, que se modifiquen los fundamentos
de la relación entre sujeto y objeto.

Diccionario de filosofía · 1984:413-414

Sujeto y objeto

(lat. subjectum y objectum.) Categorías filosóficas. Inicialmente
(por ejemplo, en la doctrina de Aristóteles), el concepto de sujeto
designaba al portador de las propiedades, de los estados y acciones, y
en este sentido era idéntico al concepto de substancia. A partir del
siglo 17, el concepto de objeto, lo mismo que el de sujeto,
correlativo con él, se emplea ante todo en el sentido gnoseológico.
Hoy, por sujeto se entiende el individuo o grupo social actuante y
cognoscente, poseedor de conciencia y voluntad; por objeto, algo a que
se orienta la actividad cognoscente y de otra índole del sujeto. La
cuestión de la relación entre el sujeto y el objeto, vinculada con el
problema fundamental de la filosofía, se resolvía de manera distinta
por el materialismo y el idealismo. El materialismo premarxista
enfocaba el objeto como existente independientemente del sujeto y lo
entendía como mundo objetivo y, en sentido estricto, como objeto del
conocimiento. El sujeto constituía algo pasivo, que sólo aprehende
los influjos desde fuera. El sujeto se entendía como individuo
aislado, cuyas peculiaridades vienen determinadas por su origen
natural, porque no se habían desentrañado aún las regularidades de la
actividad material, que constituye la auténtica base de la actuación
del sujeto. Los idealistas deducían la interacción del sujeto y el
objeto y la existencia misma del objeto de la actuación del sujeto,
concebido como Dios, idea, etc., intentando explicar sobre esta base
el papel activo del sujeto en el conocimiento. El idealismo subjetivo
se caracteriza, además, por la comprensión del sujeto como unidad de
la actuación psíquica del individuo y por los intentos de negar la
existencia del objeto, es decir, lo entiende únicamente como conjunto
de estados del sujeto. Son valiosos los atisbos del idealismo
objetivo, sobre todo los de Hegel, sobre el papel de la práctica en la
relación entre el sujeto y el objeto, y sobre la dependencia de esta
relación de la historia, de la naturaleza social del sujeto. El
materialismo dialéctico parte del reconocimiento de que el objeto
existe independientemente del sujeto, pero al mismo tiempo los estudia
en unidad. El objeto no es contrario abstracto del sujeto, pues este
último transforma activamente el objeto, y la base de su interacción
es la práctica socio-histórica. Es precisamente en ella donde los
aspectos y propiedades de la realidad se convierten en objeto, cuya
transformación en la actividad práctica y teórica del sujeto permite
reproducir en la conciencia el contenido de la realidad objetiva. En
conformidad con ello se debe distinguir la realidad objetiva, el
objeto y el objeto del conocimiento. Desde este punto de vista puede
ser comprendida también la actividad del sujeto, que se forma y cambia
en el proceso de transformación del mundo exterior. Esto significa
que el hombre se convierte en objeto sólo en la historia, en la
sociedad, por lo cual es un ser social, cuyas capacidades y
posibilidades están formadas totalmente por la práctica. Por eso, el
marxismo no entiende lo subjetivo como estado interno (psíquico) del
sujeto, opuesto al objeto, sino como derivado de la actividad del
sujeto, que reproduce en las formas de esta última el contenido del
objeto. Siendo fuerza activa en las interconexiones del sujeto y el
objeto, el hombre no actúa, empero, de modo arbitrario, pues el objeto
pone determinados límites a la actividad del sujeto. Sobre esta base,
precisamente, surge la necesidad de conocer las regularidades del
objeto para coordinar con ellas la actuación del sujeto, puesto que
sus fines se forman en correspondencia con la lógica del desarrollo
del mundo objetivo y están condicionados objetivamente por las
necesidades del sujeto y el nivel de desarrollo de la producción. En
dependencia de ello, así como del nivel de conocimiento de las
regularidades objetivas, el hombre se plantea fines conscientes. En
el curso de su realización van cambiando tanto el objeto como el
sujeto mismo.

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