Vida
Diccionario filosófico marxista · 1946:315-316
Engels ha dado la siguiente definición clásica de la vida: “Vida es la
modalidad de existencia de los cuerpos albuminoides, modalidad que
consiste, sustancialmente, en el proceso de autorrenovación constante
de los elementos químicos integrantes de esos cuerpos”. La esencia
del proceso vital consiste, ante todo, en una constante y simultánea
creación y destrucción de lo vivo. “Dondequiera que nos encontramos
con una manifestación de vida, esta va unida a un cuerpo albuminoide,
y viceversa, dondequiera que nos encontramos con un cuerpo
albuminoide, siempre y cuando no atraviese por un proceso de
descomposición, unida a él irá siempre y necesariamente una
manifestación de vida… ¿En qué consisten realmente estas funciones
vitales que se dan siempre y por igual en todo ser vivo? Consisten
principalmente en que el cuerpo albuminoide absorbe y asimila ciertas
materias adecuadas del medio, a la par que otras partes más viejas del
cuerpo se descomponen y son eliminadas. Otros cuerpos no vivientes se
transforman, se descomponen o se combinan también en el transcurso de
los procesos naturales, pero, al hacerlo, dejan de ser lo que eran.
Una roca desmoronada por el aire, no es ya tal roca; un metal oxidado
se convierte en herrumbre. La diferencia está en que lo que en los
cuerpos muertos es causa de extinción, es en la albúmina la condición
fundamental de vida. A partir del momento en que esta transposición
ininterrumpida de los elementos integrantes del cuerpo albuminoide,
este intercambio permanente de asimilación y desasimilación cesa, el
cuerpo albuminoide se extingue, se descompone, es decir muere. La
vida, modo de ser del cuerpo albuminoide, consiste, pues, ante todo,
en ser al mismo tiempo el que es y otro; pero no por obra de un
proceso al que se le someta desde fuera, como puede también ocurrir, y
ocurre no pocas veces, con los cuerpos muertos. Por el contrario, la
vida, el intercambio de materias que se desarrolla por asimilación y
desasimilación, es un proceso automático, inherente, innato al propio
cuerpo sobre el que actúa, a la albúmina, y sin el que ese cuerpo no
podría existir” (Engels). Desde muy antiguo, en el problema de la
vida hay una lucha entre dos líneas fundamentales, dos corrientes
fundamentales en la filosofía: el idealismo, bajo la forma de
vitalismo (ver), y el materialismo. La filosofía y la biología que se
manifestaban activamente contra el vitalismo, trataban de fundamentar
como una antítesis del idealismo el concepto sobre la vida desde el
punto de vista del materialismo mecanicista que niega la diferencia
cualitativa entre lo vivo y lo muerto y que trata de “reducir” todos
los fenómenos vitales a procesos físico-químicos e incluso a los
mecánicos más simples. Descartes, algunos materialistas franceses del
siglo XVIII y otros, trataban de demostrar con analogías la identidad
de los organismos vivos con las maquinas. Sólo el materialismo
dialéctico supera la limitación, tanto de los vitalistas como de los
mecanicistas, en la interpretación de la vida, concibiéndola como una
de las formas del movimiento de la materia. Partiendo de la unidad de
la materia, el materialismo dialéctico hace notar al mismo tiempo la
originalidad cualitativa de la vida que nace de la materia no viva
como resultado del proceso de desarrollo a modo de saltos. Negando
los groseros intentos de la creación de la compleja estructura de los
organismos vivos de lo no vivo, así como refutando las ideas de la
eternidad de la vida o de su aparición como resultado de un acto
creador, Engels desarrolló la concepción histórica acerca de que la
vida procede de la Naturaleza inorgánica como resultado de una larga
evolución (prolongada durante millones de años) de la materia no viva.
Haciendo su aparición en una determinada fase del desarrollo histórico
de la Tierra, los cuerpos albuminoides fueron sometidos constantemente
y siguen sujetos a mutaciones; el desarrollo de seres vivos del mundo
orgánico en general, hallándose en estrecho enlace con toda la
Naturaleza, tuvo su expresión científica en la teoría de la selección
natural, cuyas leyes fueron establecidas por C. Darwin (Ver).
Diccionario filosófico abreviado · 1959:522-524
Engels ha dado una definición clásica de la vida: “Vida es la
modalidad de existencia de los cuerpos albuminoides y esta modalidad
de existencia consiste, substancialmente, en el proceso de
autorrenovación constante de los elementos químicos integrantes de
esos cuerpos” (Engels, Anti-Dühring, p. 102, Ediciones Pueblos
Unidos, Montevideo, 1948). El proceso vital es la formación y la
desagregación ininterrumpidas, simultáneas de la materia viva, la
asimilación y la desasimilación. “Dondequiera que nos encontremos con
una manifestación de vida, ésta va unida a un cuerpo albuminoide, y
viceversa, dondequiera que nos encontremos con un cuerpo albuminoide
que no atraviese por un proceso de descomposición, unida a él irá
siempre y necesariamente una manifestación de vida… Pero, ¿en qué
consisten realmente estos fenómenos vitales que se dan por igual en
todo ser vivo? Consisten, ante todo, en que el cuerpo albuminoide
absorbe y se asimila otras materias adecuadas de su medio, mientras
que otras partes más viejas del cuerpo se descomponen y eliminan.
Otros cuerpos no vivientes se transforman, descomponen o combinan en
el transcurso de los procesos naturales; pero, al hacerlo, dejan de
ser lo que eran. Una roca desmoronada por el aire, no es ya tal roca;
un metal oxidado se convierte en herrumbre. Pero lo que en los
cuerpos muertos es causa de extinción, es en la albúmina la condición
fundamental de existencia. A partir del momento en que esta
transformación ininterrumpida de los elementos integrantes del cuerpo
albuminoide, este intercambio permanente de asimilación y
desasimilación cesa, desde este preciso momento el cuerpo albuminoide
se extingue, se descompone, es decir, muere. La vida, la modalidad de
existencia del cuerpo albuminoide consiste, pues, ante todo, en ser al
mismo tiempo el que es y otro; pero no por obra de un proceso al que
se le someta desde fuera, como puede también ocurrir con los cuerpos
muertos. Por el contrario, la vida, el intercambio de materias que se
desarrolla por asimilación y desasimilación, es un proceso automático,
inherente, innato a su portador, a la albúmina, y sin el que la vida
no podría existir” (Ibid., pp. 102 y 103).
Engels indica en seguida que las propiedades fundamentales
características del organismo vivo –excitabilidad, crecimiento,
reproducción, &c.– derivan necesariamente del intercambio de materias
que se efectúa en la albúmina. Los descubrimientos recientes de la
bioquímica, de la fisiología y otras ciencias, confirman enteramente
los pensamientos de Engels. Desde hace mucho tiempo, en el problema
de la vida se enfrentan dos líneas fundamentalmente opuestas, dos
grandes partidos filosóficos, el idealismo y el materialismo. El
idealismo, en este problema, asume la forma de vitalismo (Ver), de
weismanismo-morganismo (Ver). Los materialistas premarxistas, aunque
combatiendo activamente al vitalismo, intentaban justificar, en la
cuestión de la vida, el punto de vista del materialismo mecanicista
(Ver) que desecha toda distinción cualitativa entre la materia viva y
la materia inerte, y se esfuerza por reducir las manifestaciones de la
vida a procesos físico-químicos, y basta a simples procesos mecánicos.
Descartes (Ver), ciertos materialistas franceses del siglo XVIII y
otros, querían demostrar, por analogía, la similitud de los organismos
vivos y las máquinas.
El materialismo dialéctico ha criticado la concepción estrecha acerca
de la vida característica de los mecanicistas, así como las ficciones
idealistas de los vitalistas. El materialismo dialéctico,
considerando la vida como una de las formas del movimiento de la
materia, ha mostrado el carácter específico de la vida, nacida de la
materia inerte. Refuta las tentativas absurdas de crear directamente
organismos vivos altamente organizados, así como la idea de la
eternidad de la vida o la explicación de su origen por un acto
creador. El materialismo dialéctico ha formulado la concepción
histórica del nacimiento de la vida a partir de la naturaleza
inorgánica a consecuencia de una prolongada evolución de la materia
inerte que se extiende a través de millones de años. La vida apareció
gracias a la formación de un substrato primario, la materia viva, cuyo
componente principal es la albúmina. La gran diversidad de las formas
organizadas y de sus funciones, resulta de la evolución de la materia
viva en las condiciones incesantemente cambiantes del medio exterior.
Esta multiplicidad de formas del mundo orgánico se traduce hoy en la
enorme cantidad de seres vivos, desde los protistas al hombre. El
proceso histórico de la evolución de la vida sobre la tierra, las
leyes del origen de las diferentes especies de organismos han sido
dilucidados por el darwinismo, que asestó un golpe decisivo a las
ideas religiosas e idealistas sobre el origen divino de las especies.
La doctrina michurinista, al desarrollar el darwinismo de una manera
creadora, proporciona una base científica a las leyes de la vida
orgánica. La doctrina michurinista aseguró la derrota de la teoría
idealista del weismanismo-morganismo, que considera a los organismos
independientemente de la influencia determinante del mundo exterior y
niega que las modificaciones en la asimilación y en la desasimilación
sean la causa principal de los cambios que sobrevienen en los
organismos.
Diccionario filosófico · 1965:481-482
Forma de movimiento de la materia; es superior a las formas física y
química, y posee varias peculiaridades específicas. Los rasgos
fundamentales de la vida se hallan señalados en la conocida definición
de Engels: “La vida es la modalidad de existencia de los cuerpos
albuminoideos, y esta modalidad de existencia consiste,
sustancialmente, en el intercambio constante de sustancias con la
naturaleza externa que los rodea” (t. XX, pág. 616). En la
actualidad, por “cuerpo albuminoideo” o “protoplasma” se entiende el
sistema formado por una serie de sustancias específicas de la vida:
albúminas, ácidos nucleicos, combinaciones fosfóricas, &c. La vida
existe en forma de organismos vivos singulares; cada uno de ellos
surge de otro semejante a él mismo, recorre un ciclo de desarrollo
individual, produce otros seres que le son semejantes y muere. Los
organismos, al entrar en conexión con el medio inanimado y entre sí,
constituyen sistemas de órdenes más complejos, en última instancia, un
sistema único de vida en la Tierra, sistema que ha recorrido un camino
de desarrollo que va de las formas más simples hasta el hombre. Es
particularidad esencial de los cuerpos vivos el metabolismo, la
destrucción y la nueva formación de las estructuras orgánicas, la
desasimilación y la asimilación. En la investigación de numerosas
leyes de la vida, entre ellas las que aún no han sido resueltas por la
ciencia, resulta de extraordinaria importancia metodológica su
acertada interpretación filosófica. Los vitalistas (Vitalismo)
explican las particularidades especificas de la vida (organización,
adecuación a fines, regulación, &c.) por la acción de una fuerza vital
inmaterial concebida como rectora de la materia “estancada”. Los
mecanicistas consideran la vida sólo como un sistema complicado de
procesos físico-químicos y niegan la especificidad de ella. Desde el
punto de vista del materialismo dialéctico, la vida, además de las
leyes físicas y químicas, que desempeñan en ella un papel subordinado,
posee sus propias leyes biológicas específicas. La investigación de
la vida incluye también una serie de problemas filosóficos de carácter
teórico general: acerca de la relación entre la parte y el todo, la
forma y el contenido, sobre la correlación entre lo preformada y la
complejidad dirigida, acerca del carácter específico de la
determinación biológica, sobre los principios de los sistemas que se
autoestructuran; incluye los problemas de la evolución y otros.
Diccionario marxista de filosofía · 1971:318-319
Es, según la definición de Engels, el “modo de existir de los cuerpos
albuminoideos, cuyo momento fundamental lo constituye el intercambio
permanente de substancias con la naturaleza exterior que los
circunda…”. Según afirman los mecanicistas (Mecanicismo), la
esencia de la vida puede ser reducida a las leyes de la física y la
química, con lo que limitan lo vivo a reacciones químicas y a
interacciones físicas. Los mecanicistas son refutados por los
vitalistas (Vitalismo), quienes consideran que no es posible explicar
la vida por los procesos materiales que tienen lugar en el organismo,
que la especificidad de lo vivo se halla vinculada a la existencia de
una “fuerza vital” inmaterial y animada. Mas ninguno de estos dos
puntos de vista son correctos. La vida no es algo inmaterial, sino
una de las formas del movimiento de la materia, forma que se
diferencia cualitativamente de las demás. Desde luego, en los
organismos vivos se operan procesos tanto físicos como químicos, al
margen de los cuales no puede ser comprendida la vida. Sin embargo,
ésta no puede ser reducida a las leyes físico-químicas, ya que estas
leyes sólo forman su base. La verdadera naturaleza de la vida y su
especificidad se ponen de relieve en las leyes biológicas, las cuales
no son inherentes a la materia inorgánica. La vida aparece en la
Tierra como resultado de la prolongada evolución de la naturaleza, en
el transcurso de la cual se integra una gran diversidad de organismos
vivos. La vida dispone de rasgos específicos, propios a todos los
organismos, tales como el intercambio de substancias, la estructura
peculiar de su organización, el crecimiento, la reproducción y su
adaptación a las cambiantes condiciones del medio ambiente. Según ha
sido establecido en la actualidad, los portadores de la vida son la
albúmina y los ácidos nucleicos, los cuales forman parte de todos los
organismos conocidos y vienen a ser la síntesis de las substancias
obtenidas del medio circundante por los organismos, del que toman los
productos para su actividad vital. De este modo, en el proceso del
intercambio de substancias se realiza el autodesarrollo de los
organismos, la autorrenovación de sus partes componentes. La unidad
estructural y funcional básica de lo vivo es la célula. Los
organismos multicelulares se desarrollan habitualmente a partir de una
célula fecundada mediante la división consecuente, el crecimiento y la
especialización de las células. Las particularidades formadas
históricamente en unas u otras especies se transmiten por herencia en
el proceso de reproducción, circunstancia que determina la relativa
estabilidad de las formas vivas en el transcurso de un período
prolongado. La substitución de generaciones asegura el proceso
ininterrumpido de la existencia de los organismos y constituye la
condición de la evolución de lo vivo.
Diccionario de filosofía · 1984:443-444
Forma de movimiento de la materia, cualitativamente más alta que las
formas física y química y que posee una serie de particularidades
específicas. Se realiza en los organismos biológicos individuales y
en sus conjuntos (poblaciones, especies, &c.). Cada organismo es un
sistema abierto, autorganizador, que se caracteriza por la existencia
de los procesos de metabolismo, dirección de crecimiento, desarrollo y
reproducción. Se conocen distintas concepciones acerca del origen y
la esencia de la vida, promovidos por biólogos y filósofos. Las
posiciones del creacionismo eran propias de Linneo (reconocía la
creación simultánea de los organismos por Dios) y Cuvier (reconocía
los actos repetitivos de creación de las formas cada vez más perfectas
de vida después de la aniquilación de las anteriores como resultado de
“cataclismos”). El vitalismo, que asciende de la doctrina sobre la
entelequia de Aristóteles, intentaba explicar los procesos de la vida
por la acción de una “fuerza vital” inmaterial (el biólogo alemán H.
Driesch), el “impulso vital” (Bergson); ideas análogas eran expuestas
por los representantes de la evolución emergente y el holismo. A las
concepciones propias del materialismo metafísico se refieren la
hipótesis de S. Arrhenius de que las esporas de la vida fueron
traídas a la Tierra desde el Cosmos, y la concepción de K. Baer sobre
la existencia eterna paralela de la materia animada y no animada. La
teoría de A. Oparin presupone la formación inicial de sistemas de
coloides complejos semejantes a la proteína, y, luego, de los primeros
cuerpos vivos. Según datos de la ciencia moderna, en virtud de la
combinación de aminoácidos se formó un sistema material compuesto de
dos subsistemas: el director y el dirigido (núcleo de la célula y
citoplasma). El núcleo de la célula contiene moléculas de ácido
nucleico ADN, cada una de las cuales se compone de dos cadenas de
átomos vinculados entre sí por cuatro fundamentos que constituyen el
alfabeto del código informativo (genético): la forma de distribución
de estos fundamentos determina la sucesión de todos los procesos de la
actividad vital del organismo. Ante todo, se trata del metabolismo
con el medio ambiente, en el curso del cual el organismo, en tanto que
sistema abierto, recibe desde fuera las sustancias que le aseguran el
crecimiento, el desarrollo y la formación de organismos filiales en el
proceso de reproducción, así como le suministran energía. Así pues,
los biosistemas se encuentran constantemente en estado de equilibrio
dinámico a nivel biológico de organización de la materia. Las teorías
materialistas más importantes que explican el mecanismo de desarrollo
del mundo orgánico son: la doctrina de J.-B. Lamarck (Neolamarquismo)
sobre la función o no función de los órganos como la fuente de nuevos
rasgos en los organismos, adquiridos en el proceso de la vida
individual, los cuales son supuestamente heredables, y la teoría de la
selección natural de Darwin. Según la genética moderna, los influjos
del medio exterior (rayos cósmicos, cambios de temperatura, &c.)
provocan cambios no dirigidos en el código genético (mutaciones).
Estos últimos conducen al surgimiento de organismos cualitativamente
nuevos, que se someten necesariamente a la acción de la selección
natural: sobreviven tan sólo los organismos adaptados a las
condiciones del medio exterior, y dejan descendencia, que da comienzo
a las nuevas especies biológicas. La ramificación del árbol
genealógico (que tiene tres ramas principales, correspondientes a los
organismos más simples, las plantas y los animales) testimonia que el
desarrollo del mundo orgánico no tiene una predeterminación
univalente. Hasta la fecha, las búsquedas de las manifestaciones de
vida en otros cuerpos celestes del Sistema Solar no se han visto
coronados por el éxito. Para decidir si la vida existente en la
Tierra es única, se necesitan investigaciones experimentales, no es
posible obtener la solución por vía especulativa.