Régimen capitalista en la agricultura

DEP-BZM

RÉGIMEN CAPITALISTA EN LA AGRICULTURA

Conjunto de relaciones capitalistas de producción en la agricultura.

La forma más desarrollada de este tipo de relaciones presupone: 1) al
propietario privado que da su tierra en arriendo y recibe la renta del
suelo; 2) al arrendatario capitalista, que utiliza la tierra arrendada
como esfera especial en que invierte su capital y obtiene la ganancia
media; 3) el obrero asalariado, sujeto a la explotación del
capitalista-arrendatario y del propietario de la tierra.

En la agricultura, estas relaciones se establecen entre las tres
clases fundamentales de la sociedad burguesa: los obreros asalariados,
de los que también forman parte los braceros con parcela; los
capitalistas, en la persona de los empresarios arrendatarios; los
terratenientes, grandes propietarios de la tierra. Por otra parte,
casi en todos los países burgueses, las relaciones capitalistas en la
agricultura se entrelazan con relaciones propias de la pequeña
producción mercantil y con supervivencias feudales.

El régimen capitalista en la agricultura se caracteriza por el hecho
de que la tierra como condición (medio) de producción se encuentra
separada de su propietario, y por la existencia de dos tipos de
monopolios: el monopolio de la tierra como objeto de explotación
(ver), y el monopolio de la propiedad privada sobre la tierra (ver).
De esta suerte, la propiedad agraria asume una forma de existencia
puramente económica y se realiza en forma de renta capitalista del
suelo (ver Renta del suelo, en el capitalismo).

El desarrollo del capitalismo en la agricultura, aunque presenta sus
particularidades, se halla sujeto a la acción de las leyes generales
del modo capitalista de producción. La concentración de la propiedad
territorial en manos de los grandes terratenientes, de la oligarquía
financiera y de los bancos va acompañada del desplazamiento y de la
ruina de los pequeños productores, de la diferenciación de la masa
campesina en proletarios agrícolas y “kulaks” o campesinos ricos, del
crecimiento de los antagonismos de clase en el campo.

En la época imperialista, la situación del campesinado se hace aun más
difícil. La oligarquía financiera, poniendo en juego los precios de
monopolio, el crédito, los préstamos, etc. y utilizando la fuerza del
Estado burgués, establece un dominio absoluto sobre los pequeños
productores. Los bancos hipotecarios, los bancos de crédito a corto
plazo y las compañías de seguros sumen a los campesinos en una maraña
de deudas y los arruinan. De hecho, los bancos se convierten en los
verdaderos dueños de una gran parte de la tierra y los bienes de los
campesinos.

Después de la segunda guerra mundial, el Estado, en los países
imperialistas, en nombre del “saneamiento de la estructura agraria”,
de su “mejora” y de otros objetivos, lleva a cabo una política
tendiente a desplazar de las haciendas campesinas a millones de
personas y a concentrar la producción agraria en manos de los
capitalistas y de los terratenientes. El yugo de la oligarquía
financiera resulta sobre todo durísimo en los países coloniales y
dependientes, donde se combinan la explotación capitalista y la
explotación feudal.

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