Capitalismo monopolista de estado

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CAPITALISMO MONOPOLISTA DE ESTADO:

Forma del capitalismo monopolista que se da cuando los monopolios
capitalistas unen su fuerza al poder del Estado burgués con el fin de
mantener y afianzar el régimen capitalista, proporcionar a un puñado
de magnates del capital ganancias máximas, aplastar el movimiento
obrero revolucionario y el de liberación nacional, luchar contra los
países del sistema socialista.

Lenin definió el imperialismo no sólo como la época de los gigantescos
monopolios capitalistas, sino, además, como la “época de la
transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista
de Estado”.

La base económica de esta forma de capitalismo refleja el enorme
crecimiento de la socialización de la producción en el marco del
capitalismo, la concentración de capitales inmensos en manos de los
principales monopolios cuyo poderío refuerza en grado nunca visto.
Mientras que en el período inicial del desarrollo del capitalismo
monopolista el Estado burgués no intervenía directamente en la
economía capitalista y la reproducción ampliada se efectuaba
esencialmente sin mediación ni participación directa del aparato del
Estado en la época de la crisis general del capitalismo (ver), sobre
todo en su etapa presente los monopolios utilizan en su propio interés
la intervención del Estado en la vida económica del país y colocan a
su propio servicio el aparato del poder estatal.

El hecho de que los monopolios, para conservar su dominio, se vean
obligados a recurrir a la ayuda del Estado es una prueba de que el
régimen capitalista se halla en el período de decadencia. En los
países imperialistas el Estado aparece como uno de los recursos más
importantes puestos en juego para salvar al régimen capitalista que,
en trance de perecer, no quiere morir. La fusión, la unión del Estado
burgués con el capital monopolista, fusión que constituye la esencia
del capitalismo monopolista de Estado, se ha efectuado de tal modo que
el Estado se he convertido en un comité que administra los negocios de
la burguesía monopolista. No es el Estado el que se encuentra por
encima de los monopolios, como sostienen falazmente los economistas
burgueses sino al contrario: el gran capital monopolista utiliza el
aparato del Estado como instrumento para multiplicar sus ganancias y
reforzar su dominio. Esta utilización presenta formas diversas, ante
todo la de “unión personal”, es decir, la de que los representantes o
los propias jerarcas de los monopolios participen directamente en los
gobiernos burgueses, o bien incorporen a los altos funcionarios del
Estado a los consejos de administración de las uniones monopolistas.
Ello da origen a una encarnizada lucha entre los monopolios por
adueñarse de los puestos del poder estatal y aprovecharlos en interés
de tal o cual grupo de monopolios rivales.

La intervención del Estado burgués en la vida económica del país se
lleva a cabo tanto convirtiendo en propiedad del Estado determinadas
empresas y ramas de producción por medio de la nacionalización
capitalista (ver) y del establecimiento de nuevas empresas a cuenta
del presupuesto estatal, como por medio de la formación y de la
ulterior ampliación del mercado estatal en el que los grandes
monopolios venden lo que producen a precios ventajosos para ellos.

Es característico de la propiedad estatal en las condiciones del
capitalismo monopolista de Estado, el establecer empresas y ramas de
la economía que poseen un valor sobre todo estratégico— militar. En
los países imperialistas, la economía moderna adquiere cada vez en
mayor grado una orientación bélica, se convierte en una economía
militarizada, y el Estado pasa a ser un Estado policíaco— militar.

Con el capitalismo monopolista de Estado, el Estado burgués intenta
“dirigir” e incluso “planificar” la economía de los países
capitalistas. Semejantes tentativas que por regla general terminan en
el fracaso, se deben por una parte al deseo de mostrar a los
trabajadores de los países capitalistas que también en tales países es
posible planificar la economía sin liquidar la propiedad capitalista
privada y sin eliminar el poder de los monopolios. Por otra parte, se
intenta hallar una salida a las contradicciones, cada día más hondas,
del sistema de economía capitalista, al que son inherentes la anarquía
de la producción, las crisis económicas, la desocupación en masa y la
encarnizada lucha de clases. El Estado imperialista se esfuerza en
vano por aplicar las denominadas medidas contra la crisis, por regular
las relaciones entre el trabajo y el capital, organizar el
abastecimiento de materias primas y la venta de la producción de las
uniones monopolistas, y por llevar a efecto otras medidas que, según
se afirma, pueden acabar con los vicios y lacras del capitalismo
contemporáneo.

El desarrollo del capitalismo monopolista de Estado se acelera cuando
se agudizan las contradicciones del régimen burgués. De ahí que los
períodos de guerras y preparaciones bélicas, así como los de crisis
económicas y de conmociones políticas constituyan el tiempo en que más
crece el capitalismo monopolista de Estado. Son importantes etapas de
su desarrollo la guerra mundial de 1914-1918, la crisis económica
mundial de 1929—1933, la segunda guerra mundial de 1939—1945 y el
período postbélico, que se caracteriza por la militarización de la
economía de los países capitalistas y por la carrera de armamentos.
En la presente etapa de la crisis general del capitalismo, el
capitalismo monopolista de Estado se ha convertido en el rasgo mas
característico del desenvolvimiento económico de todos los países
imperialistas, en primer lugar de los Estados Unidos.

Los socialistas de derecha, los revisionistas de nuevo cuño y los
defensores declarados del imperialismo intentan presentar el
capitalismo monopolista de Estado como un nuevo régimen social
distinto del capitalismo “viejo”, “clásico”; afirman que el
capitalismo moderno se va transformando en socialismo, que en él no
existe ya proletariado ni burguesía, no se da la lucha de clases, y
que obreros y capitalistas colaboran armónicamente en interés de la
sociedad. En realidad, sin embargo, todas esas afirmaciones no son
más que intentos de embellecer el capitalismo moderno y obstaculizar
la creciente atracción que el auténtico socialismo ejerce sobre los
trabajadores. En los países del capital, los conflictos sociales no
se debilitan, las contradicciones irreconciliables desgarran a la
sociedad capitalista. Los monopolios capitalistas intentan salvar
estas dificultades utilizando más aun el Estado burgués en la lucha
contra las masas populares, fomentando la reacción en todos los
sentidos.

La clase obrera y los trabajadores todos, por su parte, quieren
superar dicho estado de cosas transformando de raíz las condiciones de
la vida material y espiritual de la sociedad, cohesionan y organizan
sus fuerzas a fin de acabar para siempre con el capitalismo. Facilita
esta tarea el hecho de que un pequeño puñado de grandes monopolistas,
en su afán de obtener elevadas ganancias, no sólo se ha enfrentado con
las amplias masas de trabajadores, sino, además, con una gran parte de
la burguesía pequeña y media, con lo cual resulta posible organizar un
amplio frente antimonopolista. “La dialéctica del capitalismo
monopolista de Estado es tal —se dice en el programa del P.C.U.S.— que
en vez de consolidar el sistema capitalista, como se propone la
burguesía, este capitalismo agrava aun más las contradicciones del
régimen y lo resquebraja hasta sus cimientos. El capitalismo
monopolista de Estado constituye la plena preparación material del
socialismo”.

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