Imperialismo, fase superior del capitalismo, El

El imperialismo, fase superior del capitalismo

Diccionario filosófico marxista · 1946:155-157

El imperialismo, fase superior del capitalismo

Título de una de las principales obras teóricas de V. I. Lenin,
escrita en la primavera de 1916, durante la primera guerra
imperialista mundial. En este libro se demuestra, sobre la base del
análisis del “conjunto de los datos que ilustran los fundamentos de la
vida económica de todas las potencias beligerantes y del mundo
entero”, que el imperialismo es la fase superior del capitalismo, que
el imperialismo es el capitalismo putrefacto y agonizante, el umbral
de la revolución socialista. Este libro tuvo y sigue teniendo una
importancia extraordinariamente grande para el proletariado
internacional; sus conclusiones sirvieren para fundamentar las tesis
teóricas y políticas más importantes del leninismo. En los primeros
seis capítulos Lenin analiza los cinco rasgos fundamentales del
imperialismo. Primer rasgo: la transformación de la competencia en
monopolio. Bajo el imperialismo, “algunas de las particularidades
fundamentales del capitalismo comenzaban a convertirse en su
antítesis”. La libre concurrencia es la particularidad fundamental del
capitalismo, el monopolio es la antítesis de la libre concurrencia,
pero esta última, por el enorme crecimiento de la concentración de la
producción que es su consecuencia, “se ha convertido a nuestros ojos
en monopolio”. Pero la concurrencia no queda eliminada; sigue
subsistiendo por encima y al lado del monopolio, conduciendo así a una
acentuación particularmente aguda y profunda de todas las
contradicciones del capitalismo. El monopolio aumenta en muchas veces
la esclavización de los trabajadores; “el yugo de un grupo poco
numeroso de monopolistas sobre el resto de la población se hace cien
veces más duro, más sensible, más insoportable”. Segundo rasgo del
imperialismo: la fusión del capital bancario con el industrial y la
formación del capital financiero. Los Bancos, que antes desempeñaban
el modesto papel de intermediarios, se han convertido en “monopolistas
omnipotentes” que disponen de casi todo el capital monetario y de la
mayor parte de los medios de producción así como de las fuentes de
materias primas. El puñado de dueños de los más grandes Bancos, los
reyes de las finanzas, la oligarquía financiera, he aquí la fuerza
dominante que somete a todas las instituciones económicas y políticas
de la sociedad capitalista. Tercer rasgo del imperialismo: el
predominio de la exportación de capital sobre la exportación de
mercancías. La exportación de mercancías era característica del
capitalismo preimperialista. Pero a consecuencia del monopolio
preponderante de los países más ricos, la acumulación del capital
alcanza en la época del imperialismo proporciones gigantescas, y el
“exceso” de capital es exportado a los países atrasados, donde las
materias primas y la mano de obra son baratas, y las ganancias de los
capitalistas fabulosamente grandes. El capital financiero, escribe
Lenin, “extiende su red… a todos los países del mundo”. Cuarto rasgo
del imperialismo: el reparto del mundo entre los monopolios
capitalistas. Los cartels; los trusts, los sindicatos más poderosos se
reparten entre sí el mercado mundial; distribuyéndose las “esferas de
influencia”, formando cartels internacionales. La lucha entre los
diversos grupos de capitalistas se agudiza hasta el extremo. Lenin
pone al desnudo la mentira de Kautsky. Este afirmaba que la
constitución de los cartels internacionales conduce a la paz entre los
pueblos, cuando en realidad conduce a una agudización aún mayor de las
contradicciones entre los países capitalistas. Quinto rasgo del
imperialismo: La lucha entre las “grandes potencias” por el nuevo
reparto del mundo ya repartido. El imperialismo agudizó en medida
enorme la lucha de los Estados capitalistas por las colonias. El
reparto del mundo entre las “grandes potencias” quedó terminado hacia
principios del siglo XX, sin que haya territorios no ocupados por los
imperialistas. “De modo que lo que en adelante pueden efectuarse son
únicamente nuevos repartos en otra forma, es decir, el paso de
territorios de un ‘amo’ a otro, y no el paso de un territorio sin amo
a un ‘dueño’. La ley del desarrollo desigual bajo el imperialismo se
pone de manifiesto en que los países capitalistas jóvenes, que se
desarrollan rápidamente, se adelantan a los viejos países
capitalistas. Las guerras imperialistas de rapiña y bandidaje ‘por el
reparto del mundo’, por el nuevo reparto de las colonias, de las
‘esferas de influencia’ del capital financiero, etc.”, son inevitables
mientras exista el imperialismo. Los bandidos más poderosos “envuelven
en su guerra por el reparto de su botín a toda la Tierra”. En el
capítulo VII, Lenin hace el resumen de todos los datos sobre el
imperialismo. Establece que el imperialismo representa una fase
particular, superior, del capitalismo; que se ha realizado “la
transformación de la cantidad en calidad, la transición del
capitalismo, en su grado más alto del desarrollo al
imperialismo”. Lenin da la definición clásica del imperialismo que
comprende íntegramente sus cinco rasgos fundamentales: “El
imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha
tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital
financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la
exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los
trusts internacionales y ha terminado el reparto del mismo entre los
países capitalistas más importantes. Lenin desenmascara a Kautsky,
quien afirmaba que el imperialismo no es una fase en el desarrollo del
modo capitalista de producción, sino sólo una política preferida por
el capital financiero. Kautsky utilizaba tal definición para demostrar
que supuestamente los imperialistas pueden realizar también otra
política, una política no imperialista, ni de conquista ni de
rapiña. La “teoría del ultraimperialismo” de Kautsky, según la cual
supone que comienza la fase de la unificación de los imperialistas de
todo el mundo y la supresión de las guerras, es una “abstracción
muerta”, un “cuento estúpido”, un “intento reaccionario de un asustado
filisteo para sustraerse a la realidad amenazadora”. En el capítulo
VIII, Lenin demuestra cómo el dominio del monopolio capitalista
conduce inevitablemente al parasitismo y a la descomposición del
capitalismo, a la formación de “Estados rentistas”, “Estados
usureros”, que con el simple “corte de cupones” roban a todo el
mundo. En este mismo capítulo, poniendo de relieve las profundas
raíces del oportunismo en el movimiento obrero, Lenin señala el lazo
existente entre el oportunismo y el imperialismo. El imperialismo,
“significando la obtención de elevadas ganancias monopolistas por un
puñado de los países más ricos, crea la posibilidad económica de
sobornar a las capas superiores del proletariado y con ello alimenta,
da cuerpo y consolida el oportunismo”. La tendencia del imperialismo
es la de escindir a los obreros, acentuar el oportunismo, “engendrar
una descomposición temporal del movimiento obrero”. Pero al mismo
tiempo se acentúa “lo irreconciliable del oportunismo con los
intereses generales y vitales del movimiento obrero”. El oportunismo,
“en una serie de países ha alcanzado su plena madurez, la ha
sobrepasado con exceso y se ha podrido completamente, fundiéndose del
todo, bajo la forma del social-chovinismo, con la política
burguesa”. No se puede luchar contra el imperialismo sin luchar contra
el oportunismo. En el capítulo IX, Lenin comprueba “el paso epidémico
de todas las clases poseyentes al lado del imperialismo”. La cuestión
esencial, señala Lenin, es la de saber si ha de seguirse más allá del
imperialismo, o sea, hacia la revolución socialista, o, como dice
Kautsky, retroceder hacia la libre concurrencia, hacia “la democracia
pacífica”. En el último capítulo, el X, “El lugar histórico del
imperialismo”, Lenin señala que el imperialismo es el preludio de la
revolución socialista. El imperialismo es el crecimiento gigantesco de
la socialización de la producción, y “las relaciones de economía y
propiedad privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al
contenido, que debe inevitablemente descomponerse si se aplaza
artificialmente su supresión”. Destruir esta “envoltura”, destruir las
relaciones capitalistas que se han convertido en trabas para las
fuerzas productivas, sólo es posible mediante la revolución socialista
del proletariado. Tomando como base los datos sobre el capitalismo
imperialista, Lenin elaboró la nueva teoría de la revolución
socialista, “sentó un nuevo punto de vista teórico, según el cual el
triunfo simultáneo del socialismo en todos los países era imposible,
siendo en cambio, posible su triunfo en un solo País capitalista
aisladamente” (Historia del P. C. (b) de la U.R.S.S. Compendio). El
enorme valor de la nueva teoría leninista de la revolución socialista,
cuyas tesis fundamentales están formuladas en los artículos “Sobre la
consigna de los Estados Unidos de Europa” (1915) y “El programa
militar de la revolución proletaria” (1916), radica no sólo en haber
continuado desarrollando el marxismo, sino en que “da una perspectiva
revolucionaria a los proletarios de los distintos países, en que
desarrolla su iniciativa para lanzarse al asalto contra su propia
burguesía nacional, les enseña a aprovecharse de la situación de
guerra para organizar esta ofensiva y fortalece su fe en el triunfo de
la revolución proletaria” (Historia del P. C. (b) de la
U.R.S.S. Compendio).

Diccionario filosófico abreviado · 1959:253-254

El imperialismo, fase superior del capitalismo

Obra de Lenin escrita en 1916 y publicada en 1917. Este libro es la
continuación directa de El Capital (ver) de Marx. Lenin estudia la
evolución del capitalismo en una época nueva, la del imperialismo. Y
muestra que el imperialismo es la última fase, la fase superior del
capitalismo, la del capitalismo parasitario, putrefacto, agonizante.

En los seis primeros capítulos, Lenin analiza los cinco rasgos
principales del imperialismo. La libre competencia que dominaba bajo
capitalismo premonopolista ha desembocado en la concentración de la
producción y en la centralización del capital. Los monopolistas han
comenzado a desempeñar un papel preponderante en la economía; tal es
el primer rasgo del imperialismo. La producción se ha concentrado
hasta tal punto, que la dominación de los monopolios no significa sin
embargo, que la crisis, la competencia, la anarquía y las demás plagas
del capitalismo sean suprimidas. Al contrario, los monopolios aumentan
el caos y la anarquía propios de la producción capitalista en
general. “…los monopolios, que derivan de la libre concurrencia no
la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella,
engendrando así una serie de contradicciones, rozamientos y conflictos
particularmente agudos” (Lenin, Obras escogidas, t. 1, p. 1029,
Ed. esp., Moscú, 1948). La concentración de los bancos y la formación
de monopolios bancarios han transformado a los bancos, de
intermediarios en monopolistas omnipotentes del mercado
financiero. Como consecuencia de la fusión de los mayores bancos y de
los monopolios industriales, aparece el capital financiero que
constituye el segundo rasgo del imperialismo. El imperialismo es el
dominio de un puñado de magnates de la finanza que condenan a las
masas trabajadoras a una explotación feroz. La exportación del
capital, paralelamente a la exportación de mercancías, se ha
convertido en manifestación típica del capitalismo imperialista. En
pos del beneficio máximo, el capital se precipita hacia los países
donde puede hallar mano de obra y materias primas baratas. La
exportación de capital, al imponerse sobre la exportación de
mercancías, marca con el sello del parasitismo al país que vive de la
explotación del trabajo de otros países y de las colonias; acentúa
entre los países capitalistas las contradicciones y la lucha por las
esferas de aplicación del capital. Tal es el tercer rasgo del
imperialismo. El cuarto reside en esto: los grupos de monopolios se
reparten en primer término el mercado nacional, a lo que sigue el
reparto económico del mercado capitalista mundial entre las grandes
asociaciones de monopolios internacionales. Ahora bien, esas uniones
internacionales todopoderosas (carteles, sindicatos, trusts,
consorcios) se componen de monopolios aislados y de grupos de
monopolios que sostienen en su interior una lucha encarnizada por
aumentar su participación en los beneficios. Todo lo cual desemboca en
una acentuación de la competencia en el seno de las asociaciones
monopolistas internacionales, resta solidez a los acuerdos entre
monopolistas dentro de esas asociaciones y provoca entre ellos la
lucha por el reparto de los mercados. El reparto económico del mundo
entre los grupos de monopolios más poderosos se halla íntimamente
ligado al quinto rasgo del imperialismo: la terminación del reparto
territorial del mundo entre los Estados imperialistas y la lucha por
su redistribución, por la conquista de tierras extranjeras. En virtud
de la ley del desarrollo económico y político desigual de los países
capitalistas en la época del imperialismo, tales o cuales países
capitalistas se adelantan a otros en su desarrollo, lo que hace
cambiar la correlación de fuerzas en la arena internacional y pone en
el orden del día la cuestión de la redistribución del mundo ya
repartido entre los países capitalistas. En consecuencia se
desencadenan guerras imperialistas que arrastran dentro de su órbita a
casi todos los países capitalistas y pueblos del mundo. La lucha por
la redistribución del mundo toma la forma de una lucha por el dominio
mundial de un grupo de estados imperialistas o de un solo país
capitalista, el más poderoso. Criticando la teoría de Kautsky del
“ultra-imperialismo” sobre la alianza y coalición de los estados
capitalistas, Lenin dice en su libro: “Por esto, las alianzas …sea
cual fuere su forma –una coalición imperialista contra otra coalición
imperialista, o una alianza general de todas las potencias
imperialistas– no pueden constituir, inevitablemente más que ‘treguas’
entre las guerras. Las alianzas pacíficas preparan las guerras y, a su
vez, surgen del seno de la guerra, condicionándose mutuamente,
engendrando una sucesión de formas de lucha pacífica y no pacífica
sobre una y la misma base de relaciones imperialistas y de relaciones
recíprocas entre la economía y la política mundiales”. (Ibid.,
p. 1060). Estas palabras de Lenin han sido plenamente confirmadas por
los acontecimientos de la historia de las últimas décadas. La “tregua”
entre las dos guerras mundiales duró menos de veinticinco años y el
intervalo fue ocupado por numerosos conflictos militares aislados.

En el capítulo VII, Lenin hace el balance del análisis de los
principales rasgos del imperialismo, define la naturaleza del
capitalismo imperialista y hace la síntesis de todos los aspectos y de
todos los rasgos del capitalismo actual.

En el capítulo VIII, habla del parasitismo y de la putrefacción del
capitalismo en la fase imperialista. La monopolización de la vida
económica de los países capitalistas engendra el estancamiento y la
putrefacción. Surgen estados-rentistas y estados-usureros que saquean
a centenares de millones de hombres en los países coloniales y
dependientes. El estado-rentista es el estado del capitalismo
parasitario, putrefacto.

En su obra, Lenin puso de relieve las raíces de la ideología
oportunista en el movimiento obrero. Los inmensos superbeneficios de
los monopolios, que los capitalistas arrancan de las colonias y de los
países dependientes hacen económicamente posible la corrupción de las
capas superiores del proletariado. Esta circunstancia engendra la
ideología del oportunismo y del reformismo en el movimiento obrero. El
oportunismo y el imperialismo se hallan íntimamente ligados. Los
imperialistas de cada país capitalista tratan, por intermedio de sus
agentes oportunistas en el seno de la clase obrera, de dividir el
movimiento obrero y orientarlo por el camino del oportunismo. Por esa
razón, si no se lucha contra el oportunismo y su ideología, el
movimiento revolucionario del proletariado no podrá desarrollarse con
éxito.

El capítulo IX está consagrado a la crítica de las teorías
antimarxistas del imperialismo. Lenin somete a una crítica aplastante
de las ideas de Kautsky, quien trataba de embellecer el imperialismo y
de disimular sus contradicciones más profundas exaltando la “libertad”
y la “democracia” burguesas. Lenin mostró que la reacción política en
toda la línea es inherente al imperialismo.

En el último capítulo, el décimo, Lenin define el lugar histórico del
imperialismo y establece que el imperialismo es la fase suprema del
capitalismo, la antesala de la revolución socialista. La socialización
muy intensificada de la producción en la fase imperialista del
capitalismo, se halla en contradicción antagónica flagrante con las
relaciones de producción capitalistas convertidas en cadenas que
traban el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. El
imperialismo conduce a las masas directamente a la revolución
socialista, que destruye el régimen capitalista y crea las condiciones
necesarias a la edificación de una sociedad nueva, socialista.

El alcance invalorable de la obra El imperialismo, fase superior del
capitalismo, reside en el hecho de que sobre la base de un análisis de
la fase imperialista del capitalismo, Lenin elaboró una nueva teoría
de la revolución socialista; demostró que a partir de la época del
imperialismo, es imposible la victoria simultánea del socialismo en
todos los países del mundo o en su mayoría; pero que a su vez, la
victoria del socialismo es posible al principio en uno o algunos
países aislados.

No figura en el Diccionario filosófico · 1965

No figura en el Diccionario de filosofía · 1984

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