A 20 años del 11 de abril de 2002: La revolución sigue su camino en Venezuela
Lo que no pudieron prever fue la reacción del pueblo, quien a pesar de la información mentirosa y del complot organizado, así como de la presencia asesina de los francotiradores y de la Policía Metropolitana, salió multitudinariamente a las calles para defender la constitucionalidad y para exigir la vuelta del presidente Chávez.
Fueron días que «conmovieron al mundo». Un golpe fascista, organizado por los EE.UU. y Europa, y que contó con los instrumentos de la patronal venezolana, la podrida élite sindical, los medios de comunicación, y una parte de la cúpula militar, pareció romper las esperanzas del pueblo de Venezuela; y de los pueblos de Latinoamérica y El Caribe.
Una manifestación organizada por la derecha fascista, dentro de un guion programado, como se demostró más tarde, el día 11 de abril de 2002, se saltaba el recorrido establecido y llegaba hasta el Palacio de Miraflores, sede del Gobierno, con el objetivo de asaltarlo y tomar el poder. La concentración bolivariana que se encontraba en los alrededores del Palacio para defenderlo, se vio rodeada por las fuerzas golpistas, atacada desde los tejados próximos por francotiradores centroamericanos, y por la Policía Metropolitana de Caracas que actuó con material militar de guerra. Cuando aún no se podía contabilizar ningún muerto, los medios de comunicación hablaban de ellos y los atribuían a los defensores del Gobierno y a los Círculos Bolivarianos. El presidente Hugo Chávez Frías se entregaba y era secuestrado, sus ministros perseguidos, agredidos y detenidos, disueltos todos los poderes constitucionales y nombrado como presidente de la República, el presidente de la patronal, Pedro Carmona Estanga.
Lo que no pudieron prever fue la reacción del pueblo, quien a pesar de la información mentirosa y del complot organizado, así como de la presencia asesina de los francotiradores y de la Policía Metropolitana, salió multitudinariamente a las calles para defender la constitucionalidad y para exigir la vuelta del presidente Chávez. En la madrugada del 14 de abril, el presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela volvía al Palacio de Miraflores y se dirigía al pueblo. La consigna cantada en las calles de Caracas «Volvió, volvió, volvió, volvió, volvió, volvió» fue entonada por millones de personas en todo el mundo. Estos acontecimientos serían reflejados de manera magistral en el documental La revolución no será televisada, de los directores Kim Bartley y Donnacha O´Briain, que se encontraban en Miraflores. Aunque el documental no se estrenó oficialmente hasta septiembre de 2003, decenas de miles de copias circularon por el mundo a las pocas semanas de lo ocurrido, convirtiéndose en un comunicador de la verdad de los hechos que consiguió romper todas las versiones interesadas.
No es mi intención volver a narrar todo lo ocurrido en esos «días que conmovieron al mundo», pero sí explicar algunos hechos, algunos de los cuales pude vivir en primera persona.
El 11 de marzo de 2002, es decir, justo un mes antes del golpe de Estado, el presidente Chávez recibía en Miraflores a un grupo de delegados de partidos comunistas que estábamos en Caracas para asistir al Congreso del PCV. El compañero Marco Consolo, de Refundación Comunista de Italia, por aquel entonces diputado, llegó tarde a la reunión pues antes había estado hablando con el embajador de Italia en Venezuela. Llegó con el rostro descompuesto y al solicitar la palabra explicó que su embajador le había informado de que había en marcha un golpe de Estado, cuyas sedes principales de organización, le había remarcado su embajador, eran las embajadas de los EE.UU. (Ch.S. Shapiro) y del Reino de España (M. Viturro de la Torre) con sede en Caracas; en estas embajadas se producían las reuniones, se impartían órdenes, se coordinaban los medios golpistas y se organizaba el golpe, que finalmente se produjo el 11 de abril. Creo que nadie va a extrañarse de lo explicado por el embajador de Italia a su diputado, pero interesa que no se olvide. El Gobierno del presidente Aznar reconocería al títere Carmona Estanga, por supuesto el PSOE, quedando la posición de la «otra» izquierda resumida en la falsedad de atribuir la responsabilidad del golpe de Estado al presidente Chávez, quien habría «polarizado» a la sociedad venezolana. Que no se nos olvide porque las cosas siguen en el mismo lugar.
Resulta una constante histórica que cualquier revolución que se produzca en el mundo tendrá que vérselas desde el primer momento con la reacción de las oligarquías y con la contrarrevolución. Así pasó en Venezuela, donde el proceso democrático, popular, antioligárquico y antiimperialista (el imperialismo socava cualquier posibilidad de soberanía popular) fue acosado desde incluso antes de que Hugo Chávez accediera a su primera presidencia mediante el voto popular en 1998. Cumpliendo sus compromisos, Hugo Chávez convocó el referéndum para saber si el pueblo quería un proceso constituyente (abril 1999) y al ganar el SÍ se convocaron elecciones constituyentes (julio 1999). La Asamblea Constituyente elaboró la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que sería sometida a referéndum (diciembre 1999), convocándose nuevas elecciones, ya con la nueva Carta Magna, en julio del año 2000. El presidente Chávez demostraba así que había llegado para cumplir sus promesas y que no pensaba traicionar la lealtad del pueblo. Un fenómeno inaudito y un ejemplo insólito, que no sería perdonado.
La promulgación de las Leyes Habilitantes en 2001 (49 leyes), entre las que se encontraban la Ley de Hidrocarburos, la Ley de Tierras y desarrollo agrario o la Ley de Pesca, acelerarían la reacción de las oligarquías criollas y transnacionales. «Tocar» el petróleo, o sea, garantizar su nacionalización y socializar sus rentas ha sido siempre un pecado capital. Ya lo intentaron Cipriano Castro (1901) y Medina Angarita (1941), y fueron sacados de la presidencia mediante dos sendos golpes de Estado.
La movilización popular que se produjo para rechazar el golpe de Estado de 2002 fue de tamaña dimensión que los alacranes que habían ocupado Miraflores salieron corriendo por los subterráneos del palacio. Cuando los gobiernos lacayos del mundo comenzaban a celebrar el golpe, el presidente Hugo Chávez regresaba a Miraflores, apenas 72 horas después de ser secuestrado. Algo jamás visto en la historia de América Latina y el mundo.
Me quedo con tres imágenes de aquellos días: la primera, la de aquella señora, maestra por cierto, que decía indignada a los periodistas que la entrevistaban en la calle, en la puerta de su casa: «Yo voté por Chávez y quiero que Chávez acabe su mandato». La segunda, la de aquel hombre que lloraba emocionado cantando, con una emoción profunda, rodeado de un mar de pueblo, la letra del «Gloria al bravo pueblo» (himno de Venezuela) frente a las rejas de Miraflores; y, por último, la del general García Carneiro, en pie sobre un tanque y megáfono en mano, pidiendo a la población que no corriera para Miraflores de cualquier manera, que lo hiciera bajo la protección de los tanques.
Nunca podré olvidar aquellas horas. En casa estaba pasando unos días una entrañable compañera uruguaya que había vivido ya dos golpes de Estado, el de Uruguay (junio1973) y el de Chile (septiembre 1973). No parábamos de llorar, mientras alguien nos repetía que «había que confiar en el pueblo venezolano»; pero los medios de comunicación no nos daban respiro para mantener la esperanza, ¡malditos canallas! En la madrugada del 14 de abril comenzamos a recibir las noticias del levantamiento popular y ya, al medio día, enarbolamos la bandera de la República Bolivariana de Venezuela y la bandera de la II República Española. Seguimos llorando, pero ahora de alegría.
Recordaba en estos días del 20 aniversario el capitán Diosdado Cabello Rondón, en la actualidad diputado nacional y vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela que, cuando la situación volvía hacia el cauce constitucional y ya en Miraflores se esperaba la llegada del presidente Hugo Chávez Frías, los medios de comunicación seguían en su ficción, negando la realidad de lo que ocurría en las calles de todo el país, se puso en contacto con Venevisión (un medio golpista) para decirles que debían «entrar en cadena» e informar de lo que estaba sucediendo. En Venevisión le dijeron que «técnicamente era imposible»; a lo que él contestó: «me marcho con los tanques para el edificio, a ver si es o no técnicamente posible y le prometo que no va a quedar ni un tornillo de su canal»; 15 minutos después de la conversación, Venevisión dejaba de pasar «comiquitas» (dibujos animados), e informaba de los acontecimientos que estaban en curso.
Después vendría, a finales de 2002, el «paro petrolero» y la huelga general convocada por FEDECÁMARAS y la CTV corrupta, que paralizó la industria petrolera, sumiendo al país en una situación catastrófica y de escasez. Se venció la huelga. Pero, como en los «cuentos de nunca acabar», han proseguido las agresiones, intentos de invasión, acciones terroristas, presencia narcoparamilitar colombiana, intentos de magnicidio, intentos de aislamiento internacional y más de 500 sanciones económico-financieras decretadas por el Gobierno de los EE.UU. desde 2014, que redujeron los ingresos del Estado venezolano en los últimos años hasta en un 95%, con la intención de vencer al pueblo por hambre y necesidad; de esta terrible situación también está saliendo el pueblo bolivariano junto a su Gobierno y junto al presidente Nicolás Maduro Moros; de nuevo el milagro se repite a través de la organización popular y a través de la alianza estratégica entre el pueblo y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. A la contrarrevolución se la vence, dijo el comandante Chávez, con más revolución. ¡En Venezuela, NO PASARÁN!
(Publicado en «El Otro País» y remitido por la autora para su difusión en Hojas de Debate)