Antecedentes y actualidad de la alianza neofascista de Meloni

La continua propagación de bulos y demagogia, la tenaz oposición a la extensión de derechos de la mujer y de diversos colectivos discriminados, constituyen las fuentes de que se nutre la coalición vencedora, pero quizás la más penosa manipulación que efectúan es la relativa a la de la inmigración.

Benito Mussolini había sido un destacado miembro del partido socialista italiano,  y se apartó del mismo con motivo de las enormes tensiones surgidas en las inmediaciones de la Primera Guerra Mundial, al estar en contra de la neutralidad  y del rechazo a participar en la guerra imperialista  que por su posición internacionalista sostenía  aquel partido. Mussolini se convirtió entonces  en un ferviente partidario de la intervención en la guerra. 

En 1919 fundaba los “fascios de combate”, e iba apuntalando el partido fascista mediante la mezcla de propaganda belicista contra el que consideraba escaso rendimiento territorial obtenido por Italia tras la contienda, el ataque a las movilizaciones obreras y a los partidos de izquierdas, y a la llamada partitocracia en general. 

Repetía los viejos tópicos ultra derechistas de reivindicación del Imperio, y manifestaba  el culto a la violencia que se impondría en su acción política contra sus oponentes y en particular contra los dirigentes del movimiento obrero y de los líderes de las movilizaciones proletarias y campesinas, de gran fuerza en aquellos momentos de posguerra. 

Pronto  muchos  industriales  y  terratenientes empezaron a subvencionar a este partido, al que veían eficaz salvaguarda de sus posiciones contra el movimiento obrero y campesino. Como señalaba el Jefe de Policía de Milán el 19 de noviembre de 1919, «…los lanzan armados contra los manifestantes callejeros en el momento oportuno…se constata la existencia de una organización militar, con jefes y gregarios, sin duda de carácter militar, contra las leyes del estado, con la tendencia a usurpar los poderes policiales y el deliberado propósito de cometer crímenes contra las personas». [1]Informe del Jefe de Policía de Milán Giovanni Gasti a la oficina del Fiscal de Milán, 21.11.1919, recogido por Scuratti en su libro “M., el hijo del siglo”, editorial Alfaguara, 2018. 

Este comportamiento se fue extendiendo pasando a ser cada vez más generalizado y violento, y en el contexto de la grave crisis del país en la época fue consiguiendo cada vez mayores apoyos a sus asonadas, llevando a cabo actos cada vez más graves, como las ocupaciones de ayuntamientos democráticos (Ancona, Génova, Livorno, Parma, Bolzano y Trento), por vía violenta, amedrentamiento de la población e iniciando la involución fascista gracias a la pasividad y complicidad del aparato de Estado. 

En Octubre de 1922 se reúne con cuarenta mil camisas negras en Nápoles, afirmando su derecho a gobernar el país, y empezando a ocupar  en Roma los propios edificios gubernamentales, resultando esencial la complicidad  del Rey, Víctor Manuel III, que se negó para poner fin a la continua rebelión fascista a decretar el estado de excepción pese a la petición del Primer Ministro  Luigi Facta, y encargó el 29 de octubre a Mussolini la formación de gobierno,  que sólo contaba con una exigua minoría de diputados. 

La actitud de Victor Manuel III resultó esencial para el triunfo fascista, que  hubiera  sido muy fácil de evitar con una actitud enérgica de la policía y no digamos del ejército. Los fascistas iban armados  con algunas pistolas, mazas de acero y armas ligeras, por lo que solo la complicidad de sectores del aparato del estado explica el resultado de la operación. 

Ya como Jefe de gobierno obtuvo el voto de confianza de la cámara, de la que consiguió  plenos poderes  en los ámbitos económico y administrativo para “restablecer el orden”, y a partir de ahí, estando en el gobierno,  gana las elecciones de abril del 24, en un clima de violencia e intimidación que fueron denunciados por el diputado socialista Mateotti, en un discurso ante el Parlamento que a la postre le costaría ser asesinado por los fascistas el 10 de junio del mismo año. 

Benito Mussolini junto a Adolf Hitler.

Lo que sucedió después es conocido: ilegalización de los partidos políticos, elevación de Mussolini a la categoría de Duce con plenos poderes, supresión de todas las libertadas y derechos democráticos y un poder dictatorial que conduce a Italia a una espiral de violencia y a las ocupaciones de extraordinaria crueldad de Abisinia (Etiopía) y al impulso de la colonización de Libia, para finalmente suscribir un pacto con Hitler y su participación en la segunda guerra mundial que devastó por completo el país. 

El partido Fratelli de Italia – Hermanos de Italia- se funda por Meloni  y otros en 2014, utilizando la simbología del partido Movimiento Social Italiano (MSI), neofascista, de Giorgio Almirante, uno de los más fieles partidarios mussolinianos al que siguió incluso en los últimos estertores del régimen que sucedieron con la creación de la llamada República de Saló, estado títere de la Alemania nazi durante los últimos años de la segunda guerra mundial. 

Meloni tiene una foto de este individuo en su despacho. 

Algunos de los elementos surgidos de estos medios fascistas fueron conocidos terroristas, como Stefano Delle Chiaie, sospechoso de estar involucrado en la matanza de Atocha, implicado en los sucesos de Montejurra,  y tachado como «criminal al servicio de las dictaduras latinoamericanas en los años 70, vinculado a la policía franquista y a las grandes matanzas que sufrió Italia en los 60 y 70, de las que nunca rindió cuentas, protegido por la CIA». 

Pues bien, en las elecciones italianas del 25 de septiembre pasado ha obtenido la mayoría de votos el frente ultraderechista formado por el Partido Hermanos de Italia, de Meloni,  la Liga, de Salvini y Forza Italia, de Berlusconi, y con toda seguridad se formará un gobierno de coalición de estos partidos presidido por Giorgia Meloni. 

Se está repitiendo mucho en estos días que Italia ha sido muchas veces un laboratorio político de lo que ocurriría en Europa posteriormente: así, Mussolini precedió en bastantes años a Hitler, más recientemente Berlusconi fue el iniciador en Europa de los movimientos populistas de derechas, que iban abriendo cada vez más el camino para los recortes de las libertades y los derechos democráticos y la supeditación absoluta del estado a los intereses privados. No sabemos si ahora el avance de Meloni anticipará el ascenso de la extrema derecha y el fascismo en más países europeos. 

Desde luego en España aparece claro este riesgo, que sólo se minimizará si las fuerzas políticas de nuestro estado se hacen conscientes de la necesidad de hacer frente a la posibilidad de repetición de lo ocurrido en Italia. 

Algunos analistas políticos restan trascendencia a este resultado electoral, argumentando que probablemente el gobierno italiano durará aproximadamente un año, periodo medio de permanencia de los gobiernos transalpinos desde el final de la segunda guerra mundial. 

Entre las causas que han posibilitado el resultado de estos comicios, se esgrime como evidente la escasa participación electoral, hastiados muchos ciudadanos del patético espectáculo que ofrecen buena parte de sus políticos, la enorme inestabilidad que padece la gobernanza del país, el  desprestigio de prácticamente todos los partidos, derivado de los chuscos e increíbles episodios de continuo chaqueterismo, de los cuales uno de los más difíciles de entender ha sido el relativamente reciente gobierno de coalición formado por la ultraderecha de Salvini, y el sedicente movimiento izquierdista 5 estrellas, que cerraron  un acuerdo en junio del 2018 que les hubiera permitido gobernar cinco años, presidido por Giuseppe Conte,  pero que finalmente solo duró 14 meses, pero los suficientes para hundir aún más en el descrédito a los políticos italianos. 

Estas esperpénticas situaciones han sido concomitantes con otros gobiernos dirigidos por tecnócratas, no elegidos en las urnas, (Draghi, Monti), y fueron precedidos por los escandalosos de Berlusconi, que ha recuperado su escaño en el Parlamento del que fue expulsado por delito fiscal, y con enormes sospechas de estar conectado con la Mafia. Personaje permanentemente en candelero por  todo tipo de escándalos, no  sospechoso, sino plenamente culpable de mezclar los asuntos públicos y privados desde la Presidencia del Gobierno, siempre en su propio beneficio, y que ahora vuelve al Senado, redimido por el 8% de  electores italianos que lo han votado. 

Sin duda, la continua propagación de bulos y demagogia, la tenaz oposición a la extensión de derechos de la mujer y de diversos colectivos discriminados, constituyen las fuentes de que se nutre la coalición vencedora, pero quizás la más penosa manipulación que efectúan es la relativa a la de la inmigración. 

Ayuso ve partes del discurso de la coalición de Meloni que casan con el suyo.

Ya decía Hitler, aludiendo al grave problema surgido tras la Primera Guerra Mundial en Europa, con la gran masa de gente que se encontraba desprotegida bien por ser considerados apátridas, o por pertenecer a determinadas minorías …que  “estos apátridas y desplazados pobres, vagando por Europa, entrando en los países sin documentación, nos llevarán al poder” ejemplificando lo lucrativo  que ha resultado manipular a las opiniones públicas con el fantasma de temor que  provocan estos movimientos migratorios, hoy  más pequeños que los de aquella época, y en no poca medida provocada por las propias potencias que han desencadenado guerras civiles, como la de Siria, cuyos nacionales constituyen el número más amplio de este grupo de personas hoy en Europa. Si la guerra de Ucrania persiste, y se extiende, sin duda el movimiento de desplazados que se produciría acabaría generando una situación que sería muy beneficiosa para la extrema derecha.  

Al margen del aspecto de farsa del que parece revestirse este próximo gobierno, con una Meloni  que presume de ser anti sistema y presume de que va a solucionar todos los problemas, aliada precisamente con el individuo más rico y corrupto de Italia, sin duda se encuentra en la misma línea del avance de la ultraderecha en Suecia, en Polonia, en Hungría, su ascenso en Francia, señalando una tendencia que hay que tomar muy en serio.  

En este sentido, la finalización de la guerra de Ucrania sería la mejor noticia que se podría producir, al contribuir a poner fin no solo a la pérdida de vidas humanas, a los destrozos en viviendas, medios de comunicaciones y centros de producción, sino también a la inestabilidad política como a la espiral inflacionista que tanto daño está produciendo sobre todo a las clases populares europeas. 

Más allá de las medidas concretas que el nuevo gobierno  pueda tomar, de carácter antidemocrático, está el problema de las que pueda ir preparando para el futuro, para facilitar la vuelta, con todas las de la Ley, de un movimiento fascista que convirtiera la actual farsa en tragedia.  

La consolidación de posiciones de los fascistas, a partir del uso de los mecanismos gubernamentales, tanto dentro del aparato de estado como de los sectores más reaccionarios de la burguesía, no es desdeñable en absoluto. 

Si no se produce una modificación de la actuación política en aquel país, que descanse en la movilización de la clase obrera, de los sectores populares, de la defensa firme de los derechos democráticos, empezando por la de los inmigrantes, víctimas en definitiva de la barbarie colonial protagonizada por los países europeos, que está en el origen de las precarias condiciones de vida que ahora aquellos sufren y los obliga a emigrar, y una actuación decidida con fundamento en la recuperación de la extraordinaria tradición combativa del pueble italiano, no parece que pueda descartarse, tal y como viene ocurriendo, un paulatino y cada vez más grave deterioro de la situación en Italia y por ende en toda Europa, y no olvidemos que diversos procesos electorales en España están muy cerca. 

Notas

Notas
1 Informe del Jefe de Policía de Milán Giovanni Gasti a la oficina del Fiscal de Milán, 21.11.1919, recogido por Scuratti en su libro “M., el hijo del siglo”, editorial Alfaguara, 2018.
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