Críticas internas contra los pronunciamientos europeístas de la dirección de la CGT francesa

Francia

Las tensiones entre defensores de un sindicalismo reformista y partidarios de un sindicalismo de lucha de clases no son nuevas en la CGT de Francia. El alineamiento público de su secretario general con las propuestas anunciadas por Macron y Merkel para afrontar la «crisis» ha disparado las críticas internas. 

Las tensiones entre defensores de un sindicalismo reformista, de «gestión» y «servicios», y partidarios de un sindicalismo de lucha de clases y transformación social no son un hecho nuevo en la Confederación General del Trabajo francesa, la gran central sindical que podría presentarse a quienes no la conozcan como «hermana» de Comisiones Obreras.

En la época reciente, estas tensiones fueron particularmente enconadas en 2005, cuando un sector de la dirección se opuso (sin éxito) a que la confederación sindical llamara a votar NO a la ratificación del tratado constitucional europeo en el referéndum de ese año: un voto que fue respaldado por la mayoría del pueblo francés y que sería después desoído por una presidencia de la República y una mayoría parlamentaria de derechas, con el respaldo de gran parte de los diputados y senadores del Partido Socialista. Más recientemente, las diferencias de fondo se pusieron de manifiesto en el último congreso de la CGT (mayo de 2019). También en el freno opuesto por una parte de su dirección a los reclamos de confluencia con el movimiento de los «chalecos amarillos» impulsados por distintas federaciones territoriales y sectoriales y desde las bases sindicales. Las corporaciones mediáticas que demonizaron hasta el absurdo a la CGT por su papel en las grandes y prolongadas movilizaciones contra las reformas laborales (desde 2016) y la de las pensiones (2019), no esconden su promoción del reformismo sindical, de cuyo «consenso» participan varios posicionamientos de la dirección cegetista desde la declaración de la «alarma sanitaria»: a remolque de los de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), a la que la CGT (como CCOO y la UGT españolas) está afiliada (desde 1999) y cuyo actual secretario general lo es también de la muy reformista y afín al poder macroniano CFDT.

Primero fue la firma por los máximos dirigentes de la CGT de una declaración conjunta con la patronal y otros cuatro sindicatos a favor del «papel esencial del diálogo social» (Les Échos, 20 de marzo de 2020). No era la primera, y sería, a su vez, un adelanto de otra de la propia CES y la patronal europea apoyando sin reservas la acción de la Comisión de Bruselas y del Banco Central Europeo (Newsletter de la CES, 24 de marzo de 2020). Un mes después, 300 organizaciones de la autoproclamada «sociedad civil» suscribían junto a la CES otra declaración abogando por hacer de la crisis sanitaria una oportunidad para impulsar una mayor integración europea (Newsletter de la CES, 24 de abril de 2020). El 20 de mayo, cinco sindicatos franceses, entre ellos la CGT, y la Confederación de los Sindicatos Alemanes (DGB) publicaron una declaración común en la que se adherían a la iniciativa anunciada por el presidente francés y la canciller alemana para el «relanzamiento» de la economía europea (El País, 18 de mayo de 2020), reivindicando «más Europa» (o, lo que es lo mismo, menos soberanía de los estados… y de los pueblos, incluidos los de los propios países europeos). Todo ello en plena sintonía con otra declaración simultánea suscrita conjuntamente por las patronales alemana, italiana y francesa: como apostillaron dos antiguos responsables cegetistas, Jean-Pierre Page (que dirigió su departamento internacional) y Pierre Lévy, ¡toda una demostración de «unanimismo»!

La propuesta presentada por Macron y Merkel consiste en la suscripción en los mercados financieros de empréstitos por un montante de 500.000 millones de euros, para repartirlos entre los países beneficiarios en función de sus dificultades económicas y sanitarias. Podría pensarse en un verdadero derroche de «solidaridad» de las dos economías más poderosas de la UE hacia sus socios menos favorecidos del sur… Si no fuera porque sigue fresco el recuerdo de una Italia superada por el grave impacto de la pandemia (especialmente en Lombardía, una de sus regiones más ricas) que demandaba ayuda y encontraba… la de China, Rusia y Cuba (con el extraordinario ejemplo de su Brigada Médica «Henry Reeve»), mientras que sus «socios» más influyentes de la UE se hacían los sordos y miraban a otro lado…

Si no fuera, también, porque son precisamente la UE y quienes dentro de cada Estado imponen a los pueblos sus políticas al servicio principal de los intereses del gran capital un factor fundamental de los desastres sanitarios y económicos vividos. Y de los que sin duda vendrán si no lo impide la más amplia movilización popular y obrera, con una contribución decisiva del sindicalismo consecuente. ¿»Solidaria» la UE que exige desregulación laboral, privatizaciones, deslocalización, reducciones draconianas de derechos y de presupuestos sociales, entre ellos los destinados a recursos humanos y materiales de la sanidad pública, en beneficio de los grandes grupos empresariales que se aprovechan de la inseguridad social provocada que conviene a su negocio?

¿Quiénes y cómo pagarán esta «solidaridad» sino los mismos que están sufriendo las políticas que la UE estimula y representa, con más recortes, más privaciones, menos derechos y más sufrimiento? ¿Acaso no están claras las intenciones a este respecto de las patronales europeas, encantadas de converger con las direcciones sindicales en el coro de alabanzas al «diálogo social»? Más despidos, menos salario, menos límites al horario de trabajo, menos cómputo de horas extraordinarias, menos vacaciones remuneradas… No se trata de figuraciones pesimistas. Lo que se está viendo ya a las claras es solo un anticipo de la clase de «diálogo» que se aplica.

Desde finales de mayo han proliferado los comunicados de rechazo de importantes federaciones de la CGT contra unos posicionamientos de la dirección que consideran adoptados sin verdadero debate colectivo y contrarios al papel que entienden debe jugar el sindicato. Los ha habido de la federación de trabajadores ferroviarios y del sindicato CGT-Energía de la Región Parisina (31 de mayo), de la Asamblea General de sindicatos del departamento de Bocas del Ródano-región de Marsella (2 de junio), del Comité Regional de la Región Centro-Valle del Loira (3 de junio)… «Más Europa», señalan, no es otra cosa que más y mayores agresiones contra los trabajadores y las capas populares. Y más «verde», dice el coro, ¿por qué no? ¿Qué mejor prueba de la sincera vocación «ecológica» que la de la Comisión Europea que nombró oficialmente experto asesor en temas medioambientales al presidente de la sociedad estadounidense BlackRock, nada menos que el primer gestor mundial de fondos (7 billones ̶ con «B» ̶  de activos)? Otra «coincidencia»: esta firma, especializada en la industria petrolera, es el principal inspirador de la reforma del sistema público de pensiones francés perseguida con saña por el presidente-banquero Macron. Rizando el rizo de las «casualidades», cabe recordar que la UE aporta las tres cuartas partes del presupuesto de la CES… ¡Todo sea por un «diálogo social» suficientemente comprensivo con los intereses del gran capital! Como afirma Jean-Pierre Page, estos son los únicos que ganan con las políticas de espera y seguidismo de las direcciones sindicales reformistas.

¿Para cuándo un debate serio y efectivo sobre sindicalismo y UE en España?

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