Cuba: llamando a las cosas por su nombre

«Cuando me dicen a mí, un brasileño, que en Cuba no hay democracia, desciendo de la abstracción de las palabras a la realidad» (Frei Betto, dominico).

Los órganos de las grandes corporaciones de comunicación internacionales se han explayado sobre las escenas de descontento registradas el domingo 11 de julio en algunos barrios humildes de Cuba, imputándolos a las dificultades de abastecimiento en productos y servicios básicos que afronta la población, en momentos de recrudecimiento de la incidencia de la epidemia de covid-19 en el país. La nueva y gigantesca campaña mediática en marcha contra la Revolución cubana omite por completo o relativiza cínicamente la principal causa determinante del desabastecimiento, que no es otra que el implacable bloqueo al que Estados Unidos somete a la isla desde hace 60 años. Un bloqueo que no ha dejado de reforzarse desde 2017, con 243 nuevas medidas impuestas por la administración Trump y mantenidas en su totalidad por la actual de Biden. En otro alarde de cinismo extremo, este último ha reclamado al Gobierno cubano que «escuche a su pueblo y provea sus necesidades»… apenas tres semanas después de que EE.UU. volviera a desoír, como viene haciendo año tras año desde 1992, y con el único apoyo del que, recuperando un viejo vocabulario, podría llamarse uno de sus estados «satélites» (Israel), el clamor de la Asamblea de las Naciones Unidas a favor del levantamiento del bloqueo (aprobado en esta ocasión por 184 países del mundo).

El bloqueo contra Cuba no hace excepción de alimentos ni de medicamentos, ni ahorra actos contra los petroleros que intentan surtirla que son propios de la piratería de siglos pasados; impide la importación por Cuba de repuestos y componentes industriales de primera necesidad y restringe con la máxima severidad sus transacciones financieras. Todo ello aplicado extraterritorialmente, en absoluta violación de principios fundamentales del derecho internacional y de los acuerdos que teóricamente rigen el comercio mundial. Siguiendo al lobby de Miami, EE.UU. está aprovechando la actual pandemia como oportunidad para reforzar su presión contra la Revolución cubana, buscando provocar mayores sufrimientos a la población de la isla, susceptibles de desencadenar división social y graves disturbios que sirvan de «justificación» a injerencias militares. Incluidos flujos migratorios incontrolados, que la propia administración estadounidense favorece abiertamente incumpliendo los acuerdos migratorios suscritos en su día con el Gobierno cubano, al cerrar las puertas a la obtención de visados para desplazamientos ordenados que estos acuerdos preveían.

Tal es la apuesta del momento de EE.UU., inscrita en su nunca abandonada estrategia de acoso y derribo, a la que la Revolución cubana jamás hubiera podido derrotar y resistir con éxito sin un apoyo abrumador, decisivo y constante de su pueblo. A pesar de los cientos de millones de dólares de los contribuyentes de EE.UU. que su administración destina cada año a fomentar por toda clase de medios la subversión contrarrevolucionaria en la mayor de las Antillas. Solo entre abril de 2019 y marzo de 2020, el bloqueo causó pérdidas por un montante de 5.000 millones de dólares al comercio de Cuba. A lo largo de las seis décadas que dura, las pérdidas estimadas se elevan a 144.000 millones de dólares. A la prohibición por el Gobierno de EE.UU. del envío de remesas a Cuba se ha añadido la reducción drástica de la entrada de divisas a la isla con la caída del turismo provocada por la covid-19.

Sería bueno que quienes opinan sobre Cuba se pararan un momento a pensar en las consecuencias imaginables (económicas, sociales y políticas) de unas condiciones como las que sañudamente se imponen a Cuba si se aplicaran en cualquier otro país del mundo… incluida la rica Europa.

Igualmente han ocultado los medios dominantes que la proliferación de mensajes en las conocidas como «redes sociales» que difundían la «matriz» de una Revolución en trance de derrumbe, con llamamientos inequívocos a la violencia callejera y a la intervención supuestamente «salvadora» de EE.UU., era producto de una sofisticada y costosísima operación íntegramente concebida y desplegada desde fuera de la isla. Al servicio de esta agresión se abrieron miles de cuentas de Twitter y se usaron miles de trols y de bots que producían cinco retweets por segundo, dentro de un esquema de actuación plenamente acorde con el manual de guerra no convencional de las fuerzas especiales del ejército estadounidense. Ninguna referencia, tampoco, en los mismos grandes medios a la burda manipulación ni al aluvión de fake news puestas en circulación de manera profusa y tan poco espontánea. Incluida la difusión de fotografías de manifestantes que apoyaban la revolución, presentándolos como integrantes de los grupos (muy minoritarios) que se manifestaban contra ella: la denuncia señalando este hecho por parte de una de estas personas fue respondida por Twitter con el cierre de su cuenta…

Manifestantes «opositores» y «pacíficos» enfrentados a la «represión» de un gobierno revolucionario desbordado por el rechazo de su pueblo: esta es la imagen adoptada como «matriz» por las agencias de comunicación occidentales; en completa contradicción con una verdad que cuesta pensar que puedan desconocer. Ni palabra sobre la presencia, mezclados con elementos populares sinceramente descontentos, de numerosos y reconocidos antisociales, ni de su protagonismo en saqueos de comercios y altercados violentos con la fuerza pública. Nada, tampoco, del carácter contenido y defensivo de la actuación de una policía que, a diferencia de las antidisturbios de otros países de la región y de las de nuestro entorno, no dispone de armas de fuego ni de las denominadas «no letales», ni se convierte en legión de RoboCops para preservar el orden público.

Un vocabulario sobradamente probado en otras campañas igualmente «humanitarias» se incorpora masivamente a los bombardeos. Contra el «régimen», ahora, «de Díaz Canel», como antes contra el «castrista»; del mismo modo que contra el «de Maduro» y antes contra el «chavista»; y años antes, en Latinoamérica, entre otros, contra «el comunista» de la Unidad Popular de Salvador Allende… Cómo ha de llamarse a semejante «régimen», se preguntaba retóricamente el conductor de una tertulia de una emisora de radio que se anuncia a veces como ejemplo de periodismo «comprometido» (pero ¿con qué intereses?). La respuesta, unánime en los medios, era de cajón: nadie puede extrañarse de que apunte a «la dictadura cubana». La derecha española, en todos sus grados de extremismo o estados de ánimo, exige respaldo explícito a las consignas del Imperio (el de Washington). En la versión del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez,  «es evidente que Cuba no es una democracia». Nunca se vio tanta preocupación léxica para designar a gobiernos que, al contrario que el cubano, sí mandan masacrar en masa a manifestantes, como el de Piñera en Chile, ni que decir del presidido por el uribista Duque en Colombia (además del centenar de activistas sociales asesinados en lo que va de 2021 y más de 1.200 desde la firma del alto el fuego con la guerrilla de las FARC en 2016), ¡o de las masacres continuadas y sistemáticas de Israel contra los palestinos! Nada de eso es «dictadura» ni «es evidente que [no sea] democracia» para nuestros expertos lexicólogos.

Es conocido el papel que jugaba en la propaganda nazi la repetición insistente de mentiras. Otro tanto ocurre con el significado de las palabras. El ensayista y dominico brasileño Frei Betto, gran conocedor de Cuba y amigo de su Revolución, lo explica con meridiana claridad a propósito de la isla caribeña y de «democracia»:

«¿Cuántas fotos o noticias se han visto o se ven de cubanos en la miseria, mendigos desparramados en las aceras, niños abandonados en las calles, familias bajo los viaductos? […] Advierto a los amigos: si eres rico en Brasil y te vas a vivir a Cuba, conocerás el infierno. No podrá cambiar de coche cada año, comprar ropa de diseño, viajar con frecuencia de vacaciones al extranjero. Y, sobre todo, no podrá explotar el trabajo de los demás, mantener a sus empleados en la ignorancia, estar ‘orgulloso’ de María, su cocinera desde hace 20 años, y a la que niega el acceso a su propia casa, a la escolarización y al plan de salud. Si eres de clase media, prepárate para conocer el purgatorio […], hay que tener paciencia en las colas de los mercados, muchos productos disponibles este mes pueden no encontrarse el próximo debido a la inconstancia de las importaciones. Sin embargo, si eres asalariado, pobre, sin hogar o sin tierra, prepárate para conocer el paraíso. La Revolución garantizará tus tres derechos humanos fundamentales: la alimentación, la salud y la educación, así como la vivienda y el trabajo. Puede que tengas un gran apetito por no comer lo que te gusta, pero nunca pasarás hambre. Su familia dispondrá de escolarización y asistencia sanitaria, incluidas las cirugías complejas, totalmente gratuitas, como deber del Estado y derecho del ciudadano».

Frey Betto añadía: «No hay nada más prostituido que el lenguaje. La célebre democracia nacida en Grecia tiene sus méritos, pero es bueno recordar que, en aquella época, Atenas tenía 20 mil habitantes que vivían del trabajo de 400 mil esclavos… ¿Qué respondería uno de esos miles de servidores si se le preguntara por las virtudes de la democracia?»

Fin de la cita.

Los demógrafos son conscientes de los problemas que plantean las estadísticas disponibles de contagios y muertes por covid-19 para comparaciones internacionales. En cualquier caso, el sistema cubano de salud pública y sus registros han dado sobradas pruebas de su calidad y fiabilidad y gozan de reconocimiento mundial. Por si alguien lo ignora, conviene señalar que, con estimaciones actualizadas a 18 de julio de 2021, las muertes por covid-19 por millón de habitantes en Cuba siguen siendo, a pesar de su repunte reciente, ¡11 veces menos que en EE.UU., 13 veces menos que en Colombia, 15 menos que en Brasil o… 10 menos que en España! Cuba está aplicando con los mejores resultados dos de sus cinco candidatos vacunales de fabricación propia, las primeras vacunas producidas por un país latinoamericano, algo todavía desconocido en España o… en el propio país de Pasteur. Tampoco está de más recordar la ayuda prestada por el personal médico cubano de la Brigada Henry Reeve (con todo merecimiento propuesta para el Premio Nóbel de la Paz de 2021) a poblaciones de decenas de países, también en plena emergencia pandémica de covid-19, incluida una de las más ricas regiones de Italia durante la primera ola, cuando las mayores potencias de la UE practicaban un «sálvese quien pueda».

La explicación de Frei Betto subraya el carácter insoslayable de un análisis social, de clase, para una perspectiva coherentemente progresista. Como lo es la consideración de cada contexto y de todos sus factores antes de calificar una situación, si de verdad se da algún significado a palabras como «dialéctica» o «historia» a veces empleadas con demasiada ligereza. Se entiende que hacer gala de esta coherencia pueda hacer incómoda o muy difícil la permanencia al frente de un ministerio en el actual Gobierno de España. Quien hoy es Alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, reconoció en su día las  «fortísimas presiones» que habían conducido al reconocimiento por España de un fantasmagórico autoproclamado como quimérico «presidente» venezolano, como parte de la guerra no convencional contra el gobierno bolivariano. Igualmente innegable es que nadie tiene obligación personal de prestar su concurso a un gobierno sumiso a tales presiones.

Llamemos las cosas (y los actos de cada cual) por su nombre. Es importante que, entre quienes sinceramente defienden los intereses de las clases populares, nadie se confunda ni se deje engañar. La defensa de la Revolución cubana es la del derecho de los pueblos a su dignidad y soberanía, a la paz y al progreso social. Este es el desafío. Y el sentido de nuestra expresa y total solidaridad.

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