¿Hacia la tercera guerra mundial?

Influyentes analistas en EEUU están reconsiderando la tradicional política de distensión basada en el temor a las consecuencias de una guerra nuclear, por otra animando a una agresión del mismo tipo sobre China y Rusia, incluso de forma simultánea.

La principal potencia mundial es sin duda los Estados Unidos de América, que conquistó su posición a lo largo del siglo XX, y tras dos guerras mundiales.

Los datos del PIB son elocuentes. Según el Fondo Monetario Internacional, el primer lugar lo ocupa EE.UU. seguido a distancia por China, Japón, Reino Unido, India, Francia, Italia, Canadá y Corea del Sur. Desde el punto de vista de la riqueza nacional las cifras son análogas: en miles de millones de euros, 19.443.7 USA, seguido por China con 14.994.6 y muy lejos Japón con 4.174.7.

Rusia aparece en un muy lejano undécimo lugar, con 1.050.5, por debajo de Italia, Canadá y Corea del Sur, por ejemplo.

Por lo que concierne al poderío bélico, la superpotencia mundial es también Estados Unidos. Su gasto militar bruto es superior al de la suma de los siguientes 7 países, y supone más de un tercio del total mundial. La marina de EE.UU. tiene diez portaaviones, más que el resto del mundo  combinado, que además son de propulsión nuclear y escoltados  por alguno de sus 54 submarinos nucleares. Los 3.680 aviones de combate  superan al segundo, China, que cuenta con 2.571. Dispone también de aviones de apoyo y de numerosos helicópteros de ataque.

Con presencia en múltiples bases militares en todo el mundo, en países aliados, su privilegiada situación estratégica protegida por dos océanos que su marina controla por completo, hace que los EE.UU. sean la potencia militar mundial por antonomasia.

Según los datos recopilados por el profesor David Vine, de la American University de Washington, este país dispone de 800 bases militares ubicadas en más de 70 países, calculándose en alrededor de 173.000 los soldados que las utilizan, aunque son datos inciertos pues la gran cantidad de bases y el secreto y falta de transparencia de estas instalaciones militares hacen imposible elaborar una lista completa, según la información que nos ofrece el diario La Razón.

La abrumadora presencia militar de soldados estadounidenses por el planeta es consecuencia de la proyección del poder militar de los EEUU, financiado con un presupuesto de defensa de 700 mil millones de dólares anuales.

Nos estamos refiriendo a bases militares exteriores, y en muchos casos, muy lejos de su territorio, que de ninguna manera tienen como objeto, como es patente, su defensa, sino la presencia amenazadora a lo largo y ancho del mundo para sostener, como resulta obvio, sus intereses imperiales.

A través de diversos tratados militares asegura su hegemonía bélica, y debemos recordar por lo que nos atañe, el denominado Tratado Militar del Atlántico Norte (OTAN), una alianza «político y militar» dirigida por EE.UU., del que forman parte 30 países y abarca América septentrional y Europa.

Tras la desaparición del Pacto de Varsovia, asociación entre la URSS y algunos de sus países vecinos, la OTAN lejos de desaparecer como hubiera sido lo lógico, dando lugar al espacio de desarme y neutralidad que pactaron sus dirigentes con el recientemente fallecido Gorbachov, llevaron a cabo un agresivo crecimiento, incorporando a muchos de los antiguos países del bloque del este, y acercando cada vez más bases militares a las fronteras rusas. 

No hay que hacer disquisiciones para ver, con la ayuda de un simple mapa, que la actividad de la Alianza Atlántica dirigida por los norteamericanos ha buscado rodear en la medida en que le ha resultado posible a Rusia.

De manera más reciente y con un dibujo claramente amenazante frente a China, ha creado  otra alianza belicista junto con Gran Bretaña y Australia en la región Indo-Pacífico, (Aukus) militarizando las relaciones  y alterando el escenario de seguridad en la zona.

Tras las catastróficas consecuencias de la destrucción de las dos ciudades japonesas masacradas al final de la segunda guerra mundial (Hiroshima y Nagasaki), y la extensión del armamento nuclear, surgió el consenso de que una nueva guerra mundial provocaría tan graves desastres, la muerte de tantísimos millones de personas, el riesgo de la práctica destrucción de la humanidad, que se generó el llamado «equilibrio de terror» congelando la ampliación del armamento nuclear y la renuncia a su utilización por parte de EEUU y la antigua URSS, que eran las grandes potencias militares, y posteriormente un periodo tendente a su reducción.

Sin embargo, la evolución más tarde de la situación internacional tras la desaparición de la URSS, con el destacado crecimiento económico de China, y la aparición de nuevos protagonistas en la economía mundial como son los llamados países emergentes, apuntando hacia un mundo multipolar, ha ido propiciando el temor de la dirigencia de los EEUU a perder su absoluta hegemonía, y a modificar en amplios sectores influyentes de aquel país la opinión pública hasta ahora impensable sobre una  tercera guerra mundial.

Por delirante que parezca, no se trata de ninguna broma.

Manifestación en Madrid contra la OTAN. Fuente: ElDiario.es, 26.06.22.

El artículo de Caitlin Johnstone reproducido en el medio español Ctxt Contexto y Acción, titulado «Los analistas de las publicaciones más influyentes promueven la tercera guerra mundial» detalla cómo se está convirtiendo en una constante en la prensa norteamericana la emisión de opiniones favorables a esta hipótesis (ataque nuclear norteamericano), desdeñando como anticuada la teoría de la distensión, llamando al incremento del gasto militar para hacer viable esta agresión atómica incluso simultánea, en una estrategia informativa que no es casual, sino que tiene como objeto la muy seria preparación de la opinión pública ante esta eventualidad, que impulsan descaradamente.

En este sentido se ha pronunciado la revista, propiedad del influyente comité  de expertos del Council on Foreign Relations, llamada Foreign Affairs. De igual forma, el The Washington Post, bajo la firma de Josh Rogien, insistiendo en la posibilidad de atacar a la vez a Rusia y China, tesis que impulsa también el comentarista  Robert Farley, de 19FortyFive, y con similar argumentación, con ciertos matices que implicarían a Israel, Hal Brands, de Bloomberg.

Tesis análoga sostiene Matthew  Kroenig, del Atlantic Council, e incluso aparece en el New Yorker de septiembre bajo el título «¿Y si ya estamos luchando  en la Tercera Guerra Mundial con Rusia?»

Como señalaba Hojas de Debate, en su reunión de Madrid,  la OTAN aprobó el denominado nuevo Concepto Estratégico, modificando sus anteriores posicionamientos para afirmar ahora,  entre otras cuestiones preocupantes, la posibilidad de un ataque nuclear  inicial de la OTAN, sin agresión nuclear anterior a esta por otro país, contra cualquier nación del mundo, aunque dice que sería «sumamente improbable». El nuevo Concepto Estratégico abre así «la posibilidad real  de una agresión nuclear de la OTAN a un país declarado hostil, como los llamados actores autoritarios y malignos o que ponen en peligro nuestros intereses y nuestros valores».

La sintonía entre este nuevo concepto estratégico y la opinión expresada por los medios norteamericanos antes expuesta, pone de relieve la enorme gravedad del asunto.

El Presidente norteamericano Kennedy afirmó en 1963 [1]Le Monde Diplomatique, Serge Halimi, «Una izquierda desarmada ante la guerra», pág. 25, tras la crisis de los misiles en Cuba, que «aun defendiendo sus intereses vitales las potencias nucleares deben evitar la confrontación que obligue al adversario a elegir entre una retirada humillante y una guerra nuclear», instando a sus diplomáticos  a «evitar las pequeñas provocaciones inútiles y la retórica hostil». Una afirmación que de manera reiterada desatiende el pirómano Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

La derecha y la extrema derecha no lo hubieran dicho con más claridad.

Deberían tomar nota los actuales dirigentes políticos sobre estas manifestaciones del Presidente Kennedy  y  actuar instando a buscar soluciones negociadas en lugar de echar más leña al fuego en el conflicto actual con mayor capacidad de desestabilización mundial como es el de la guerra en Ucrania. Por lo demás, los graves peligros que supondrían para la Humanidad el que se impongan en EE.UU. las tesis favorables a iniciar una tercera guerra mundial, en las que minimizan sus destructivos efectos, hacen imprescindible una sostenida movilización, lo más trasversal posible, en favor de la paz y el abandono de las tesis belicistas.

Notas

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1 Le Monde Diplomatique, Serge Halimi, «Una izquierda desarmada ante la guerra», pág. 25
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