Hacia la tercera vuelta

Las presidenciales francesas muestran unos resultados que alientan a fortalecer el poderoso “polo popular” que empezó a construirse en la campaña presidencial.

Las presidenciales francesas celebradas los días 10 y 24 de abril de 2022 muestran unos resultados
alentadores para la izquierda, incluso la europea. Macron vuelve a salir reelegido presidente pero
pierde más de 2 millones de votantes con respecto a las anteriores del 2017, sufriendo una
contestación ciudadana que incluso se manifestó el mismo día de las votaciones (de segunda
vuelta), retomando la crítica a las políticas antisociales y privatizadoras que ha venido impulsando
los últimos años. Recuérdese, por ejemplo, la revuelta de los Chalecos Amarillos o la masiva huelga
contra la reforma de las pensiones que le obligó a dar marcha atrás en esta “reforma insignia” de su
mandato que pudo ser malograda. Ejemplos ambos de una política mucho más amplia basada en
atacar las conquistas sociales y democráticas de la clase trabajadora: imponiendo ordenanzas para
precarizar las relaciones laborales y las conquistas sociales, iniciando la privatización de la SNCF y
todos los servicios públicos, etc.

Por su parte, Le Pen con un discurso más “centrista” que en anteriores convocatorias, ha cosechado
unos resultados nunca vistos en la ultraderecha, acaparando bajo sus consignas de anti UE y anti
OTAN una buena parte del malestar y la rabia social cultivadas por las políticas derechistas de
Macron entre los sectores conservadores pero también entre la juventud, la clase trabajadora y
algunos colectivos de izquierda que optaron por apoyarla.

E igualmente hay que destacar los resultados de Unión Popular de la opción de Melenchon (Francia
Insumisa), que en la primera vuelta se quedó tan solo a 400.000 votos de ser la segunda opción más
votada, mientras que el PCF obtuvo 800.000 en esa misma votación y otras fuerzas alternativas o de
izquierdas que también dividieron el voto, sacaron otros más de dos millones. Sin embargo, ya en la
segunda vuelta, a pesar de todas las presiones mediáticas, sociales y políticas ejercidas
machaconamente sobre la opinión pública, la opción de Melenchon consiguió mantener a buena
parte de su electorado “insumiso” e impedir que prosperara el voto del miedo, concitado por los
derechistas pero también por otros partidos de la izquierda aunque defensores del “establishment”,
como es el caso particular de quienes llamaron a votar a Macron en segunda vuelta para defender
frente a la ultraderecha una (inexistente) “Europa de la Paz y las libertades”, y empezar a combatirle
a partir del lunes 25 (!?).

Los datos que muestran los resultados oficiales (Ver Tabla adjunta) resultan claros. En la segunda
vuelta Macron logró 18.779.641 votos sumando al 38,5% del electorado, siendo que su apoyo
directo en la primera vuelta apenas llegó al 20%. Un apoyo proveniente, según los estudios
sociológicos publicados tras la primera vuelta, de sectores con alto poder adquisitivo (más de 3000
euros al mes) y nivel de estudios como los directivos, profesionales y jubilados de las zonas de
población más acomodadas (ciudades). En cambio, Le Pen consiguió 13.297.760 votos que
representan un 27% del censo electoral, aunque su base electoral real mostrada en la primera vuelta
no llegó al 17%. Además, según las encuestas sociológicas, Le Pen ganó la mayoría entre los
trabajadores de cuello azul y cuello blanco, con ingresos y estudios bajos, residentes en zonas de
población rural, así como entre sectores de la clase trabajadora.

Cuadro de resultados votaciones presidenciales francesas del 10 y 24 abril 2022

Finalmente, la opción que contó con mayores apoyos en la primera vuelta, por delante de Macron,
siendo la segunda en las votaciones del 24 de abril fue la del rechazo a participar en esa engañifa
electoral (abstención más votos blancos y nulos, como propuso hacer Melenchon) que obtuvo en la
segunda vuelta 16.675.099 votos (ojo: más de 2,2 millones de votos en blanco) y un 34% del
electorado.

Como también muestra ampliamente la tabla de resultados, el principal problema sufrido por la
izquierda alternativa (insumisa, antisistema) vino de la división del voto en unos comicios a dos
vueltas donde solo podrían acabar enfrentándose las dos opciones más votadas. Pero las próximas
elecciones legislativas del 12 y 19 de junio introducen un nuevo escenario y marco de confrontación
donde inevitablemente tanto la movilización social contra unas instituciones y sistema políticos
muy cuestionados como el entendimiento en torno al polo de la Unión Popular de Melenchon
pueden ser decisivos. De hecho durante las próximas ocho semanas, decenas de miles de militantes
y simpatizantes de la France insoumise (FI) ya han llamado a trabajar en esta dirección como si se
tratara de una “tercera vuelta” electoral.

La situación social, económica y política que vivimos actualmente en Europa pueden constituir
también un acicate en esa dirección, ya que las perspectivas a corto y medio plazo siguen siendo las
de recortes y restricciones en las políticas públicas, lo que acrecentará una polarización social ya
muy palpable en las presidenciales francesas recién celebradas. La inflación y su correlato de
exigencia de aumentos salariales, puede ser una parte central de esta ecuación social donde también
siguen ocupando un lugar esencial la guerra en Ucrania y la rebaja constante de las perspectivas de
crecimiento económico en la UE. De este modo, en Francia, la combinación de los efectos sociales
de la crisis y de una política de recortes y reformas antisociales como la que intentará aplicar
Macron pueden abrir una nueva etapa -explosiva- en la vida política y social del país hermano.
Habrá que situarse en esa perspectiva y confiar en que, por fin, se produzca un reagrupamiento de
las fuerzas políticas y sociales alternativas con el objeto de fortalecer el poderoso “polo popular”
que empezó a construirse en la campaña presidencial.

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