Palmeros

La señora Robles es experta en presentarse ante su público como si fuera fiel cumplidora de unos compromisos respetables, el señor Borrell cuida sus flores proponiendo la quema de cualquier otra plantación que no provenga de su vivero y doña Ursula sonríe complacida al grupo que se manifiesta al ritmo que marca Joe.

Una vez más nos topamos con aquello de que una imagen vale por mil palabras aunque podemos añadir que no hay palabras para calificar lo que este grupo representa y a qué intereses sirve. O sí las hay pero el espectáculo nos lo cuentan con los adornos y mentiras necesarias para que el significante se imponga al significado y las apariencias se impongan confundiendo jardines con junglas.

Son capaces de camuflarse con cualquier disfraz, acompañado de palabras rimbombantes al servicio de falsas apariencias. La señora Robles es experta en presentarse ante su público como si fuera fiel cumplidora de unos compromisos respetables, el señor Borrell cuida sus flores proponiendo la quema de cualquier otra plantación que no provenga de su vivero y doña Ursula sonríe complacida al grupo que se manifiesta al ritmo que marca Joe.

Fuera del tablao, cuando dejan de comerciar con discursos y postureos, se dedican a la venta de armas, mejor dicho de gente armada y de chatarra que necesita una “puesta a punto”. Como “carrera de armamento”, la entrega de blindados que llevan una década en desuso resulta una mezcla perfecta de subordinación y picaresca miserable que quisiera presumir de estar “trabajando para la paz” cuando el papel que mejor representamos es el de “comparsa” de los Estados Unidos.

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