Por una jornada internacional contra la guerra

¿Pretenden desmantelar la sanidad, las pensiones e imponer la vida cara… para financiar los gastos militares y la guerra? 

La guerra de Ucrania ha venido para quedarse. Se cumple un año de la intervención de las tropas rusas y catorce años de acoso militar del régimen de Kiev a las regiones del Donbas prorruso y la anexión de Crimea por Rusia. Las grandes potencias apuestan por una guerra de larga duración, sin embargo los pueblos afectados requieren el alto el fuego inmediato y la negociación de un acuerdo de paz. La guerra económica y comercial ha agravado la crisis mundial, encareciendo sensiblemente los combustibles que han empujado una inflación internacional encadenada. Con la voladura de los oleoductos de Nord Stream se han reventado las relaciones económicas de decenas de años, establecidas entre Rusia y Europa a través de la compra-venta del gas y petróleo. EE.UU. financia la guerra de Ucrania y amenaza a China con sus portaviones y bases militares en Japón, en lucha también por mantener la hegemonía mundial. Como consecuencia de todo ello la industria del armamento y las petroleras estadounidenses reconocen escandalosos beneficios económicos. 

El terremoto que ha afectado a Turquía y Siria ha llevado a millones de personas a la ruina, sin que la ayuda internacional resuelva el problema social que se ha visto agravado. En Siria, a la guerra de quince años se suma el desastre de las sanciones económicas que los EE.UU. mantienen. Algunos constructores han sido detenidos en Turquía como responsables de la edificación de viviendas que se han venido abajo como un castillo de naipes, sin que con ello se puedan esconder las responsabilidades de quienes desde las administraciones públicas permitieron construcciones inadecuadas en zonas propensas a terremotos. 

La guerra de Ucrania ha venido a ocultar también la guerra de Arabia Saudí apoyada por los EE.UU. contra Yemen. Numerosas organizaciones sociales de estadounidenses convocaron movilizaciones en diez ciudades contra la guerra para el próximo 1 de marzo. Las consecuencias de la guerra son patentes en toda Europa. La inflación galopante ha sacado a miles de trabajadores a la calle y a la huelga, como no sucedía desde hace muchos años en un movimiento combinado que recupera las asambleas y movilizaciones al tiempo que rearticula la vida sindical reivindicativa. La oleada de paros exigiendo aumentos salariales se ha hecho sentir en la mayoría de los sectores laborales de Gran Bretaña. En Francia el gobierno de Macron trata de quitar miles de millones de euros a los pensionistas aumentando la edad de jubilación, mientras multiplica los gastos militares, provocando una situación proclive hacia una próxima huelga general.

En defensa del sistema público de pensiones.

En España, la movilización popular contra el desmantelamiento de la sanidad pública en beneficio de los pelotazos de la privada hace que la huelga general sanitaria avance en Madrid. En Italia, Alemania y en otros países la lucha de clases se ha desatado mediante un movimiento reivindicativo que exige el fin del envío de armamentos. En toda Europa la indignación social saca a las calles a trabajadores y jóvenes que expresan su rechazo a la guerra y a la miseria salarial. Como consecuencia de la movilización se resienten los planes de los gobiernos europeos y se agrietan los consensos que sostienen los regímenes, como es el caso de la monarquía en España, partidaria de la OTAN y de la guerra.

Una jornada internacional contra la guerra, por la libertad de los pueblos, debería ayudar a reorganizar este profundo movimiento político y reivindicativo. Por ello se convocó un Encuentro Internacional en Madrid para los próximos 15 y 16 de abril.  Por otro lado, los trabajadores madrileños de la sanidad exigen mejoras importantes en sus condiciones de trabajo, ya que no pueden seguir soportando presupuestos miserables al tiempo que el Gobierno multiplica la Deuda Pública, financiando con créditos de la Unión Europea a grandes empresas y bancos, mientras se abandonan las inversiones sociales. La guerra conlleva la austeridad y la lucha por la paz se asocia en el movimiento obrero con la demanda de satisfacción de las reivindicaciones sociales. 

Es el momento de aunar la movilización en defensa de los intereses inmediatos de los trabajadores y de las capas populares con la oposición a la guerra y el rechazo al envío de armas.

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