Venezuela: diana de las empresas de mercenarios colombianas

“La verdad es completamente aniquilada por los falsos positivos” (Jorge Rodríguez)

No hay verano sin grillos, dice el dicho, y nosotros añadimos, no hay verano sin atentados contra Cuba y Venezuela. En la segunda semana de julio, justo el día 7, dos noticias asaltaron la actualidad en los medios: el asesinato del Presidente de Haití, Jovenel Moïse, y el estallido de guerra urbana en la ciudad de Caracas. Ambos acontecimientos con una relación íntima, como podremos comentar.

La República Bolivariana de Venezuela viene haciendo frente a un sinnúmero de agresiones y contradicciones de lo que ha sido denominado como una guerra multidimensional. Digamos que hasta aquí todo normal: cualquier proceso revolucionario o que pretenda transformaciones profundas, defendiendo su derecho a la soberanía,  tendrá que enfrentarlas; es una ley histórica. Para el caso de Venezuela, desde la misma lucha por la independencia del Imperio Español, otro hecho real, objetivo, inapelable y determinante vino a superponerse a todos los demás: el hecho de compartir unos 2000 kilómetros de frontera con Colombia; no una frontera convencional, sino una frontera que contiene selvas, montañas, ríos, sabanas… como una maldición divina, en expresión literaria. Un hecho inapelable, irresoluble, teniendo en cuenta, además, que en nuestros días Colombia es el epicentro de formación y exportación de mercenarios, narcotraficantes y narcoparamilitares; el mayor país exportador de droga del mundo, con gobiernos representantes de los carteles del narcotráfico mundial, con unos gobernantes que son expresión de la oligarquía más fanática, racista y sanguinaria del Continente; socio servil de los EE.UU. de Norteamérica, este último, el mayor consumidor de droga del mundo y primer beneficiario del lavado de dinero de su comercio mundial.

Bien, pues desde Colombia, a través de la actuación de mercenarios narcoparamilitares, entrenados en Colombia, y vinculados a empresas de “seguridad” (llámense SILVER CORP, CTU o BLACKWATER, todas situadas en EE.UU.), formados dentro de Colombia y utilizando un arsenal de armas de guerra procedentes en su mayoría de las FF.AA. colombianas (y también  de origen estadounidense), se promovieron los actos de guerra en el suroeste de Caracas, en la “cota 905”, que se iniciaron el 7 de julio, con el objetivo de subvertir el orden constitucional en Venezuela, generando caos, destrucción y muertes. La presencia de grupos delincuenciales no es nueva en Venezuela; lo que sí es nuevo es su articulación con el narcoparamilitarismo colombiano y con la oposición extremista interna desde que se iniciara el proceso bolivariano a finales de los años 90. En rueda de prensa, el día 13 de julio, el presidente de la Asamblea Legislativa de la República Bolivariana de Venezuela, Jorge Rodríguez (rueda de prensa que recomendamos ver), daba cuenta pormenorizada de cómo se había organizado el operativo terrorista, desvelando la participación, en ese momento ya investigada, de los personajes más “ilustres”, que no ilustrados, de la oposición extremista venezolana, encuadrados en la organización Voluntad Popular; entre ellos Leopoldo López, Fredy Guevara, Gilbert Caro, Hasler Iglesias, Luis Somaza, Yon Goicoechea, Antonio Intriago, etc; representantes de la oposición extrema dentro de “las oposiciones” internas; así como sus vínculos con la Casa de Nariño (sede de la Presidencia de Colombia) y con su presidente Iván Duque. En realidad, las acciones de las bandas terroristas comenzaron el 24 de junio y prosiguieron el 5 de julio, con el intento de asesinato del presidente Nicolás Maduro, durante la inauguración del monumento a la Batalla de Carabobo, batalla que certificó la independencia de Venezuela en 1821, cuando los servicios de inteligencia y seguridad interceptaron 4 drones dirigidos a atentar contra su persona. Al fracasar el intento de magnicidio, la oposición extremista adelantó su plan denominado “la fiesta de Caracas”. El 7 de julio, mientras se entregaban las graduaciones militares a las y los cadetes de las 12 Academias Militares venezolanas, comenzaron las detonaciones y los intentos de asalto a instalaciones de los cuerpos de seguridad del Estado. La “fiesta” había comenzado.

Como explicaron la Vicepresidenta Ejecutiva de la República Bolivariana de Venezuela, Delcy Rodríguez, y la Ministra del Poder Popular de Interior, Justicia y Paz, almiranta Carmen Meléndez, en rueda de prensa ofrecida el 10 de julio desde la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad, el Estado venezolano estaba preparado para hacer frente a los acontecimientos que se produjeron, pues la Operación “Gran Cacique Indio Guaicaipuro” estaba planificada y articulada con los servicios de inteligencia oficiales y “sociales”. Actuaron 3100 funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana, Policía Nacional Bolivariana, Policía de Caracas, del CIPCPC (Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalistas), de inteligencia y otros. El operativo duró 70 horas, consiguiendo hacer salir a las bandas criminales de los cerros, quienes tomaron los accesos, atacaron y trancaron el túnel de la autopista sur (lleno de vehículos y personas), quemaron vehículos… “estaban como locos”.

Operación “Gran Cacique Indio Guaicaipuro”

Los planes del 24 de junio y del 5 de julio (día del desfile de la Independencia), fueron desarticulados, lo que obligó a los paramilitares a moverse con rapidez. El 6 de julio los francotiradores apostados en zonas altas disparaban y mataban a personas inocentes que transitaban por la calle o en sus vehículos particulares. El 7 de julio recrudecieron las acciones (posiblemente movidos por el acoso de los cuerpos de seguridad del Estado que iban accionando sucesivos círculos de seguridad), atacando las instalaciones policiales del Helicoide y del SEBIN (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) y el 8 de julio, a las 02:30 horas, se activaba por parte del Gobierno, la Operación “Gran Cacique Indio Guaicaipuro”. El primer objetivo: sacar a las bandas de las “alturas” para conseguir la liberación de las parroquias populosas de la cota 905 y colindantes. La primera batalla se ganó tras 24 horas ininterrumpidas de combates y los barrios fueron liberados. En unos altos llamados popularmente “Los Alpes”, en el barrio de Cementerio, habían construido trincheras, garitas de vigilancia y contaban con preparación logística para mantener una prolongada guerra en Caracas. Aquí fue desarticulado un grupo de 20 paramilitares colombianos (3 capturados, 10 abatidos y el resto huidos), responsables del adiestramiento de al menos 300 delincuentes y se descubrió un laboratorio completo de producción de droga; escenario perfecto de la narcopolítica colombiana de intervención y de guerra, tantas veces practicada contra la República Bolivariana de Venezuela. En su huida incendiaban y destruían las bases de las Misiones Sociales y otras instituciones públicas; cientos de personas se habían visto obligadas a abandonar sus hogares y decenas de miles estaban secuestradas. Que las fuerzas de seguridad hubieran entrado en estos barrios sin un plan estratégico y táctico muy pormenorizado podría haberse convertido en una auténtica masacre popular; la geografía urbana también es un elemento determinante. La ministra Carmen Meléndez informaba de que todas las víctimas y sus familias estaban siendo atendidas, que inmediatamente se iniciaría la reconstrucción de todas las instalaciones destruidas, la vuelta de la población huida, la reactivación de todas las Misiones; reiterando que quedarían 34 puntos activados en las zonas afectadas para continuar garantizando la seguridad y la paz, a las que siempre ha aspirado el pueblo caraqueño y venezolano. Justo al cumplirse un mes de estos sucesos, la ministra Carmen Meléndez daba cuenta de los avances conseguidos en la reconstrucción de instalaciones con el apoyo del poder popular en todas las zonas afectadas.

Colombia y el mercenariato

En 1989, la Asamblea General de las NN.UU. votaba una resolución en contra del mercenariato. EE.UU. de Norteamérica y Colombia votaron en contra. El mercenariato resulta un gran negocio para las élites de ambos países pues su acción les permite expandir el negocio del narcotráfico aumentando los territorios bajo su control político. En Colombia el narcoparamilitarismo controla ya más del 67% del territorio nacional, y bien sabemos cuáles son los tintes de la política interna en Colombia. En las zonas donde controlan el territorio han establecido las bases de entrenamiento de los mercenarios (campamentos) que luego serán contratados y exportados, y que lo mismo actuarán en Irak o Afganistán, o desestabilizando a gobiernos en cualquier parte del mundo. La ubicación geográfica en territorio colombiano de las bases del mercenariato ha llevado a Jorge Rodríguez a calificar a estos territorios colombianos como “la nueva Escuela de las Américas”. Vinculados a la oposición extremista venezolana a la que no le tiembla el pulso cuando intenta allanar el camino para que el narcotráfico sume a Venezuela a su radio de acción, imbricándola en las relaciones narcóticas multiterritoriales, pasadizo seguro entre el Caribe y el Atlántico. En el caso de Haití, por desgracia, no podemos hablar de la existencia de un Estado; para EE.UU., Colombia y el narcotráfico, Haití es un portaviones en medio del Caribe, que les garantiza el tránsito con total impunidad de drogas, armas, seguramente el lugar más lucrativo del mundo para este tipo de negocios. Todo lo ocurrido en la cota 905 responde a este guión. Permanentemente el Gobierno de Venezuela ha pasado información y denunciado ante la comunidad internacional, ante los EE.UU., y ante Colombia, la penetración y modus operandi de las bandas narcoparamilitares. Es por eso que, al conocerse el asesinato de Jovenel Moïse  a manos del sicariato colombiano (26 colombianos y dos gringos componían el comando, contratado por una empresa gringa cuyo dueño es un extremista venezolano, Antonio Intriago), sea justo preguntarse, como hizo Jorge Rodríguez,  si este magnicidio no podía haberse evitado.

Como también responde a dicho guión la declaración norteamericana del 16 de marzo de 2021 de que “Venezuela, Cuba y Nicaragua son una amenaza para nuestra seguridad que no podemos resolver en solitario” y la consecuente y posterior visita del Jefe del Comando Sur, y del actual director de la CIA, Williams Joseph Burns a Colombia y Brasil, los días 20 y 29 de junio respectivamente, para, como se ha hecho público, “una misión importante de inteligencia que logramos coordinar” (Francisco Santos, embajador colombiano en EE.UU.). Todas las alarmas saltaron en la República Bolivariana de Venezuela. Planifican los EE.UU. y Colombia ejecuta los planes, en estrecha relación carnal con el extremismo venezolano.

La convocatoria de las elecciones primarias abiertas

El pasado domingo 8 de agosto se celebraban en la República Bolivariana de Venezuela, por primera vez, unas elecciones internas abiertas de un partido político, en este caso, del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), para elegir los candidatos y las candidatas que figurarán en las próximas elecciones a las Gobernaciones y las Alcaldías, que están convocadas para el 21 de noviembre de 2021. Se habían postulado más de 100.000 candidatos y candidatas. A un mes de los acontecimientos de Caracas se produjo una gran movilización, pues más de 5 millones y medio de personas se acercaron a votar (este dato se ha obtenido a través de los localizadores GPS, ya que el PSUV pidió a sus militantes que lo activaran, acto voluntario, pero que no dejó de ser controvertido). Un proceso con soporte técnico del Consejo Nacional Electoral, que instaló 5000 mesas de votación (con una máquina cada una) en todo el país, realidad que se quedó muy corta (en las elecciones normales se instalan 15.000, con cinco máquinas en cada una); las colas y la concentración de personas en las zonas de votación fueron muy grandes e hicieron que muchísima gente desistiera de su intención de hacerlo.  Votaron 3.5 millones de personas, el 15% del censo electoral (el 25% si contamos los que se acercaron a las urnas). Todo indica que para las elecciones de noviembre, en las que se estima repetir el histórico 50/60% de participación, ya el PSUV arrancaría con un piso del 30 al 50%, sin contar con los efectos que pueda añadir la campaña electoral. Nos decía el compañero Jesús Peña, vía electrónica desde San Antonio de Los Altos, “Te escribo hoy para resaltar el clima de participación sorprendente y entusiasta en las votaciones primarias del PSUV. Momento de reencuentro entre muchos, ansiosos de que la contienda política sana se renueve y adquiera la relevancia que debería tener frente a una vida rutinaria que se ha aplanado demasiado por las circunstancias económicas ya conocidas. Evidentemente todos los que nos hemos acercado a votar lo hemos hecho con nuestras particulares historias de sobrevivencia (y no han sido pocas las críticas escuchadas sobre la gestión gubernamental, algunas muy amargas), pero igualmente todos nos hemos sentido orgullosos de la resistencia hasta ahora sostenida. Incluso en este pueblo mega escuálido había colas para votar. No todos militantes del PSUV, por cierto. Conciencia política aun con las penurias, el ambiente anti-socialista y la desinformación permanente de los medios. El PSUV, a pesar de sus errores, sigue siendo la organización política que marca la pauta de los acontecimientos en el país, en mi opinión por su defensa inequívoca de la independencia de nuestra patria. Eso es lo principal que une a todos los que nos hemos reunido hoy para votar”.

Por cierto, la almiranta Carmen Meléndez obtuvo el 52.69% de los votos y será la candidata a la alcaldía de la ciudad de Caracas.

Para concluir, volvamos a la rueda de prensa del Presidente de la Asamblea Legislativa, Jorge Rodríguez, el pasado 13 de julio, en la que pidió a los periodistas que antes de buscar en sus móviles las “fakenews”, escucharan el relato  exhaustivo de las pruebas que presentaría sobre la participación directa de los “ilustres” en las acciones de guerra producidas en Caracas. Después de presentar decenas y decenas de pruebas (las más impactantes, las conversaciones de WhatsApp entre ellos), terminó diciendo “esta es la verdad aunque ya sabemos que la verdad es completamente aniquilada por los falsos positivos”.

Carmen Morente Muñoz (Plataforma Simón Bolívar de Granada) [1]Texto remitido a Hojas de Debate por su autora, inicialmente publicado por El Otro País de Este Mundo

Notas

Notas
1 Texto remitido a Hojas de Debate por su autora, inicialmente publicado por El Otro País de Este Mundo
Comparte este artículo

One thought on “Venezuela: diana de las empresas de mercenarios colombianas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *