A enemigo que huye, puente de plata
La Asamblea Legislativa de la República Bolivariana de Venezuela acordó el 11 de septiembre pasado solicitar al Presidente Maduro la ruptura de relación diplomáticas, comerciales y consulares con España, en respuesta a la decisión adoptada por el Congreso de los Diputados de reconocer a González Urrutia como Presidente de Venezuela. Edmundo González, acusado de graves delitos por la Fiscalía venezolana y con antecedentes que lo vinculan con los escuadrones de la muerte en San Salvador, es recibido con honores por Pedro Sánchez en la Moncloa al día siguiente.
Se atribuye a Gonzalo Fernández de Córdoba, “El Gran Capitán” (1453-1515) la frase que citamos como título del presente artículo.
¿Se acuerdan ustedes de cuando nos tenían pegados al televisor familiar embobados con los avatares del culebrón venezolano de turno? En 1992 nos televisaban “Por estas calles” y nos contaban una historia de amor en un mundo en crisis.
Pues seguimos casi en las mismas, con el mundo en crisis, en la puñetera calle y con Venezuela que sigue siendo una fuente inagotable de materia prima para vivir la vida como un culebrón.
Lo último está siendo (y aplico el gerundio porque parece que va a ser para rato), está siendo y será lo de Edmundo González, que se fue de Venezuela. Lo apasionante es cómo los periódicos cuentan y califican su salida y las circunstancias.
Para unos, Edmundo se ha tenido que marchar porque peligraba su seguridad personal. Otros matizan el guion con toques a lo Ian Fleming: “Así se fraguó el exilio de Edmundo”, o ”El asilo político del líder opositor”.
Para los que practican una calculada moderación en el lenguaje, la frase más elegantemente descriptiva es “Ha partido del país el ciudadano opositor”.
Aunque el intríngulis se mantiene: “Desde el Gobierno Español han negado que la llegada del opositor se deba a un pacto, o sea, que, pese a la presencia de Zapatero, Delcy y su hermano… la salida de Edmundo no implica ninguna negociación. Ni siquiera discutieron sobre quien pagaba el alojamiento y los billetes de transporte.
Otros comentaristas prefieren imaginar que fue a las bravas y “Exteriores sacó a Edmundo”, lo que resulta más película de acción que la blandenguería de “Edmundo abandona Venezuela para refugiarse en España”. Nada de deportaciones forzosas. “Era el momento de salir de Venezuela”.
Aunque en el Covadonga santuario ideológico en el que se instala el PP, parece que no ha gustado que Edmundo se viniera para acá, que si Borrell ha dicho que es un día triste para la democracia, para González Pons y la FAES les importa mucho más que “el asilo de Edmundo supone quitarle un problema a la dictadura”. (De Maduro, claro).
Ahora González Pons glosa a la lideresa criolla que “no se vende ni traiciona” (dando a entender que don Edmundo hace las dos cosas), mientras que la derecha española proclama al candidato “presidente electo” basándose en no se sabe qué recuento de votos venezolanos que ellos manejan “sin complejos”. En los colegios de pago a los que asistieron debían autorizarse muy pronto las calculadoras de cómodo manejo, con su contrapartida de un conocimiento muy (neo)liberal de las tablas de multiplicar.
En todo caso cabe recordar que con Guaidó practicaron con mucha soltura lo de dejar tirado en la calle a un líder conservador inservible si no te salen las cuentas.
En resumen: lean con atención los periódicos y analicen las palabras que parecen querer decir algo. Porque nos están diciendo muchas cosas al mismo tiempo, los partidos políticos que nos representan combinan silencios con truenos y estamos asistiendo a una apasionante batalla en la que Venezuela resiste la feroz acometida de sus “ricos con apellido”, que fuerzan todas las normas jurídicas para quitarles a los don nadie hasta la conciencia de su pobreza. Y si no levantan a los militares del país, los importan de EE.UU.
Valoren políticamente los nombramientos a dedo de “presidentes electos” a los que se les trata con evidentes deferencias: mientras a Edmundo González Urrutia, con antecedentes de estar implicado en la organización de los escuadrones de la muerte en San Salvador, pero calificado como héroe por nuestro Presidente del Gobierno, se le concede asilo político, se fleta un avión de las Fuerzas Aéreas Españolas para traerlo a España y se le otorgan toda clase de facilidades para que rehaga su vida en nuestro país, a un luchador saharaui perseguido por Marruecos (Abdeslam Dichakour), perteneciente a una familia con tres miembros en prisión, el gobierno de Pedro Sánchez le deniega el asilo político.
Tampoco pasa desapercibido el detallito de cómo nos atrevemos a proponer como presidente de un país extranjero a Don Edmundo y nos tragáramos el rey que nos dejó como regalo don Francisco Franco.
Se convocan manifestaciones para presionar al Gobierno Español para que reconozca a Edmundo como “presidente electo”. ¿Nos acordamos del “caso” Guaidó?
El Salto sobre este asunto señala que «la oposición venezolana controla miles de millones en activos del Estado en el exterior. Juan Guaidó y su ‘gobierno interino’ fueron cesados por la propia oposición, pero esta mantiene el control de miles de millones de dólares en activos del Estado en el exterior.»
Hace ahora cuatro años era Juan Guaidó, autoproclamado en una calle de Caracas ‘presidente encargado’ de un ‘gobierno interino’ el que hacía ese mismo recorrido.
La autoproclamación de Guaidó del 23 de enero de 2019 en un acto público callejero en Caracas consiguió solo minutos después el reconocimiento entusiasta del Gobierno de Donald Trump, y en cascada, el de casi otros 60 países, entre ellos España.
Luego se conocerían las fuertes presiones diplomáticas que hizo Washington sobre sus aliados para conseguir ese inédito apoyo.
Pedro Sánchez llegó a darle un ‘ultimátum’ a Maduro para que dejara el poder; José Luis Martínez Almeida y su vicealcaldesa, Begoña Villacís, le dieron a Guaidó la Llave de Oro de Madrid y Díaz Ayuso, la primera Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid.
La derecha le organizó durante su visita un acto público en Puerta del Sol para que agitara a la comunidad venezolana, mientras Leopoldo López, el líder del expartido de Guaidó, Voluntad Popular, llevaba meses acogido en la embajada española en Caracas tras haber roto su arresto domiciliario. Hoy vive exiliado en España.
O sea, que estamos “disfrutando” de la segunda versión del culebrón venezolano. Claro que a lo mejor funciona el principio militar de nuestro Gran Capitán y terminamos el culebrón con don Edmundo disfrazado de Guaidó y corriendo por un puente de plata que le haya construido la propia derrochona venezolana con la asesoría de doña María Corina Machado. Pero que no falte el apoyo de nuestro Congreso de los diputados ( o disputados).