Ayuso y Casado

Nos encontramos con una democracia cada vez más prostituida, al utilizarse los medios de prensa y las televisiones como libelos para atacar a los oponentes de quienes les pagan desde las instituciones públicas y con el dinero de todos.

El tamayazo.

El 30 de junio de 2003, dos diputados autonómicos del PSOE, Eduardo Tamayo y Maria Teresa Sáez, se abstuvieron en la votación que debía proceder a la investidura de su compañero de partido, Rafael Simancas, como nuevo Presidente de la Comunidad de Madrid.

Al fracasar la investidura, se repitieron las elecciones. En octubre de aquel año venció Esperanza Aguirre, inaugurando el largo periodo de dominio del Partido Popular en esta comunidad autónoma.

Tamayo y Sáez no actuaron por una súbita conversión ideológica que les hiciera abrazar las teorías liberales. No se vieron alumbrados por una nueva fe política que hubieran mantenido los años siguientes. No abrazaron  otro credo, por el contrario, los motivos de su cambio han creado incluso una nueva palabra, el “tamayazo”, que alude a la mutación de una a otra organización política por motivos oscurísimos.

Significativo de lo que ya se estaba fraguando en aquellos años, fue  lo que señaló el  diario El País, según el cual, lo que flotaba en el ambiente era que si el PP hubiera necesitado obtener más votos de otros partidos en aquella Asamblea, fácilmente los hubiera obtenido utilizando el mismo sistema que con Tamayo y Sáez.

Esperanza Aguirre.

¡Y qué éxito tuvo Esperanza Aguirre en Madrid!

Los medios de comunicación no cesaban de repetir lo simpática, lo dicharachera, la magnífica política que era la “lideresa”. Todo marchaba viento en popa, cada nueva convocatoria revalidaba su éxito, pese a la epidemia de privatizaciones que emprendió y de las que se envanecía. Todo le sonreía, hasta el extremo de que ya anticipó lo que posteriormente hemos visto en estos días, echando un pulso a Mariano Rajoy por el liderazgo nacional del Partido Popular, que a duras penas aquél consiguió sostener  en el Congreso del PP de Valencia de 2008.

Tuvieron que pasar muchos, muchísimos años, hasta que supiéramos que aquel periodo glorioso del aguirrismo estuvo totalmente sostenido y entreverado por la más rampante corrupción: sus principales hombres de confianza, Granados e Ignacio González, resultaron estar inmersos en la putrefacción hasta la médula en algunos de los casos más sonados de la plaga de latrocinios que se han ido sucediendo estos años.

El caso Púnica fue el más grave, con más de 71 implicados, vinculados al hombre más próximo a la lideresa, pues era su Consejero de Presidencia, Justicia e Interior, quien permanece en prisión preventiva entre 31 de octubre de 2014 y 14 de junio de 2017 y continúa aún inmerso en variados procesos penales.

Además de estas actividades inmodélicas, ya anticipó las relativas al espionaje, según la información que se hizo pública en 2009, que se desarrollaban sobre sus compañeros de partido con la llamada “gestapillo”, protagonizada,  ¡qué casualidad!, por Ignacio González, Manuel Cobo y Alfredo Prada, y  organizada por la misma agencia de detectives, la firma Mira, a la que ahora supuestamente había encomendado el PP la vigilancia sobre Ayuso, según informa El Independiente.  

Pero es que, además, los dos políticos -no olvidemos a Cristina Cifuentes- que se habían hecho fuertes a la sombra de doña Esperanza, y luego la sucedieron en la presidencia de la  Comunidad de Madrid, se vieron envueltos en casos gravísimos de corrupción surgida en los triunfales  mandatos de aquella, por lo que tuvieron que cesar a consecuencia de los procesos penales que se les tramitaron. Y en el caso del González, ingresar en prisión el 21 de abril de 2017, a causa de  alguna de las actividades que había protagonizado.

Con semejante atmósfera de escándalos, resulta lógica la perplejidad de  los ciudadanos  críticos que se preguntaban cómo era posible que la señora Marquesa, título que como consorte ostenta nuestra gran estrella, tuviera aquella popularidad, a lo que los observadores más experimentados contestaban con la castiza frase tan cierta de que tenía muy buena prensa. ¡Y para no tenerla!

Esperanza Aguirre, tras ser desenmascarada en Mask Singer, Diario Sur, 10.06.21.

La financiación de la prensa.

«Esperanza Aguirre gastó 220 millones de euros en publicidad entre 2008 y 2011», nos  informaba el nada sospechoso de antiaguirrismo diario El Mundo el 9 de marzo de 2016.

Creo que la enormidad de la cifra merece que la traduzcamos a pesetas, treinta y seis mil seiscientos cuatro millones de las antiguas pesetas, cantidad de tal obscenidad que debería haber dejado perplejos a todos los que leyeran aquella noticia. La mayor parte de este dinero iba a parar a los medios de comunicación, que tanto alababan la simpatía, y por qué no, la esplendidez de la sin par lideresa.

Así se tapaban las privatizaciones, se “justificaban” los escándalos, se acallaban las críticas y se ignoraban las corrupciones.

Con las cifras de las que estamos hablando, cuesta pensar en la mala suerte de los pocos medios, o los muy escasos periodistas, que no resultaran agraciados en la pedrea.

Aquella gran liberal creó escuela: la del desparpajo y la desvergüenza.

Y dos de sus entonces jóvenes pupilos eran Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado.

La primera, muy próxima a doña Esperanza, desempeñaba la interesante actividad de gestionar el twitter de “Pecas”, el chucho propiedad de aquella, según informa el diario ABC, nada sospechoso de progresismo, el día 30 de mayo de 2019, en el que recuerda que nuestra joven política  le hacía decir al perrito …«me llamo Pecas, vivo en Malasaña con una rubia castiza. Incontrolable. Liberal. Seductor», según la crónica firmada el día citado por S.L.

En aquellos años inició su amistad con el otro joven popular, Pablo Casado, de quien dijo doña Esperanza que, siendo su asesora, fue estimulado y ayudado por ella para obtener el título de licenciado en Derecho. Como señala el El Diario.es, el actual Presidente del PP motivó una gesta académica, ya que tras tardar siete años para aprobar la mitad de la carrera, superó la otra mitad en tan solo unos pocos meses. 

El mismo periódico  indica que doña Esperanza llamaba a los profesores diciéndoles: «oye, a ver qué haces con este muchacho, que tiene que acabar». Recordarán nuestros lectores que el Rector de la Universidad donde efectuó tal hazaña era Pedro González Trevijano, actual Presidente del Tribunal Constitucional, un magistrado de perfil marcadamente predemocrático y carente de la debida apariencia de imparcialidad.

Pasaron los años, el Partido Popular decidió que Pablo Casado, este estudiante tan aplicado, fuera su Presidente. En el ejercicio de sus nuevas funciones, Casado impuso como candidata a la Comunidad de Madrid a Isabel Díaz Ayuso, que tras sus éxitos electorales, ha decidido escribir un nuevo pulso en la biografía del PP dirigiéndolo contra su mentor. Tras las bambalinas de la presidencia del gobierno autonómico, se encuentran personajes con mucho poder vinculados a Aznar y Esperanza Aguirre.

Pablo Casado y su segundo, Teodoro García Egea, parecen haber copiado los usos de espionaje que ya conocían desde la época de Ignacio González, para escudriñar el alcance de las presuntas corruptelas gravísimas que ha venido propiciando la Presidenta de Madrid, destinadas a favorecer los negocios de su hermano Tomás, relacionados con la actividad sanitaria pública. Una actuación mercantil que, aprovechando la pandemia, ha permitido al hermano de Ayuso lucrarse con el tráfico de mascarillas. El propio Casado ha manifestado que Tomás Ayuso, más que como comisionista, podía haber actuado como beneficiario principal, utilizando la empresa, supuestamente titular de la concesión, como testaferro, para así eludir la prohibición de obtener directamente concesiones administrativas del ejecutivo presidido por su hermana.

Pues bien, una vez que estalla la grave crisis actual, en la que tanto el Presidente del Partido Popular, como su Secretario General, Teodoro Egea, acusan a Díaz Ayuso de graves sospechas de corrupción y le abren, además, expediente disciplinario, es cuando varios “barones” de la organización y sobre todo, los medios de comunicación conservadores, como La Razón, ABC, El Mundo y el ultra Jiménez Losantos, se revuelven contra aquellos, pasan a justificar las actividades de la nueva lideresa, olvidan sus anteriores acusaciones, y… pelillos a la mar.

¿Le preocupa la corrupción a Losantos, a El Mundo, al ABC, y a  La Razón? ¿Y a Pablo Casado? ¿Cómo es posible que la normalicen, que la justifiquen, que enmarañen todo lo sucedido para que su preferida política continúe al frente de la Comunidad de Madrid? Pues porque siguen la misma dinámica que utilizaba Esperanza Aguirre, y los riega con abundantes fondos públicos de propaganda institucional.

«El riego constante de Ayuso de dinero público para los medios de la derecha y de la extrema derecha tiene como objetivo mantener las filas mediáticas prietas cuando la situación lo requiere», expone El Diario.es el día 19 de febrero último.

Así nos encontramos con una democracia cada vez más prostituida, con una de las libertades básicas de un estado de derecho, como es el de la libertad de expresión, convertida en una caricatura, al utilizarse los medios de prensa y las televisiones como libelos para atacar a los oponentes de quien paga, que para colmo de los despropósitos ya no son los propietarios capitalistas del periódico, ni los empresarios que anuncian sus productos, sino las instituciones públicas que utilizan el dinero de todos los ciudadanos para estos deplorables fines. Como quiera que quien controla la Comunidad de Madrid es Ayuso, la generosa donante, y no Casado, la batalla fratricida se ha inclinado a favor de la primera en pocas horas, con el resultado que conocemos todos.

Por cierto, estando España asociada a la Comunidad Económica Europea, tan celosa para fulminar cualquier desviación del gasto público, tan exigente controladora de las deudas y de la ortodoxia económica pública, que golpea los gastos sociales que ponen en peligro aquellos severos cálculos, ¿cómo es posible que no haya dicho nada sobre el gravísimo uso de fondos públicos para someter a los medios de comunicación a la voluntad de sus benefactores? ¿cómo es posible que ningún partido político en España denuncie este asunto ante aquellos austeros organismos?

En fin, y como epílogo de esta historia, vemos que los acontecimientos se confabulan para conseguir que la derecha española, molesta ya de sus 40 años de careta, quiera ser ya representada sin más disfraces por los franquistas, que más o menos agazapados  quedaron tras la ejemplar transición, controlando los variados resortes del poder, y los usos y corruptelas que eran la esencia de la dictadura.

El pueblo español tendrá que continuar, sí o sí,  con la lucha política que no se culminó con éxito en aquellas fechas.

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