Biden el currela
Todavía estamos a tiempo de echar mano de un sindicalismo de clase, sociopolítico, que combate el capitalismo mediante la lucha de clases frente a la oligarquía y la patronal y que defiende la paz entre las naciones, que reclama transformaciones sociales profundas al mismo tiempo que mejores condiciones de vida y de trabajo.
La noticia nos permite escribir una reflexión sobre los juegos de apariencias y los disfraces sociopolíticos. El presidente Biden se disfraza de obrero activista de un piquete informativo y, megáfono en mano, parece arengar a las masas proletarias. Cuando los Biden de este mundo hacen el paripé de presentarse como activistas defensores de la clase trabajadora hay motivos para inquietarse. Mientras el abuelo payasea con su megáfono, las empresas tecnológicas siguen mostrando que son enemigas del sindicalismo de clase. La doble identidad aparente de Biden -aliado de la oligarquía, del Pentágono y “amigo” de la clase asalariada- plantea un conflicto que no se resolverá a favor de los trabajadores.
Obviamente tenemos que comprender que el presidente vejestorio puede escoger el papel que más le plazca: Entendemos que quiere presumir de cercanía con el pueblo trabajador. Disfrazar su candidatura política con tinte obrerista. Claro que hay varias fórmulas para crear apariencias para consumo de quienes se conformen con propuestas de artificio. Por ejemplo, representar un sindicalismo de extrema derecha como el del sindicato vertical franquista que concentraba a los jurados de empresa y a los enlaces de esa particular organización el 1 de mayo en el Bernabéu bajo la presidencia del dictador mediante una demostración sindical con un lenguaje obrerista que defendía al mismo tiempo los intereses de la oligarquía, el imperialismo y los privilegios de la Iglesia Católica. Mientras tanto, la brigada político social detenía y encarcelaba a los trabajadores que luchaban por mejorar sus condiciones de trabajo, por la recuperación de los derechos y libertades democráticas y por el socialismo.
También conocemos sobradamente el sindicalismo reformista o de concertación y pacto social que practican los actuales dirigentes de las centrales que se dicen mayoritarias. Un sindicalismo que no impugna el sistema capitalista de explotación y opresión a los asalariados y que a veces logra un incremento salarial absorbido con creces después por la inflación. Es un sindicalismo que mira hacia otro lado frente a los presupuestos de guerra, condescendiente con el neoliberalismo y el actual belicismo. Un sindicalismo que abandona la calle y los centros de trabajo como lugares donde se asienta y desarrolla la conciencia de clase de la masa trabajadora, por mucho que los trabajos de hoy parecen distintos a los del ayer. Mira por dónde, lo que no ha cambiado es la opresión y la explotación de los asalariados.
Pero todavía estamos a tiempo de echar mano de un sindicalismo de clase, sociopolítico, que combate el capitalismo mediante la lucha de clases frente a la oligarquía y la patronal y que defiende la paz entre las naciones, que reclama transformaciones sociales profundas al mismo tiempo que mejores condiciones de vida y de trabajo. Fue el sindicalismo de las CCOO durante el franquismo que debemos ahora y de forma urgente restablecer.
Y nos sobran los motivos que cantaba Joaquín Sabina. Desgraciadamente él dejó que se borraran en su memoria.