Continúa la campaña contra China por su gestión de la Covid-19
Ahora, a causa de un pico de contagios, ya en fase de descenso, que estaba dentro de las previsiones del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de China para el caso de flexibilización de la política de Cero Covid.
Poco ha tardado en producirse la nueva campaña mediática, muy tendenciosa, en relación con el aumento de casos de Covid-19 en la República Popular China. Veníamos de la anterior, contra la política de Cero Covid y cuando ésta se suaviza y se produce el previsto disparo de casos (dada la enorme dimensión de la población china y razón de ser de la referida política de Cero Covid), se organiza otra para intentar desacreditar, cueste lo que cueste, a la Salud Pública de China como parte de la campaña permanente contra este país, en la peor tradición del “anticomunismo de toda la vida”.
En el Informe número 50, del 10 de diciembre de 2021, del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de China [1]On Coexistence with COVID-19: Estimations and Perspectives (chinacdc.cn), se desarrollaban las estimaciones y perspectivas respecto de las dos estrategias alternativas que el país podría seguir, la aplicada de “contención y supresión” (la política del “cero dinámico”) o la de otros muchos países de “mitigación”, que acepta algún nivel de propagación del virus, pero buscando disminuir su impacto.
El CDC de China juzgó que “la mitigación podría permitir el desarrollo de la inmunidad colectiva durante mucho tiempo, pero a un gran coste en términos de número de casos, morbilidad y mortalidad”. El CDC de China concluyó que el sistema de atención médica de China se vería rápidamente abrumado por unos 630.000 casos diarios de Covid-19 y más de 10.000 casos graves cada día. “Adoptar ciertas estrategias de “apertura” sin reservas”, advirtió el CDC de China, “tendría un impacto devastador en el sistema médico de China y causaría un gran desastre dentro de la nación”. Esta política, que se ha seguido en la mayoría de los países del mundo, se consideraba inaceptable optándose por proteger a la población hasta que se pudiera desarrollar y desplegar la necesaria vacunación de la gigantesca población china.
Por mucho que hablar de una ola de contagios en China, con una población de más de 1.400 millones de habitantes, supone hablar de dimensiones muy importantes, los datos reales no pueden dar pábulo a la campaña alarmista de la que hablamos. A fecha de 14 de enero, las autoridades sanitarias chinas informaban [2]China reporta 60.000 muertes relacionadas con Covid-19 | Noticias | teleSUR (telesurtv.net) que “un total de 59.938 muertes relacionadas con la Covid-19 fue registrado en los hospitales de China desde el 8 de diciembre de 2022 hasta el 12 de enero de 2023. Dentro del total de fallecimientos, 5.503 personas murieron por causa de insuficiencia respiratoria causada por la Covid-19 y 54.435 perdieron la vida por problemas subyacentes complicados por la infección. La edad promedio de los fallecidos fue de 80,3 años, cerca del 90,1 % tenían 65 años o más, y alrededor del 56,5 % 80 años o más”.
Así mismo se informó que “el punto álgido de la última oleada de contagios parece haber pasado, a la vista del descenso en el número de pacientes que acuden a las clínicas de fiebre, ya que la cifra de visitas diarias a este tipo de centros alcanzó su máximo de 2,9 millones de personas el 23 de diciembre y el jueves 12 de enero había bajado un 83% con apenas 477.000 personas”.
Como referencia complementaria, podemos situar el número de fallecidos por Covid-19 en 2022, en el Estado español, que registraba el Instituto Nacional de Estadística a fecha del 26 de diciembre, ascendiendo a 21.000 personas para una población de algo más de 47 millones de habitantes, es decir, 30 veces menor que la china.
Las medidas de control de la epidemia que ha soportado la población china palidecen en comparación con el precio en vidas y medios de subsistencia que ha pagado la estadounidense. Desde el comienzo de la pandemia, por cada persona temporalmente en cuarentena en China (un país con cuatro veces la población de Estados Unidos), ha muerto un estadounidense. Así mismo, la cantidad de tiempo pasado encerrados en la mayoría de las ciudades de China desde abril de 2020 ha sido mínima. Más de mil millones de personas, en ciudades como Beijing, Shanghái y Guangzhou, han estado viviendo durante muchos tiempo con pocas restricciones en la vida diaria y prácticamente no han tenido riesgo de contraer el virus.
Las medidas de control de epidemias en Chongqing y en otras partes de China, basadas en principios básicos de epidemiología y tecnologías modernas, como las pruebas de PCR y el rastreo de contactos basado en teléfonos inteligentes, demostraron ser efectivas. Si la pandemia ha mostrado algo, es que ignorar el virus no lo hace desaparecer, y cualquier brote desatendido en China se sale rápidamente de control, particularmente en metrópolis abarrotadas como Shanghái y Beijing. Las medidas que ha tomado China para combatir los brotes fueron muy visibles, dependiendo fundamentalmente de la participación generalizada de la población.
Contrariamente a la percepción común en Occidente, en China se ha venido publicando de forma habitual una enorme cantidad de información detallada sobre cada caso. Las agencias de salud pública publican un “seguimiento de actividad” detallado para cada persona que da positivo, enumerando las horas en las que visitaron varios lugares en los días anteriores, cómo se infectaron (si se sabe) e incluso los números de matrícula de los taxis en los que han viajado recientemente con el propósito de rastreo de actividad detallado para alertar a aquellos que se han cruzado con las personas infectadas.
Una clave para el éxito era la capacidad de identificar rápido los contactos cercanos de la gente contagiada. Esto se hace usando aplicaciones de teléfonos inteligentes para rastrear contactos, datos de la ubicación de los teléfonos móviles y entrevistas con los propios pacientes. Después de que el primer paciente fuera al hospital y diera positivo, sus contactos cercanos fueron rápidamente identificados y puestos en cuarentena, donde se les hacían pruebas frecuentemente y se les monitorizaba la salud.
Al mismo tiempo, a los residentes de los barrios en los que vivían los primeros pacientes se les hacían tests en apenas unos días, para asegurarse de que el brote no se extendiera aún más. Si el brote se había extendido más ampliamente en la población, estos tests masivos habrían identificado a más gente contagiada, y los rastreadores de contactos habrían hecho un seguimiento a cada contagio individual, identificando el círculo de sus contactos cercanos. Mediante este proceso, cada contagio en una ciudad se podía identificar rápidamente, y detenerse la extensión de la infección.
La capacidad de testeo fue repetidamente desplegada para acabar con brotes locales. En Guangzhou, una metrópolis en el sur de China del tamaño de la ciudad de Nueva York, se testeó a 18 millones de residentes en solo tres días durante el brote de la variante delta en junio de 2021. El brote fue contenido con éxito con confinamientos limitados de solo unos pocos barrios, ayudado por un testeo masivo y un extensivo rastreo de contactos, acabándose completamente con él en menos de un mes.
Esta valiosa experiencia fue de mucha ayuda para afrontar la situación de la pandemia en otro momento, caracterizándose la actual etapa por un pico de contagios, ya en fase de descenso, que estaba dentro de las previsiones del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de China para el caso de flexibilización de la política de Cero Covid al aceptar algún nivel de propagación del virus en unas distintas condiciones de la población. Sin dudas, la Salud Pública de la República Popular China está en buenas y competentes manos.
Notas