Coronavirus y formación de la juventud en la conciencia social

El modelo social y económico capitalista se demuestra incapaz de superar el COVID-19. Por contra, el socialismo contribuye a la extinción de la pandemia.

Cuando apareció el Covid-19 en nuestro país hace seis meses, entre febrero y principios de marzo, pilló a nuestro sistema sanitario inerme ante la nueva epidemia tras décadas de recortes y privatizaciones impuestas por las indecentes y criminales políticas neoliberales implementadas desde los guardianes de la ortodoxia del capitalismo neoliberal, los partidos conservadores, los liberales y la socialdemocracia. Se aplicaron medidas restrictivas y asfixiantes en el gasto social transvasando recursos públicos a los inversores privados vía exenciones fiscales y suculentas privatizaciones. Con el mito de que nuestra sanidad pública era de las mejores del mundo, con los azotes dramáticos de mortandad y contagios que vivimos principalmente entre marzo y abril y que generó el desbordamiento de los recursos materiales y humanos en la sanidad pública, era evidente que el «emperador estaba desnudo», más en aquellas Comunidades Autónomas, como Madrid, Euskadi o Catalunya, entre otras, donde el atraco a los recursos sanitarios públicos llevado a cabo por sus gobiernos de derecha (PP, CIU, JxCat) o social-conservadores (PNV-PSOE) imposibilitaron que miles de vidas humanas se recuperasen de la enfermedad.

Aún más dramática si cabe fue la desatención a las residencias de mayores y las órdenes genocidas de no hospitalizar a residentes por razón de edad o condiciones físicas.

Algún día los responsables de las decisiones que han puesto nuestro sistema sanitario al pie de los caballos deberán responder de sus criminales actuaciones ante la justicia del pueblo.

Y llegó el verano coincidiendo con el fin del estado de alarma, y el afán de hacer caja del sector turístico y de ocio colocando el negocio encima de la seguridad sanitaria. 

Ahora la transmisión del virus está bajando en su incidencia por edad y son principalmente dos grupos los más afectados, por un lado las trabajadoras y trabajadores temporeros de la recolección de la fruta, ahora en Aragón y Catalunya con las campañas del melocotón y las peras principalmente, pero en unas semanas en las labores de la vendimia y al otoño la recolección de la aceituna. Sectores laborales con un gran número de contagios por incumplimiento patronal de las obligaciones de dar alojamiento adecuado y seguro a sus braceros que mantienen en pésimas condiciones de contratación. El otro grupo lo conforman los que están participando en actividades de ocio con poco caso de las advertencias preventivas de las autoridades sanitarias. Me refiero a una importante parte de la juventud que parece que el Covid-19 no va con ellos y ellas. No creo que sea únicamente cuestión de culpabilizar a la juventud. Ayer, Alemania lo hizo y señaló la irresponsabilidad juvenil como factor de rápida transmisión del virus. 

¿Son esa juventud desenganchada de su responsabilidad social en lucha contra el virus sobre los que recae parte de la culpa de la extensión rápida de los brotes de la epidemia?

Yo creo que pensar sólo en la responsabilidad juvenil es simplificar y culpabilizar de manera punitiva a nuestra juventud. Nuestra juventud, edad de la formación y la preparación para una vida óptima personal y socialmente, está siendo sujeto paciente de décadas de una culturización liberal no sólo desde la escuela, el instituto y la universidad, también desde la publicidad y el monocultivo de ocio pasivo y repetitivo alienante de la discoteca o el botellón. Muchos jóvenes están inducidos al ocio consumista del alcohol y la música evasivos para salirse de la realidad, a veces con sustancias tóxicas para aguantar el tirón de lo inútil, llevando muy interiorizada la falsa apreciación del YO sobre toda las cosas, del individualismo más segregador del compromiso social. Es un aprendizaje de años de vida en sociedades desagregadas donde el capital  se ha reproducido mejor concienciando desde la estructura escolar a la publicidad de que cada persona, cada joven, podía ser totalmente libre de hacer y consumir a su antojo sin tener en cuenta a la sociedad, con ausencia  de ocio creativo, colectivo y liberador.

Toda criatura tiene intereses y habilidades que en la escuela no se valoran y estimulan, unas y unos les gusta dibujar, otros manifiestan interés por la vida natural, por las mil y una tendencias positivas que valdría la pena cultivar. Creo que la escuela puede dar y en bastantes casos da la oportunidad de desarrollar tendencias positivas capaces de socializar a las generaciones que empiezan en valores de colaboración, de empatía, de entusiasmo hacia dentro y hacia fuera. Algo se va avanzando desde la educación pública con el fomento de la práctica deportiva y sus beneficios, aún se pueden abrir más oportunidades para un desarrollo del ocio en positivo, que sea verdaderamente socializador, grupos por afición que realicen actividades culturales, de pasión por la ciencia, por las actividades solidarias, por el excursionismo, etc. De poco sirve pensar que el fallo se debe reprimir con severidad. Por el contrario, hay que fomentar una inserción positiva de la juventud en la sociedad para que asuma sus responsabilidades con ella, para que sean partícipes de la construcción de una sociedad mejor una vez que nos estamos dando cuenta  de que el capitalismo nos lleva al desastre y a la miseria.

Seguimos afirmando, que la falta de valores socialistas en amplias capas de la juventud actual y en el resto de la sociedad también son responsables del daño que el coronavirus nos está haciendo y lo podemos comprobar con la incidencia controlada del virus en sociedades como la propia China, Cuba o Kerala, el estado hindú gobernado por el Partido Comunista, mientras nuestras sociedades capitalistas se ven desbordadas por una pandemia que encuentra facilidad de propagación en ambientes de sobreexplotación laboral, abandono de personas vulnerables y en una juventud que se les ha mal educado en el individualismo y la insolidaridad. 

Signo Rojo

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