Cuando el «aparato» se aleja de su base
Recientes artículos publicados en «Hojas de Debate» han tratado sobre el comportamiento político y/o social de figuras relevantes del ámbito de gobierno o de los «aparatos» de partidos de izquierda (supuestamente rupturista, transformadora o coaligada).
Redacción
Parece que estos personajes pertenecen a una nueva «casta» de supuestxs militantes del ayer reconvertidxs hoy en gestores de sus propias carreras «aspiracionales». Pero no nos amarguemos con las malas impresiones que nos producen estos «nuevxs profesionales» de la gestión política e institucional sin reflexionar sobre el origen de la situación y si la misma es cosa exclusiva de nuestra izquierda o compartimos el problema con otras gentes de otras latitudes.
En enero de 2015, (y nosotrxs sin enterarnos) Julián Mischi escribió un muy reflexionado y documentado artículo en Le Monde Diplomatique bajo el título (mucho más explicativo que el que hemos aplicado a nuestro texto): «PCF: cómo un aparato se aleja de su base» y lo presentaba con la siguiente entradilla: «Múltiples factores explican el debilitamiento del Partido Comunista Francés. ¿Lo habría precipitado el deseo de adaptar su discurso a las expectativas de las clases medias?»
Lo que sigue a continuación es un estracto del largo artículo lleno de sugerentes parecidos y paralelismos con lo que nos sucede en España. Lean con detenimiento y miremosnos en el espejo que, hablando de nuestros camaradas franceses, parece que podría estar hablando de nosotrxs…
Enero de 2014: Llegamos a la sede del Partido Comunista Francés (PCF), plaza del Coronel Fabien en París, para solicitar datos sobre los miembros. ¿Cuántos hay? Pero sobre todo, ¿quiénes son? Según todos los indicadores, las categorías populares están cada vez menos presentes en la cima de la organización. Pero ¿qué pasa en la base? La respuesta debería ser fácil de obtener. Desde 2009 se centraliza la gran cantidad de información que tiene la organización sobre sus miembros: edad, sexo, lugar de residencia, sector de actividad… Pero nada sobre la categoría socioprofesional. Podemos saber que tal activista trabaja para la Compañía Nacional de Ferrocarriles Franceses (SNCF) o en aeronáutica, pero no si es gerente o trabajador. Esta falta de interés por la condición social de los miembros ilustra una tendencia en el trabajo dentro del PCF desde hace treinta años: antes primordial, la cuestión de la representación de las clases trabajadoras se ha vuelto secundaria.
Desde la Liberación hasta la década de 1970, cuando fue el primer partido de izquierda en Francia, el PCF pudo presentarse como el portavoz de la clase obrera, porque sus líderes eran en su mayoría de origen obrero. Al impulsar a militantes de origen modesto a instancias de poder hasta entonces reservadas para representantes de la burguesía, el Partido Comunista logró, durante un tiempo, alterar el orden social de la vida política francesa. El carácter popular de la organización se veía entonces como una necesidad para incluir el proyecto de emancipación de los trabajadores en las prácticas militantes.
La base del PCF ha sido duramente golpeada por las transformaciones socioeconómicas experimentadas por los medios populares desde la década de 1970. Ante la precariedad y el desarrollo del desempleo, la clase trabajadora ha perdido cohesión social. Sin embargo, la crisis del partido no se puede atribuir a una hipotética desaparición de los obreros: todavía representan casi una cuarta parte de la población activa, y el descenso del número del PCF es mucho más rápido que la erosión de la clase. Francia tenía ocho millones doscientos mil obreros en 1975 y otros siete millones en 1999, mientras que, al mismo tiempo, el PCF perdió más de la mitad de sus afiliados, pasando de quinientos mil a doscientos mil inscritos. Además, junto a los obreros, han surgido nuevas figuras populares, en particular en los servicios. Los trabajadores y empleados siguen siendo la mayoría en la población activa francesa, pero los cambios en sus condiciones de vida y trabajo han debilitado su entrada en la acción política. El debilitamiento del PCF refleja así las profundas transformaciones sociales y culturales sufridas por las clases populares; expresa el reflujo del movimiento obrero. Este declive, que marca el agotamiento de una secuencia de intensa politización de la sociedad francesa durante la «década de 1968», también se explica por los trastornos del orden internacional, en particular por la implosión del sistema soviético, o por la evolución del régimen político hacia un sistema presidencialista y bipartidista. Pero estas explicaciones externas al partido no son suficientes, y sería reduccionista considerar el declive del PCF bajo el aspecto de una evolución mecánica, programada, de la que no habría lecciones que aprender.
Para comprender el alejamiento del PCF de las clases populares y su colapso electoral (pasó del 15,3% en las elecciones presidenciales de 1981 al 1,9% en 2007), es necesario analizar las evoluciones de su discurso y su organización. Desde la década de los 80 y especialmente en los 90, el PCF pretende representar no sólo a las clases trabajadoras, sino a Francia en su “diversidad”. La lectura de la sociedad en términos de clases se borra detrás de temas como la “participación ciudadana” o la recreación de los “vínculos sociales”. Siguiendo el ejemplo de Montreuil, los municipios suburbanos comunistas adoptan en gran medida el tema de la «exclusión» en los «barrios» y adoptan su dimensión despolitizadora. Los representantes electos comunistas son los campeones de una «democracia local» que se supone debe salvar la brecha entre la clase política y los «ciudadanos».
El proyecto inicial del partido, de inspiración marxista, dio paso a una retórica humanista ampliamente compartida en el mundo asociativo y político. «Asociación, reparto, puesta en común, cooperación, intervención, concertación: estos requisitos adquieren una vitalidad sin precedentes, en relación con el desarrollo de la revolución tecnológica y de la información y la creciente complejidad de la sociedad, la evolución del trabajo, la necesidad de ciudadanía, nuevas relaciones humanas respetando la autonomía de los individuos…», proclama por ejemplo el documento adoptado en el XXIX congreso de 1996. Este congreso, que declara la «elección del humanismo y la democracia» y de «la revolución ciudadana, humana y solidaria» para responder al hecho de que «es toda la civilización humana la que está en peligro», tiene lugar por primera vez en el distrito parisino de negocios de La Défense.
Doce años después, en el texto propuesto por el Consejo Nacional del PCF como «base común» para el XXXIV Congreso de 2008, la palabra «obrero» aparece una sola vez, y para designar a un grupo social de la misma forma que muchos otros: en efecto, se trata de reunir a «obreros, técnicos, empleados o ejecutivos, asalariadas y asalariados de todas las categorías, precarios, intelectuales, indocumentados, desocupados, campesinos, creadores, estudiantes, jubilados, artesanos”. Los representantes del PCF tienden a abandonar la prioridad otorgada al papel de los obreros y las clases populares en la lucha política. Habiendo abandonado la reflexión sobre las relaciones de clase y sobre la organización de la lucha por parte de las mismas personas que están sujetas a la dominación, naturalmente les resultó difícil tener en cuenta el surgimiento de nuevas figuras populares, como los empleados de servicios y los descendientes de trabajadores inmigrantes, en particular del Magreb.
El compromiso de renovar el comunismo francés implica transformar los modos de organización del partido. Los mecanismos de selección y formación de cuadros activistas de origen popular fueron abandonados en las décadas de 1990 y 2000 bajo el efecto de la disminución de la militancia, pero también de un cuestionamiento de las prácticas autoritarias del centralismo democrático (léase «A la escuela de activistas”). Las escuelas, por ejemplo, desaparecen o pierden su función de educación popular. La «política de cuadros», un sistema de formación que favorecía a los militantes obreros, se pierde progresivamente. Para la renovación del partido, ahora se habla sobre todo de rejuvenecimiento y feminización. Cuando se trata de «diversidad”, nunca es la promoción explícita de activistas de las clases populares.
Los trabajadores permanentes, formados en las escuelas del partido, son sustituidos por funcionarios cuya trayectoria (escolar, profesional y activista) está estrechamente vinculada al ámbito de las corporaciones locales. Es en torno a estas administraciones donde se reestructura y sobrevive el comunismo contemporáneo y no, como en el pasado, en torno a redes sindicales. En 2013, del repertorio de miembros recogido en la sección «Vida partidaria», el 75% indicó que trabajaba en el sector público, incluidos 23 % en alguna administración territorial. Y lo mismo ocurre en la cúspide del aparato. El último dirigente nacional que ocupó un cargo en la Confederación General del Trabajo (CGT) fue Georges Marchais: ajustador de profesión, fue dirigente sindical metalúrgico antes de dirigir el partido de 1970 a 1994. Sus sucesores proceden de la gestión local. El Sr. Robert Hue fue el primer edil en convertirse en secretario nacional del PCF, en 1994; entonces era alcalde de Montigny-lès-Cormeilles, consejero general (diputado provincial), consejero regional (miembro de la asamblea regional) y sobre todo presidente de la Asociación Nacional de Cargos Electos Comunistas y Republicanos. La Sra. Marie-George Buffet le sucedió en 2001. Primero trabajó en el ayuntamiento de Plessis-Robinson antes de ser teniente de alcalde en otro municipio y luego elegida miembro del consejo regional de Ile-de-France.
Cuando los nuevos dirigentes del PCF pasan por el sindicalismo, se trata del sindicalismo estudiantil. La Sra. Buffet formó parte de la dirección de la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF). El secretario nacional del PCF desde 2010, Sr. Pierre Laurent, dirigió la Unión de Estudiantes Comunistas (UEC). Poseedor de una maestría en economía de la Sorbona, este ex periodista y director de L’Humanité simboliza el poder del compromiso familiar en el seno del comunismo contemporáneo. Hijo de Paul Laurent, diputado y cuadro del aparato en los años 1970-1980, también es hermano del Sr. Michel Laurent, otro líder nacional que fue responsable de la Federación de Seine-Saint-Denis. Los nuevos líderes se vuelven comunistas más por herencia local y lealtad familiar que por propia experiencia de las desigualdades en el centro de trabajo.
La necesidad de fuentes de financiación para sostener un personal permanente que ya no puede ser retribuido por un partido en declive y recurre a los puestos electivos, explica también la evolución del PCF. En 2013, según el informe financiero presentado al Congreso, la contribución de los cargos electos ascendió al 46% de los recursos totales del partido (contra el 26% del Partido Socialista y el 3% de la antigua Unión por un Movimiento Popular ̶ actual Les Républicains, de derecha ̶ ). Así, en todas partes de Francia, los dirigentes comunistas se implicaron en la carrera para acceder a las distintas asambleas electivas. Hasta aquí había existido una clara distinción entre los responsables del aparato y los cargos electos, con los primeros «vigilando» a los segundos para evitar su «notabilización» (aristocratización), y asegurando la vitalidad de las redes de activistas. Sin embargo, a partir de 1998 la consigna a los liberados del partido en las distintas provincias fue que se incorporaran a las instituciones representativas. En alianza con el Partido Socialista (PS), muchos han asumido responsabilidades en los ejecutivos de su región. Está en marcha la notabilización electiva de los cuadros del aparato.
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Expertos en comunicación al mando de las campañas electorales
En 1995, Hue tenía la intención de liberar “de cualquier ‘tutela’ desconfiada por parte del partido a los cargos electos que reciben su mandato no sólo de los comunistas sino del sufragio universal ( 2 )”. Por lo tanto, los propios líderes nacionales pueden devaluar los recursos militantes en beneficio de los cargos electos y las experiencias de gestión. Sobre el terreno, los activistas ven reducido su papel y la actividad electoral se convierte en una prioridad. Los nuevos miembros no duran mucho tiempo como simples activistas, sino que son llamados rápidamente a presentarse a las elecciones municipales, con la consecuencia de un debilitamiento recurrente del activismo local, especialmente cuando los cargos electos, que acumulan mandatos, abandonan rápidamente las reuniones del partido. En las sedes de las federaciones departamentales, la presencia militante se desvanece, las reuniones se realizan antes de las 6 de la tarde, y los activistas “voluntarios” dan paso a los profesionales (personal fijo, empleados de los grupos de electos, personal administrativo, etc.) ausentes los fines de semana.
Pero los cargos electos tienen sus propias preocupaciones. Para prepararse para la siguiente campaña electoral, contratan a expertos en comunicación; debido al creciente carácter técnico de la acción local, se rodean de especialistas en la gestión pública ( 3 ). Pueden abandonar los medios militantes o asociativos en favor de profesionales, que se les asemejan socialmente. Resultado: el universo social de los cargos comunistas se separa del de sus administrados y el papel de las categorías populares en la vida política local se difumina.
Este alejamiento de los responsables comunistas de los grupos sociales que tendrían que defender afecta a las prácticas militantes. Durante mucho tiempo, el PCF impulsó la sociabilidad política en las áreas donde estaba bien implantado (los “cinturones rojos”, determinados municipios rurales, etc.). Sus militantes animaban toda una serie de organizaciones «amigas» (la Unión de Mujeres Francesas, la Confederación Nacional de Arrendatarios, el Movimiento por la Paz, la Federación Deportiva y Gimnástica del Trabajo , etc.), pero también células de barrio o de empresa. Durante las décadas de 1980 y 1990, a medida que la base militante se reducía y los funcionarios se concentraban en temas electorales, el activismo local en el PCF se limitó cada vez más a acciones de tipo asociativo. Lo esencial de la actividad de masas se consagra desde entonces a la organización de encuentros festivos y conmemorativos, como los tradicionales banquetes del 1 de mayo o el 14 de julio.
Los comunistas se dan de bruces con las lecciones del menor impacto de las reuniones políticas de siempre, tanto más cuanto que esta dimensión festiva ha sido tradicionalmente una fortaleza del comunismo francés, como el éxito continuo de la Fiesta de su periódico, L’Humanité, más allá de las filas del partido. Así, a nivel local, la sociabilidad en torno a las tertulias festivas pierde su carácter político, pues las asociaciones y los municipios priman sobre el partido en la organización. En el pueblo de Treban (Allier), por ejemplo, tres entidades sustituyen progresivamente al PCF en las actividades locales: la amical laica, el comité festejos y el club de la tercera edad. Los afiliados, unos cincuenta en los años 1960-1970, no superan los diez en los noventa, principalmente agricultores jubilados. Solo se reúnen una vez al año, con ocasión de la renovación del carné organizado por el alcalde, un maestro jubilado, y su esposa. Se conjugan los efectos del descenso persistente del número de trabajadores agrícolas e industriales, las decepciones con la participación del PCF en el gobierno (en 1981-1984 y en 1997-2002), el final de la Unión Soviética: un conjunto de procesos que atenta contra la pervivencia de una organización que había atravesado varias generaciones desde 1920. Falta de renovación militante, la alcaldía, que había sido comunista desde los años de entreguerras, acabó perdiéndose.
Los cargos públicos del PCF en esta región rural enfocan sus políticas en los temas de la vitalidad asociativa: a la “ciudadela roja” suceden los municipios a la vanguardia en el campo de la animación y promoción de la vida asociativa, sin referencia a la defensa de una identidad popular o política. En un editorial del diario municipal de Bourbon-l’Archambault (dos mil quinientos habitantes) de principios de 2014, el alcalde comunista daba las gracias «al mundo asociativo borbonés y a los actores económicos locales [que] trabajaron para defender y desarrollar la actividad local (…). Ya sean comerciantes, artesanos, agricultores, empresarios, miembros de profesiones liberales, empleados o funcionarios de la administración, jubilados o simplemente conciudadanos, los habitantes de nuestro municipio merecen agradecimiento y aliento”.
A nivel práctico, el tema de la lucha de clases pierde su posición central para los militantes y gradualmente da paso a una multitud de luchas focalizadas: distribución de la riqueza, feminismo, medio ambiente, diversidad, globalización. Se trata menos de comprometerse con el PCF en nombre de la futura sociedad socialista que de unirse a determinadas redes temáticas (educación, inmigración, Europa, etc.) que se desarrollan con sus propios comités y eventos específicos. Los militantes seleccionan las áreas en las que se implican sin reconocerse necesariamente en todo el mensaje partidista. Esta segmentación del compromiso contrasta con el lugar central que habían ocupado el partido y la ideología marxista en el universo comunista. En estas condiciones, algunos militantes obreros actúan en la CGT pero se alejan del PCF; otros, a menudo los que tienen más estudios, participan en las actividades de la Asociación para la tributación de las transacciones financieras y para la acción ciudadana (Attac); y otros más se consagran exclusivamente a sus tareas como cargos electos locales. El partido ha perdido poco a poco su posición central
Con todo, después de un largo período de letargo y envejecimiento, en los últimos años se ha producido una cierta renovación de las redes militantes. Primero durante la campaña victoriosa contra el Tratado Constitucional Europeo de 2005, y después en el marco del Frente de Izquierda, la coalición electoral creada en 2008 entre el PCF y otros partidos de izquierda. Por primera vez desde 1980, el número de afiliados anunciado por la dirección se estabilizó en torno a los setenta mil, y la proporción de menores de 30 años aumentó ligeramente. La campaña presidencial de 2012 movilizó particularmente a las filas comunistas. En esa ocasión, el PCF apoyó al señor Jean-Luc Mélenchon, dirigente del Partido de Izquierda (PG), quien obtuvo 11.1 % de los votos. Este último, ex-socialista, dio lugar a una cierta radicalización del discurso con una vuelta al tema de los antagonismos sociales, mientras que las campañas anteriores habían estado marcadas por una eufemización de los referentes comunistas y anticapitalistas. Si la estrategia del Frente de Izquierda frenó el descenso electoral del PCF en las elecciones presidenciales (2012) y europeas (2009, 2014), el declive continuó, por el contrario, en las legislativas (2012) y las municipales (2014), es decir, en las elecciones en las que el PCF, mucho más que el Frente de Izquierda, estaba en primera línea. Esta estrategia ha puesto de relieve el problema de la influencia de los cargos públicos en el aparato comunista y su dependencia del PS. Efectivamente, el Frente de Izquierda impulsó una dinámica que no encaja bien con el mantenimiento de una configuración clásica de unión de la izquierda PCF-PS. Las elecciones municipales de marzo de 2014 generaron tensiones muy fuertes entre el PCF y el PG, que era favorable a presentar listas separadas del PS en las grandes ciudades desde la primera vuelta. También suscitaron contestación dentro del PCF, por parte de nuevos afiliados contrarios a la renovación de la alianza con el PS. Pero, para los cargos públicos y para una parte importante de la dirección del PCF, conservar los municipios de alcaldía comunista con el apoyo del PS y las tenencias de alcaldías en los demás ayuntamientos con mayoría de la unión de la izquierda sigue siendo una prioridad, con el riesgo, según algunos, de seguir alimentando el lento declive de la militancia.
El equilibrio se antoja complicado de encontrar para los militantes. Los cargos públicos locales permitieron innegablemente el mantenimiento de cierta influencia del PCF mientras se hundía su audiencia nacional. En el pasado, los ayuntamientos comunistas también habían jugado un papel trascendental en la implantación del PCF en los medios populares: punto de apoyo para la difusión de ideas, constituían las bases prácticas de la organización militante y de la resistencia a las élites políticas y sociales. Más que la bolchevización de 1924-1934, fueron los compromisos del «comunismo municipal», junto a la estrategia de alianza del Frente Popular con el hermano enemigo socialista, lo que favoreció el anclaje popular del PCF. Sin embargo, en el contexto contemporáneo de derechización del PS, profesionalización de las corporaciones locales y debilidad de las redes militantes, lo que fue una fortaleza para el PCF a veces puede resultar un freno para su renovación.
Fuente:
Julián Mischi , Le Monde Diplomatique : «PCF: cómo un aparato se aleja de su base»