“El Rey al desnudo. Historia de un fraude”

Interesante libro de Ernesto Ekaizer, que relata con precisión las diversas tropelías de Juan Carlos I.

Acaba de publicarse en junio de este año, el libro del periodista Ernesto Ekaizer, “El Rey al desnudo. Historia de un fraude” del grupo editorial Penguin Random sobre Juan Carlos I, cuya lectura recomendamos a nuestros lectores.

Se describen de manera documentada algunas de las gravísimas corruptelas llevadas a cabo por el anterior Jefe del Estado durante el presente siglo, que acabaron estallando ante la opinión pública como consecuencia de las desavenencias surgidas con su amante, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, y las filtraciones a los medios de comunicación que se fueron sucediendo a partir del accidente de Botsuana, a donde marcharon de safari a matar elefantes.

Aparecen en el libro como se fueron devengando las comisiones millonarias que ha venido recibiendo el ejemplar Juan Carlos I, provenientes en algunos casos de operaciones con las petromonarquías. En otras ocasiones lo han sido por supuestas mediaciones en la venta de las acciones del Banco Zaragozano, llevadas a cabo por “los Albertos” al Barclays Bank, que el autor del libro relaciona con las extrañísimas actuaciones que sucedieron ante el Tribunal Constitucional y que trajeron consigo la absolución de aquellos, pese a haber sido condenados por el Supremo por estafa. En este asunto tuvo que acudir el intérprete constitucional a modificar una doctrina sostenida desde hacía décadas, al objeto de poder aplicar la prescripción que exoneraba a los amigos del entonces Rey.

Consta en el texto que comentamos los supuestos regalos de millonarios residentes en Montecarlo y México, a cuentas opacas en Suiza, y finalmente gracias a los intentos de recuperación, tras la ruptura del Rey emérito con Corinna, de los 60 millones de euros que aquél había previamente donado formalmente a ésta, acaba estallando el asunto, que provocó hasta la abdicación de Juan Carlos I a favor de su hijo Felipe VI.

A este regalillo a su amante Corinna hay que sumar los 12 millones de euros que también le entregó para comprar y reformar un apartamento en Londres, otros pagos para adquirir fincas, apartamentos en Suiza… trasegando las millonarias operaciones de banco en banco y de país en país, sin que se declarara ni un euro a la Hacienda Pública española, que además cuando tuvo constancia del asunto, prefirió quedarse a verlas venir, en vez de iniciar siquiera las correspondientes actuaciones inspectoras.

Lógicamente, el fiscal suizo Bertossa, donde explota penalmente el asunto, acaba preguntándose a cuento de qué se pagaba todo este dinero que recibía el “emérito”, cuáles eran los servicios prestados, apuntando todas las investigaciones al asunto de la construcción del AVE entre las ciudades saudíes de Medina y La Meca, que el gobierno del país arábigo adjudicó a favor de empresas españolas, con el inevitable Villar Mir de protagonista.

Juan Carlos saluda al príncipe heredero de Arabia Saudi, Mohamen bin Salman, presunto responsable del asesinato del periodista Khashoggi. Fuente: El Mundo, 26.11.18
Juan Carlos saluda al príncipe heredero de Arabia Saudi, Mohamen bin Salman, presunto responsable del asesinato del periodista Khashoggi. Fuente: El Mundo, 26.11.18

Y claro, tras la corrupción, vienen los presuntos delitos subsiguientes para taparla, tales como el  blanqueo de capitales y la  defraudación a la Hacienda Pública,  para lo que se necesitan complicidades a todos los niveles, bancarios, funcionariales, judiciales, policiales, de políticos que miren para otro lado, sobre los que se va extendiendo la mancha tóxica que al arrancar de tan arriba como es la Jefatura del Estado que asume el monarca, cabeza de bóveda del régimen del 78, acaba permeando a particulares e instituciones, por lo que dedicándose a estas actividades nada menos que el anterior Rey, poco puede extrañarnos la tremenda oleada de  fraudes desencadenada a lo largo y ancho del país.

Capítulo aparte merecen las actuaciones del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y su anterior Director, General Félix Sanz Roldán, muy presente en el libro y siempre al tanto de lo que ocurría, y que tras jubilarse, desconociéndose que previamente tuviera cualquier relación con la generación de electricidad, ha sido contratado por Iberdrola, en uno de los más repugnantes ejercicios de puertas giratorias perpetrados en España, sin que el haber sido máxima autoridad del Servicio Secreto constituya una causa total y absoluta de incompatibilidad para cualquier cargo relevante en empresa privada. ¿Qué puede aportar este señor a su contratante, si a lo que se ha dedicado y conoce son los secretos de estado?

Claro que los grandes políticos autores de la “Transición” ya habían facilitado grandemente el camino para llegar a una situación tan grave como la actual, al conceder una absoluta inmunidad al Rey en el artículo 56.3 de la Constitución, que impide no solo que se investiguen los desafueros cometidos cuando Juan Carlos I era Jefe del Estado, sino incluso que se tramitasen las demandas civiles de paternidad, que intentaron sustanciar algunas de las personas que se decían hijos de aquél.

Y no es que aquellos autores no estuvieran advertidos de los riesgos que conllevaba su irresponsable proceder. Como Ernesto Ekaizer nos recuerda, el catedrático de derecho penal Enrique Gimbernat señaló en una conferencia pronunciada el 17 de febrero de 1978 que: «Anticipando la irresponsabilidad regia y no previendo su enjuiciamiento criminal por Tribunal Supremo en pleno, previa autorización del Congreso, el Anteproyecto se niega a afrontar la incómoda posibilidad  de un monarca delincuente, podría llegarse así a una regulación que consagrara la impunidad de un monarca asesino o violador y al que ni siquiera se le podría remover de su cargo si delinquiera», lo que hace totalmente incomprensible que aceptaran esa formulación políticos supuestamente de izquierdas, como los dirigentes del PSOE, del PCE, incluso los nacionalistas del PNV, muchos de los cuales habían tenido suficiente experiencia política como para saber las consecuencias que ello podría acarrear, como fatalmente los hechos han puesto de manifiesto.

Aparecen en el libro de Ernesto Ekaizer el ínclito Villarejo, sus amigos los comisarios jefes de la policía implicados en los casos de corrupción que han ido sucesivamente protagonizándolos, la amante del emérito, las Fundaciones en Suiza, las actuaciones de la Fiscalía en aquel país imputando a Corinna, a Fasana (el testaferro), a Dante Canónica (el abogado), la intervención del yerno de Aznar, Alejandro Agag,  en la toma de contacto entre todos estos personajes, con cuyo trato, demostrando lo campechanos que son los borbones, coincidían tanto Juan Carlos, como el multicondenado Francisco Correa, protagonista del caso  “Gürtel” con el que compartía   “gestor” en Suiza,  Arturo Fasana.

Con menor extensión se recuerdan algunos de los antecedentes de las actuaciones de Juan Carlos I, como las derivadas de sus vínculos con Mario Conde, con el caso “Kuwait”, con de la Rosa por medio, y su gran protegido Prado y Colón de Carvajal, en fin un elenco de pícaros de alta y baja alcurnia, que desde muy al inicio de la transición ya estaban dados a la “faena”.

El libro, de cómoda lectura, está sólidamente construido, con un anexo documental de cerca de 80 páginas, donde figuran desde las declaraciones de Corinna y otros implicados ante el Fiscal Bertossa, a la escritura de donación irrevocable que efectúa el emérito de los 60 millones de euros a favor de aquélla, y en fin, literalmente reproducidas las principales actas de los más relevantes sucesos que integran la trama.

Por último, también aparece Felipe VI, con sus poco claras intervenciones en el recorrido del asunto.

En definitiva, una buena lectura para el verano.

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