Felipe González nos habla de (su) España

Ahora, los que estuvieron liderando los tejemanejes de la Transición, como Felipe González, nos advierten que “los cimientos de nuestra democracia y convivencia están siendo atacados”. Lo dice un señor que reconoce que le cuesta votar al PSOE en estos momentos de confusión política.

En España (y ya lo hemos comentado alguna vez) gobierna una élite muy reducida de personas y grupos fuertemente interconectados y cuyo protagonismo se manifiesta espectacularmente en los medios de comunicación y se ejerce mediante operaciones planteadas con muy buen manejo de la intoxicación mediática.

No nos podemos creer aquello de España como “unidad de destino en lo Universal” por mucho que  nuestra clase dominante la considere irrevocable, porque esa España tiene un serio problema cuando quiere explicar o directamente exponer su esencia y existencia recurriendo a la poética joseantoniana, sobre todo si consideramos el alto precio en sangre e injusticias que pagamos a quienes impusieron tal definición y la trabajosa operación  sufrida en cuerpos y almas para salir de la dictadura franquista.

Y lo que te rondaré, morena. Por lo que seguimos constatando resulta muy complicado abordar el tema de la España de las nacionalidades, empezando por no saber evitar lo de convertir las diferentes lenguas en motivo de confrontación.

También tenemos palabras embrujadas, como amnistía o autodeterminación, que parece como si no las pudiéramos conservar como nuestras y, sobre todo, útiles, como cuando se coreaba multitudinariamente aquello de “libertad, amnistía y estatut de autonomía”.

Ahora, los que estuvieron liderando los tejemanejes de la Transición, como Felipe González, nos advierten que “los cimientos de nuestra democracia y convivencia están siendo atacados”. Lo dice un señor que reconoce que le cuesta votar al PSOE en estos momentos de confusión política.

Felipe González amenazó con dimitir para obligar a sus votantes a que apoyaran la permanencia en la OTAN con estas palabras: «El que quiera votar que no, que piense antes qué fuerza política gestionará ese voto».

Según nuestro expresidente el bloquismo enfrentado “no va a dar ninguna respuesta a las grandes reformas que el país necesita”  Y si el país lo necesita y somos, evidentemente, tan diversos, no podemos permitirnos el tremendismo de muchas Españas enfrentadas sino la estrategia de buscar una fórmula de convivencia.

De momento, González y Guerra han intentado (aunque parece que no lo consiguen) agitar  al PSOE contra la política de pactos de Sánchez. Y parece que el PSOE “histórico” se revuelve contra la amnistía. Incluso Guerra se pone trágico proclamando que la Amnistía es “la condena de la Transición”. Como si no hubieran roto un plato, llegan a opinar que “se pretende pasar de una etapa democrática a una no democrática”.

No sabemos muy bien si el exabrupto de estos caballeros “históricos” o histéricos en su inquina contra una estrategia que no sea la confrontación contra los que amenazan la unidad de España (¿otra vez, quizás, con lo de Una, Grande, Libre, para quien se lo quiera creer?) es por cuestiones de principios o por la ambición de hacerse con una posición dominante que pueda gestionar la marca España, o sea, el negocio, con más habilidad que el señorito Iván organizando cacerías en su finca.

Querrán situarnos en un buen puesto en la clasificación de países enganchados a Europa, la OTAN y el decadente imperio americano. A lo mejor nos dan trabajo los saudíes y nos colocamos de telefonistas.

Hay que leerse docenas de artículos de juristas, políticos de diferentes partidos, tertulianos de tv que se  quitan las palabras convirtiendo el debate en batiburrillo y opinólogos en general que pontifican.

Al final, la cuestión se reduce a ponerse de acuerdo sobre si podemos organizar una España plural y si nos conviene a la mayoría.

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