¿Francia invadida por el viejo UBU?

Macron en persona y sus sicarios vociferan sobre todos los temas y en todas direcciones con la única perspectiva de subir en las encuestas. Poco importa si para ello hay que olvidarse del sentido común o de cualquier ideal, desde hace mucho tiempo no tienen más guía que la de sus ambiciones. 

Hubo un tiempo, hace mucho, en que Francia estaba representada ante los ojos del mundo por políticos a menudo equivocados, a veces incluso racistas, que despreciaban a los pueblos africanos a los que habían sometido a cañonazos y torturas. Pero no podíamos negarles las cualidades de estadistas, una visión de su nación y del mundo, una lógica en sus acciones y en sus palabras. Se llamaban Mendès-France o De Gaulle y eran respetados por otros responsables del mundo, porque sabían decir NO a los “Amos” de Wall Street y de la Casa Blanca.

Todavía recordamos el viaje del Gran Charles a Phnom Penh para reclamar el derecho del pueblo de Indochina a la independencia y a la paz, cuando las bombas americanas cayeron sobre Hanoi. E incluso a sus discípulos Chirac y De Villepin, explicando ante la ONU que las llamadas “armas masivas” iraquíes eran un pretexto-invención de los espías del Pentágono.

Por supuesto, les combatimos por otras cuestiones. Pero no pudimos evitar compartir con el mundo entero una cierta admiración, cuando tuvieron el descaro de decirle al señor Bush lo que Robespierre había proclamado en 1792: «¡A la gente no le gustan los misioneros con botas!»

Luego llegó el momento calamitoso en el que los hijos de esta burguesía francesa, hasta entonces todavía nacional, descubrieron en Giscard y Sarkozy un alma «globalista»: sus ojos clavados en la «cultura» adulterada de las sedes sociales de Manhattan o Silicon Valley que gestionaban sus inversiones, entre dos destrucciones de empleos industriales en Francia, deslocalizados hacia tierras exóticas de bajos salarios, se llenaron de admiración por estos dueños estadounidenses del Universo, o quienes creían que lo eran, campeones de la OTAN y de sus obras estratégicas contra los “enemigos del Occidente democrático”, según la fórmula consagrada en Tel Aviv por los colonos israelíes y en París por su admirador Bernard Henry-Lévy, el filósofo de los barrios pijos parisinos.

La culminación de esta «estrategia» de lealtad fue en 2011 el aplastamiento del Estado nacional libio por los Rafale de Sarkozy, al amparo de la OTAN y los fundamentalistas-islamistas de Qatar, coronado con el linchamiento de Gadafi, el mismo líder libio que financió su elección “democrática”.

Desde entonces, de Presidente gruñón en Presidente «persona normal», fueron sucediéndose en el Elíseo subordinados de Washington que, de la derrota en el Sahel al declive en todas partes, dan de Francia la imagen de una potencia decadente, cuya industria se reduce cada vez más a la producción y venta de armas, y cuya diplomacia es cada vez más secundaria.

Pero no habíamos tocado fondo, que llegó con la elección presidencial de Macron, subproducto amienés (de la ciudad de Amiens) de esta burguesía francesa, que se expresa más gustosamente en lengua globish estadounidense que en la francesa, e imbuida de los dogmas más egoístas del liberalismo, es decir, total libertad de los poseedores del capital para disponer a sus anchas de bienes, mercancías y personas, o para sacar tajada de sus cargos, a costa de las necesidades de los servicios públicos.

Un nuevo elemento ha aparecido desde la elevación de Macron al cargo supremo, acompañado por una cohorte de copias certificadas, hombres y mujeres, todos cortados según el mismo modelo: hombres jóvenes encorbatados y enfundados en trajes oscuros hechos a medida, mujeres jóvenes elegantemente vestidas al estilo del exclusivo distrito 16 de París.

Todos formateados por las mismas escuelas burguesas, de la Alsaciana a la ENA (Escuela Nacional de la Administración), de Sciences Po (Ciencias Políticas) a las de periodismo, decenas de cenáculos cerrados donde se enseña a pensar de acuerdo con los cánones liberales cualesquiera que sean las cuestiones y las contingencias políticas, a expresarse extensamente en público o ante micro y cámara sobre cualquier tema y por grande que sea la ignorancia que se tenga al respecto… En este ejército de clones de Macron que pueblan nuestros telediarios y los cargos ministeriales y forman a los sumos pontífices del discurso, encontramos a raudales propagandistas sin excesivos escrúpulos, pero ninguna persona o estadista que merezca el respeto que el mundo tenía hace treinta años hacia quienes encarnaban una imagen de nuestra nación.

Últimamente, en la caída en picado de estas “élites francesas” se suman a menudo la incoherencia y la agitación verbal. Empezando por el presidente Macron, que en este su segundo mandato, obtenido porque la mayoría de los franceses no quería un presidente de extrema derecha, ha conseguido convertirse en el líder más impopular del mundo occidental.

Se prodiga de un canal de televisión a otro en declaraciones vacías, salpicadas por los profundos pensamientos de su esposa-profesora Brigitte, la flor y nata de las escuelas privadas de la región de Picardía y las peroratas de su apuesta sucesoria para las próximas elecciones presidenciales, Darmanin, supremo policía de Francia, que supera a los fascistas italianos y franceses en materia de seguridad: desde esta óptica, vomitan sutiles alusiones a los peligros que nos acechan, inmigrantes musulmanes enviados por malvados rusos, complacientemente ayudados por incontrolados miembros de asociaciones ciudadanas y jueces izquierdistas, por jóvenes árabes de los suburbios que cometen actos antisemitas, en una palabra, “árabes” que ya ni siquiera tienen la excusa de ser franceses como en 1960. Por supuesto, ellos son solo los jefes del cotarro, los mandantes del bombardeo ideológico diario, cuyos capataces, los directores, son sus clones, los periodistas que se llaman “expertos” y que controlan los medios de comunicación en Francia.

Obviamente, como no todos los que producen este tsunami mediático son genios, no faltan graves deslices irracionales. Algunos miembros de nuestra flora gobernante están más abonados a ellos que otros, hasta el punto de haberse convertido en auténticos especialistas en meteduras de pata que provocan carcajadas sin cuento en las cuatro esquinas del mundo, tanto más cuanto que no  se privan de acompañarlas por esa «arrogancia francesa» que invoca la moral y pretende dar lecciones, y que es difícilmente aceptable viniendo de una potencia decadente.

En este registro el inefable Darmanin no se queda atrás. Lo más desafortunado de este último mes fue su salida televisada contra Karim Benzema, el joven de suburbio impulsado a la fama y la riqueza por su habilidad para patear un balón, que hoy juega en Qatar, esa monarquía atiborrada de dinero gracias a su subsuelo y que apoya a yihadistas-islamistas por todas partes, desde insurgentes pro-occidentales en Siria hasta grupos armados en el Sahel, sin olvidar a los comandos de Hamás en Gaza, rivales de las tendencias laicas de la Resistencia Palestina.
Y con la bendición del Quai d’Orsay (Ministerio de Asuntos Exteriores francés)… Nuestro Darmanin se permitió el lujo de denunciar a Benzema como “cercano a los Hermanos Musulmanes” (!).  Para algunos príncipes del pasado, “París bien valía una misa”; para nuestro fanático de la represión, tanto da “un peligroso árabe” como cualquier otro. ¿Quién, entre sus electores potenciales, podría
situar en el mapa a Qatar, ese país “amigo de Francia”?

Otra imbecilidad de inspiración “securitaria”, en un contexto tácito de prejuicios antimusulmanes, es el proyecto de hacer que los directores de centros educativos y los profesores realicen un “fichero de estudiantes en proceso de radicalización” (!).
Una enormidad que hasta ahora ningún país se había atrevido a introducir. Este proyecto de marcaje resulta sorprendente, viniendo del país que inventó los “Derechos del Hombre y del Ciudadano” en 1789 y reconoció los Derechos del Niño hace varias décadas. Sorprendente tanto por el registro preventivo de los niños, como por el papel de tutores que se exige a los funcionarios cuya misión es instruir y educar a los futuros ciudadanos. La decrepitud ambiental de la razón contamina muchas mentes que no se esperaban en este cortejo: Dupont-Moretti, que en otros tiempos fue un abogado respetable, se ha convertido en lamentable aval de la banda de Macron en este tema. Pegado a su silla ministerial como un mejillón a una roca, no vio nada que objetar al registro de los niños y, por el contrario, ha puesto su granito de arena abogando por el establecimiento de sanciones económicas para los padres, ¡a quienes la falta de medios a menudo les priva de toda autoridad sobre sus hijos!
Añadamos que este naufragio individual se extiende a muchas mentes débiles en los aledaños del Poder. ¿De qué otra manera se puede explicar el silencio de los sindicatos de la enseñanza, que no hace mucho habrían denunciado con razón este escándalo?

Macron en persona y sus sicarios vociferan sobre todos los temas y en todas direcciones con la única perspectiva de subir en las encuestas. Poco importa si para ello hay que olvidarse del sentido común o de cualquier ideal, desde hace mucho tiempo no tienen más guía que la de sus ambiciones. 

Los cerebros del Elíseo llevan meses buscando una pregunta que pueda garantizar un  masivo en un referéndum: porque lejos de ser siempre la expresión de la democracia, este sistema de consulta a la ciudadanía puede restaurar la imagen de un líder desacreditado, si tiene la habilidad de hacer una pregunta a la que nadie pueda responder con una negación.

Esperaban poder hacerlo prometiendo a los funcionarios electos corsos incluir, mediante referéndum o votación parlamentaria, la existencia de la isla francesa y sus especificidades en la Constitución, después de haber afirmado lo contrario durante años.
¿Quién podría ser tan cerrado como para decir no a esta promesa que no compromete a nada?

Ahora se propone intentarlo de nuevo incluyendo en la Constitución el derecho al aborto, que es legal en Francia desde hace medio siglo y está perfectamente aceptado por la mayoría de los ciudadanos. Evidentemente, esto no cambiaría nada, sobre todo porque este registro podría cancelarse en una deliberación posterior.

Pero ¿qué oscuro podría decir no a tal registro, a riesgo de eliminar de la ley esta conquista ciudadana?

Sin embargo nuestros pensadores macronianos todavía dudan: el Presidente es tan criticado que los más lúcidos temen que una mayoría exprese su enfado diciendo no  a cualquier pregunta que se le ocurra…

Esto no impide que nuestro pseudo-monarca siga gesticulando sin descanso intentando remontar la pendiente mediática, en contra de toda lógica: hace pocos días lo veíamos inaugurar con gran fanfarria un Instituto para la reactivación de la lengua francesa, en Villers-Cotterêts (¡faltaría más!), envuelto en la bandera de heredero del rey Capeto que la convirtió allí en su lengua oficial,[1]En 1539, el rey Francisco I firmó en su castillo de Villers-Cotterêts el decreto que proclamaba el francés como lengua única del reino en todos los actos judiciales y administrativos.  y denostando los defectos de la escritura inclusiva. Como si él no fuera el primero y el único presidente de Francia que en las reuniones internacionales prefiere expresarse en el globish anglosajón importado de Wall Street, ¡y el inmortal inventor del eslogan “Choose France!, para vender mejor las competencias y fábricas de nuestra nación a los capitalistas extranjeros, especialmente a los estadounidenses.

En esta avalancha de aspavientos irracionales de nuestro Presidente, las cumbres se han alcanzado en asuntos internacionales, relacionados con África primero, Ucrania después y Medio Oriente desde el 7 de octubre. Picos de incoherencia y grandes proclamas de ridícula impotencia.

Primero, cuando las tropas francesas (operación “Barkhane”) desplegadas en Mali, Burkina Faso y Níger con el pretexto de luchar contra los yihadistas sin conseguirlo en lo más mínimo, fueron expulsadas por las nuevas autoridades de estos países. Por muchas amenazas de intervención militar que proclamaran Macron y sus portavoces de Francia y África (la coalición neocolonial de la CEDEAO), solo lograron añadir ridículo a la humillación. Macron llegó incluso a exigir que su embajador, designado “persona non grata” por los líderes africanos, permaneciera allí asumiendo enteramente el riesgo. Por supuesto, este discurso incongruente, totalmente inédito en la diplomacia hasta entonces, sólo consiguió ridiculizar una vez más la «suficiencia francesa», tanto más evidente a los ojos de las cancillerías cuanto que sus medios no están ya a la altura de sus ambiciones.

Los solemnes discursos del presidente Macron sobre el conflicto ucraniano, que invocan el humanismo al denunciar crímenes de guerra sólo si son de los rusos, estuvieron acompañados de posturas ambiguas, sugiriendo que «el Quai d’Orsay facilita las discusiones entre los beligerantes», cuando Francia proporciona a los nacionalistas ucranianos parte de las armas que les permiten continuar la guerra contra Moscú, y los medios de comunicación franceses bajo control llevan meses atizando una campaña antirrusa que a veces roza el racismo.

Esta transformación del aparato mediático francés en máquina de guerra se volvió febril tras la incursión palestina en Israel el 7 de octubre, un episodio ciertamente mortífero y manchado por desbordamientos odiosos contra civiles, entre otros, los asistentes a un festival. Pero esto no justifica en modo alguno el diluvio incandescente de los «expertos» macronianos contra todos aquellos que se atreven a recordar que los ocupantes de Palestina son los colonos israelíes y no al revés, y que el ejército israelí ya ha matado a 9.000 civiles palestinos en un mes de bombardeos “dirigidos”, y priva a dos millones de civiles de Gaza de agua, combustible, alimentos y atención médica, a pesar de las condenas de la ONU y de la Corte Penal Internacional.

Sin la menor vergüenza, el presidente Macron se las da de gran diplomático, afirmando, de un lado, su apoyo total a Israel y que el objetivo francés es derrotar a Hamás como derrotó a Daesh (!). Y al día siguiente, en El Cairo y Ammán (donde fue abucheado por la multitud), abogó por la conciliación entre los beligerantes. Hasta ordenó al representante de Francia que votara en la ONU la moción jordana exigiendo a Israel que ponga fin a los combates (junto a 120 países de África, Asia y América, mientras que Estados Unidos e Israel no encontraron más que 6 que se opusieran con ellos).

Al mismo tiempo, el Ministro de la Policía Darmanin, delfín de Macron, con la aprobación del Primer Ministro y del Presidente, convirtió a Francia en el único país occidental que prohíbe las manifestaciones por la paz en Palestina y el fin de las masacres perpetradas por el Estado colonial de Israel.
Así fue como las calles de todas las capitales de Europa Occidental, Londres, Roma, Berlín, Madrid, e incluso los campus de las universidades de Estados Unidos, se cubrieron de multitudes indignadas por la invasión israelí de Gaza, a diferencia de las de nuestro país, amordazadas por la histeria mediática y la represión preventiva.
El testimonio de un activista de Toulouse es revelador a este respecto: “el sábado 25 de octubre, un máximo de cien manifestantes… rodeados por 60 antidisturbios… ¡y 50 multas de 130 euros!”…

¿Francia 2023 ha caído en manos del viejo UBU?

La inconsistencia y la incompetencia parecen haberse convertido en las dos fuentes de inspiración de nuestras “élites” gobernantes. Como me dijo uno de nuestros amigos escritores: “¡la Francia de 2023 ha caído en manos del viejo UBU!”

Para los lectores que aún no lo sepan, la obra UBU Rey fue publicada en 1895 por el francés Alfred Jarry. No hemos conocido exponentes de la comedia absurda que superen a esta virulenta sátira contra los políticos burgueses, divididos entre su demagogia electoral y sus apetitos materiales. Fuertemente imbuida del anarquismo de la época, esta importante obra fue admirada por los grandes intelectuales franceses de los años 30, surrealistas y comunistas, como Louis Aragon. Y sigue siendo muy actual…

Sin embargo, no nos engañemos: los discursos y las acciones de nuestros macronianos, febriles hasta el punto de abrir una autopista electoral a la derecha y a la extrema derecha francesas, se guían siempre por la misma lógica ultraliberal, que ha hecho de nuestra nación el hazmerreír del mundo, porque no es más que un pelele del imperialismo estadounidense.

Francis Arzalier (ANC)

Fuente: Association Nationale des Communistes, 2 de noviembre de 2023, http://ancommunistes.org/spip.php?article5612. Traducción automática (corregida).

Notas

Notas
1 En 1539, el rey Francisco I firmó en su castillo de Villers-Cotterêts el decreto que proclamaba el francés como lengua única del reino en todos los actos judiciales y administrativos.
Comparte este artículo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *