Guerra con espinas
Ahora tenemos las gracietas de don Alfonso y el papelón que está jugando el “mariachi” que misericordiosamente llaman “vieja guardia del PSOE” en vez de recalificarlos como negociantes políticos maniobreros que condicionaron la llamada Transición para que no nos llevara muy lejos ni soberanamente.
De repente (pero no por sorpresa) nos hemos reencontrado con Alfonso Guerra haciendo su representación dramática. Felipe estaba sentado (¡cómo no!) a su derecha y se intercambiaban sonrisas en vez de pretéritos navajazos. Tampoco estamos en los tiempos del grupo sevillano de teatro “Esperpento”, del que don Alfonso formó parte, cuando se prestaba especial atención a Brecht y a la comedia dell’ Arte, y aun se creó una estética propia, “la estética de lo borde”, (del límite), que se dio a conocer en un manifiesto. También hubo una famosa foto “de la tortilla” pero los catorce que salieron en ella ya no están fichados para hacer este revival con misión imposible incluida. Esta misión es para la pareja recuperada que en algunas opiniones llenas de desfachatez podrían pasar por Los Morancos de Triana.
Porque lo de esperpento y lo borde aplicado a las ocurrencias de don Alfonso sigue en activo. Ya no nos ofrece el montaje de la “Farsa y licencia de la reina castiza” (Valle-Inclán, 1970) o “¿Qué negocio no es estafa?” (Carlo Goldoni, 1970) pero entre alusiones sobre las visitas a la peluquería de Yolanda Díaz o las advertencias un pelín acongojantes al propio rey Felipe VI conminándole a tener cuidado con lo que firma, Guerra ha abierto un frente de batalla mediático en el que también se ha metido el Sr. González. Por si no habíamos quedado asqueados con las ocurrencias groseras de Rubiales, ahora tenemos las gracietas de don Alfonso y el papelón que está jugando el “mariachi” que misericordiosamente llaman “vieja guardia del PSOE” en vez de recalificarlos como negociantes políticos maniobreros que condicionaron la llamada Transición para que no nos llevara muy lejos ni soberanamente.
No fueron los únicos que se prestaron a ese juego y hay que reconocerles que, para lo mayores que están y lo mal que entienden el mundo que quieren manipular, (en la parte que les deje la UE, la OTAN o el mismísimo primo americano que siempre está de guardia), demuestran una insistencia conspirativa que sólo puede explicarse por lo mucho que deben añorar pasadas vanaglorias y recompensas materiales. Y no olvidemos el incontenible impulso de improvisar descalificaciones sobre quienes defiendan otras opciones que no sean la rendición incondicional al centralismo, la grosse koalition y el patrioterismo, todo confusa y emocionalmente mezclado.
No corremos peligro de que nos puedan convencer, porque lo que dicen y cómo lo dicen asoman, como las patitas del lobo por el resquicio de la puerta, como clara demostración de la política convertida en negocio-estafa. Y, además, te venden un libro con más espinas que rosas.