Historia y Memoria
A los esfuerzos de algunos historiadores palestinos por estudiar y dar a conocer la Nakba, la catástrofe que para su pueblo supuso la expulsión de casas y tierras de cientos de miles de personas, se han sumado, con mayor intensidad en las dos últimas décadas, los de algunos historiadores israelíes cuyos trabajos afrontan, en medio de no pocas dificultades, la crítica de la historia oficial vehiculada por la ideología sionista.
La intervención de la Sra. (es un decir) Ayuso en la Asamblea de Madrid calificando a los palestinos de bestias no sólo es malvada, sino que ni siquiera es original. Está copiada del discurso de los nazis sobre el ghetto de Varsovia.
La actualidad nos muestra insistentemente el peso (movilizador, justificador o deslegitimador, según los casos) que tienen las «batallas de memoria» relacionadas con el conflicto israelí-palestino y sus repercusiones dentro y fuera del área de Oriente Medio.
Por parte de los dirigentes israelíes y de quienes les defienden en Occidente, se trata de recurrir a la memoria del sufrimiento judío para amparar la larga serie de brutalidades cometidas contra los palestinos y la obstinación en negarles su plena existencia política como pueblo.
A los esfuerzos de algunos historiadores palestinos por estudiar y dar a conocer la Nakba, la catástrofe que para su pueblo supuso la expulsión de casas y tierras de cientos de miles de personas, se han sumado, con mayor intensidad en las dos últimas décadas, los de algunos historiadores israelíes cuyos trabajos afrontan, en medio de no pocas dificultades, la crítica de la historia oficial vehiculada por la ideología sionista. Uno de ellos, Ilan Pappé, ha consagrado un libro a «explorar tanto los mecanismos de la limpieza étnica de 1948, como el sistema cognitivo que permitió al mundo olvidar (y a los perpetradores negar) el crimen que el movimiento sionista cometió contra el pueblo palestino».
Lo que nos muestra Pappé en su libro, apoyándose en documentación inédita de distintos archivos israelíes y en informaciones recogidas de publicaciones anteriores, es cómo el programa de «ocupación, destrucción y expulsión» en el que se concreta la «limpieza étnica» de la mayor parte del territorio que estaba bajo el Mandato británico, fue ultimado y aplicado sistemáticamente por los dirigentes sionistas casi inmediatamente después de que la ONU adoptara (el 29 de noviembre de 1947) la resolución sobre la partición de Palestina. En la misma lógica se inscriben la destrucción, en el territorio y en los relatos públicos, de cualquier huella de la secular presencia de los pobladores tradicionales, a la que el autor se refiere como un «memoricidio», y el empleo de «académicos sionistas» en una obsesiva «búsqueda de continuidades» que permitía presentar cada aldea ocupada y vaciada o «despejada» de sus moradores árabes como «“legítimamente devuelta” al pueblo judío».
Es comprensible que los dirigentes israelíes soporten mal los paralelismos que en medios (y desde discursos políticos) diversos se establecen entre su política de asedio a la población palestina y los crímenes de la Alemania nazi. El exterminio a escala industrial llevado a cabo por ésta sigue fijando un hito histórico singular en Occidente.
Pero el racismo, la segregación organizada, la negación de derechos básicos en función de «orígenes» o «pertenencias», el terrorismo de Estado y la asfixia del gueto fueron la antesala de la barbarie. Hoy, a más de uno Gaza 2009 le hace evocar Guernica 1937. Y el castigo colectivo contra la población palestina de Gaza evoca el aplastamiento del ghetto judío de Varsovia en 1943.
Un discurso justificador de cualquier práctica de este tipo que pretenda escudarse, incluso implícitamente, en la memoria de las víctimas de ayer, corre un riesgo altísimo de acercarse a la banalización de los crímenes nazis, que sigue siendo el propósito del negacionismo «histórico». Una destrucción (y su negación) se retroalimenta con la otra sin confundirse con ella.
Ahora que nos bombardean en y con cada telediario, habrá que poner especial cuidado en las ocurrencias de nuestra extrema derecha extrema que, como los esperpentos mediáticos tipo Ayuso, se ocupan diariamente de falsear la historia de nuestra memoria.