La escalada militar de la Unión Europea es contra los pueblos de Europa
La Federación Rusa nunca ha sido una amenaza para los pueblos de Europa. Sí lo ha sido, como vemos, el continuo avance de la OTAN hacia el este y el cercamiento de la Federación Rusa; es decir, la ausencia de una política internacional de seguridad que tenga en cuenta a todas las partes. Esto ha desencadenado una guerra en el seno de Europa, cuyo objetivo era desestabilizar a la Federación Rusa y saquear su inmensa riqueza energética, como ya ocurrió en los años 90 con la colaboración de Boris Yeltsin.
Desde la llegada de Trump al poder, se han comenzado a desatar nuevas contradicciones. La Unión Europea se encuentra con que EEUU, su principal aliado, cambia de discurso. Trump vira en algunas políticas de importancia crucial, como la actuación ante la guerra en Ucrania. La UE, que hace unos meses se subordinaba dócilmente a las directrices del Partido Demócrata, ahora se retuerce y trata de readaptarse.
Las contradicciones entre los partidos Republicano y Demócrata evidencian el conflicto de intereses que existe dentro de la oligarquía financiera de EEUU. Trump representa al segmento más reaccionario: a las grandes empresas industriales, mineras, de telecomunicaciones y de energía fósil, que precisan una mayor desregularización y disciplinamiento de la mano de obra. También a una parte prominente del capital financiero especulativo y de las empresas inmobiliarias. Por supuesto, busca atraerse a las capas intermedias conservadoras, aprovechando el descontento en un país dominado por la ideología burguesa. Cuenta con el apoyo de los medios de comunicación más reaccionarios.
El Partido Demócrata, en cambio, representa a un sector de la oligarquía financiera más globalista y con fachada liberal: al capital de sectores más pujantes, como la mayoría del tecnológico (Silicon Valley: Google, Facebook, Apple, Microsoft; más dependientes de las cadenas globales de producción que de los contratos estatales), al llamado “capital verde” y de servicios, así como en mayor medida a la banca comercial y de gestión de activos, y a elementos como BlackRock, que han apostado en sus inversiones por la llamada “transición ecológica”. A la par, trata de atraerse a las capas intermedias progresistas, e incluso busca apoyo en los sectores populares. Una de las industrias culturales más funcionales a los “demócratas” es Hollywood.
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Esta segunda fracción de la oligarquía financiera estadounidense es la que tiene lazos más profundos con la oligarquía financiera de los países de la Unión Europea. Esencialmente por eso, la UE está haciendo en Ucrania la política del Partido Demócrata; política que en 2014 Victoria Nuland (responsable de asuntos europeos y euroasiáticos del Departamento de Estado de los EEUU) celebró con un “que se joda la UE”.
Todo el discurso de la “autonomía estratégica” de la UE es en el fondo una falacia. Ha tomado bríos las dos veces que Trump ha estado en la presidencia, pero ha sido olvidado mientras se obedecía a Biden. No obstante, estas aspiraciones pasajeras (más formales que de fondo) ponen de relieve un aumento en las tensiones interimperialistas. La agenda propia de Trump obliga a la oligarquía financiera de la UE, especialmente de los países más fuertes, a pensar ajustes en su forma de mantener el dominio sobre la población de la región y la explotación de otras partes del mundo.
En el mismo contexto se enmarca la idea de “ejército de la UE”. Este proyecto nunca fue defendido por Reino Unido, fiel a la OTAN, sino incluso rechazado. Ha sido en cambio una idea presentada por Francia; precisamente el país de la UE con más poderío militar (el único miembro con armas nucleares) y el menos dependiente en lo económico respecto a EEUU. Además, Francia es el líder indiscutible de la industria armamentística de la UE (seguido a cierta distancia por Alemania), y es el que tiene mayores intereses en un proyecto imperialista menos mediatizado. Aunque la aspiración a un “ejército de la UE” nunca ha pasado de meras declaraciones, Francia ha sido el país más dinámico en promover proyectos militares integrados.
No obstante, la aspiración a un “ejército de la UE” al margen de la OTAN es irrealizable. El poder de la oligarquía financiera europea se sostiene en su vinculación subordinada a EEUU. La propia OTAN es también una herramienta de este sector de la burguesía europea para la dominación sobre sus pueblos. Esta clase no puede librar a la UE de la dependencia de EEUU (dependencia militar, económica, financiera, tecnológica, diplomática, cultural, etc.). Avanzar hacia ese cambio afectaría a relaciones tan profundas que pondría en riesgo la propia dominación de la oligarquía financiera europea. Esa transformación solo pueden lograrla los trabajadores de la UE contra “su” oligarquía financiera y contra “sus” gobiernos.
Que no hay determinación ni capacidad para romper la dependencia ya se ha demostrado en el último periodo “demócrata”(2021-2024), de agudización de esta dependencia. No se puede obviar que la integración europea durante la segunda mitad del siglo XX se abrió camino bajo la tutela de EEUU, y que la subordinación de la UE a dicho país se ha recrudecido a lo largo del siglo XXI. El resultado más palpable hoy son los padecimientos de la economía alemana.
Por tanto, el discurso de la “autonomía estratégica” es en el fondo una falacia. Busca mantener el proyecto de la oligarquía financiera europea (y sostener el rumbo de sus inversiones) en un momento en que su aliado jefe, y más fuerte, vira desde la presidencia en algunas de sus políticas. Pero la alianza subordinada a la otra rama de la oligarquía financiera estadounidense permanece.
Por eso toda la prensa dominante en la UE carga contra Trump como si el imperialismo estadounidense acabara de surgir; como si Trump no fuera el representase de otra forma de gestión del imperialismo, igual de criminal que la gestión “demócrata”.
La Federación Rusa nunca ha sido una amenaza para los pueblos de Europa. Sí lo ha sido, como vemos, el continuo avance de la OTAN hacia el este y el cercamiento de la Federación Rusa; es decir, la ausencia de una política internacional de seguridad que tenga en cuenta a todas las partes. Esto ha desencadenado una guerra en el seno de Europa, cuyo objetivo era desestabilizar a la Federación Rusa y saquear su inmensa riqueza energética, como ya ocurrió en los años 90 con la colaboración de Boris Yeltsin.
Los participantes en la gestación de esta guerra, ahora, bajo la falacia de la “autonomía estratégica”, llaman al “rearme de la UE”. Se trata de continuar con la misma escalada que llevamos viviendo desde inicios de 2022: 1) apoyo diplomático a Ucrania, 2) ayuda defensiva no letal, 3) envío de armas letales, 4) más ayuda militar y entrenamiento, 5) apoyo a largo plazo y armas cada vez más avanzadas, 6)…
Esta escalada es consustancial al fortalecimiento de la OTAN, que no se detiene. Desde hace más de una década, prosigue su expansión geográfica (2017, Montenegro; 2020, Macedonia del Norte; 2023, Suecia; 2024, Finlandia) y económica. Desde 2014, el gasto en defensa del conjunto de sus miembros ha crecido un 73%. Casi la mitad del aumento ha correspondido a los países de Europa y Canadá, que han cuadruplicado su gasto, pasando de representar el 29% del total de la alianza al 36%. Como resultado, los países de la Unión Europea casi triplican el presupuesto militar de la Federación Rusa (y se elimina el “casi” si incluimos a Reino Unido).

Alberto Cubero.
En 2022 la OTAN calificó a Rusia como “amenaza más significativa y directa” y a China como un “desafío sistémico”. La resolución del Parlamento Europeo, de 12 de marzo de 2025, sobre el “Libro Blanco sobre el futuro de la defensa europea”, también apunta contra estos países. Tal es el horizonte al que nos empujan, en total oposición a los intereses de la mayoría social: las sanciones primero y la guerra después contra estas dos potencias.
España avanza sin freno en esta escalada. El 23 de mayo de 2024, aprobó el mandato de la OTAN de suspender el Tratado sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa. Este tratado limitaba el equipamiento militar. Su suspensión fue aprobada con los votos del PP, PSOE, Vox, Sumar y tres miembros del Grupo Mixto.
De 2014 a 2024, España se ha encaminado a cumplir con el gasto militar que le pide la OTAN. De momento lo ha aumentado en más del doble: un 107%. De ese crecimiento, un 3% ha correspondido a los gobiernos del PP y un 104% a los gobiernos encabezados por el PSOE (un 21% durante la primera etapa de Pedro Sánchez, de 2018 a 2020; un 28% junto con Unidas Podemos, de 2020 a 2023; y un 55% con Sumar, durante 2024). En la actualidad, la Comisión Europea y la OTAN llaman a seguir elevando el gasto, y el Gobierno de España está comprometido con ello.
Sin lugar a dudas, una mayor escalada militar de la UE supondría más recortes sociales para los pueblos de Europa, más padecimiento general para los trabajadores, más riesgos de guerra y un comportamiento más agresivo de los países miembros. Los partidarios de la guerra aprovecharán demagógicamente los empleos en la industria armamentística para tratar de dividir a la clase trabajadora. Por ello, será necesario aclarar que todos los recursos humanos y no humanos empleados en esta área son además una sustracción al bienestar general.
Que esta Unión Europea es la unión de las élites, desastrosa para la mayoría social, es una realidad ahora más palpable que nunca. Hay que luchar para seguir evidenciándolo.
Urge frenar el “rearme”. En realidad, como hemos visto, los miembros de la UE llevan una década de escalada armamentística. Nadie que se denomine de izquierdas puede estar dentro de un gobierno que nos dirige a la pobreza y la guerra. La tarea más acuciante es la organización obrera y popular contra los gobiernos europeos de la guerra (empezando por el propio), contra la OTAN y contra la escalada armamentística y bélica, y por la paz.
Urge abordar estos objetivos en común con todas las fuerzas políticas, sindicales, vecinales, en definitiva, obreras y populares, dispuestas a posicionarse en el lado correcto de la historia. De continuar como hasta ahora, la mayoría trabajadora de España y de los pueblos de la UE nunca forjará su destino. Se mantendrá presa del imperialismo; al mismo tiempo víctima y cómplice inconsciente.
No importa cuánto lo repita la propaganda, Rusia no es el enemigo de los pueblos de la UE. Hoy en día vuelven a resonar las palabras de aquel eminente político de los trabajadores, Karl Liebknecht (1871-1919): “¡El enemigo principal está en casa!”.
Fuente: Púiblico
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