Los gesticuleros
Y esta es la recurrente historia de que el capitalismo, y más aún el imperialismo, cuando entra en crisis y necesita una nueva y rápida acumulación de capital y destruir al mismo tiempo a futuros competidores, por ejemplo, los BRICS, por aquello de tener una nueva moneda que hundiría al dólar, recurre al fascismo y al nazismo.
Nos han tenido pegados a la pantalla del televisor contemplando un desfile de personajes que decoraban con su presencia la toma de posesión de Donald Trump. Entre ellos ha destacado un tal Elon Musk, un empresario, inversor, activista político conservador y magnate. Actualmente ejerce como administrador del Departamento de Eficiencia Gubernamental de la Casa Blanca en el segundo gobierno de Donald Trump.
Dicen sus biógrafos que a los nueve años comenzó a programar un Commodore VIC-20 que tenía 8 kilobytes de memoria RAM. A los diez años aprendió a programar. Ahora sospechamos que podría dedicarse a programar a Trump. Los gestos con los que Trump y Musk suelen avisar de su presencia los hermanan en un lenguaje corporal que anuncia el protagonismo insaciable de dos machos alfa que no cejan en su intento de dominar cualquier situación que se les ocurra o que se les plantee.
Hay quien opina que proyectar la autoridad es fácil para gente como Trump, que por su experiencia como empresario y su papelón como líder mundial maneja con soltura el lenguaje corporal.
Otro puntito de gestualidad desaforada es la que emplea Elon Musk, ya sea discurseando un posicionamiento político, como cuando nos dice por escrito en su cuenta (con más de 200 millones de seguidores y cuya publicación obtuvo más de 50 millones de visitas) que «solo la AfD puede salvar a Alemania». Hizo esta declaración a solo dos meses de las elecciones en Alemania. Y su amigo Trump se engalla y muestra todo su desprecio hacia los “países brics” que forman una lista de desahuciados entre los que podemos contarnos.
Musk ha difundido desinformación sobre la pandemia de COVID-19 tan impasiblemente como ha mostrado su apoyo a la extrema derecha europea, pero quizás lo que más habla de sus intenciones para el futuro es cuando sostiene la exploración espacial como un paso importante en la expansión —incluso la preservación— de la conciencia humana. Musk ha dicho que la vida en múltiples planetas nos puede servir como una defensa en contra de amenazas a nuestra supervivencia como especie. Mientras, Trump, que bien parece ser la auténtica amenaza para la especie humana, nos propone convertir las ruinas de Gaza en un resort.
Hay empresas para todas las expectativas de Musk: Starlink, Tesla Motors, SolarCity… Neuralink es una empresa de nanobiotecnología que tiene como objetivo integrar el cerebro humano con la inteligencia artificial. La empresa se centra en la «creación de dispositivos que se pueden implantar en el cerebro, con el propósito final de ayudar a los seres humanos a fusionarse con el software y mantener el ritmo de los avances en inteligencia artificial». Estas fusiones podrían mejorar la memoria o permitir una interacción más directa con los dispositivos informáticos. ¿Cuándo veremos a Donald Trump con una toma USB insertada como un catéter?
A lo mejorOpenAI pilla a Trump por banda y es capaz de desarrollarle una inteligencia artificial amigable.
Este es el futuro empresarial que Musk nos anuncia. Para entender el sentido del discurso teatralizado de esta pareja de gesticuleros, recordemos que Trump sigue con lo de la «América grande otra vez» y Musk ha dicho que Estados Unidos es el mejor país que nunca ha existido en la Tierra y que la democracia no existiría si no fuera por los Estados Unidos. También afirmó que sería un error decir que Estados Unidos es perfecto, porque no lo es. Luego, levanta el brazo como un nazi. Menos mal que nos ha aclarado que sólo quería dar las gracias a los que han hecho posible el triunfo de su amigo Donald. Ahora ya no podemos tener duda sobre cuáles son sus malas intenciones.
Y esta es la recurrente historia de que el capitalismo, y más aún el imperialismo, cuando entra en crisis y necesita una nueva y rápida acumulación de capital y destruir al mismo tiempo a futuros competidores, por ejemplo, los BRICS, por aquello de tener una nueva moneda que hundiría al dólar, recurre al fascismo y al nazismo. Una nueva y peligrosa motosierra que nos puede llegar a Europa. Y es que el Partido Demócrata, con anterioridad, ha facilitado con su política de ignorar la existencia de clases sociales antagónicas con un discurso de identidades que ha contribuido a una mayor “inconsciencia de clase”, a crear un gran espacio político que ha ocupado rápidamente la extrema derecha, además de ser una organización igualmente belicista. Y, como dice el refrán popular, quien siembra vientos recoge tempestades.
No nos queda otra que comprender y asumir la necesidad de levantar un potente movimiento democrático en defensa de la paz, contra la guerra y la defensa de los derechos y libertades democráticas.