Paz republicana

La reivindicación actual en favor de la III República debe ir unida a reclamar al Gobierno de coalición, dentro de las instituciones y en la calle mediante la movilización de la mayoría social, una nueva política en favor de la paz y contra la guerra, principio rector de la política internacional en la Constitución de la II República.

La Constitución de la II República española establecía en su artículo 6, en el mismísimo frontispicio del edificio constitucional, lo siguiente: “España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional“.

Ahora, el régimen monárquico y el gobierno de coalición que preside Sánchez hacen precisamente lo contrario: utilizan la guerra como instrumento para implementar políticas neoliberales y belicistas. No han declarado formalmente la guerra a Rusia, pero desde febrero de 2022 vienen ejecutando actos que quedan subsumidos en una declaración de guerra informal pero hasta neocortical contra este país mediante:

a) el envío de armas, incluso pesadas, al régimen dictatorial de Zelenski, que implica a España en la guerra que EEUU, la UE y la OTAN han desatado contra Rusia con el propósito último de lograr el desmembramiento del estado ruso (recuérdese lo que le hicieron -con nuestra colaboración como meritorios recién apuntados a la OTAN-  a Yugoslavia, Libia y ahora que lo han intentado repetir con Siria) y la desactivación de su poderoso aparato militar, reduciendo a este país de tamaño y población para lograr de este modo, entre otros objetivos, un acceso favorable a las importantísimas fuentes de materias primas ubicadas en el estado multinacional más grande del mundo. Un escenario que puede llevarnos a la III Guerra Mundial con posible empleo de armamento nuclear. Imaginemos cómo se nos puede calentar la zona de Morón y Rota. Y no será la mala suerte la que nos hiera “con zarpa de fiera”, sino el servilismo de las fuerzas políticas que se entregan a cumplir las órdenes del imperialismo belicista.

b) El gobierno de coalición es absurdo copartícipe en la imposición de draconianas sanciones económicas que pretenden torpedear la economía de Rusia con la finalidad antes apuntada, medidas que están provocando una inflación galopante en España y en otros muchos países. 

c) Adiestramiento de tropas ucranianas en España en apoyo del régimen de Zelenski. No sabemos si el programa de adiestramiento incluye cantar a varias voces, afinadas, no como en Málaga, a grito “pelao”, lo del “novio de la muerte”.

d) Cierre de medios de información rusos y propaganda sistemática en prensa, radio y televisión en contra de Rusia, desatando un discurso rusofóbico que se traduce, por ejemplo, en algo tan degradante como censurar a Dostoievski o derrumbar a Pushkin de sus parques o avenidas.

e) Salvo Belarra y Montero, que han mostrado en alguna ocasión disconformidad con algunas de las anteriores medidas, el resto del gabinete Sánchez las aplauden, incluyendo a Garzón y Díaz. Robles saca el trapo para abrillantar la chatarra blindada que quieren donar a los ucranianos y Borrell con ardor guerrero (él sí que puede reclamar el título de “novio de la muerte”), nos invita al rearme y a los presupuestos de guerra.

El carácter pacifista de la II República fue atacado y subvertido de forma violenta mediante un golpe de estado cruento y planificado como un genocidio, protagonizado por el golpista general Franco y sus secuaces, que provocó una guerra de consecuencias catastróficas. Todavía tenemos muertos en las cunetas.

Por ello, la reivindicación actual en favor de la III República debe ir unida a reclamar al Gobierno de coalición, dentro de las instituciones y en la calle mediante la movilización de la mayoría social, una nueva política en favor de la paz y contra la guerra, principio rector de la política internacional en la Constitución de la II República, promoviendo un alto el fuego inmediato, la apertura de negociaciones entre todas las partes implicadas en el conflicto bélico y el levantamiento de las sanciones impuestas a Rusia y al resto de países que la sufren por defender de manera consecuente el respeto a su soberanía política. 

Como en la Constitución de la II República, España debe renunciar a la guerra como instrumento de política nacional.

Y para rehusar de la guerra tenemos que educarnos para la Paz. Está claro que Borrell no enseña esa asignatura.

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